El encuentro.
Eran las cinco de la tarde, había estado deambulando por el paseo de Gracia, con el único objetivo de que llegara la hora acordada , hacia un mes que intentaba hablar con ella, sus respuestas siempre eran las mismas: "no estás preparado para escuchar " , "es demasiado pronto para que asimiles todo lo que te tengo que contar", por fin había llegado el día, quedamos en nuestro bar preferido; al final de las Ramblas cerca de la estatua de Colón se encontraba el Mar Mediterráneo, con vistas a la playa de la Barceloneta. Llegué antes de la hora cansado de caminar, una cerveza refrescaba mi garganta seca, rodeado de parejas achuchándose en las mesas, no hacía otra cosa que mirar mi teléfono, buscaba algún mensaje suyo anulando aquella cita.
A pesar que hacia una tarde de verano, tenía un frio extraño, y un estremecimiento recorría todo mi cuerpo, de vez en cuando miraba hacia la puerta deseando verla aparecer e intentaba recordarla como vestía la última vez, pero mi mente mezclaba imágenes de los cinco años.
– ¡Carlos!
Había venido , su melena había sufrido un drástico corte de pelo, se podía ver que una parte de su cuero cabelludo aparecía rapado dejando una pequeña cresta en la parte central, no se parecía en nada a la Lola profesora de derecho en la universidad, un pequeño collar de cuero negro le rodeaba su maravilloso y largo cuello, vestía una mini falda junto a una camisa blanca, unos botines de tacón que la hacían más alta si cabía, sus metro setenta y cinco, podían darle tranquilamente para ser una modelo.
-¡Lola! -Dije saliendo de mi letargo, una sonrisa cómplice asomo en sus labios, dos besos en la mejilla sirvieron de excusa para poder sentir su rostro nuevamente, su perfume, su perfume había cambiado, algo dentro de mi percibió que era una completa desconocida. Sé sentó en la silla cruzando sus piernas, mis ojos instintivamente recorrieron sus largas piernas, un botín se balanceó durante un segundo como si con ello comenzará a marcar el tiempo.
-Bueno, aquí estoy.- Parecía que me estaba retando.- ¿Qué quieres Carlos ?.- Se notaba cierta tensión en su postura, por mucho que hubiera cambiado sus tics eran los mismos, una mano se acarició su oreja derecha signo de los nervios.
Iba a hablar cuando apareció el camarero, Lola le sonrió, aquella sonrisa la conocía muy bien, una sonrisa de: sé que te gusta lo que ves pero no se toca, el joven intentó disimular mirando de soslayo a quien creía que era su pareja.
-Una cerveza negra, americana si puede ser, gracias.
Me sorprendió pues jamás la había visto tomar cerveza negra, decía que tenía demasiado cuerpo.
-¿Cómo estás?- Había ensayado un montón de frases para decirle, pero en aquel momento la única que me vino a la mente fue esa.
-Bien, ¿y tú?-Su mirada era fuerte, junto a su rasurada melena hacía que me hundiera en mi silla.
-Voy tirando… más o menos.
-¿Qué quieres Carlos?-Dijo descruzando sus piernas para apoyarse en la mesa con los codos, me tenía atrapado en el rincón del ring, no sabía cómo comenzar aquella conversación, cada palabra era como un gancho de izquierda directamente a mi mandíbula.
-¿Por qué? ¿Cómo?- Intente devolver el golpe.
-Parece mentira que me preguntes, cuando esas mismas preguntas te las deberías hacer a ti mismo.
-No fui yo el que se fue.- Algo de mi luchaba por mantenerme de pie esperando la campana que diera el final del primer asalto.
-No, tienes razón, pero sí que fuisteis el que me empujó a hacerlo.
-Yo jamás… -El joven camarero dejó una cerveza negra acompañada de unos frutos secos encima de la mesa, hecho una mirada furtiva, esta vez intentando ver los pechos de Lola, eso era otro de sus atributos, pechos grandes acompañados de dos pezones negros rodeado de unas maravillosas aureolas, a su camisa blanca le faltaban tres botones por abotonar más a Dresde que olvidados, provocativa pero sin provocarlo, natural como la vida, desde la perspectiva del camarero podría ver parte de el sujetador o incluso con un poco de suerte algo más.
-Yo jamás te empujé a eso.- Dije una vez que el camarero nos devolvió la privacidad.- Como puedes decir que te empujé a que me abandonaras, no, no te excuses en eso.
