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Secreto entre amigas: no hay vuelta atrás
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Mi nombre es Celeste. Maira es mi mejor amiga desde el jardín de infantes. Desde pequeñas compartimos absolutamente todo, hasta el día de hoy que tenemos 19 años. A medida que fuimos creciendo empezó a existir una tensión, pero nunca se la adjudicamos a nada sexual, sino al gran amor que nos tenemos la una por la otra.

Sin embargo, más de una vez borrachas en algún bar nos hemos besado, bromeando, pero nunca ha pasado de allí. Siempre ha sido un juego.

Las dos hemos salido siempre con hombres y hablamos de ellos todo el tiempo. Maira, por ejemplo, está de novia con Bautista, uno de los chicos de nuestra secundaria.

Un día habíamos salido a una discoteca con un grupo de amigos y habíamos tomado mucho. Las dos bailábamos descontroladamente, sensuales, mientras varios de los hombres que estaban con nosotras nos miraban de arriba a abajo, queriendo comernos.

Nosotras reíamos y disfrutábamos de sentirnos deseadas, meneábamos nuestros culos bajo nuestros cortos y apretados vestidos, que al agacharnos dejaban ver nuestras nalgas.

Ya eran las 5 de la mañana cuando decidimos irnos. Habíamos acordado previamente que yo me quedaría a dormir en la casa de Maira para no volver hasta mi casa que quedaba bastante más lejos. Ella vivía con sus padres y su hermano, un año menor, que dormía en la habitación de al lado. Todos me conocían desde pequeña y me adoraban, por lo que nunca era un problema que yo me quedara allí, me trataban como si fuera una hija más.

Salimos de la discoteca y borrachas como estábamos, paramos un taxi. Nos subimos en la parte trasera, y le indicamos la dirección.

Estábamos cansadas e íbamos calladas, pero de repente mi amiga posó su mano en mi muslo y la dejó allí. No era nada muy raro entre nosotras, hasta que comenzó a acariciar mi pierna despacio, moviendo suavemente su mano, y yo sentí cómo me comenzaba a excitar un poco.

No reaccioné. Pensé que quizás me estaba confundiendo, que tal vez estaba muy borracha, pero Maira lentamente comenzó a meter su mano por debajo de mi vestido, tocando mi tanga pequeña de encaje ya mojada, suavemente. Sonrió al sentir su humedad, y continuó tocándome. Yo abrí un poco mis piernas, disfrutando de las caricias de mi amiga, escuchando cómo mi respiración se aceleraba mientras yo recostaba la cabeza con los ojos entrecerrados.

Pensaba que probablemente el taxista se hubiera dado cuenta de la situación y estuviera excitado presenciando esa escena, y eso me calentaba aún más.

Mi amiga corrió mi tanga hacia un costado, y me metió dos dedos. Los metía y los sacaba con delicadeza de mi vagina lubricada, mirándome de reojo para ver cómo gozaba yo.

De repente vi cómo con la otra mano se tocaba ella misma por debajo de su vestido. Eso me volvía loca. Siguió masturbándonos a la vez hasta que yo sentí que estaba por venirme, por lo que tomé su mano y comencé a marcarle el ritmo en el que quería que me tocara. Ella obedeció y finalmente alcancé un hermoso orgasmo, emitiendo un leve gemido que hizo que el taxista mirara por el espejo retrovisor pero no dijera nada.

Justo luego de eso, llegamos a destino. El taxista nos cobró y bajamos en la casa de Maira.

Al cerrar la puerta comenzamos a besarnos apasionadamente en el pasillo, nuestras lenguas se movían desesperadas, nuestras manos apretaban los pechos de la otra, habíamos desatado un monstruo que nunca hubiéramos imaginado. Y ahora sólo queríamos cogernos.

De repente escuchamos un ruido que provenía de la cocina, así que nos acomodamos un poco la ropa y entramos. Era Marta, la mamá de Maira, que se había despertado al escuchar la puerta.

– Hola, chicas. Cómo la pasaron?

– Muy bien, Marta. Aunque estamos bastante cansadas. – respondí

– Bailaron mucho, me imagino. – dijo riendo

– Si ma, nos vamos a acostar. – dijo mi amiga dándole un beso a su madre

Nos fuimos a la habitación de Maira, y al cerrar la puerta tomé a mi amiga y la tiré sobre la cama.

Justo sonó su celular. Era su novio, nuestro amigo, queriendo confirmar que habíamos llegado bien.

Ella atendió y mientras le respondía yo le quitaba el vestido y la besaba por el cuello, el pecho, sus hermosas tetas, succionando sus pezones… Ella hizo un esfuerzo por responderle serena a Bautista, y cortó la llamada.

Quité su vestido y lo tiré al piso, así como su ropa interior.

