Ana salió de su agotador turno de urgencias a las 8 de la tarde del viernes. Habían sido 12 horas especialmente agitadas, pero ahora disponía por delante de un día y medio en los que disfrutar. Volvería a entrar el domingo a las 8 de la mañana. A sus 26 años vivía su interinidad, en aquel hospital de una pequeña capital de provincia, como una oportunidad, tanto laboral como personal. Sin cargas familiares, su relación con Jorge, su novio, empezaba a hacérsele algo tediosa. Él era algo conservador y ella buscaba algo más de acción.
Aprovechando que su novio no venía esa semana a verla decidió quedar con Hans, un maduro al que había conocido a través de una página de relatos eróticos y con el que de vez en cuando quedaba. Le resultaba un tipo excitante, con él el sexo era salvaje, duro, perverso, muy, muy morboso. Hacía unas semanas que no se veían y Ana tenía ganas de pasar un buen rato. Durante el turno de descanso en el hospital habían intercambiado varios mensajes y acordaron en verse sobre las 10 de la noche en una cervecería del centro.
La joven médica llegó a casa con intención de ir directamente a la ducha. Se movía por las distintas estancias sin prestar atención a que las ventanas estaban abiertas y con las cortinas descorridas. Se desnudó completamente en su dormitorio antes de salir hacia la cocina a beber. Tomó una botella del frigorífico y bebió a morro echando la cabeza hacia atrás. El agua golpeó en sus labios y se derramó por la comisura. Un pequeño hilo de agua descendió por su barbilla, su cuello y pasó por el pequeño valle que formaban sus tetas. Al contraste sus pezones se endurecieron.
En ese momento fue consciente de la proximidad del edificio de enfrente y la posibilidad de ser vista por cualquiera de los vecinos. Incluso creyó ver un movimiento extraño tras una ventana. Imaginó a un vecino voyeur deleitándose con su desnudez. Alguna vez había visto como la miraba algún vecino con el que se cruzaba en el portal. Esto hizo que se excitase, sintió como su coño se empapaba de flujos calientes. A su edad, tenía la libido extremadamente alta, se sentía en su plenitud sexual y no estaba dispuesta a renunciar a su disfrute sexual. Con total descaro se acercó a la ventana. Sin ningún pudor lució su desnudez mirando hacia la calle, exponiendo sus preciosas tetas de tamaño pequeño donde los pezones se retorcían sobre sí mismos en claro síntoma de excitación. Con un buen calentón se fue a la ducha fantaseando que el vecino estaría pajeándose con la imagen de su cuerpo.
Abrió el grifo de la ducha y se metió debajo. Dejó que la cascada de agua mojase todo su cuerpo. Echó la cabeza hacia atrás sintiendo como su melena empapada llegaba hasta la mitad de su espalda. El agua caía por su parte trasera hasta la zona baja y sus glúteos. Llevó sus manos hacia su culo y abriéndolo un poco sintió como el agua se introducía entre las nalgas produciéndole un agradable cosquilleo en su ano. Por delante, la cortina de agua corría por todo su cuerpo. Descendía por su cuello hasta llegar a sus pezones gordos de color marrón muy oscuro. Algunas gotitas utilizaban el apéndice de su aureola como trampolín saltando al vacío del plato de ducha. El resto del agua cubría el resto del cuerpo, delimitando perfectamente su bella anatomía.
Ana sentía como se le mojaban los labios vaginales recién rasurados apenas dos días antes, sin llegar a penetrarla. Pero la excitación que le había provocado la imaginación del vecino mirón hacía que su clítoris palpitase fuera de su capuchón. Al roce con el agua no pudo evitar un gemido y una descarga eléctrica por su columna vertebral. Casi sin darse cuenta llevó sus dedos hasta su rajita y comenzó a acariciarse. En su cabeza imaginaba que ese anónimo vecino se masturbaba tras la ventana viéndola ducharse. Con una pierna levantada consiguió abrir su coño con dos dedos de la mano izquierda mientras con la derecha dirigía el chorro de la ducha directamente al botón de su placer.