Mi rabia contenida comenzaba a salir, había conseguido salir del rincón para llevar a mi contrincante de nuevo al centro del ring, se quedó mirándome durante unos segundos, ¡Dios! como amaba esa mirada, negó con la cabeza y de nuevo su sonrisa de desdén hizo que temblara el suelo que pisaba, conocía esa sonrisa y no presagiaba nada bueno.
– Ves, no estás todavía preparado y no sé si alguna vez lo estarás, pero creo que hoy definitivamente tenemos que zanjar este asunto, después cada uno se irá por donde ha venido y continuará con su vida, ¿estás dispuesto a escuchar? – Aquello habían sido dos ganchos de izquierda seguidos a mi línea de flotación.
-Sí, claro que estoy dispuesto a escuchar, siempre lo he hecho.- Intentaba zafarme de aquellos golpes.
El comienzo.
– Todo comenzó en la fiesta de cumpleaños de tu padre; espero que ellos estén bien, aquel día te comportaste como un crío de quince años.
Me vino a la mente ese día, Lola llevaba un vestido blanco con sandalias de tacón, habíamos ido a la playa el día anterior y su piel estaba morena haciendo que resaltará con el color de su vestido, nada más entrar en casa de mis padres pude percibir los ojos de mis cuñados clavados en ella, ella jamás le daba importancia a esos detalles pero para mí era como si me la quisieran quitar y permanecía atento a todos sus movimientos.
– ¿Qué se supone que pasó? – Dije tragando saliva, de sobras sabía lo que había sucedido.
-Todo el día estabas encima de mí, podía verlo en tus ojos, tus contestaciones a Paco y Xavier, son tus cuñados ¡joder! -Lola había vuelto a apoyarse en el respaldo de la silla, sus piernas volvieron a cruzarse dándome la oportunidad de adivinar el color blanco de su fino tanga.
-¿Te parece normal como te comportaste?- Dije imitando su postura.
– ¿Yo?, ¿qué coño dices?, no pasó nada, a ver si por fin lo entiendes, si, me miraron, si, coqueteaban conmigo, pero por dios ¿Qué crees que iba hacer yo? , ¿Follármelos? ¿Eso es lo que crees?, creo que te dije mil veces que tú eras mi hombre, que jamás podía existir otro, mil y mil veces más te digo que nunca hubo otro y ni siquiera lo busqué.
Necesitaba esa maldita campana, sentarme en mi rincón y que me pincharan los párpados inflamados de tantos golpes recibidos, no podía ver nada más que las imágenes de aquel día, todo comenzó ahí, estaba guardado en algún rincón de mi mente agazapado, sin dejarse ver, quizás fui yo mismo quien lo guardó bajo siete llaves para no culparme.
-Si Carlos, ese día marcó nuestra caída al precipicio, ¿recuerdas cómo te comportaste delante de tu familia?, nos tuvimos que ir antes por qué la situación se volviera violenta, tus padres siempre se portaron muy bien conmigo y no se merecían el escándalo que por culpa de los celos de su hijo estábamos dando. Helena me llamó preguntándome qué diablos te pasaba, y no pude decirle que lo único que tenías eran celos, me callé y te excusé, tuve que mentirle ¡por Dios!, a tu propia hermana, mi amiga Carlos.- Lola giraba la botella sobre la mesa a la vez que hablaba fruto de la ansiedad que tenía.
Las imágenes de ese día golpearon mi cuerpo como latigazos, me enfrenté a mis cuñados e incluso increpé a mis hermanas que no comprendían lo que me estaba pasando, le dije a Lola que nos fuéramos, durante el trayecto permanecimos callados, recuerdo que las lágrimas de Lola mojaron su precioso vestido blanco mientras que yo lo único que hacía era sujetar el volante con todas mis fuerzas, intentando no gritarle, controlando la ira, los quince minutos de trayecto se hicieron eternos, en ningún momento pensé en ella, solo quería llegar a casa lo antes posible, suponiendo que allí era mi refugio, allí pasaría página y volveríamos a hablar como dos amantes olvidando el mundo exterior, pero no fue así, Lola se encerró en el cuarto pasando el pestillo, no íbamos a hablar, esa noche sería imposible entablar una conversación que no incluyera insultos.
-Sabes que fui yo la que hizo todo lo posible por arreglarlo.- Lola había terminado su cerveza, levantó la mano al joven camarero pidiendo otra, el joven al ver su gesto asintió con la cabeza, quise descubrir cierto brillo en sus ojos al ver que tenía la oportunidad de volver a repasar a Lola de cerca.
-Sí, el crucero, el famoso crucero.
