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Costumbre italiana
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Otro sábado, de verdad, era uno de esos días donde no tienes más deseos que estar en la cama, viendo televisión y aunque no les voy a negar que soy bien calientico y dispuesto. Ese día no me provocaba el sexo en lo absoluto. Teníamos un acuerdo amistoso mi compañero de apartamento y yo de andar cada uno por su lado y dormir juntos en la misma cama cuando se nos antojara amor de machos. Él se había ido a la playa con aquella novia que yo no soportaba, mientras yo tenía otra de mis aburridas citas, con otro dueño de otro inmenso yate, para otra vez, aburridamente lavarlo y hablar un poco de sencilleces propias de los tipos feos, arrogantes y mujeriegos que tradicionalmente son dueños de tan codiciados vehículos. No tenía ni siquiera deseos de hacer ejercicios aquella mañana, aunque hice la rutina matutina, o de lo contrario sabía que el día me iba a saber completamente a mierda. Estiré mis músculos y me dispuse a comenzar el día.

Otro de los tantos soleados días de Miami y yo trabajando, bueno que se le va a hacer pensaba yo. Este es el extra para mis gustos y mi Bacardí. Dije sonriendo mientras parqueaba mi flamante Mustang en frente de la puerta de una "modesta" residencia de dos pisos.

Por fin se abrió la puerta y apareció un hombre de estatura baja y sin camisa, yo ingenuamente pregunté en inglés:

-¿Míster Ferrari?

-Rómulo Valentino Ferrari un piacere, soy de Lombardía Italia.

Oh! mucho gusto Javier García y soy cubano.

Pasa, sugirió y clavó sus ojos azules en mi cara. ¿Habla español? pregunté yo, ¡claro compadre!, dijo con acento cubano, ¿quién no habla español en Miyami? y sonrió. Antes de que me preguntes Ferrari es un apellido bien común en Lombardía y no tengo nada que ver con los autos. Yo continúe la plática agregando que su nombre hacía referencia a los fundadores de Roma según la leyenda Rómulo y Remo. Puso cara de asombro y asintió con la cabeza.

Andábamos ya por el sombrío y fresco pasillo de aquella belleza de casa. Mientras nos presentábamos pude notar que no era tan pequeño sino exactamente de mi tamaño. Su barba sin rasurar contrastaba perfectamente con aquellas italianas facciones y su deformada nariz roma; De su musculoso cuello pendía una hermosa cadena de oro al parecer bien cara, con una graciosa medalla. Su piel estaba exquisitamente dorada por el sol y su pecho dibujaba deliciosamente un pequeño callo de enroscados vellos oscuros como su pelo entre los fornidos pectorales. Su reducida cintura dejaba mucho que decir llevando shorts blancos de lino, que cubrían lo que se suponía que fueran unos velludos muslos, andaba por seguro descalzo. No pude husmear mucho más, porque su mirada y sus hermosos ojos azules se clavaban repetida e insistentemente en mi cara, mis ojos y mis gestos al hablar. Aunque el cuarentón en si no era bonito, tenía un feo atractivo. Por lo menos lucia mejor que los otros. Nos dirigimos al patio con vista a la bahía y nos sentamos mientras me brindaba algunas golosinas italianas. ¡Hoy es tu día de suerte! le oí decir; Seguro que sí, pensé yo, no sé cómo voy a trabajar, mirando tan buen macho y con tan poca ropa. Puso sus manos en la nuca flexionando los músculos de sus brazos como a propósito entonces continuó: Hoy me levanté como nunca, con deseos de pasarle la mano a mi bote, así que te voy a ayudar, y descuida que no te lo voy a descontar del cheque. Bueno, aunque sea lo voy a tener a mi lado mandándome y oyendo sus aburridas historias de mujeres, pensé yo. En realidad, tenia deseos de hacer algo diferente, continuó, así que mientras mi esposa anda en uno de sus retiros espirituales, yo mandé a todos de vacaciones. Yo no hablaba para nada, solamente miraba sus brazos con deseo y su abdomen duro como una tabla. Aunque estemos solos, pensé, es demasiado bueno para ser real. Me olvidé de los asuntos sexuales y le dije: Bueno voy a comenzar, a lo que él respondió: presto ragazzo andiamo, y salió disparado dejándome atrás. Sus nalgas eran pequeñitas y respingadas, pero se veían deliciosas dentro del short. ¿No se va a cambiar?, comenté yo con una lejana esperanza de ver algo más, a lo que él respondió algo en italiano que yo realmente no entendí. Después de 8 ininterrumpidas horas, donde paramos para comer nada más, y me saco literalmente el jugo, como yo suponía, terminamos la faena. Yo estaba contento porque por el contrario a las antiguas experiencias, ni me habló de mujeres, ni era feo ni arrogante, solo se dedicó, con su buen humor a hacer chistes y disfrutar lo que hacía. Ahora sí que la fantasía terminó, pensé, mientras recordaba su espalda sudada y sus brazos brillando a la luz del sol. Estaba sumido en mis pensamientos cuando rodeó de pronto mi cuerpo con sus brazos y me besó en las dos mejillas. ¡Buen trabajo! le oí decir Es una costumbre italiana, me dijo, espero que no te ofendas. Para nada, le dije y mi bulto salto discretamente de la alegría. Te invito a un vino, me dijo y saltó del bote con energía como si no hubiera pasado 8 horas al lado mío.