Un grito descontrolado le hizo cerrar las piernas con la alcachofa de la ducha entre ellas, sintiendo como el chorro no dejaba de golpear su clítoris y una marea de descargas eléctricas la llevaban al éxtasis. Con su cuerpo inclinado hacia delante y una mano apoyada en la pared evitó caer cuando sus piernas comenzaron a temblar producto de un intenso orgasmo
La temperatura, todavía en aquella capital de provincia, permitía vestir ropa ligera. Ana optó por un pantalón pirata negro, un top blanco que realzaba su moreno conseguido en la playa durante el mes de agosto y unas sandalias de tiras. Su melena suelta enmarcaba una preciosa cara de niña buena poniendo de manifiesto que las apariencias siempre engañan. Un último vistazo a un espejo de cuerpo entero justo en la salida le hizo aumentar su autoestima. Se veía realmente sexy.
Se dirigió andando al centro de la ciudad donde había quedado con Hans. El tipo era todo un personaje y con una imaginación tremendamente morbosa. El hecho de quedar a pasar un buen rato no era otra cosa que una excusa para follar como auténticos animales. El tío la ponía muy cachonda. Alto, atractivo, con buena forma física. Era todo lo contrario a su novio Jorge, mucho más conservador de mentalidad. Desde que se contactaron, Hans y ella, habían hablado mucho y quedado varias veces. El sexo entre ellos era realmente bueno y la chica sentía una extraña atracción por esta relación que ni siquiera se podría definir como de follamigos.
Ana vio a Hans en la puerta del local donde empezarían la noche. Con camisa blanca y pantalón vaquero, que rellenaba a la perfección con dos piernas fuertes y unas nalgas duras, estaba realmente atractivo. Sobre las 10:30 la pareja estaba sentada en un restaurante cenando algo ligero y liquidando una botella de Rioja. La conversación se produjo de manera amena sobre distintos temas hasta que derivó en los planes de esa noche:
-como tenía ganas de conocer a mis amigos hoy vamos a quedar con ellos
-OK, perfecto. La verdad es que después del turno en urgencias lo último que quiero es meterme en casa. Prefiero salir a beber y pasármelo bien, jajaja
-No te prometo nada. -Le dijo Hans levantado la copa para brindar.
-Contigo nunca me aburro -Ofreció su copa Ana aceptando el brindis.
La plaza del Carmen era un espacio rodeado por unos soportales bajos los cuales se encontraban distintos bares de copa. En el centro una estatua de la que tomaba el nombre el lugar. El bullicio a esa hora de la noche del viernes era abundante. Muchos grupos de distintas edades entraban y salían de los distintos garitos. Ellos, Ana y Hans, se dirigieron hacia una de las esquinas. Allí se encontraba El Templo del Morbo, el garito de Kiko, uno de los amigos de Hans. A la chica el nombre del bar le pareció raro hasta que al entrar se supo el por qué:
Que adelantas sabiendo mi nombre
Cada noche tengo uno distinto
Y siguiendo la voz de mi instinto me lanzo a buscar
Imagino, preciosa, que un hombre
Algo más, un amante discreto
La joven reconoció al instante la canción de Joaquín Sabina que sonaba y entendió a que se debía el nombre del bar:
-Sí, Kiko es un ferviente admirador del genio Sabina. -Le contestó Hans a su acompañante cuando le preguntó por el gusto musical del garito.
El local era un amplio espacio totalmente forrado de madera. Con un gran ventanal que daba a la plaza y un sofá sobre la otra. Sobre éste un cuadro de publicidad retro de Coca-Cola. La decoración era bastante noventera para el sofisticado gusto de la joven médica, pero entendió que aquella noche el que marcaba el recorrido era Hans.
El local estaba lleno de gente que sobrepasaba la treintena y en algunos casos la cuarentena, en cualquier caso, le pareció un lugar atractivo para tener una noche animada. La pareja se dirigió a una de las esquinas de la barra donde según el hombre se movía lo mejor de aquel garito. Una vez allí, Hans comenzó con las presentaciones. Ana fue besando uno por uno a los tres amigos de su acompañante.
El primero era Miguel, un tipo de aspecto algo conservador, pero de mirada lasciva. Era un funcionario, atrapado en un matrimonio rutinario que había salido esa noche con sus colegas de toda la vida. El segundo era Tony, en este caso las apariencias lo delataban. Era un hombre fuerte, no tan alto como Hans. Con el pelo muy corto, mirada profunda y cara angulosa. Ana no diría que era un tipo excesivamente guapo pero su atractivo era innegable. Su voz grave evidenciaba las horas de noche y excesos que había vivido. Y es que durante 20 años había regentado un bar de copas en la zona, ahora se dedicaba a alquilar locales de su propiedad. El último era Kiko, el dueño del bar. Llevaba 30 años detrás de la barra, había tenido distintos garitos a lo largo de los años. El tipo había definido su estética en función al avance de su alopecia de manera que ahora tenía la cabeza afeitada para homogeneizar su calvicie, en cambio llevaba una barba bastante poblada lo que le confería un aspecto hípster según pensó Ana.