Después de aquel día estuvimos quince días sin hablarnos, hicimos por no coincidir, Lola se marchaba antes de que yo me levantara y volvía justo para ducharse y acostarse, se podía notar en el ambiente que las cosas estaban empeorando, hasta que un domingo mientras tomaba un café escondido detrás del periódico sin leer, sentí como puso dos pasajes de un crucero encima de la mesa.
– ¿Lo quieres arreglar o te vas a dar por vencido? -Dijo al ver como sacaba la cabeza de detrás del periódico.
Ese momento hizo que un escalofrío recorriera mi cuerpo, Lola mirándome con sus ojos llenos de ternura, su ligero pijama de verano dejaba ver su cuerpo casi desnudo, le sonreí asintiendo con la cabeza, se agachó y nuestras bocas se fundieron, necesitaba beber de sus labios eran como un manantial en mitad del desierto, me levanté y la cogí en brazos y la lleve a la cama, es verdad lo que dicen que el mejor polvo es el de una reconciliación, la tumbé y durante unos segundos me quedé de pie mirando su cuerpo, redescubriendo, sus manos no tardaron en despojarse de su camiseta de las cuales salieron sus dos grandes pechos; ¡Dios!, que visión me estaba regalando.
Comencé a besar sus piernas recorriendo con mi lengua toda su largura, una vez en la encrucijada sus piernas se abrieron como flor en primavera, podía oler su sexo, sentía su llamada esperando mis labios, deslicé dos dedos entre el costado encontrando la humedad de su sexo, sus manos acariciaban mi pelo, jugando a hacer remolinos, volví a besar cada centímetro de sus piernas mientras mis dedos jugaban con la humedad de sus labios vaginales, podía sentir la agitada respiración de Lola, tenía los ojos cerrados a la vez que sus manos jugaban con sus pezones, su fino pantalón descendió a través de sus piernas hasta sacárselo por sus pies, no pude aguantar la visión de su vagina, el fino vello intentaba ocultar su clítoris ya hinchado, decidí que era hora de beber de esa fuente, mi lengua comenzó a recorrer primero los labios mayores sin dejar de morder aquel botón, las piernas de Lola luchaban contra la lengua invasora, sus gemidos ya no eran disimulables, sentía aquella humedad llenando mi lengua, fui subiendo, su ombligo, sus dos pezones su boca, Lola probó sus propios fluidos.
-Fóllame ya…por favor. -Susurró a mi oído.
La humedad de su vagina hizo que entrará en ella sin ningún problema, fue puro amor, solo buscaba llenarla de mi, que recordara que yo era el único que podía amarla.
Cruzó sus piernas sobre mi espalda haciendo que me fuera imposible salir de ella, no podía dejar de besarla sintiendo como nuestras respiraciones formaban un dúo, sus uñas arañaban mi espalda convirtiendo el dolor en un placer extremo, me vine llenándola por completo, la lágrimas recorrieron su rostro.
-No lo vuelvas a hacer, jamás vuelvas a repetirlo, te amo, ¿entiendes? TE AMO.- Sus palabras salían entrecortadas.
– Te lo prometo.- Fue lo único que pude decir, tenía un nudo en mi garganta que me estaba ahogando, no me la merecía, no me merecía a aquella mujer.
Pasamos un mes maravilloso, solo hablábamos del crucero, de las excursiones que haríamos y de las que no, ella quería visitar Sicilia, siempre le gustó Italia, a mí la verdad es que no me importaba siempre y cuando estuviera con ella, compramos ropa para salir a cenar y bañadores nuevos a pesar de tener bañadores en abundancia; Es como un comienzo dijo Lola.
El crucero era por el Mediterráneo, la primera escala fue en Mónaco, alquilamos un descapotable cosa que a Lola en un principio no le gustó, decía que le removía tanto el pelo que haría que le entrara dolor de cabeza, pero a los pocos kilómetros se olvidó y disfrutó el aire entrando limpiamente en su cara, estaba preciosa ¡Dios! , tengo la foto grabada, su melena al viento, el bronceado brillante de su piel y el tacto de su mano sobre mi pierna, reservamos en uno de los mejores restaurantes de Mónaco olvidando que quizás nos tuviéramos que apretar el cinturón una vez regresamos a Barcelona, pero todo valía si era para unirnos.
Todo cambió al día siguiente, habíamos vuelto muy tarde de Mónaco, la verdad es que yo acabé reventado entre el exceso de bebida y que Lola se empeñó en recorrer todo Mónaco sin dejar hueco sin ver, a la mañana siguiente me desperté solo en el camarote, una nota en la mesita.
Estoy en la piscina, estabas tan a gusto durmiendo que me sabía mal despertarte, si te levantas pronto desayunamos si no tranquilo.
Te quiero.
