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Por las siluetas
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Tiempo de lectura: 7 minutos

En un campamento, dos sexys amigas van a visitar la carpa de un compinche, que se rumorea «la tiene bien grande», a corroborar si es verdad el mito, sin importar que el novio de una de ellas se encuentre cerca.

____________

—¡Qué ganas de garchar que tengo!, hace una semana que no mojo —dijo Ximena, la mejor amiga de mi novia, cuando ya estábamos los tres dentro de la carpa.

—¡Ostias! Amiga, cómo aguantas tanto sin follar —le respondió Valentina, mi novia.

—Bueno tampoco la pavada, una semana no es nada —comento.

—¡Hombre!, no es poca cosa, yo estaría que vamos, arañando las paredes.

Dios mío con estas pibitas. Valentina, la “gallega”, con esa forma cachonda de hablar que me deja al palo, aunque el gentilicio es por la costumbre generalizadora de estos lares, ya que ella en realidad ni siquiera es de Galicia. Ximena es de la provincia al igual que yo, y me trataba como si fuera una mina más del grupo, «ay, me pica una teta» decía y se rascaba como si nada delante de mí.

Ella y Valentina hacían el dúo dinámico: mi novia, pelinegra de ojos claros con una cola que te pone loco, y la amiga, rubia de ojos verdes portando una delantera espectacular. Admito que me he clavado varias pajas fantaseando un trío: una sentada en mi cara y la otra saltándome con ganas encima de la… Bueno, mejor paro porque si no no puedo seguir relatando por unos cuantos minutos. Obviamente esto se quedaba en el plano de la fantasía, porque ni en pedo iba a pasar, aunque me dicen que soy algo chapado a la antigua, pero no sé en qué planeta una novia linda dejaría a su pareja encamarse con su amiga tetona… ¿cuánto hay que pagar para eso?

Yo me llamo Danib, sí, con “b” al final, no sé qué se fumó mi mamá pero así me puso, y para darles un poco de contexto, les comento que fuimos los tres, junto con otros compinches, a acampar en una zona con arroyo, ideal para pasar un fin de semana distinto. Hace poco estuvimos en una fogata, conversando de cualquier huevada y tomando cervezas. Uno de los vagos allí empezó a delirar que las minitas no paraban de pedirle por whatsapp, Instagram y tiktok, para quedar con él. Alardeaba de tener un pene enorme de no sé cuántos centímetros. Para mí, la mayoría de los pibes que decían eso seguro mentían, porque, por lo general, son las personas a su alrededor las que hacen referencia a algo así, poniéndole sobrenombres como “gordo”, “víbora”, “mandioca”, “mandinga”; no es que uno mismo va por ahí autoproclamándose poseedor del mito.

Volviendo a la carpa, a la que le había quedado la duda era a Ximena:

—¿Vos decís que de verdad el chabón ese tiene la pija grande? —le pregunta a su amiga mirando con anhelo por la ventanita hacia la carpa de al lado.

El “chabón” al que Ximena no se molestó en aprender su nombre, se llamaba Juan, Juan Cristo… Juan Cristo Rey, ya que estamos. Sí, así es, si mi vieja se había fumado algo con mi nombre, los padres de este aspiraron a lo loco en el paraíso. Igual le decíamos Cris nomás. Les mentí, tampoco me molesté en aprenderme su nombre.

—Sii —confirma Valentina.

—¿Eh? —me sorprendo yo de mi novia—, qué tenés que andar confirmando vos eso.

—Ay perdón cariño, pero lo tengo que contar. —Se vuelve a su amiga—: ¿Sabéis la fila interminable que se monta en los baños de aquí?, pues resulta ser que la de chavales era tan larga que tapaba la entrada del baño de chicas. El tío este me hace señas y me deja un espacio para que pase.

—¿Y? —pregunta ansiosa Ximena.

—Y pues, resulta que me cruzo por el espacio que me había dejado, dándole la espalda, pero no calculo bien la distancia y le termino por rozar, con una nalga, por todo el paquete.

—¡Boluda!, ¿posta?

—No miente el chaval —asiente ella.

—Noo… —respondo indignado, por las dos cosas.

—Os juro, os juro, que no lo hice a propósito, os juro —trataba de explicar ella entre las risas de su amiga.

—Noo —vuelvo a reprochar—, tenés que calcularle mejor.

—¡Que te digo que no fue a propósito, tronco!, tú no tienes que andar por ahí “calculando” como yo, porque no tienes este peazo de trasero hermoso heredado de mi madre. No me juzguéis.

