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Era virgen…
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No me considero una mujer hermosa; tengo ya 63 años, pero para mi edad, me conservo bien; algo de abdomen, pero mis pechos y mis nalgas hacen olvidar lo demás a cualquier hombre.

Nunca me casé; desde que descubrí mi sexualidad con un novio en mi juventud, me gustó estar probando diferentes parejas a lo largo de mi vida; quizá por eso, no represento la edad que tengo.

Soy maestra a tiempo completo en varias escuelas e institutos en la Ciudad de México. Mis alumnos son la mayoría jóvenes que están en la universidad, 18 años o más, y requieren asesorías en materias de físico-matemáticas.

Hoy ojeando mis notas, encontré el nombre de aquel alumno que me hizo volverme loca cuando pude hacerlo mío.

Me serví una copa de vino, me desnudé, me recosté en el sillón y me dispuse a recordar mientras mis dedos acariciaban deliciosamente mi rajita.

El muchacho era de lo más normal; alto, delgado, pero extremadamente tímido y retraído. Su madre se puso en contacto conmigo para ayudarle a pasar matemáticas.

El muchacho venía a mi casa a tomar la clase; pero, siempre evitaba mirarme, como si tuviera miedo; eso me excitaba, poder comerme a ese joven de apenas 18 años.

Mientras él hacía unas operaciones, le pregunté porque se cohibía tanto conmigo; él contestó que no se sentía a gusto con ninguna mujer, porque a él le gustaban los hombres. Yo me reí y le dije que eso no lo podría saber hasta que probara.

Me abrí mi blusa y le enseñé mis pechos; le dije que los tocara, que sintiera lo que era una mujer. Él se hizo hacia atrás; no quería tocarme; el escape me enardeció más, me lo iba a coger, quería cogérmelo aunque él no quisiera.

Al tratar de escapar, tropezó y cayó sentado en el sillón; me hinqué entre sus piernas, le desabroché el pantalón y saqué su verga, estaba flácida; la empecé a mamar, el me pedía que parara, que no quería; mientras mamaba, me masturbaba, mojando bien mi vagina. La verga del muchacho comenzó a responder estaba parada; él seguía pidiéndome que me detuviera.

Ya que la vi lista, me senté sobre ella, enterrándola por completo; él sólo pudo gemir. Al sentirla hasta dentro, tuve mi primer orgasmo; podía yo sentir las contracciones de mi vagina apretando su falo; él se rindió, ya solo lo oiga gemir mientras me lo estaba cogiendo.

No sé cuánto tiempo, ni cuantas venidas tuve; pero, mis jugos chorreaban como si me hubiera orinado sobre él.

En un momento, cerró los ojos; me pidió que parara que no quería, ahí bufó; lo hice que se viniera dentro de mi. Su leche caliente hizo que me viniera una vez más.

Cuando me quite, él no quería hablar. Vi su verga y la cabeza había salido completa del prepucio, unas gotas de sangre manaban de un lado, era virgen y yo sé lo había quitado; eso me prendió otra vez y comencé a chuparlo; el sabor de su leche, mis jugos y su sangre me hizo venirme otra vez. Me excitaba saber que lo había violado.

El muchacho apenado tomó sus cosas y salió; siguió tomando clases.

Al terminar de recordar, ya me había venido y mi vagina chorreaba cómo esa vez.

Seguí viéndolo, pero nunca lo volvimos a repetir.

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