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El jardín de la vecina (II)
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Saludos lectores. Luego de las dificultades que bueno, en realidad era dejadez; llega esta secuela. Por fin sabremos que sucede entre Paulie y Natasha después de ser pillados por el vecino y sus actividades posteriores…

Paulie y Natasha cogieron sus ropas y regresaron a la casa. Dentro, ambos se miraron con complicidad y un atisbo de inquietud.

“Espero que ese viejo crea que se imaginó todo, o le dirá a mi madre,” especuló Paulie.

“No te preocupes. Si eso llegase a ocurrir, hablaré con tu madre y diré que ha sido una confusión,” dijo Natasha.

En el fondo Paulie sabía que las posibilidades de que el señor Harrison hablase a su madre eran mínimas, pero no podía estar completamente seguro de ello.

Como temía, el vecino llamó sin perder un segundo a su madre, y al llegar a casa se llevó una reprimenda de leyenda. Tal fue el alboroto que el chico no tuvo necesidad de llamar a Natasha para salir del marrón, la mujer amablemente explicó a Selma que todo había sido fruto de una confusión y que el señor Harrison imaginó algo que nunca podría ser cierto. La seguridad con la que Natasha hablaba convenció a Selma y se disculpó con ella de inmediato, al igual que con Paulie, que pudo respirar con tranquilidad.

A pesar de lo delicado y contradictorio de ambas versiones, Selma no guardó ninguna sospecha con su vecina, que se relajó en casa con una buena copa de vino y Paulie se encerró en su habitación para evitar volver a hablar del asunto con su madre y despejar su mente después de los acontecimientos que aún le tenían entre confundido e intrigado.

Todavía no podía asimilar lo que había ocurrido en el jardín. Solo sabía que era de lejos lo mejor que le había pasado, incluso siendo también lo más demencial. Jamás se le habría pasado por la cabeza que Natasha fuese una mujer con algo extra entre las piernas y no solo eso, lo que más anhelaba en esos momentos era repetir y cumplir la promesa que poco antes le había hecho.

Sin embargo, no era la ocasión ideal pues no quería que su madre tuviese algo más que incrementase sus recelos y solo permaneció inmóvil en su cama, contemplando el techo de la habitación, el cual observaba con minuciosidad; la cual nunca había tenido como en aquel momento en el que deseaba poner sus pensamientos y sentimientos en orden.

Sentada en el sofá, Natasha suspiraba tranquilamente después de una mañana intensa. Naturalmente se sentía muy atraída a Paulie y no era menos cierto que juntos podrían divertirse mucho, si bien pudo sentir que el chico fue muy sincero con esas palabras y, ansiaba un encuentro más apasionado y sin tener que preocuparse por vecinos entrometidos.

El día transcurrió sin más sobresaltos y Paulie se quedó dormido. Cuando su madre fue a pedirle que le acompañase a comprar algunas cosas, procuró no despertarle y con mucho cuidado cerró la puerta. El chico despertó muy somnoliento y lentamente se incorporó y fue a la cocina a por agua y algo de comer. Seguía sin dejar de pensar en su hermosa vecina y el recuerdo de lo sucedido estaba muy nítido en su mente, que no podía pensar en nada más por mucho que intentase.

Deseaba estar junto a ella, sin embargo le preocupaba solo una cosa: la reacción de su madre y no quería dar a entender que lo dicho por el señor Harrison fuese cierto. O si quería? No todos los días se mudaba una mujer tan hermosa como Natasha y lo primero no sería creer que escondía un secreto de unos 20 cm bajo sus bragas. Aquella idea le hizo esbozar una leve sonrisa pero exactamente, por increíble que fuese, era lo que le había sucedido.

Ni siquiera la televisión fue de ayuda en esos momentos. Solo tenía una cosa en mente y se hallaba al frente de la calle. Al mismo tiempo que Paulie miraba la pantalla sin prestar atención, Natasha miraba en dirección a su casa con una expresión tierna y ansiosa en su cara.

“Natasha…”

“Paulie…” suspiraron ambos al unísono sin que el otro lo supiese.