Luego de bajar 2 botellas de vino y quien sabe que cantidad de fiambres de todo tipo, le insinué que era hora de partir, alegando que estaba cansado y me dolían un poco los músculos. Eso se te quita en mi tina ragazzo y con agua bien caliente, sugirió él; Venga, vamos a preparar un baño para que te relajes, y me pasó el brazo por encima de mis hombros nuevamente, me has caído muy bien y trabajas muy duro decía mientras caminábamos hacia adentro. Yo, siempre he sabido que los italianos son bien hospitalarios; Por eso me juré respetar la ocasión y acepté, siempre pensando: No hay nada malo en que yo tome un baño, en fin no tengo nada más que hacer. Mientras la tina se llenaba, me dio un tour por la casa, mostrándose así orgulloso por la preciosa mini-mansión que poseía. Para regresar nuevamente a la amplia habitación con su lujoso baño.

-Ponte cómodo y relájate.

Partió y me desnudé rápidamente, no pude evitar llevar el calzoncillo a mi nariz y olerlo varias veces que, para ese entonces, olía a puro macho, me metí en la tina, notando que mis hormonas se habían revuelto un poco y mi hermosa herramienta quedaba casi erecta. El agua caliente me relajó, e hizo que mi erección lejos de bajar, aumentara divinamente. Cerré mis ojos y sin tocarme aun, comencé a recorrer con mi pensamiento cada ápice de su cuerpo, e imaginármelo desnudo delante de mí. Luego de estar trabajando varias horas junto a él, si había tenido tiempo de chequear su bulto más de una vez y de veras no estaba nada mal; Comencé a tocar mi glande muy suavemente hasta que un ruido repentino interrumpió mi morboso sueño. Te acompaño, dijo mientras me ofrecía otra copa de vino; Su cuerpo desnudo, parecía el de Adonis en miniatura, su hermosa pinga era tan dorada como cada ápice de su cuerpo, estaba totalmente flácida y caía muy deliciosamente, con toda su piel cubriendo el prepucio y un buen par de huevos bien peludos además de un incontrolable montón de vello púbico. Sus muslos también estaban cubiertos de vello, como yo supuse al principio. ¿Puedo? preguntó, y yo asentí con la cabeza, perdona, esto también es costumbre italiana, dijo él entonces mientras se acomodaba, pude por fin apreciar aquel par de preciosas nalgas que tenían el mismo color del resto del cuerpo, y lucían redondas y bien formadas, justo como yo me las había imaginado. ¿Estas más relajado? Preguntó él, algo dije yo, mientras jugaba con la espuma para disimular mi enorme erección. A mí lo único que me relaja, en estos casos es un buen masaje dije yo ya con mayor descaro; Venga que le doy uno y extendió su mano. Costumbre italiana pensé yo, aunque mis sospechas ya iban bien lejos. Me posicioné entre sus piernas, descaradamente, sin importarme mucho las costumbres que tuvieran los italianos de esta época. Los de la era Antigua eran bien morbosos, sexuales y depravados. Y me parece que esta tarde iba a terminar en algo parecido. Primero acarició mi cuello, mientras yo comenzaba a gemir de placer, luego mis hombros para después de jugar un rato con mis músculos, lo que sentí después fue su enorme pinga por debajo del agua que chocaba con una de mis nalgas. Me acomode disimuladamente encima de ella, abriendo mis dos cachetes y acariciando el tronco con los mismos. ¿Te sientes mejor? pregunto a mi oído, mientras el movimiento de sus manos me hacía recostarme casi a su peludo pecho. Podemos terminar tu masaje en la cama, terminó diciéndome.