La chica quedó rodeada por los cuatro amigos. Tenía a Hans sentado en un banco alto justo a su espalda. A su izquierda, tras la barra, Kiko servía una ronda de chupitos de Jack Daniel´s. A la derecha, Tony cruzaba miradas con ella apoyado sobre la pared y Miguel permanecía frente a ella interesado en su profesión. Kiko repartió los chupitos sobre la barra de madera y propuso un brindis por la Seguridad Social y sus profesionales:
-Gracias. -Agradeció Ana y chocó su pequeño vaso con el del resto del grupo. Después se lo bebió de un trago. Apretó su cara cuando sintió descender el líquido por su esófago calentando de manera excesiva su garganta.
Kiko puso una ronda de gin tónics antes de abandonarles para seguir atendiendo a otros clientes. Miguel se mostró como un tipo con gracia a la hora de contar algunas anécdotas propias en los hospitales. Su manera de narrarlas hacía que todos se rieran a carcajadas. Lejos de ser un tipo aburrido como había pensado Ana nada más conocerlo se mostraba bastante divertido para acabar siendo el centro de atención.
Los amigos comenzaron a contar distintas anécdotas que hicieron que Ana riera a carcajadas mientras las rondas se iban sucediendo. De vez en cuando, Kiko aparecía para ofrecer otro brindis de Jack Daniel´s. La chica no supo calcular el tiempo que llevaban en aquel garito cuando Hans la atrajo hacia él y comenzó a besarle el cuello. Ella echó su cabeza hacia atrás dando un pequeño gemido de placer. El hombre le mordió levemente el cuello y ella llevó su mano hacia la entrepierna de él.
En el bar no quedaba ningún cliente, a excepción de ellos, y Kiko bajó la persiana metálica del ventanal y de la puerta. Ana fue consciente de que aquello prometía. Se había quedado encerrada en un garito con cuatro maduros y mucho alcohol. La mujer se giró de cara a su pareja y comenzaron a besarse apasionadamente. Sus lenguas se entrelazaban y sus labios se sellaban. Las manos de ella se aferraron a la nuca del hombre mientras las de él recorrían el cuerpo de la mujer. De repente otras manos comenzaron a acariciar el cuerpo de Ana. Ella contestó con un suspiro. Era Miguel el que se había acercado por su espalda. Pegó su cuerpo al de la chica y lentamente fue metiendo sus manos bajo el top. En ese momento la mente de Ana estaba en blanco por la excitación. Estaba siendo magreada por dos maduros ante la vista de otros dos. Se sentía el objeto del deseo de aquellos tipos cuarentones morbosos.
Las manos de Miguel alcanzaron su objetivo haciendo que Ana suspirase de placer. Sintió como le pellizcaba los pezones endureciéndolos. Giró su cabeza en busca de la boca de Miguel. Este no lo dudó y la besó. La médica se colocó entre los dos hombres, Hans y su amigo, dejando la barra y a Kiko a su espalda y a Tony apoyado en la pared. Dirigió sus manos a las entrepiernas de los dos tipos que la rodeaban. Sin esfuerzo sacó las pollas de estos. Alternando besos con uno y otro comenzó a masajear los miembros erectos de ambos. Lentamente fue tirando de la piel hacia atrás consiguiendo descapullar las dos pollas:
-Uuff vaya calentón que tengo. -Dijo Ana antes de arrodillarse.
Con las dos pollas a la altura de su cara y sin dejar de agarrarlas, se introdujo primero la de Hans, gorda, dura, con las venas marcadas y un capullo muy rojo en forma de bola. Después se dirigió a la otra. La de Miguel, algo más estrecha, más estándar. Lo miró a los ojos, retiró la piel dejando el glande al descubierto antes de introducírsela lentamente en la boca:
-Joder que boca tiene -Comentó Miguel.
Ana comenzó a mamar la polla de uno de los amigos de Hans ante la atenta mirada de los otros dos, Tony y Kiko. Su coño ardía y se inundaba con gran cantidad de flujo caliente. Sentía su clítoris palpitar y la situación la llevaba a una excitación desconocida. Era la primera vez que se encontraba a punto de mantener sexo con cuatro tíos. Si lo había fantaseado alguna vez, pero nunca lo había hecho, ni siquiera comentado con nadie. Ella no dejaba de ser una niña pija de niña bien pero con una mente perversa para el sexo.