El resto de la tarde transcurrió con una lentitud desesperante para ambos, sin embargo Paulie tuvo algo más que hacer que escapar y perderse en sus pensamientos cuando llegó su madre a casa. Al menos ayudar a su madre a organizar las compras en sus respectivos lugares le vino como anillo al dedo para poder alejar a Natasha por un instante de su cabeza.

No por mucho tiempo, claro está. Antes de que madre e hijo se sentasen a cenar, el timbre de la puerta principal resonó con nitidez y Selma; algo desconcertada por esa visita, miró a su hijo.

“Esperabas a alguien?” preguntó.

“No, claro que no,” contestó Paulie.

Levantándose de su silla, fue hasta el recibidor para ver quien estaba tocando el timbre y luego Paulie escuchó voces.

“Lamento venir a esta hora sin avisar, está Paulie? Estoy en un aprieto y su ayuda sería muy útil,” logró escuchar el joven decir a Natasha luego de acercarse sigilosamente al recibidor.

“Si, está comiendo. Ya le digo que estas aquí,” respondió Selma y se dio vuelta.

Selma encontró a su hijo cerca y Paulie fue hasta la puerta y se detuvo frente a Natasha. La vecina vestía pantalones y camisa, prendas normales pero que igualmente la hacían ver muy atractiva. El muchacho carraspeó un poco y su madre regresó a la mesa, dejándolos solos.

“Todo bien?” pudo decir Natasha con una leve sonrisa.

“Si, estoy bien…” respondió el chico y se miraron por varios segundos sin decir nada. Parecían dos chiquillos cohibidos y no sabían que decir o hacer.

“Me preguntaba si…” comenzó a decir Natasha pero se contuvo, no quería dar un paso en falso.

“Si?” inquirió Paulie con expectación.

Nuevamente sus miradas se cruzaron y por un instante la mujer vaciló. Pero no por mucho tiempo pues ya sabía lo que quería, solo debía ir a por ello de una vez sin rodeos ni dudas.

“Quédate conmigo esta noche.”

Aquellas palabras causaron un efecto inmediato tanto en Natasha como en Paulie. La mujer se sonrojó un poco luego de pronunciarlas y el chico no reaccionó ipso facto pero una sonrisa iluminó su mirada y respiraba entrecortadamente.

“Que?” dijo Paulie perplejo, estaba demasiado emocionado para dar el sí de inmediato y no podía creer que aquello no era producto de su loca imaginación.

“Lo siento, no debí… no importa…”

“Claro que si, es decir, si quiero estar contigo… pero mi madre…” repuso Paulie con cierto pesar, el gran obstáculo.

Natasha sonrió radiante al oír parte de su respuesta, pero necesitaban una muy buena excusa.

“Decidle que vuelva, tengo una idea,” indicó Natasha y Paulie fue a buscar a su madre.

Regresando con su madre, Natasha usó su típica voz melosa y encantadora para pedir permiso a Selma e invitar a Paulie al cumpleaños de una sobrina, después de que arreglase un pequeño fallo en el ordenador. Aunque tuvo algo de dudas y reservas (pues ignoraba que tan “cercanos" ya eran su hijo y la vecina), la mujer le aseguró que Paulie estaría muy bien y que no se preocupase en absoluto. Prometiendo a su madre que “se comportaría debidamente”, Selma no tuvo inconveniente alguno con esa invitación que le hizo Natasha, además podría relacionarse con otras personas de su edad, además de los vagos del vecindario.

Media hora más tarde, Paulie lucía bien apuesto y listo para “el cumpleaños”. Vestía camisa de manga larga blanca y chaqueta negra más pantalón negro y zapatos. Su madre le dedicó varios cumplidos y guiños, y respirando hondo; salió de su casa y se encaminó hasta la casa de Natasha.

Al verla se quedó sin palabras y completamente deslumbrado. Natasha estaba ante él con un diminuto vestido rojo brillante que apenas le llegaba a la mitad de los muslos. Su escote abierto dejaba al descubierto gran parte de sus senos y los tacones a juego la hacían ver sublime, su cabello pelirrojo estaba recogido y Paulie no podía creer que semejante belleza estuviese dispuesta a salir con alguien tan insignificante como él.

