Solía estar bajo la sombrilla, en una playa de arenas blancas donde el océano, no solo bañaba sus costas la extensión de esas playas, me disponía sobre la manta color roja, boca abajo y soltaba los breteles de mi bañador, para que los pezones recibieran esas olas espumosas que me alcanzaban repentinamente.
Todas las mañanas un turista francés, negro como el mismo ébano, alquilaba las sillas que estaban detrás de mí en ese hotel, donde me hospedada cada verano, era delgado, pero con músculos posibles de distinguir, lo mas llamativo de él eran sus manos, tenía tres anillos en cada una de ellas, y cada uno de ellos eran de diferentes piedras, yo me llenaba de curiosidad y buscaba en mi mente alguna excusa para que esas manos estuvieran mas cerca de lo que comúnmente estaban.
Su nombre era Andrea, en Francia es un nombre de varón, y realmente le quedaba pintado, me acerque a la recepción y pregunte por este turista, la administradora se ríe y me comenta que es un empresario que tenía algunos gustos raros, entonces le pregunto de qué estaba hablando, y me dice que un día entro a su habitación y vio un maletín repleto de fotografías de pies de mujeres, y que le pareció tan extraño que se rio y no le dio mas que esa importancia.
Volví a mi habitación y pedí un servicio al cuarto de belleza de pies y me dispuse a llamar la atención de ese moreno tan llamativo que cada verano compartía el mismo destino que yo en esas playas tan intensas como excitantes.
Le pedí a la profesional que me pintara cada uña de colores diferentes en tonos pasteles y que colocara tres anillos pequeños en cada pie, quedaron realmente preciosos, casi como un sueño hecho realidad para un fetichista de pies.
Al otro día me desperté excitada, me coloque una bikini blanca para que las olas hagan lo suyo dejando entre ver mis pezones rosas con un gran lunar negro, lunar que enloquece a cualquier mortal sobre la tierra…
Él estaba allí, y me coloco frente a sus ojos adentrándome en las aguas transparentes del océano, dejando que la fuerza del mar me arrebate la parte superior del bañador y que los pechos asomen casi tímidamente.
El miraba mis pies, no le quitaba los ojos de encima, me acerco, lo miro y lo saludo, él me hace un gesto con sus hombros, los sube y baja la mirada a mis pies…
Le muestro la crema humectante y le pido si podía ponérmela en el cuerpo, y me acuesto boca arriba dejando mis pies sobre el camastro donde él estaba sentado.
Me coloco crema en las manos y le pongo crema en las manos de él, no hablaba castellano, y era de muy pocas palabras, me mira a los ojos, nos sonreímos, y yo comienzo a ponerme crema en la cara, hombros, y en los pechos, rodeaba mis pezones con la crema y suavemente los presionaba para que se pongan erguidos y que esa estimulación logre humedecerme tanto, para que ese turista pueda apreciar el aroma de mi vulva ardiente.
El empezó a tocar mis pies, podría ver como su bañador cobraba forma diferente y su miembro endurecía, notaba que el tronco del pene se diferenciaba naturalmente de la cabeza, y los huevos eran la base perfecta de toda esa humanidad.
Acariciaba dedo por dedo, se detenía en las uñas y parecía masturbarme los pies, si literalmente los tocaba como si fuera un pequeño clítoris cada dedo de mis pies.
Los separaba, los acariciaba, los llenaba de crema, y acercaba muy lentamente mis talones a su bulto encarnado en ese bañador azul que ajustaba cada vez más ese pene jugoso que imaginaba sobre mis labios, los dela boca y los de mi concha mojada…
Mire a mi alrededor, no había gente cerca, y mientras yo me ponía crema en los abdominales, pensé en bajar mis manos a mi concha y tocarme allí mismo, lo hice, el me miraba y tocaba mis dedos, yo acariciaba mi clítoris como el acariciaba la punta de los dedos, hacia exactamente lo mismo que él hacía en mis pies, ya asomaba la cabeza de la Berga por el borde del bañador, y simplemente con uno de mis pies comencé a tocar esa punta brillante y jugosa, las venas de esa gran pija negra eran asombrosas, recorría con mi pie derecho toda esa extensión de pija gorda y el seguía masturbándome los pies, corrí mi bikini y le mostraba mi vulva mojada y metía mis dedos de a dos y el dejo toda su pija afuera, entendí que ese era el juego.
En el bolso tenia plátanos verdes, saque uno y con la leche de mi concha empecé a meter la fruta en mi sexo, entraba muy lentamente, mi pie derecho seguía tocándole los huevos a él y el seguía con sus manos tocándome el pie izquierdo…
Los dos jadeábamos lento y suave, él toma el plátano y me pajea suavemente, me acerco y tomo su pija muy dura, nos masturbábamos y no dejaba de tocar mi pie, apoyo mis pies en sus huevos y los froto, con ellos soy muy activa, al ser bailarina manejo los pies perfectamente, la pija quedaba dentro del hueco que formaban mis pies juntos, él estaba excitadísimo y yo acababa plenamente, sus manos metían la fruta profundamente y sus dedos los introducía en mi culo, notaba que la leche de sus huevos estaba por salir con la fuerza de esas olas que parecían estar en sintonía con esa gran cogida de la playa, él me toma de las caderas mete el plátano completamente en mi concha y aprieta con su mano derecha mis pies contra sus huevos salta la leche sobre mis dedos y su mano pajea su verga y mis pies…
Los dos estábamos totalmente empapados y calientes, quedamos sobre las sillas, le tomo la mano, la lamo integra, me tomo esa leche blanca y el besa mis pies, nos levantamos y nos metimos al mar juntos, jugamos y nos reímos toda la tarde y sabíamos que ese era el comienzo de una relación caliente entre mis pies y su pija negra…