Durante un rato estuvo alternando la mamada entre la polla de Miguel y Hans hasta que este se colocó ante ella:
-Traga Ana, traga.
La médica se centró en la polla de su amigo. Le agarró el tronco y comenzó a lamer desde sus huevos hasta el glande para después introducírsela entera en la boca. El hombre sentía como la lengua de Ana rodeaba su polla. Se la metía hasta la campanilla para sacarla y volver a meterla. El tipo le agarró la cabeza y comenzó a follarle la boca. La cabeza de la mujer iba y venía a lo largo del miembro de Hans. Mientras hacía esto utilizaba una mano para pajearlo y con la otra se acariciaba su encharcado coño. Le estaba dando una magnífica mamada a un maduro ante la mirada de otros tres. El morbo era demasiado.
Sintió que Hans tensaba sus piernas en señal de que llegaba al orgasmo. Ella se agarró al culo de él que no le soltaba la cabeza:
-Te vas a tragar mi leche, putita.
La mujer no retiró en ningún momento la cabeza y siguió con la mamada, incluso cuando notó como el primer chorro de semen caliente golpeaba su campanilla. El hombre comenzó a gritar al sentir como se corría en la boca de la chica:
-Joder, que guarra es. -Dijo Kiko viendo como Ana tragaba buena parte de la corrida de su amigo.
El hombre sacó la polla de la boca de la mujer y terminó de eyacular contra la cara de ésta:
-¿Te gusta como te la chupo, cabrón? preguntó lasciva ella.
-Aahhggg, sí joder. Contestó derrotado él.
Ana se puso de pie con restos de semen sobre su mejilla. Kiko le ofreció un chupito de whisky que la chica bebió de un tirón arrastrando el sabor a semen que le había dejado Hans.
Miguel, con una tremenda erección y ya sin pantalones, la agarró por la cintura y la llevó hasta el sofá de la pared frente a la barra. De camino le comió la boca sin importarle que minutos antes su amigo se hubiera corrido. El hombre se sentó en el sofá con la polla mirando al techo:
-Ven y termina lo que has provocado. -Le dijo el hombre en alusión a su erección.
Ana se desnudó en medio del bar tirando la ropa sin cuidado. El top fue a parar a una esquina, el sujetador cayó sobre la barra. El tanga totalmente mojado quedó enrollado junto al pantalón pirata en el suelo. La visión del hombre que la esperaba era espectacular. Una chica joven de cuerpo definido por el crosfit, con tetas preciosas y pezón gordo y oscuro, con el pubis rasurado. No lo era menos para los tres amigos a su espalda. Una melena descansaba a mitad de la espalda como preámbulo de un culo redondo y duro, totalmente blanco con un precioso lunar sobre la nalga derecha y unas piernas torneadas.
La médica se dirigió hacia el sofá. Se subió de pie sobre el asiento y comenzó a bajar sobre el falo erecto de Miguel. Con los dedos corazón y anular de su mano derecha, la mujer separó sus labios vaginales y se fue introduciendo la polla del hombre. Fue bajando lentamente haciendo que el tipo sintiese cada centímetro dentro de ella. Por fin se dejó caer de golpe sobre los muslos de Miguel quedando empalada por la polla de éste:
-Ahhhh -gimió el hombre -sí joder que coño más rico tiene joder.
-¿Te gusta mi rajita? ¿Te gusta follarte a una jovencita como yo? Ana en un estado de excitación morbosa desconocida se comportaba como la putita de aquellos maduros provocándoles.
El hombre la miró y se abalanzó sobre sus tetas. Succionó los pezones tirando de ellos con los dientes y arrancando gritos de placer en la mujer. Ésta se apoyó en los hombres del tipo y comenzó una tremenda cabalgada entre gemidos y suspiros de ambos.
-Así putita, así. Métela entera.
-¿Quieres que sea una putita?
Los efectos desinhibidores de la ingesta de alcohol hacían que Ana se mostrase sin ningún tipo de filtro. Estaba disfrutando de sus perversiones sexuales sin miedos. Se encontraba en medio de un bar encerrada con cuatro maduros y eso era algo que le excitaba hasta límites desconocidos. La mujer siguió botando sobre Miguel sin percatarse que Tony se había colocado a su lado ofreciéndole la polla. Este calzaba una buena pieza.