“Madre mía… estas… estas increíble…” pudo decir el chico al recuperar la capacidad de hablar.

“Gracias. También luces muy apuesto, Paulie,” comentó ella y ambos sonrieron.

Llevándola del brazo se subieron al Corvette y con un acelerón se pusieron en marcha. Natasha disfrutaba la adrenalina de la velocidad y Paulie pudo darse cuenta de que a pesar de todo, ella era casi igual a él en algunos aspectos. Despreocupada, misteriosa y siempre positiva. En par de ocasiones apartó la mirada del camino por fracciones de segundo para ver a Paulie, que no dejaba de sonreír y sentirse el chico con más suerte del mundo.

“Y en donde será la fiesta?” preguntó Paulie a su vecina.

“Ya lo sabrás…” respondió Natasha.

Aparcando el coche, entraron en un famoso club gay de la ciudad. Natasha conocía al segurata y no perdieron el tiempo en la fila de la entrada. Paulie nunca antes había estado en un club gay, pero San Francisco era famoso por ello. El ambiente era increíble, música a todo dar y luces de colores, tanto que si las mirabas fijamente podías cegarte fácilmente, y aquello daba origen a numerosas leyendas urbanas en la ciudad, las cuales siempre empezaban y terminaban en el mismo lugar.

Natasha guio a Paulie en medio de todos los que bailaban y logrando hacerse un hueco, comenzaron a bailar sin control. La mayoría saltaba y se movía libremente en la zona, pero la mujer cogió las manos de su joven pareja y juntos empezaron a moverse sin seguir el ritmo de la música. A nadie le importaba, todos iban a lo suyo y ellos no eran la excepción.

Pronto la música cambió y se hizo más sencillo bailar juntos, pues muchos fueron a por bebidas o simplemente a ligar, Natasha y Paulie bailaban pegados el uno del otro, mirándose fijamente sin decir nada… solo era eso. No parecía que estuviesen en el club, rodeados por cientos de desconocidos bajo las luces del lugar, con una mirada cargada de morbo ella se acercó despacio y fundieron sus labios en un beso largo y apasionado.

Luego de varios minutos en los que estuvieron besándose y acariciándose mutuamente, continuaron bailando hasta que cogiendo la mano de Paulie, Natasha lo guio hasta la barra a por bebidas. Volvieron a bailar con sus cuerpos abrazados y media hora después, la mujer decidió que era tiempo de ir a un lugar más tranquilo.

A todo gas, el Corvette plateado recorría las calles y a Natasha no parecía importarle mucho si una patrulla aparecía a sus espaldas. Alejándose de los suburbios, ella condujo por alrededor de veinte minutos y Paulie no tenía idea a donde irían o lo que Natasha pensaba. Ella guardaba silencio y miraba de reojo al chico con deseo.

Finalmente se detuvo frente a un pequeño motel para parejas. Mirándose por unos segundos, Paulie se sentía algo ansioso pero aquello era lo que más deseaba, Natasha puso su mano sobre su muslo y movió un poco la cabeza; se notaba nerviosa aunque trataba de mantenerse calmada y enfocada. Las palabras no eran necesarias, con solo mirarse podían saber lo que el otro pensaba y sabían que lo de esa mañana no había sido un simple encuentro casual, algo más había cambiado en ellos.

Posando su suave mano en su mejilla, Natasha volvió a besar al chico, que rodeó el cuello de ella con sus brazos y continuaron así hasta que se separaron, bajaron del coche y entraron al motel. Consiguiendo una habitación, no perdieron tiempo y en menos de dos minutos ya estaban a solas, morreándose fuera de control y deshaciéndose de la ropa, que quedaba dispersa por toda la habitación.

Al borde de la cama, Natasha empujó a Paulie sobre la cama y ella se subió encima. Comenzó a besar, lamer y chupar su cuello y pecho, el chico suspiró de placer y enterró una mano en su cabello, instando a Natasha a seguir. Su rabo empezaba a despertar y la ropa interior ya le incomodaba pero su sensual vecina continuó descendiendo por su abdomen hasta acercarse a su paquete.

