Hola. Les comento brevemente, para introducirlos, cómo comenzó toda esta historia. Resulta ser que con mi marido nos estamos por mudar a otra ciudad, donde hemos comprado una casa juntos. Me da mucha ilusión empezar esta nueva etapa de mi vida convirtiéndome en madre. Mi esposo no es precisamente partidario de tener hijos, no los quiere y de hecho no piensa dármelos. Él posee una ets, más específicamente herpes genital y, a pesar de los tratamientos, aún así podría contagiarme si no utiliza protección. Por ello, hemos mantenido relaciones siempre con condón. No uso anticonceptivos por esa razón. Cuestión que, como de inseminación artificial ni hablar, hemos quedado de acuerdo en que otro me embarace. ¡Bravo!, dejaría su hombría de lado para que yo pueda cumplir mi sueño. Es un gran paso.
Comienzo entonces a planearlo todo, antes de que nos mudemos a la otra ciudad, calculando los días de mi ciclo, eligiendo al afortunado, digo al candidato, y así. Es en este punto que las cosas se empiezan a poner raras, y es que mi “señor” marido me dice que quiere estar presente el día de la fecundación, es decir, en el mismo cuarto, mientras yo y el elegido fornicamos… What the fuck!? Cuando le pregunto la razón, él me explica que, como será un día importante para mí, le parece menester que esté presente… ¡Pero si no es el día del parto, cabrón! Y además, ¿qué carajos pretendía, controlar todo lo que allí suceda? No sé qué demonios le pasa, piensa que lo iba a engañar o qué, si justamente habíamos quedado en mutuo acuerdo para esto. Me quedé con una mala gana que mejor ni les cuento.
De bronca, elegí a un conocido nuestro: un pibe que me contaron (una compañera del trabajo que se lo garchó), tiene tremenda garcha. Es un chico delgado y alto, con el cabellito rapado. Si mi marido quería observar como “le meto los cuernos”, pues sería entonces con uno con la verga el doble de grande que la suya.
Lo cité al chico en nuestro departamento. Una incomodidad profunda tuve durante toda la instancia. A modo de venganza, le había escrito al chico que lo íbamos a hacer varias veces, en frente de mi marido (y sin asco). Organicé el encuentro en aquellos días de mi ciclo en los que era menos fértil, ya hasta se me fueron las ganas de hacerlo así, pero era para desquitarme de la actitud de aquel hombre que amé y presté mi confianza durante varios años.
Al desnudarse el chico, pude corroborar de que, en efecto, tiene una grande y cabezona tula entre las piernas. El hecho de estar incómoda, con la presencia controladora de mi marido, no evitaba que me sienta sumamente excitada. En pleno primer coito me giré para ver lo que hacía mi esposo. Me quedé atónita: descubrí que, sentado en un sofá a escasos metros de la cama, se estaba masturbando con furia… ¿Qué carajo?, ¿acaso se excitaba viendo a su mujer cojiendo con otro… y en su cara? Pues si era eso lo que le gusta me lo hubiera dicho de frente que, con mucho gusto, hago desfilar a varios modelos en la casa para que me hagan sonar la cama.
Tras acabar el chico, mi esposo me hacía interrogatorios, que si ya está, que si ya se puede ir… «No querido, todavía falta», le respondo. Para el segundo round lo mismo, se volvió a pajear y luego se puso de pie para despedir al chico, como tratando de “recuperar su autoridad”. «No querido, la tercera es la vencida…». Pero ya para eso, el chico se sintió algo incomodo con la cara de depravado sexual de mi esposo y decidió interrumpir, en mitad de camino, el sexo para marcharse. Todo gracias a la fiscalizadora mirada de mi marido, moralizador, pero que no era suficiente fachada para ocultar de mí su oculto deseo.
Luego del “día de la supuesta fecundación”, nos trasladamos a la otra ciudad. Allí, me iba a poner manos a la obra para lograr mi objetivo, esta vez sin mi marido presente. Él creía que ya estaba embarazada del chico ese, no sabía nada sobre el ciclo menstrual ni de cómo funciona, y menos se iba a molestar en aprenderlo.
Ya tenía al candidato perfecto para preñarme. Se trataba de un chico bien guapo, rubiecito de ojos claros, carilindo. Es taxista, lo habíamos conocido mis amigas y yo una vez que pedimos un móvil para ir al boliche. Las chicas no paraban de comentar lo parecido que es con un modelo argentino. Nos dejó su número personal. Le empecé a escribir pero no para que me llevara a algún lugar, sino para coquetear. Yo trabajo por la mañana y mi marido por la tarde, por lo que tengo la mayor parte del día para disfrutarlo por mi cuenta. Llamé en una de esas tardes al taxista para que me “lleve a pasear”. Me dijo que no estaba de servicio pero que por mí lo haría sin dudarlo. Al rato, nos encontrábamos “paseando” bien rico en el asiento trasero de su auto.
