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La novia de mi amigo me encuentra en la ducha
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Mi nombre es Emiliano. Vivo con Matías hace tres años. Ambos vinimos a Buenos Aires a estudiar en la Universidad, y nos conocimos en el cumpleaños de una amiga en común. Los dos buscábamos compañero de vivienda para poder dividir gastos, y como nos llevamos muy bien desde el comienzo, decidimos mudarnos juntos.

La convivencia fue siempre muy buena, cada uno tiene su habitación y su espacio, y a medida que fue pasando el tiempo nos hicimos muy amigos.

Desde el primer momento establecimos ciertas reglas para poder vivir en paz. Una de ellas tenía que ver con avisar al otro antes de llevar a alguna chica a la casa, para no invadir la privacidad del otro o incomodarlo.

A los dos nos va muy bien con las mujeres. Somos deportistas, por lo que tenemos un cuerpo atlético. De cara somos bastante promedio, pero con todas las facciones armónicas. En términos generales no somos muy distintos. Los dos somos castaños y llevamos el pelo corto y cuidado. Tenemos los mismos gustos de ropa, y los dos somos bastante esbeltos, aunque yo soy un poco más alto y más musculoso. A donde vayamos siempre hay alguien que nos pregunta si somos hermanos, y más de una vez hemos dicho que sí he inventado alguna historia para divertirnos a costa del interlocutor.

Con Mati solíamos salir todos los fines de semana, a veces con otros amigos que nos habíamos hecho en la universidad y a veces sólo nosotros. Hablábamos con chicas, tomábamos, nos divertíamos, y generalmente nos íbamos para el departamento con dos mujeres y cada uno se llevaba a la suya al cuarto para pasar la noche. Incluso alguna vez hemos hecho tríos y hasta orgías con varias mujeres.

Hacía un tiempo que nuestras salidas de levante habían dejado de suceder porque Mati se puso de novio con una chica que conoció en el trabajo. Se llamaba Agustina y me caía mal. No la conocía mucho, pero era la persona que me había robado a mi amigo, así que no hacía falta que la conociera para guardarle rencor.

Comenzaron a verse muy seguido, Mati la llevaba constantemente al departamento y se encerraban durante horas en sesiones intensivas de sexo. Yo los escuchaba y me calentaba. Agustina gritaba como perra, gozaba, y eso me la ponía durísima. Más de una vez me había masturbado escuchándolos, ya que muchas veces no me quedaba más opción que quedarme en casa por no tener compañía para ir de fiesta.

Una tarde llegué temprano de trabajar y decidí tomar una ducha. Había tenido un día muy estresante y ansiaba relajarme bajo el agua caliente. Matías volvería tarde, ya que tenía la despedida de un compañero de trabajo que había renunciado, por lo que yo estaría solo y tranquilo hasta su vuelta.

Me desvestí en la habitación, fui al baño y abrí la ducha. Esperé que el agua calentara y me metí dentro, mientras mi cabeza maquinaba acerca de la larga jornada. Estaba tan sumido en mis pensamientos, que no escuché cuando se abrió la puerta del departamento. Era Agustina, que tenía llaves y que aparentemente no recordaba que su novio tenía planes luego del trabajo. Ella escuchó la ducha y vio la puerta del baño abierta, y como yo no solía estar en casa tan temprano, asumió que era Mati quien estaba allí.

Entró al baño sigilosamente, planeando darle una sorpresa a su novio, mientras se bajaba las tiras del vestido para dejarlo caer al piso.

– Me invitás…? – dijo mientras corría la cortina de la ducha con una sonrisa provocadora.

Yo me sobresalté porque no la había escuchado entrar, y al darme vuelta la vi allí, sin su vestido, con un conjunto de encaje violeta. Sus redondos pechos sobresalían y no pude evitar una media sonrisa.

Agustina se quedó dura, no pudo decir nada. Pero vi como por un segundo sus ojos examinaron mi cuerpo de pies a cabeza.

– Perdón, Emi! Qué vergüenza! Pensé que era Mati… – dijo mientras levantaba su ropa y se tapaba nerviosa.

– No pasa nada, Agus… – dije

Ella fue hacia la puerta para salir del baño, pero antes de que la cerrara, la llamé.

– Agus… – dije, abriendo la cortina para mirarla.

Agustina me miró desconcertada.

– Claro que te invito – le dije seductor.

– Cómo?

– Acercate.

Pensé que no iba a hacerlo, pero lo hizo. Parado desnudo frente a ella mientras el agua corría, pasé mis brazos alrededor suyo y desabroché la parte superior de su conjunto por detrás. Nuestras caras estaban muy cerca y podíamos sentir el aliento del otro.