Nos salimos de la tina y nos miramos de cuerpo entero, por fin sin escrúpulos, ni disimulos. Tienes un cuerpo precioso, comentó. Tú también dije yo mientras clavaba mi Mirada en aquella tremenda pinga que tenía delante de mí, corrió su piel, dejando ver un hermoso glande a lo que me decía ¿te gusta? Mi respuesta fue arrodillarme en la alfombra y tragarme aquel delicioso pepperoni que me ofrecían. Luego de saborear el gusto de un buen embutido italiano, me ayudó a incorporarme, mientras era él quien se arrodillaba ahora. Jugó con mi glande y lamió delicadamente mi frenillo, chupaba como caramelo y hacia sonido con su boca al chupar mientras lamia mis bolas, les pasaba la lengua una y otra vez y yo entraba en un exquisito éxtasis. Eso me descontroló bastante y sin pensarlo dos veces, metí mi pinga hasta su garganta y comencé a bombearle la boca como si fuera su culo. Mis caderas iban y venían al mismo tiempo que mis manos jugaban con su pelo y le marcaban el ritmo que yo quería. Sus manos, no tenían otra opción que jugar con mis nalgas y con mi hoyo que para ese entonces estaba al descubierto, luego de haber posicionado una de mis piernas en el borde de la tina. Por último, cuando comencé a gemir más alto, entonces él se apresuró en masturbar el tronco de mi pinga, mientras volvía a chupar mi prepucio, esta vez en forma de círculos. No tardé en echarle una buena cantidad de leche totalmente liquida en su barbudo rostro, que corrió mojándole su lindo pecho.

De ahí continuamos para la cama donde me puso boca abajo y terminó el trabajo de masajearme con aceites olorosos. Prendió unas cuantas velas pues anochecía y recorrió mi fornido cuerpo una y otra vez, hasta dejarme casi dormido y con mi fusil listo nuevamente para la siguiente batalla; Para terminar, rozó todo su cuerpo sobre el mío y su hermosa pinga contra mi cerrado culo. Aunque yo hacía algún tiempo había perdido mi virginidad en realidad no estaba muy acostumbrado a que me trastearan mucho por ahí. Bien valía la pena probar aquello que me ofrecía; Así que me relajé y le abrí las piernas todo lo que pude. Tanteó con sus dedos y advirtió por mi incomodidad que había mucho que hacer ahí. Se retiró para regresar rápidamente y yo ni me moví. Seguía tan excitado como antes y de veras deseaba que ese macho terminara conmigo como desease. Masajeó muy suavemente la entrada mientras besaba delicadamente mis nalgas, ¿Te duele? No, respondí yo y me volteé dejando mi culito al aire. Subió mis piernas, sobre sus hombros y continuó masajeando con aquella crema hasta que comencé a sentir un tremendísimo placer nunca antes experimentado. Me extrañó mucho no haber sentido el dolor característico, propio de semejante acto; Pero atribuí propiedades milagrosas a la forma de usar su dedo y la crema que usaba. Se limpió vigorosamente cuatro dedos, y advertí que aparentemente, jugaban dentro de mí segundos antes sin que yo apenas lo notase, me ofreció un condón para que se lo colocara y me advirtió: Por mucho que sientas deseos, no te lubriques tu pinga con la misma crema. Me embistió de forma tan delicada y deliciosa que desee que nunca se fuera de encima de mí; Rozaba su barba una y otra vez por mis mejillas y mi cuello. Volcando toda su masculinidad en su acto. Metía su lengua en mi boca y me besaba con lujuria, para luego gemir y decir en italiano algo que parecían palabrotas. Metía su pinga y la sacaba una y otra vez con energía de adolescente. Varias veces me puso boca abajo para poder acostarse encima de mi espalda y acariciar mi cuello o decirme cosas sucias al oído. Era una sensación divina el sentirse poseído por tan semejante ejemplar en una cama, su cuerpo sudado provocaba placer y morbo. Deseaba que el tiempo dejara de correr y que ese semental que me penetraba no terminara su faena, se sentó al borde de la cama y me puso encima de él a horcajadas mientras yo me daba un tremendo placer. Ahí me besó nuevamente y lamió mi pecho, mis tetillas y mis axilas. Tomó buen tiempo en lamer estas últimas, por eso me hizo suponer que gustaba de esa extraña fantasía. Por último, lo empuje hacia atrás para cabalgarle encima y hacerlo acabar de forma escandalosa y espectacular, mientras yo volvía a venirme, esta vez encima de su abdomen.