Invité varios días al taxista a hacerlo en mi cama, en mis días más fértiles. En una oportunidad, mi marido me comentó que «ojalá la criatura salga igual de linda que vos». Se podría decir que eso pasaría, porque el taxista y yo poseemos los mismos rasgos, y somos igual de bellos (no habría diferencia, jijiji).
Estaba súper contenta, había conseguido mi objetivo, pero lo mejor, pareciera ser, recién estaba por comenzar. Me encuentro en una tarde, en el centro comercial, a un exnovio mío, uno con el que había terminado en buenos términos. Es un chico bien guapo, como Hernán Drago, y seguía tan bueno como antes. También lo invité a hacer sonar mi cama (esa es la ventaja de terminar en buenos términos con los exnovios guapos, chicas). A éste lo conocía bien, sabía que no poseía ninguna ets, estaba bien cuidado. Aproveché para hacerle una buena mamada. Con mi esposo todos los petes eran con profiláctico (si o si porque no iba a contagiarme de herpes en los labios), por lo que iban acompañados de gusto a daikiri de fresa, de durazno, mojito… no parecía que estuviera chupando un pene, sino un caramelo, pero en esta ocasión estaba disfrutando a pleno del sabor natural.
Por último, porque en mi caso el cuarto es la vencida, tenía planeado hacerlo con el novio de una amiga. Es un chico que, descaradamente, me tiraba los perros. No era raro encontrar su like en mis fotos más sexys de instagram (fotos que, por cierto, me las tomaba mi marido). Lo delaté a mi amiga en la primera oportunidad, pero ella en vez de tomar cartas en el asunto, me empezó a delirar con que «yo soy una agrandada, y que siempre quiero ser el centro de atención…». ¡Qué fastidio!, una actúa con códigos y esta “amiga” lo toma como que fue con soberbia de mi parte… no entiendo. Al final quedó algo arreglado el asunto con ella, pero ya no la estimaba mucho. Para colmo, su novio me seguía tirando los perros por mensajes de Instagram.
En una de esas, decidí seguirle el juego al cabrón este. Lo calenté por mensajes, todo lo necesario, hasta tenerlo de rodillas besándome los pies. Borraba todos los mensajes luego, cosa que mi pareja no los viera (ojos que no ven…), no era de revisar mi celular pero nunca se sabe cuando, un día cualquiera, se le ocurra hacerlo. El mujeriego novio de mi “amiga”, procedería con cuidado para que no se enterara de nada ella, porque si no lo fajaba. A pesar de lo pajero que es, eso no le quitaba lo guapo, me lo iba a garchar de bronca, por culpa de la zorra de su novia.
Este último sí que me lo hizo con ganas, y varias veces encima. Toda la leche acumulada que tenía por mí me la expulsó todita, hasta llenarme por completo. Qué rico que se sentía coger con un ritmo intenso, sin que se interrumpa para acomodar el preservativo, como pasaba con mi pareja.
El “spa de placer” que me di esos meses no tiene precio. Mi esposo jamás se enteró de estas aventuras, el sigue creyendo que mi bendición es del chico al que observó, como un baboso, ese día.
Para que lo sepan, yo sí lo amaba enteramente a mi marido, jamás le había sido infiel, a otros novios sí pero a él no. Fue esa actitud tan descarada suya la que me hizo cambiar de actitud. Él quiere a una mujer bien zorra, que la complazca por completo, pero cuando la “zorra” tiene algo de libertad, se pone controlador y moralista, ¿por qué no se pone de acuerdo con su goce? Claramente me demostró que se excita viendo coger a su mujer con otro, pero jamás lo va a admitir porque prefiere conservar esa “pseudo-hombría” suya.
Bueno eso es todo, espero que se hayan calentado tanto leyéndome, como yo al recordar a los cuatro cuernos de mi esposo. Bye.
FIN
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Para los que quieran saber más sobre este relato, les comento que está basado en otro llamado "Confesión: Mi esposa embarazada de un conocido" de Gab8. En la sección de comentarios, un usuario le dejó un mensaje intenso y cargado de morbo, que fue el disparador del relato que acabaron de leer.