Yo me quedo intentando sostener el reproche pero con una leve sonrisa, no podía enojarme con ella, su forma de hablar me hacía recordar al de Cristinini, reaccionando a memes de Willyrex.

Se escucha gente hablando, nos callamos y observamos por la ventanita. Eran dos chicos, el susodicho Cristo Rey con un amigo, que se dirigían a la carpa de al lado, la cual sabíamos que era suya. Se quedaron charlando adentro. Habían encendido una lámpara, por lo que podíamos ver sus siluetas.

Ximena estaba que se mordía los labios, con sus manos apretando con fuerza las sábanas. Ahora que sabía que el mito era verdad, se le antojaban más las ganas de sexo.

—Que se vaya, por dioos —deseó ella entre susurros, refiriéndose al amigo del niño polla.

Mi novia le miraba con cara de pícara. Luego de un rato de interminable espera, escuchando como unos chismosos lo que conversaban esos dos, el amigo se marcha. El Cristo Rey se queda allí, sin hacer mucho, aparentemente revisando su celular.

—Valen, tengo unas ganas de ir a encararle —susurra Ximena.

—Pues vete, anda, liaros de una vez —le responde de la misma manera.

—No me animo a ir sola, qué le voy a decir, “vamos a ponerla”, se va a re agrandar y no voy a saber cómo pararlo, capaz y le meto un cachetazo.

—Okey, vamos te acompaño y si el colega se flipa le metemos un guantazo entre las dos.

—Genial.

Ambas se levantan.

—Hey esperá —digo yo sin levantar mucho la voz—, ¿por qué te tenés que ir vos?

—Tranquilo cariño, es sólo para acompañar a mi amiga, los veo para asegurarme de que esté todo bien, y luego me vuelvo para hacerte cositas ricas —me guiña el ojo.

—Dale, pero no te quedes mucho tiempo —llego a responderle, sintiendo un latigazo en mi entrepierna tras escuchar eso último que me dijo.

Ambas salen de la carpa, estaban vestidas con sus pijamas: mi novia con su camisón de seda rosadito y la amiga con una de esa misma tela pero de dos piezas. Escucho que se saludan con el pibe en la entrada de su carpa, improvisan una charla ahí, y les invita a pasar con la excusa de que “hacía frío”. Debían de ser como las dos de la madrugada más o menos, por lo que podría pasar como una buena excusa, y más aún por cómo iban.

Espiaba todo lo que pasaba mirando por la ventanita. Se les distinguía a través de la pared de la carpa por las siluetas reflejadas gracias a la lámpara aún encendida, no de cuerpo entero, ya que la parte inferior estaba recubierta por un material distinto que no permitía reflejo; por ello es que, cuando se sentaron, sólo les veía desde la cintura para arriba.

Dentro, conversaban susurrando, no se entendía bien de qué. De repente el pibe dice:

—¡Ah con que quieren…! —de manera socarrona pero enseguida se oye “shhh” de las chicas, seguido de más murmullos.

Las voces bajitas siguieron por un buen rato, a veces acompañadas de risitas. Estaban de frente, sólo se veían dos contornos, el del chico y las chicas debían de estar una al lado de la otra, es decir, tapándose. En un momento, el pibe se mueve, pareciera ser que se estaba quitando el short. Una mano bajó en picada. Por el movimiento del brazo era evidente que estaba masturbando aquel supuesto gran miembro. Al rato, la silueta femenina se acuesta, quedando a la vista sólo la figura del varón. Cada tanto, aparecía momentáneamente una protuberancia desde la parte baja de la silueta masculina. De seguro esa era Ximena dándole una tremenda chupada al chico.

A todo eso, había algo que no me cerraba: ¿dónde estaba Valentina?, ¿estaría alejada viendo o acaso se habría acostado a la par con su amiga? No tenía sentido, tan sincrónico así iban a hacer el movimiento para que no me diera cuenta (?).

Se oían sonidos de succión y los jadeos del tipo. Una silueta reaparece, pero brevemente, era como si estuviera adoptando otra forma. Acto seguido, el chico se inclina quedando en diagonal. No se podía distinguir bien, repito, la sombra sólo abarcaba desde la mitad del tronco, no había manera de precisar arriba de quién se había puesto él. Era obvio que estaba pasando algo, los agitados sonidos del colchón inflable y los bajitos gemidos de mujer lo demostraban, pero la falta de certeza que dejaba el “punto ciego” de la carpa me estaba carcomiendo.