El hombre llamó su atención y se miraron como llevaban haciéndolo toda la noche. Con deseo y lujuria. La atracción que ejercía este amigo de Hans sobre ella era magnética. Esa pinta de canalla le había disparado la libido desde que se presentaron. Ahora no dudó en meterse la polla del tipo hasta el fondo sin dejar de cabalgar a Miguel. Tras ella, Kiko y Hans observaban el trío que se montaban sus amigos con la joven médica. Tony estaba de pie en el asiento del sofá follándole la boca:
-Toma pija, cómeme la polla niñata. -La definía Tony de manera insultante.
La cara de niña buena, y la pinta de pija, era algo que a los tipos como Tony le daban mucho morbo. Y Ana tenía esa pinta de niña bien con alma de puta viciosa. La chica agarraba la polla de Tony y le masturbaba al tiempo que no dejaba de mamársela con hambre. Le miraba a los ojos haciendo que el tipo se excitara aún más.
Cuando Miguel anunció que se correría de inmediato, ella comenzó a palmearse el coño provocándose espasmos de placer. Tony gritó para descargar varios chorros de semen en la boca de la chica. Miguel también gritó y se derramó en el coño. Ana gritó cuando el morbo de la mamada y la cabalgada le provocaron un tremendo orgasmo. El ruido de su entrepierna golpeando los muslos de Miguel era excitante. Mientras el movimiento de la polla de Tony hacía que la corrida de este se le saliera por la comisura de los labios. A su vez, la mezcla de semen y flujo que salía de su coño pringaba los muslos de Miguel.
Los hombres salieron del interior de la mujer que quedó exhausta en el sofá. Tumbada boca arriba, desnuda, se acariciaba las tetas intentando recuperar el aliento. Sentía como latía su clítoris por el orgasmo y como sus pezones seguían endurecidos por el morbo de la situación. Se encontraba totalmente expuesta a cuatro maduros desconocidos, en el bar de uno de ellos a altas horas de la madrugada cuando uno de ellos, Miguel, anunció que se marchaba. Su mujer le esperaba.
Ana se puso de pie y se acercó a la barra. Sin ningún pudor exhibió su desnudez ante los tres maduros que quedaban. Hans le dio un beso y le ofreció uno de los chupitos de Jack Daniel´s que Kiko había vuelto a servir. Se lo bebió de un trago. Tony encendió un porro de marihuana y tras darle una calada se lo ofreció a la chica que no dudó en cogerlo entre sus dedos y llevárselo a la boca. La médica se encontraba como en una nube.
Kiko salió de la barra y se acercó por detrás a ella. Con los primeros acordes de Aves de Paso de Sabina, Ana comenzó a moverse lentamente con el porro en la mano y los ojos cerrados. El dueño del bar se pegó a ella y le acarició el cuerpo desnudo:
A las peligrosas rubias de bote
Que en el relicario de sus escotes
Perfumaron mi juventud
Al milagro de los besos robados
Que en el diccionario de mis pecados
Guardaron su pétalo azul
A la impúdica niñera madura…
El hombre buscó los labios de la chica y se mordieron las bocas. Ella comenzó a desnudarle mientras él le comía las tetas de manera lasciva. Poco a poco se fueron acercando al sofá:
Al niño que fui espabiló
A la flor de lis de las peluqueras
Que me trajo el tren de la primavera
Y el tren
Del invierno me arrebató
A las flores de un día
Que no duraban
Que no dolían
Que te besaban
Que se perdían
Damas de noche
Que en el asiento de atrás de un coche
No preguntaban
Si las querías
Aves de paso…
Ana se sentó en el filo del sofá y bajó de un tiró el pantalón de Kiko. Ante ella saltó como un resorte una polla de tamaño desproporcionado:
-Joder, vaya pollón. Acertó a decir con los ojos muy abiertos.
Desde la barra Hans y Tony rieron. La médica intentaba medir el calibre del miembro de Kiko abarcándolo con la mano. Le fue imposible. Le miró con media sonrisa:
-¿Qué? ¿te vas a atrever con esta polla? -Preguntaba con orgullo machista el barman.
-Por supuesto que puedo. -Contestó la mujer sin dudar.