– Prefiero sin esto… – le dije

Ella me miraba fijo pero no se corría de allí. Yo le gustaba, pero era el amigo de su novio.

– Emiliano… – me dijo sosteniendo mis manos con delicadeza para que dejara de quitar su prenda.

– Sólo si querés. Es una invitación… Pero me gustaría que entraras.

No me reconocía haciendo eso. Nunca creí que pudiera hacerle eso a mi amigo. Pero la vi ahí, tan linda, morocha, con ese cuerpo hermoso… Me había encontrado en la ducha y yo había recordado todas las veces que los había escuchado tener sexo en mi soledad, y tenía muchas ganas de cogerla. De escuchar nuevamente sus gritos pero esta vez causados por mí.

Ella me miró a los ojos durante unos instantes como tratando de leerlos, todavía con su mano sobre la mía en sus breteles. Luego de unos segundos que parecieron una eternidad, ella sin decir nada guio mi mano para que los bajara.

Estábamos frente a frente, yo dentro de la bañera y ella todavía fuera. Su corpiño cayó a sus pies, y la miré de arriba a abajo. Nunca había visto su cuerpo de esa manera, y me encantaba lo que veía. Tenía unas piernas largas, un piercing en el ombligo y unas tetas medianas, proporcionales a su cuerpo delgado. Al liberar sus pechos vi que tenía piercings en los pezones también, lo cual me encantaba. Acaricié lentamente su cuello, bajando por su pecho y llegando a sus tetas. Toqué con la yema de mis dedos sus pezones y vi cómo el vello de su cuello se erizaba.

Agus quitó su pequeña tanga, la dejó con el resto de la ropa y entró en la bañera. Acercándose a mí bajo la caída del agua caliente, tomó con su mano mi nuca y me besó con lujuria. Pegó su cuerpo desnudo al mío, y mi verga que ya estaba excitada, comenzó a ponerse más y más dura. Sin dejar de besarme Agus tomó mi miembro y comenzó a masturbarme. Con su otra mano bajaba muy lentamente por mi cuerpo, acariciando mi espalda, mi abdomen.

Yo veía cómo el agua caía en su cabeza, empapando su pelo, su cuello, sus pechos. Comencé a acariciarlos, a apretarlos, a pellizcar sus pezones con los aros. Me encantaba cómo me tocaba. Yo bajaba las manos desde sus pechos a su cintura, pasando luego por su cadera, y finalizando en su culo donde me detuve un rato. Era redondo, no muy grande, pero ejercitado. Me saqué las ganas de apretarlo, acariciarlo, y hasta nalguearlo suavemente.

– Me encanta todo – le dije

– No hables y disfrutame – me respondió.

Yo ya había llevado mi mano a su sexo mojado, y la tocaba mientras besaba su cuello, sus hombros, su pecho, sus tetas. Me detuve nuevamente en sus pezones y escuchaba su respiración agitada bien cerca de mi oído. Ella se apoyó contra la pared y subió una pierna pisando sobre el borde de la bañera, para darme más lugar a tocarla. Yo noté que le gustaba lo que estaba haciendo, así que aumenté el ritmo y ella comenzó a gemir cada vez más fuerte. Me arrodillé frente a ella y metí mi cara en su entrepierna, comenzando a comer todo su sexo. El agua caía sobre mi espalda y sobre su pecho. El sonido ahogaba un poco los gritos de Agus que cada vez eran más fuertes. Acompañaba los movimientos de mi lengua con mis dedos y ella se retorcía, empapada de agua y de sus fluidos, mientras yo la saboreaba. El agua seguía corriendo sobre nosotros y que nos disculpe el planeta, pero a ninguno parecía importarle.

Agustina comenzó a gritar más y más fuerte, y yo cada vez movía mi lengua y mis dedos con más ritmo.

– Me voy a venir, Emi – dijo tomando con fuerza mi cabello.

A mi me enloquecía escucharla decir mi nombre mientras gozaba. Cuántas veces me había imaginado que quien la cogía del otro lado de la pared era yo.

Yo la miraba a los ojos mientras movía mi lengua con destreza y rapidez, buscando su orgasmo. Leí en sus movimientos y sus jadeos que estaba por llegar, y ella emitió un grito ahogado y se vino en mi boca. Yo continué chupando hasta que cesaron sus espasmos y sus gemidos disminuyeron, y luego me paré quedando frente a ella de nuevo.

– Qué bien lo hacés – me dijo agitada mientras bajaba su pierna del borde y me besaba en los labios.