Quedamos exhaustos, me abrazó y me trajo contra si para que recostara la cabeza en su pecho resbaloso, sudado y delicioso; Jugó largo rato con mi cabello, mientras me preguntaba de mi familia y como había llegado a este país.

Desearía que te quedaras conmigo esta noche, pero tengo que salir a una cena muy importante y aunque no quiero ser descortés, te debes ir. No te preocupes, le dije. Creo que ha sido bastante por hoy, además, de veras no me esperaba tanta diversión yo soy de los que hace su trabajo y se va. Una sola pregunta ¿Qué clase de crema usaste para que no me doliera? A esa es a la que yo llamo la poción mágica para vírgenes, y aunque yo sé que tú no lo eras del todo, creo que funcionó muy bien. Es un lubricante que contiene lidocaína por lo que te advertí que no te masturbaras con él, porque te quita la sensibilidad del pene. Me dispuse a bajarme de la cama mientras oía su voz que me decía: Voy a mi oficina a preparar tu cheque, te puedes dar una ducha aquí, este es uno de los cuartos de huéspedes, ahí dentro del closet de su baño podrás encontrar toallas, y lo que te haga falta. Ese mueble de la derecha tiene ropa interior de hombre y en el closet hay camisetas limpias, eres mi huésped así que usa lo que desees sin pena.

-Ferrari yo no podría, esto es demasiada gentileza.

-Llámame Rómulo, acabamos de hacer el amor; Para mí no es nada, pero por favor no te vayas con la ropa sucia.

Tomé ropa limpia como me había indicado él y metí la mía en una bolsa.

Ya casi en la entrada principal, me ofreció el cheque en un sobre cerrado y solo me dijo aquí esta lo convenido. Yo me despedí cortésmente, dando innumerables gracias por el buen rato que habíamos pasado juntos. ¡Te juro que esto no estaba planeado! me dijo. La persona que te recomendó habló muy bien de ti y me aseguró que eras muy eficiente, agradable y jovial. Aclarando que eras todo un hombrecito y que no usara frescuras contigo. Yo, por mi parte no pude resistir la tentación de tenerte desnudo en mi tina y masajear ese atlético y lindo cuerpo. La mayoría de esas costumbres Italianas me las he inventado yo para poder poseerte.

Me ruboricé por tantos halagos y solo pregunté quién me había recomendado, a lo que él rápidamente respondió. No debo decírtelo, una persona que me conoce muy bien, pero preferimos mantener el anonimato por conveniencia mutua, como contigo, verdad? y me guiñó un ojo, diciéndome, cuando te necesite, no voy a dudar en llamarte. Yo asentí con la cabeza. Al llegar a mi carro, recordé que por cuestiones de seguridad, debía abrir el sobre antes de partir. Tanta generosidad de su parte me inspiraba desconfianza. Bien podría haberse sentido pagado con la diversión que habíamos tenido, y retribuirme con menos o nada. Mis pensamientos cambiaron, cuando al abrir el sobre encontré un cheque con la suma acordada, y un hermoso billete de cien dólares nuevecito. La nota decía

“Il divertimento no e mai gratuito, personalizzato italiano”

"La diversión, nunca es gratis, costumbre italiana".

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Siempre tuyo

ThWarlock

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