Con parsimonia y picardía, la mujer le quitó el calzoncillo con su boca, dejando su polla salir. Natasha masajeó sus huevos y su cipote duro y caliente, Paulie volvió a suspirar de satisfacción y anhelaba sentir los labios y la humedad de su boca alrededor de su rabo. Pasando la lengua por toda la extensión hasta llegar al glande, el chico gimió y observó como Natasha abrió la boca todo lo que pudo y sin ninguna dificultad engulló lentamente toda su polla, hasta la base.

“Oh joder, que bien se siente,” murmuró Paulie con la mirada perdida y dejando caer la cabeza nuevamente en la almohada.

Los segundos transcurrieron despacio y Natasha aún seguía con la nariz aplastada contra la pelvis de Paulie, teniendo arcadas y cubriendo con su saliva cálida cada centímetro de la polla de su joven vecino. Cuando ya no pudo más, se la sacó poco a poco de su boca, succionando y lamiendo el tronco al hacerlo, provocando más gemidos de puro éxtasis en Paulie. Natasha sonrió y besando el glande, volvió a repetir el gesto. El chico tensó todo su cuerpo y sus manos se aferraron a las sábanas como si su vida dependiese de ello.

Tosiendo y tratando de coger aliento, la mujer se la volvió a sacar, la polla de Paulie brillaba cubierta de babas mezclada con su líquido preseminal. Haciendo esa garganta profunda una vez más, el joven hizo un esfuerzo soberbio para no correrse como loco en ese momento. La lengua hábil de Natasha recorrió el glande haciendo movimientos circulares para lamer el frenillo del chico con frenesí.

Paulie jadeaba escandalosamente y sus nudillos estaban terriblemente blanco debido a la fuerza que empleaba para agarrar la sábana de la cama. Natasha subía y bajaba con rapidez, chupando como poseída el miembro de Paulie, que ya ponía los ojos en blanco debido al enorme placer que sentía. Pronto se enfocó en succionar su glande y pajearle al mismo tiempo por un par de minutos hasta que consideró que estaba perfectamente lubricada.

Incorporándose y acercándose a su tierno amante, volvieron a besarse y Natasha se acomodó sobre Paulie, con ambas piernas a los costados. El chico sentía los huevos de ella en su abdomen y su rabo parcialmente erecto, con una mano Natasha guió la polla de Paulie entre sus nalgas; el joven jadeó al sentir el apretado esfínter de Natasha contra su glande.

“Esta noche va a ser especial para los dos…” Natasha musitó con una mirada cargada de amor y lujuria.

“Estás segura?” murmuró Paulie a punto de mojar por primera vez.

“Claro que sí, solo disfruta…” dijo Natasha.

Ambos corazones latían rápido y apoyando las manos en la cintura de Natasha, Paulie punteó el cerrado orificio en varias ocasiones. Al tercer intento parte de su glande logró vencer la resistencia y los dos amantes gimieron de éxtasis, lentamente su rabo se fue adentrando más y más hasta sentir como Natasha tembló un poco al tragarse cada centímetro de su miembro.

Ella permaneció inmóvil, acostumbrando su ojete y con sus manos acarició el pecho y abdomen de Paulie, sus huevos descansaban sobre la pelvis del chico y su rabo estaba igual de duro que el de Paulie y con líquido preseminal brillando en la punta del glande.

“Te gusta?” dijo Natasha sonriendo.

“Oh Dios… estas tan apretada… no sé si pueda aguantar por mucho…” dijo el chico con voz entrecortada.

“Déjame todo a mi, mi querido Paulie. Esta noche será especial e inolvidable.”

Asintiendo y exhalando, el joven mantuvo las manos en la cintura de la mujer, que comenzó a moverse despacio. Natasha se detuvo cuando solo el glande estaba dentro de su culo y nuevamente se sentó, Paulie dejó escapar otro pequeño gemido de gozo y ella sonrió complacida. Poco a poco fue moviéndose con más ganas, al mismo tiempo pellizcaba las tetillas del chico, que se mordía el labio inferior y su cara se contorsionaba en una mueca, tratando de no correrse demasiado pronto y gozar de lo que había soñado muchas veces.