Se agachó bajo el agua y comenzó a chupar mi pija con desenfreno. Yo gemía como loco y pensaba qué pasaría si entraba Matías y nosotros estábamos allí, gimiendo y con la puerta del baño abierta. Sería el fin de todo. Eso no me importó, más bien me excitó. Agustina hacía garganta profunda hasta la arcada, y yo ayudaba con el vaivén empujando mi verga dentro de ella una y otra vez. Sentía que estaba por explotar pero no quería hacerlo todavía. La tomé del pelo y tiré, haciéndola frenar.

– Pará, pará. Te quiero garchar. Parate. – le dije

Ella me miró a los ojos, con restos de mi líquido preseminal en su boca. Pasó la lengua por sus labios mientras me sonreía, y se apoyó contra la pared ofreciéndome su culo.

– No quiero hijos tuyos, así que dame por el culo.

Mis ojos destellaron. Me agaché sobre ella y le lamí el agujero con hambre. Ella gemía y yo estirándome un poco fuera de la bañera tomé un lubricante que guardábamos en el cajón, ya que con el agua sería difícil penetrarla en seco. Ella levantó sus atributos y yo dejé caer un gran chorro del gel en su ano. Metí un dedo y luego dos lentamente. Miré su cara mientras ella la tenía apoyada en la pared de costado, con la boca abierta mientras gemía, y los ojos entrecerrados. Comencé a penetrarla con mis dedos con más velocidad, no costaba demasiado pero quería abrirle bien ese agujero antes de meter mi verga. Con la mano que me sobraba me masturbaba viéndola disfrutar.

– Rompeme el culo de una vez, Emiliano – me pidió con urgencia.

Escucharla decir eso me puso la verga como una piedra. Me puse detrás de ella y empecé a meterle mi glande, despacio pero con determinación. Ella emitía un grito de placer, cada vez más alto a medida que mi pija iba entrando en su interior. Finalmente entró toda y la tomé de la cintura, dejándole todo mi miembro dentro de ella por unos segundos. Ella gimió profundamente y comenzó a estimularse el clítoris.

– Me vas a matar. No sabés las ganas que tenía de sentirte adentro. – me dijo

Allí comencé a embestirla, aumentando la velocidad progresivamente, guiándome por sus gritos de placer absoluto, viendo su mano desesperada estimulándose.

– Dame tu mano – me dijo

Estiré mi mano izquierda y ella la llevó hacia su cuello.

– Quiero que me ahorques fuerte mientras me das por el culo.

Me volvía loco que me diera esas órdenes. Por supuesto que obedecí. Con mi mano izquierda apretaba con fuerza su cuello por delante, y con la derecha le daba fuertes nalgadas, que por sus fuertes gemidos notaba que le fascinaban como a mí. Todo esto mientras mi pene lubricado entraba y salía sin dificultad de su culo, con desenfreno. Sentí ese calor en mi verga que me indicó que me estaba por venir.

– Cómo me vas a hacer venir, Agustina – le dije

– Llename todo el culo de leche.

Al decirme eso la embestí con fuerza algunas veces más, y con un grito fuerte y ahogado me vine dentro suyo. Cuando quité mi pene vi la leche rebalsando y apreté sus dos nalgas para ver cómo todo el semen salía para afuera y el agua de la ducha lo limpiaba. Esa imagen me iba a dar unas cuantas futuras pajas.

Ella se dio vuelta de frente a mí, apoyó su espalda en la pared bajo el agua y continuó tocándose.

– Quiero venirme de nuevo y quiero que vos me mires hacerlo. Quiero que cuando estés solo en tu habitación pienses en esto y te toques pensando en mí.

Yo no respondí, sólo la contemplé. Ella se tocó y se tocó, con los ojos cerrados, gimiendo, concentrada en su placer.

Justo en ese momento escuchamos la puerta, había llegado Matías. Mi cara fue de pánico, pero a ella pareció excitarla porque siguió masturbándose. Yo saqué una pierna de la ducha para alcanzar a cerrar la puerta.

– Hola, Emi. – dijo Mati desde el living

– Hola, Mati – respondí tratando de sonar normal.

– No pasó Agus por acá? Me dijo que iba a venir.

Agus seguía masturbándose y sonreía mientras escuchaba.

– No, no la vi – le dije sin saber cómo íbamos a salir de ahí sin que él se enterara.

Yo había vuelto a la ducha y Agustina se seguía tocando para mí. La adrenalina de saber que su novio estaba afuera y ella ahí conmigo, nos excitaba mucho a los dos. Yo sentía cómo mi pene recobraba fuerza, y ella se frotaba el clítoris cada vez con más fuerza, jadeando, tratando de ahogar los gritos, hasta que finalmente estalló en un orgasmo espectacular. Claro que iba a pensar en eso cuando ella no estuviera…

Respiró unos segundos y mirándome a los ojos me preguntó:

– Y ahora? Qué hacemos?