Agarró la polla con las dos manos, calculó que debía medir más de 20 centímetros. Tiró de la piel y liberó el glande. Escupió sobre él y comenzó a lamerlo con la lengua. Abrió la boca todo lo que pudo y apenas logró meterse el capullo. Sentía que le ocupaba toda la cavidad bucal. Mordió el tronco de lado hasta llegar a los huevos. Después comenzó a pajearle muy rápido:
-Métemela, cabrón.-Decía Ana de manera provocativa mirándolo a los ojos.
-Qué puta eres joder, con esa cara de niña pija que tienes
La médica echó su cuerpo hacia atrás, en el sofá, y se apoyó sobre sus codos. Abrió las piernas ofreciendo a Kiko una espectacular visión de su coño rasurado y abierto. Caliente. Comenzó a acariciarse y lubricarse la entrada ante la invasión de aquel monstruoso ariete erecto. El barman se arrodilló y rozó el glande sobre la raja de Ana. Se lubricó la polla con los flujos que manaban del coño y comenzó a penetrar a su clienta lentamente. Ella echó la cabeza hacia atrás y suspiró sintiendo como sus labios vaginales deban de sí para dar cabida a la tremenda polla del amigo de Hans.
Ana arqueó la espalda cuando Kiko le clavó toda la polla en el coño. Un grito desgarrador de la mujer fue el anuncio del primer puntazo:
-Diooos, joder, que polla tienes cabrón. Me vas a romper.
-¿Eso es lo que quieres, putita? ¿Quieres que te parta el coño a pollazos?
-Sí, cabrón. Dame fuerte hijo de puta.
Kiko comenzó a follarse a Ana sin compasión. A golpe de cadera impulsaba su polla hasta el fondo de la vagina. Su glande llegaba a la cerviz. La mujer nunca había sentido una polla tan profunda. Se retorcía entre gemidos y gritos. Kiko le levantó las piernas y las colocó en sus hombros. Comenzó una penetración más rápida. Él bufaba con la respiración entrecortada. Ella gritaba como una gata en celo sintiendo como aquel tipo le echaba el polvo más bestia de su vida. El hecho de hacerlo delante de dos tíos aumentaba el morbo.
-Aaggg. Sí. Dioooss. Joder. Dame fuerte cabrón. Reviéntame el coño joder.
-Joder, como me gusta follarme a una pija viciosa. Toma polla hija de puta.
Ana llevó una mano hasta su coño y comenzó a hacerse una paja con los ojos en blanco mientras Kiko aceleraba el ritmo de la follada. Ella anunció que se iba a correr:
-Me corro, me corro, cabrón.
El dueño del bar comenzó a tensarse:
-¿Quieres leche, zorra?
-Sí cabrón. Relléname de leche, hijo de puta.
Kiko gritó como un animal y le clavó la polla muy dentro mientras descargaba abundantes chorros de lefa en el interior de aquella joven desconocida. Ana sintió una descarga eléctrica que, desde su cerebro, descendió por su columna hasta su coño y alcanzó un tremendo orgasmo sintiendo la leche caliente de aquel maduro desconocido. La polla del tipo seguía percutiendo contra su vagina cuando inesperadamente sintió que tenía otro orgasmo:
-Cabrón, no le des tan fuerte que la vas a dejar muy abierta. -Tony hacía comentarios sobre el tamaño de la polla de su amigo.
Cuando Ana pensó que todo había terminado, Kiko dio un último puntazo muy fuerte provocándole un nuevo escalofrío que terminó en otro orgasmo. La chica quedó totalmente desmadejada sobre el sofá. Sus piernas le temblaban y no tenía fuerzas para moverse. La mezcla de semen y flujo vaginal salía descontrolada de su coño como de un volcán en erupción:
Aves de paso
Como pañuelos cura fracasos
A Justine, a Marylin, a Jimena
A la MataHari, a la Magdalena
A Fátima y a Salomé
A los ojos verdes como aceitunas
Que robaban la luz de la luna de miel
De un cuarto de hotel, dulce hotel
A las flores de un día
Kiko estaba tumbado en el suelo, con la polla aun palpitando después de haber escupido la leche caliente de sus huevos. Sabina seguía poniendo música a aquel ambiente canalla que Ana estaba viviendo dentro de aquel Templo del Morbo.
La chica no supo calcular cuánto tiempo estuvo relajada sobre el sofá cuando se levantó para ir al baño. De nuevo se paseó desnuda ante la mirada de los tres maduros, a estas alturas también sin nada de ropas, camino de los servicios. A la vuelta se sentó en el banco alto donde se había sentado Hans al llegar. Tras la barra Kiko la miraba a los ojos. Ella le pidió un vaso de agua. Tenía la boca seca. Junto a ella, Tony aspiraba un par de rayas de coca para seguir la fiesta. Ella declinó la invitación y fue el barman quien aprovechó el regalo.