El rabo de Natasha se balanceaba de arriba hacia abajo, completamente duro. El chico tuvo iniciativa y apoyando una mano en el culo de Natasha, le asestaba rápidas nalgadas y al mismo tiempo la pajeaba a ritmo constante. Sus gemidos se mezclaban al unísono y ella comenzó a moverse con mayor frenesí, añadiendo un alucinante movimiento circular que volvió loco a Paulie.

El chaval empezó a gemir y gritar con mayor intensidad y Natasha supo que por los espasmos que invadían su cuerpo, el orgasmo estaba cercano. Su polla palpitaba con mayor frecuencia y sus testículos se tensaban con la intensidad de la cabalgada, con un largo gemido el chico comenzó a correrse como un poseso dentro de Natasha, llenándola con abundante leche caliente y ella no dejó de moverse hasta que él se relajó un poco y el orgasmo disminuyó.

Sin salirse, la mujer se echó encima y acariciando el cabello sudoroso del joven, le besó apasionadamente. Poco menos de diez minutos pero eso no importaba si se trataba de él, su chico especial. Cuando su erección perdió intensidad, su rabo escapó del culo de Natasha con un ligero pop, y algo de lefa también salió lentamente.

Con una risita cómplice, ella se acomodó y dándole la espalda; pasó una pierna a cada lado de Paulie, ofreciéndole su perfecto culo. Ella volvió a chuparle el miembro, en agradecimiento y para limpiar los restos de semen, Natasha daba fuertes succiones al glande sensible del chico, que ahogaba sus gemidos lamiendo el ojete palpitante de su chica, probando por primera vez su propio esperma. Luego chupó sus huevos cargados y por último su polla, caliente y tan dura como al principio. La acción era inminente y es que el chico deseaba volver a sentir a Natasha bien dentro de él.

Después de pasar varios minutos ahogándose con su polla y lubricándola con su saliva, Natasha se incorporó y apoyó los pies de Paulie sobre sus hombros, era como una fiera salvaje abalanzándose sobre su presa. Aplastándolo contra el colchón, las rodillas de Paulie estaban a ambos lados de su cabeza y ella encima, mirándole directamente a los ojos con esa chispa pícara y lujuriosa.

“Ahora es tu turno de disfrutar… te haré gozar cada segundo…” susurró ella con deseo.

Paulie sabía que no era solo hablar, y su mirada llena de ansiedad fue una invitación en toda regla. Natasha empezó a hacer presión en su retaguardia y poco a poco su rabo fue venciendo a tenue resistencia de su esfínter, el chico jadeó levemente pero Natasha sonrió y siguió empujando e introduciendo su polla más adentro. El líquido preseminal goteaba de su glande y caía en su bajo vientre, por reflejo el joven aflojó aún más su resistencia y encajó el resto de su rabo.

Al sentir el contacto de su pelvis contra las nalgas de Paulie, ella suspiró triunfante y se mantuvo inmóvil por unos segundos para a continuación moverse despacio. Pasando sus brazos alrededor de su cuello, la mujer apenas la sacaba y comenzó a mover su cuerpo al ritmo de la profunda penetración.

Los amantes jadeaban sin cesar, el placer estaba aumentando y se reflejaba en sus rostros; Paulie sentía ese enorme nabo alojándose bien dentro de su ser y Natasha no cesaba de embestir corto y profundo, sus ojos clavados en los suyos y sus frentes la una contra la otra, ella se movía en perfecta sincronía y los chillidos de placer del chico fueron en aumento, al igual que el goteo ininterrumpido de presemen en su vientre y pecho.

“Es esto lo que te pone, eh? Te mola que te folle…” murmuró Natasha jadeante y por toda respuesta, gemidos de placer erráticos de parte de Paulie, que cerró los ojos y se entregó por completo al goce de su amada vecina.

Enterrando su rabo hasta los huevos, se tomó una pequeña pausa y así como estaban se morrearon brevemente y saliendo de su retaguardia, Natasha admiró cuan dilatado y palpitante estaba el ojete de Paulie. Ayudándole a ponerse de costado, se acostó detrás y levantó su pierna derecha en el aire y puntuando, la polla de Natasha regresó a su verdadero hogar dentro del culo de su chaval. Esta vez sus embates fueron mas frenéticos y fuertes, sus huevos chocaban sordamente contra su retaguardia y en poco tiempo ya el joven estaba empalmado y pajeándose como loco, incrementando las sensaciones placenteras en su interior, que nublaban su juicio.