– No sé…

Cerré la ducha y le hice un gesto de que hiciera silencio. Abrí un poco la puerta y escuché ruidos desde la cocina.

– Agarrá tu ropa y metete en mi habitación. Mati está en la cocina. Rápido.

Ella tomó toda la ropa y cruzó corriendo el pasillo, dejando agua por todos lados. Yo me puse una toalla y cuando salí del baño estaba Mati.

– Voy a cocinar algo, vos querés?

– No gracias, Mati. Me duele un poco la cabeza, me voy a acostar un rato.

– Uh, bueno. Mejorate.

Me metí al cuarto, y estaba Agus todavía desnuda y mojada acostada en mi cama, acariciando su sexo y mirándome a la cara, como un llamado. Cerré la puerta y dejé caer la toalla al piso. Mi pene estaba erecto de nuevo.

– Mirá lo que hacés conmigo – le dije y eché una mirada a mi verga como señalándola.

– Quiero ver lo que vos hacés conmigo. Traé un preservativo y cogeme de una vez.

Agarré uno que tenía en el cajón y me lo puse con delicadeza. Me recosté encima de ella y la penetré. Ella emitió un gemido y yo puse mi mano sobre su boca. La penetré con lujuria. Tomé sus piernas, las acomodé en mis hombros y aceleré mis embestidas. Las gotas de agua y de sudor se mezclaban, los dos tratábamos de no hacer ruido para que su novio no nos escuchara. Luego de un rato de penetrarla ella bajó sus piernas de mis hombros y me empujó sobre la cama, subiéndose sobre mí. Comenzó a cabalgarme mientras sus hermosos pechos perforados rebotaban frente a mis ojos. Ella jadeaba a más no poder y yo comencé a acelerar su ritmo tomándola de la cintura y moviendo mi pelvis con fuerza hacia arriba, una y otra vez. Ella volvía a tocar su clítoris mientras yo la penetraba.

– Te vas a venir de nuevo para mí? – le pregunté.

Ella no respondió y continuó subiendo y bajando sobre mí mientras se tocaba, hasta que ahogó un intenso gemido y sentí nuevamente su sexo palpitar. Yo continué embistiéndola con fuerza desde abajo, clavando mis dedos con fuerza en su culo. Le di durísimo durante un rato hasta que sentí que iba a eyacular nuevamente. Traté de controlar mi profundo gemido, y acabé.

Agus se inclinó sobre mí y me besó brevemente pero con pasión.

– Qué bien me la hiciste pasar. Me gustaría que tuviéramos más tiempo. – dijo.

– Por qué se siente tan bien si está tan mal?

Ella sonrió y despacio se quitó de encima mío, cuidando de que el preservativo quedara puesto. Yo me lo saqué, lo até y lo tiré al tacho de basura.

Nos vestimos y me fui a la cocina para ver si Mati estaba ahí. No estaba, seguramente estaría en su cuarto. Le hice una seña a Agus para que saliera y le abrí la puerta del departamento. Ella salió y se puso frente a mí. Me besó con ganas. Yo le devolví el beso apasionadamente tomándola de la cintura y atrayéndola hacia mí, pero de repente escuchamos pasos acercándose. Nos separamos rápidamente y un segundo después apareció Matías.

– Amor! Pensé que venías más temprano.

– Sí, perdón, llegué tarde porque pasé por casa a ducharme – dijo velozmente para justificar su cabello mojado, y entró al departamento nuevamente.

Yo me fui a la habitación otra vez, mientras veía como la pareja feliz se internaba en el cuarto de mi amigo. ¿Irían a tener sexo? ¿Iba a meter su verga donde acababa de meterla yo? Mientras pensaba en eso me quedé dormido.

A la mañana siguiente me los encontré en la mesa desayunando. Saludé y me senté a tomar un café. Mati terminó y al tirar los restos del desayuno al tacho, vio que la bolsa estaba llena. La cerró y la puso junto a la puerta.

– Emi, puedo sacar la basura de tu cuarto? Así ahora cuando bajo saco todas las bolsas.

– Claro, pasá. – dije y vi como los ojos de Agus se abrían como platos.

Inmediatamente recordé el preservativo. Matí volvió con la bolsa riéndose.

– Veo que alguien estuvo disfrutando en mi ausencia… – dijo divertido.

Yo me reí nervioso, y no dije más. Me sorprendía que no hubiera sospechado nada con todos los indicios que habíamos dado. Quizás él me consideraba mejor amigo de lo que en realidad era.

Con Agus continuamos cruzándonos cuando visitaba a Mati y aunque siempre nos miramos con deseo y complicidad, nunca hemos vuelto a coincidir solos. Por ahora…

[email protected] // instagram: damecandelarelatos

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