A Ana le resultó curioso que su amigo Hans apenas hubiese intervenido en aquella orgía. Solamente al principio de la noche se la había chupado pero desde entonces se había dedicado a ejercer de voyeur. Aún así, la chica no le dijo nada. Suponía que le tendría preparada alguna sorpresa final.
Una nueva ronda de gin tónics sirvió para que Ana recuperase fuerzas antes de que Tony, el tipo cuyo aspecto de canalla hacía que su libido se disparase aún más volviese a la carga. Se acercó a la médica por detrás y acarició sus nalgas. Ella las echó hacia atrás haciendo que saliesen un poco del banco alto en el que estaba sentada. El hombre acarició las nalgas redondas de Ana que, sin poder evitarlo, comenzó a sentir como su coño se volvía a lubricar con el flujo vaginal. Inclinándose sobre la barra permitió a Tony colocar su polla en la entrada de su vagina. Sin preliminares, el hombre se la clavó de golpe hasta el fondo del coño:
-Aayy, cabrón – Se quejó la mujer.
-¿No quieres que te la meta? Susurró con su voz grave Tony al oído de Ana.
-Hasta el fondo, hijo de puta. -Contestó ella girando la cabeza.
Ese fue la señal para que otro de los amigos de Hans se la follara aquella noche. Contra la barra del bar de Kiko, Tony se agarró a las caderas de Ana y comenzó a bombear sin descanso hasta que con un grito se corrió dentro de la mujer. Ella se agarraba la barra de madera mientras cada empujón de Tony hacía que se levantase, teniendo incluso que ponerse de puntillas para seguir pegada al suelo. Un nuevo grito de ambos y otro orgasmo les invadía. La médica tenía el cuerpo sobre la barra para evitar caerse ya que sus piernas no le sostenían. Sus pezones volvían a estar erectos por el roce contra la madera del mostrador. Sus tetas ardían y aparecían con arañazos. Por sus muslos resbalaba la última corrida, esta de Tony. Era el tercer tío que se le corría en el coño esta noche.
Eran las cinco de la mañana cuando Ana, Hans y Kiko salían del Templo del Morbo. Tony les había abandonado media hora antes. Pese a que la chica llevaba despierta desde las 7 de la mañana, una hora antes de entrar en el turno de urgencias, la médica se sentía con ganas de más. Kiko les propuso tomar la última en su casa. Una buhardilla a dos calles de su bar. Con Ana agarrada a los culos de los dos maduros recorrieron la calle totalmente vacía hasta el edificio donde vivía el barman.
En una estancia sencilla, un salón con cocina americana, Hans comenzó a preparar unas copas, mientras Kiko preparó unas rayas. Sus invitados volvieron a declinar su invitación y él solo se metió toda la dosis. Ana le miró a los ojos. Le pareció un tipo muy interesante, con muchas horas de noche y un ritmo de vida apasionante. Aquel aspecto de hípster cuarentón, y la tremenda polla que calzaba, le resultaba muy morboso a la chica.
Hans repartió las copas. Dieron un par de tragos. Luego, Ana se giró hacia Kiko y juntaron sus bocas. Se besaron apasionadamente mientras se iban desnudando mutuamente. Hans, lo hacía pausadamente en un sofá junto a ellos. Viendo como su chica buscaba ansiosa la polla de su amigo. Kiko quedó tumbado con una tremenda erección. Arrodillada entre sus piernas sobre el asiento del sofá, estaba Ana también desnuda. Agarrando la polla y tirando de la piel hacia abajo comenzó a comerse el pollón del dueño de la casa. Con un incesante movimiento de cabeza arrancaba suspiros al hombre. De vez en cuando hacía rozar el capullo del tío lleno de babas por sus pezones. Fue entonces cuando Hans se colocó tras ella y la agarró por las caderas:
-Mmmm, ya no te podías resistir más, ¿no? Preguntó Ana a Hans.