Al ver la nota miré el reloj, eran las doce y media, me duché y salí a buscarla, el barco caminaba hacia el siguiente puerto, Sicilia, normalmente llegábamos a la noche, las excursiones comenzaban a las ocho de la mañana, Lola llevaba un mes pensando en Sicilia quizás aquel crucero era por Sicilia, al llegar a la zona de piscinas comprobé que estaba a rebosar de gente, el calor hacía que todo el mundo acudiera a la zona de aguas, miré a mi alrededor buscándola, no la encontré por ningún sitio, maldecía no haber cogido el móvil, me dirigí a uno de los bares que había, no sé el porqué pero mi mente empezaba a dudar de Lola, intentaba vencer a esa voz que me decía cosas extrañas e intentaba mirarlo de distinta manera, la suerte me acompañó pues al llegar una pareja dejo un hueco en la barra cosa que aproveché para sentarme, después de volver a repasar la piscina y alrededores buscando a mi mujer sin suerte decidí intentar dejar mis pensamientos a un lado, un camarero moreno con acento cubano me sirvió una cerveza bien fría.
Ya iban tres las cervezas que había tomado con el estómago vacío, la parte negativa de mi mente había vencido, se me pasaron un montón de ideas la cual peor que la anterior, eran las dos cuando pude ver a Lola andando entre dos chicos, fue como un golpe en el estómago, creo que incluso se nubló mi vista, sentía la botella en mi mano la cual apretaba y gracias a que no tengo la suficiente fuerza, sino hubiera estallado en mi mano, Lola me vio y por la cara que puso sé que adivinaba lo que estaba pasando por mi cabeza, se detuvo y algo les dijo a los chicos los cuales disimuladamente miraron en mi dirección , se despidió de ellos y continuó en mi dirección, su cara intentó mostrar tranquilidad, pero bien sabía que algo iba a pasar.
– Por fin dormilón.- Dijo lanzándose a besarme en la boca.
– ¿Quiénes son?- No pude reprimirme.
-¿Quién?- Se notaba que estaba ganando tiempo mientras buscaba la respuesta.
– Esos dos Lola.- Dije separándola de mí con brusquedad.
– No empieces Carlos.
– No empiezo nada Lola, simplemente me gustaría saber quiénes son los dos tipos que se pasean con mi mujer, creo que es lo normal, ¿no crees? -Sentía la presión de mi mano sobre el botellín de cerveza; ¡Dios! que ciego estaba.
– Son Antonio y Pedro, ¿contento?, simplemente hemos coincidido en la zona de olas, nada más.
– ¿Nada más?- No pude evitar el tono irónico.
– Nada más, tú mismo, me voy a bañar puedes hacer dos cosas, seguir con tu cerveza SOLO o venir conmigo y divertirnos.- Su cara reflejaba enfado y hastío.
– De momento me tomaré la cerveza.- No quise dar mi brazo a torcer. ¡Idiota!
– Tu mismo.- Dijo dejándome en aquella maldita barra de bar, sus caderas se balanceaban como demostrando que era lo suficiente mujer como para no depender de mí.
La perdí de vista pero en ese momento me dio igual, si el barco hubiera estado atracado habría salido corriendo sin mirar hacia atrás, recorrí el barco toda la tarde a la vez que repasaba la conversación con Lola, palabra por palabra, una parte de mi decía que había hecho lo correcto mientras la otra parte decía que era un imbécil; sobre las ocho decidí volver al camarote, me ducharía y esperaría a Lola.
– ¡Por fin! -Dijo Lola al verme entrar en el camarote, vestía unos finos pantalones azul cielo, su camisa sin mangas dejaban ver el bronceado de sus brazos.
– Hola.- Mis palabras eran heladas, todavía mi orgullo dominaba mi mente. ¿Es que acaso me esperas?- Sentí que había lanzado un golpe bajo.
– No, la verdad es que no te esperaba, sabes… mejor si esta noche vamos por separado… ¿no crees?, total soy una guarra, pues no te preocupes quizás haga algo para que por lo menos puedas acertar. -Lola se levantó, recogió sus zapatos de tacón y un portazo selló nuestra despedida.
Me maldije mil veces, estuve por salir en su busca pero algo me detuvo, sabía que una vez traspasaba la línea Lola necesitaba espacio para calmarse, aquella noche me duché sintiéndome culpable, decidí salir a cenar unas hamburguesas deseando cruzarme con ella, pero no hubo suerte y lo único que hice fue acompañar mis hamburguesas con demasiadas cervezas, a las doce llegué a mi camarote intentando que no se notará el exceso de alcohol, ya estaba durmiendo con lo cual ese día todo estaba dicho, a la mañana siguiente amaneceríamos en Sicilia, esperaba que nos volviera a unir.