Natasha estaba incansable y no tenía problemas en mantener el paso, así estuvieron por unos 10 minutos en los cuales Paulie volvió a sentir el embriagante cosquilleo en sus testículos y supo que ya se iba a correr. Haciéndole saber, Natasha imprimió un ritmo rápido y profundo que le hizo ver estrellas a Paulie y en pocos segundos ya estaba corriéndose nuevamente en medio de gritos de placer y espasmos incontrolables.

Sin aliento, paró un par de minutos para besar y morder el cuello y oreja del chico, que sentía un escalofrío al notar la respiración ruidosa y jadeante de su amante en la nuca. Dándose vuelta, Paulie pasó una de sus piernas por debajo del cuerpo de Natasha y la otra por encima, quedando frente a frente una vez más. Rozando sus narices ella separó un poco sus muslos para que su miembro hallase menor oposición.

Metiéndosela de golpe, reanudó la follada y esta vez era Paulie quien hacía todo. Se movía con rapidez clavándose la deliciosa tranca de Natasha, las caderas del chico parecían que se iban a zafar del resto de su cuerpo y luego de varios minutos en ese menester, la mujer daba pequeñas estocadas, hundiéndola cada vez más profundo en su culo.

A cuatro patas y con las dos almohadas bajo su cuerpo, Natasha le penetró con elegante vaivén y ritmo acompasado, ayudando a que los dos disfrutasen. Lo que más enloquecía al chico era sentir como esa polla entraba, y con la misma inercia de ese empuje, volvía a salir. Era un vicio, un vicio embriagante que no estaba seguro de querer dejar, por otra parte y en la tenue luz de la habitación, el cuerpo voluptuoso y firme de Natasha se veía sublime, como en un sueño muy picante.

A todas estas, ya llevaban follando por más de media hora y Natasha continuaba embistiendo su retaguardia y asestando nalgadas, o apretándolas de tal manera que su mano quedaba marcada al rojo vivo en su piel, una señal externa de que era de su propiedad. El metesaca comenzó a ser más intenso y fuerte y Paulie podía intuir que su amada estaba acercándose a su propio orgasmo.

Él también lo estaba, su polla se había recobrado una vez más y aunque presionada entre su pelvis y la almohada, sentía el calor de su sexo y la humedad de su propio líquido preseminal. Natasha hundió sus manos en sus nalgas, y lo embistió con vigor, ambos aullaban de éxtasis y en un instante glorioso en el cual los dos cerraron los ojos y gritaron con tal intensidad que todos en lugar les oyeron, se corrieron en medio de gemidos y frases vulgares.

Chorro tras chorro, los huevos de Natasha continuaron hinchándose y descargando su dulce néctar dentro de Paulie, que ya había estallado en la almohada y jadeaba complacido por la experiencia. Cuando soltó el último trallazo de lefa, Natasha se desplomó encima de Paulie, exhausta pero aliviada. Sus senos se aplastaron contra la espalda sudorosa del chico y rodeando su torso con ambos brazos, sus cuerpos se fundieron en uno y ella besó tiernamente su mejilla.

Estuvieron abrazados de esa manera por espacio de 10 minutos, mientras recuperaban energías y el sentido de la realidad. Aquella habitación tenía el inconfundible aroma de sexo y sudor mezclados, finalmente el miembro de Natasha salió del culo de Paulie al perder rigidez y ella se acostó boca arriba, atrayendo a Paulie a su lado. Aún la respiración de ambos era irregular y ella solo acariciaba el cabello mojado de su querido e insaciable vecino.

“Fue maravilloso…” murmuró Paulie al cabo de un rato.

“También lo disfrute… te amo Paulie…” dijo Natasha, y al contrario de su anterior encuentro, ya lo tenía claro.

“Yo también te amo,” admitió el chico, abrazándose con más ganas a ella mientras se quedaban profundamente dormidos…

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