-Este es mi momento
El hombre colocó su polla en la entrada de la raja de la joven médica. De un golpe se la incrustó. En ese momento, la mujer se tragó la polla de Kiko entera con el empujón. Con la boca llena, gimió y se preparó para recibir una buena follada. El hombre bombeaba con fuerza agarrado a ella que seguía comiéndose la polla del otro. Antes de correrse Hans paró. Ana gateó por el cuerpo de Kiko hasta ofrecerle sus tetas. El tipo no dudó en morderlas y ella rozó su coño por la polla de él. Con habilidad consiguió encajársela. Se incorporó apoyándose en el pecho del tipo. Con un golpe de cadera el hombre se la calzó hasta el fondo. Ana gritó al sentirse otra vez ocupada por aquel impresionante trozo de carne.
-Aaay, joder, cabrón me vas a dar de sí el coño
Lentamente comenzó a cabalgar al hombre, marcando el ritmo. Disfrutando de cada centímetro de polla que inundaba su vagina en su totalidad con los ojos cerrados se agarró las tetas y comenzó a gemir de manera descontrolada. Fue entonces cuando Hans le dio la sorpresa. El hombre se acomodó tras de ella y la inclinó sobre el pecho de Kiko. Llevó los dedos a su ano y con un gel lubricante comenzó a dilatarlo:
-¿Eso es lo que querías no cabrón? Te reservabas para darme por culo.
-Siempre hay que saber esperar. Y esta es mi recompensa.
Hans colocó su mano sobre uno de los hombros de la mujer que con sus manos se abría las nalgas para facilitar el acceso. El hombre colocó el glande en la entrada del ano y comenzó a ejercer fuerza. Sintió como poco a poco el anillo del esfínter daba de sí para permitir la enculada:
-Aaahhh, joder me vais a abrir en dos.
Era la primera vez que Ana iba a hacer una doble penetración. Kiko seguía quieto dejando que fuera ella quien se moviera a su ritmo. Hans logró penetrarla totalmente. Su polla se abrió paso en el recto de ella. Podía sentir el latir de la polla de su amigo separadas apenas por una fina membrana. Ana respiraba entrecortada cuando los dos amigos sincronizaron sus movimientos. Gritaba cada vez que la polla de Hans se le incrustaba en el culo. Se sentía usada por aquellos dos tipos maduros y eso le excitaba. Kiko le apretaba las tetas y Hans se agarraba a sus caderas. La médica sudaba y se sentía ocupada como nunca. Por fin los dos tipos sincronizaron sus movimientos de manera que cuando uno entraba el otro salía, esto provocaba estragos en la libido de la chica.
Las pollas se cruzaban en un punto indeterminado del interior de la mujer pudiendo sentir como los dos glandes chocaban entre ellos y produciendo un placer indescriptible en los tres.
Después de 15 minutos, Ana anunció que se iba a correr de gusto. La incomodidad inicial se había transformado en un extraño y placentero dolor que no quería que acabase. El primero en correrse fue Kiko que apretando las tetas de ella inundó el coño de leche por segunda vez esta noche. Con un grito animal, Ana fue la segunda en alcanzar un intenso orgasmo. Lo que aceleró el de Hans que terminó vertiendo una gran cantidad de leche en el culo de la médica. Los tres cayeron derrotados sobre el sofá
Un insoportable calor despertó a Ana. Con un terrible dolor de cabeza y la lengua pastosa se encontraba descolocada. No lograba reconocer nada, no sabía donde se encontraba. Por la rendija de una persiana mal cerrada entraban los rayos de luz. Por un momento temió llegar tarde al trabajo. Miró a su alrededor y vio a Kiko desnudo a su lado. En el suelo estaba Hans también desnudo. Por supuesto ella también lo estaba. Un extraño olor a alcohol, semen y sexo cargaba el ambiente de aquella habitación.
Por fin su mente empezó a colocarla en situación. Recordó flashes de la noche anterior. Demasiado whisky y demasiado sexo. Sentía que le dolía el coño y el culo. Recordó que Hans la había sodomizado y que el pollón del dueño de la casa se la había follado dos veces. Además de otras tantas los otros dos amigos de estos. Buscó un reloj por la casa. Encontró su móvil tirado por el suelo. Al desbloquearlo vio que eran las 6 de la tarde. Se sentía resacosa. La cabeza le daba vueltas y le retumbaba todo. Como pudo fue recogiendo su ropa y se fue vistiendo. Sin hacer ruido salió de la casa. No sabía dónde se encontraba, pero buscaría un taxi que le llevase a su casa. Necesitaba seguir durmiendo que en 14 horas debía incorporarse al turno de urgencias del hospital donde trabajaba. Ya se despediría de Hans por mensaje.