Pasado un buen rato, ahora el que se acostaba era el varón. Al fin se pudo volver a ver una silueta femenina, se estaba quitando una prenda. No cabía duda que se trataba de Ximena, y más aún cuando se puso de lado, esas enormes tetas eran inconfundibles. La pregunta de rigor seguía siendo la misma: ¿dónde estaba Valentina? Para colmo, escuchar jadear a su amiga mientras era acariciada por las manos del pibe ese, me estaba excitando bastante. Habrán estado así, con un ritmo tranqui, unos cinco minutos aproximadamente. No aguanté más y me puse a hacer una paja viendo esos pechos bamboleándose. Apenas comienzo yo y ellos se detienen. Ella se queda sentada, como dándome la espalda.

Estuvo la cosa estática unos segundos, hasta que oigo unos gemidos femeninos pero no podía precisar de quién. ¿Qué mierda estaba pasando?, ¿la mina esta no me estará metiendo los cuernos en mi puta cara? Me daba la impresión de que la amiga se quedó así sentada para hacerle de tapadera. Unos minutos después, el chico cambia de posición volviendo a quedar en diagonal, formando una especie de triángulo rectangular con la silueta de Ximena. Lo siguiente fueron los sonidos de besos, el ruido incómodo de ese colchón, y en un ratito los gemidos del boludo acabando.

Tras unos instantes de silencio, se escuchan unos cuchicheos. Las dos chicas se ponen de pie, ahora sí se las podía ver diferenciadas, juntan su ropa y salen. Yo estaba todo transpirado, no me había levantado el pantalón, todavía estaba con el pito afuera semi flácido, con mi mano alrededor. Era cualquier cosa eso, ni me lo creía, iba a tener que cortar con Valentina y me parecía una lástima porque es tan linda pendeja.

El sonido del cierre de la puerta de la carpa anuncia la entrada de las dos chicas. Ni se inmutan de mi estado, era como si ahí no hubiese pasado nada, inclusive se comentaban cosas entre ellas. Yo las miraba sin poder creerlo, estaban semidesnudas, tan campantes y yo agitado, con el corazón latiendo a mil. Ximena se sienta cerca mío, expulsa un largo suspiro y luego me mira de arriba abajo. Algo nuevo había en su mirada, pareciera ser que necesitaba verme con el pito afuera y completamente humillado, para asimilarme como un varón. Valentina se recostó a mi lado, no le importaba nada a ella.

—Valen —le dice la rubia a su amiga, con una cara como de súplica—, todavía sigo teniendo ganas…

—¡Ala! Pero tía, tienes fiebre uterina o qué.

—Es que estuviste más tiempo vos que… —se interrumpe y me mira.

—¡Shhh, calla! —Le responde entre dientes.

No había dudas, giro lentamente la cabeza resignado, para mirar a esos ojos azules de frente. Ella también me observa con un semblante serio, que no tarda en devolverme una mirada con pena. Se dirige a su amiga y le dice, con su tonito cachondo, hasta cariñoso:

—Bueno, bonita, te dejo sentarte en la polla de mi novio. Por hoy nada más eh… —Esa frase final me hizo revivir como si me hubiesen dado un choque eléctrico. El primero en reaccionar, con gran dureza, fue mi amiguito—. ¡Mira!, si ya está a punto y todo.

¡Qué hija de su buena madre!, ¿Por qué me hizo sufrir tanto? “Joder con la gallega, macho”. La amiga, ni corta ni perezosa, se acomodó, ni me preguntó, ella me usó como le dio la gana. Yo estaba en una posición un tanto desalineada, pero cuando se sentó encima me quedé plano en el colchón. Comenzó a darme sentadas sin tregua la loca. Uff… apretando los dientes y las manos en las sábanas, tenía que aguantar. No iba a desperdiciar el tiro, tuve que controlar la respiración «1… 2… 3… 4…» para resistir todo eso botando encima mío.

Valentina me acariciaba el pecho. Al oído, con cálido aliento, me decía con su tono sensual:

—Lo siento cariño, me picó la curiosidad, quería verlo en persona. Admito que lo chupé un poco —«1… 2…»—. Y confieso que me ha penetrado —«3… 4…»—, un poco, tal vez mucho —«1… 2… 3… 4…»—. Y bueno, como habrás notado desde aquí, se ha corrido en mi colita…

No pude más, acabé.

Fin

Por Dany Campbell

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