He decidido ir a Sicilia sola, creo que tienes muchas cosas en que pensar, nos vemos esta noche.
Lola.
Me quede de piedra, ni siquiera se había despedido de mi, repetí las palabras de la nota una y otra vez en mi cabeza, descubrí la ausencia de "te quiero", ¿qué significaba eso?, miré mi rostro reflejado en el espejo del camerino intentando no pensar, respiré hondo para relajarme pero lejos de eso mi cabeza decidió lo contrario, me vino a la mente los dos jóvenes que había visto con ella , tenía que encontrarlos, jamás pensé que podían haber bajado solos, no necesariamente tenían que acompañar a mi mujer, por otro lado me venía la idea de que si la veían sola quién iba a dejar de intentar estar con ella, no estaba su marido y tenían todo un día entero en una ciudad que no los conocía nadie, ¿quién podría negarse a ese juego?, salí de mi camarote recorriendo cada rincón del barco, deseaba encontrarlos e incluso si los veía me tomaría unas cervezas con ellos, sabía que si los veía todos mis demonios desaparecerían era mi último aliento, prácticamente el barco se había vaciado quedando algunas familias y sobre todo gente mayor a la cual no le interesaba visitar Sicilia, no sabía qué hacer, decidí bajar a puerto caminaría por las calles más turísticas y con un poco de suerte la encontraría, hablaría con ella, no podía ser tan malo seguramente se haría la dura pero al final cedería y todo quedaría atrás.
A las diez estaba de vuelta, me había pasado todo el día como un loco buscándola, un simple bocadillo había sido todo lo que había comido, al final decidí volver al barco y esperarla en el bar de la piscina, otra vez la cerveza me dominó y mi mente volvió a jugarme una mala pasada, la veía acompañada de aquellos jóvenes, riéndose del pobre marido que se había quedado en el barco como un simple cornudo, era imposible que no hubieran intentado llevarse a Lola a algún rincón donde no los pudieran ver, ¿y Lola ?, ella se había hartado de él, ya se lo había dicho, era tonto si no lo había entendido" haré algo para que puedas acertar", sería una forma de vengarse de mí, unos cacahuetes acompañaban a las cervezas, mi estómago estaba vacío prácticamente no había comido nada en todo el día pero me era imposible poder tragar, quizás ni siquiera hubieran salido del barco, podían haber pasado el día allí mismo, pero no era posible lo había revisado por completo, a no ser… que estuvieran en un camarote, sería una manera de disfrutar con ella, nadie los podía ver y yo seguramente habría bajado, Lola sabía que no me quedaría encerrado en el barco, más sabiendo que ella no estaba, abrían pedido comida para poder continuar disfrutando de ella, era una oportunidad demasiado buena para los dos, podría con ellos de sobras, otra cerveza y otra, mientras imaginaba escenarios, un hotel de mala muerte, escondidos en algún jacuzzi, todo eran imágenes que me herían en lo más profundo de mi ser, a las tres de la mañana conseguí llegar a mi camarote, la cabeza me daba vueltas, necesitaba bajarme de aquel barco, una parte de mi seguía culpándome de lo sucedido estaba dispuesto a pedir perdón por ser un imbécil que no se merecía a su mujer, ella era mucho mejor que yo, todo lo sucedido había pasado por no poder ser un hombre, al abrir la puerta encontré el camarote vacío, no había rastro de Lola, lo revise mirando en el lavabo sin éxito, ¿dónde estaba?, eran las tres de la madrugada hacía mucho tiempo que todo el mundo había embarcado no era posible que se hubiera quedado en tierra, me hundí en aquel camarote "me ha abandonado". Lola se había ido, ni siquiera lo había intentado, podríamos haber hablado seguro que lo hubiéramos solucionado, pero quizás eso era lo que ella no quería, seguramente esos dos jóvenes le daban más que yo, tonto de mí, me había dejado convencer por una mujer, yo no le importaba, simplemente era un don nadie, sí, era eso, lo tenía todo planeado, humillarme, ese era el objetivo de ese maldito crucero.
No recuerdo a qué hora me quedé dormido hecho un ovillo sobre la cama, abrí los ojos y noté a Lola durmiendo a mi lado, todavía llevaba la misma ropa, su rímel estaba corrido y había restos de su pintalabios en la almohada.
No la desperté, quería contemplarla sin ser visto, necesitaba verla sin tener que discutir, pero la duda me invadió ¿dónde ha estado toda la noche?