Comencé a tocarla suavemente con mis dedos, como ella había hecho conmigo un rato antes en el taxi. Estaba empapada, muy excitada. Lentamente comencé a meter un dedo, observando su expresión de disfrute. Luego metí otro y aceleré el ritmo. Escuchaba su respiración frenética, y alternaba metiendo y sacando mis dedos de su cuerpo, acariciando su clítoris, sus labios vaginales…

Me encantaba ver a mi amiga gozar así. Sentía una adrenalina por todo mi cuerpo, sabiendo que su familia estaba en la casa, sabiendo que nadie sospecharía jamás que podríamos estar haciendo lo que hacíamos, sabiendo que era la primera vez de ambas con una mujer, y que encima era mi amiga de toda la vida.

Mientras Maira disfrutaba, saqué mis dedos de su interior y mirándola a la cara los metí en mi boca. Los lamí limpiándolos de sus fluidos, y luego metí mi cara entre sus piernas y comencé a chupar todo su sexo. Ella empezó a gemir más fuerte, tratando de evitar ser escuchada. Nunca le había hecho sexo oral a una mujer, pero sabía bien lo que me gustaba que me hicieran, así que lo apliqué. Y evidentemente tuve bastante éxito.

Pasé la lengua lentamente, primero por sus labios, luego su entrada vaginal, su clítoris. Aumenté la intensidad, guiándome por sus gemidos y sus caras, insistiendo donde notaba que le gustaba, acompañando con mis dedos… Luego comencé a penetrarla con mi lengua, mientras estimulaba su clítoris. Estuve un rato oyendo su placer, sintiendo cómo mi entrepierna chorreaba, hasta que la oí hablar luego de un largo rato sin palabras:

– Me vas a hacer venir

Al escuchar esas palabras mágicas intensifiqué mis movimientos, hasta que vi sus contorsiones y sentí sus espasmos en mi lengua. Mi amiga se acababa de venir en mi boca, y eso me excitó más que cualquier otra cosa que hubiera vivido antes.

Maira quedó exhausta tirada en la cama y me acosté a su lado, todavía vestida.

– Nunca creí que me pondrías a gozar así – dijo

– Acabamos de arruinar 15 años de amistad?

– Yo creo que sólo están mejorando… – dijo y comenzó a quitarme el vestido

– Ah, veo que no hemos terminado.

– Ni cerca

Me desnudó y volvió a tocarme mientras se estiraba hasta el cajón de su mesa de luz. De allí trajo unas esposas de plástico, un vibrador, un dildo y un frasco de lubricante.

Mis ojos se abrieron incrédulos, y ella rio.

– Me voy a divertir contigo un rato antes de dormir, mi amiga

Me indicó que me pusiera boca abajo en la cama, y yo obedecí. Ató mis muñecas con las esposas a los barrotes de su cama. Yo quedé con mi firme culo hacia arriba, a merced de mi amiga, y eso me ponía al cien.

Ella comenzó devolviéndome la lamida en mi sexo mientras me masturbaba lentamente. Yo sentía su respiración en mi culo y eso aumentaba mi excitación. Luego de un rato, cuando yo sentía que estaba dejando un charco de fluidos en su cama, escuché que encendió el vibrador. Comenzó pasándolo por mi cuello, mi nuca, mis brazos estirados, mi espalda, el costado de mis pechos, mi cintura, hasta llegar a mis caderas y nalgas. Por cada lugar que ella pasaba yo sentía un escalofrío.

– Levanta el culo – me dijo

Yo hice caso y elevé mi culo, dejando el resto de mi cuerpo contra la cama. Maira empezó a estimularme con el vibrador, pasándolo por mi clítoris, jugando con la entrada de mi vagina. Yo sentía que no podía más. Hacía mucho que no me sentía tan caliente con nadie. Ella jugó un rato que me pareció eterno, buscando hacerme sufrir de desesperación.

Yo estaba empapada y ella pasaba la lengua por mi sexo, como secándome los fluidos, pero logrando únicamente que me excitara más. Cuando no aguanté más su juego con el vibrador le dije:

– Mételo. Por favor. Mételo.

Ella lo acomodó en la entrada de mi vagina y lo dejó allí unos segundos, mientras yo enloquecía. Lo comenzó a meter muy lentamente. Yo me movía con la cara pegada a la sábana, gimiendo, gozando. Comenzó a penetrarme cada vez con más ritmo. Yo gemía pegada a la almohada, tratando de ahogar los gritos.

Pensaba que el hermano de Maira estaría del otro lado escuchando, masturbándose pensando en su hermana teniendo sexo con su amiga, y eso me llevaba a las nubes.

Maira me penetraba y yo gozaba más que con cualquier verga que hubiera conocido.

– No pares, te lo ruego. No pares.

Me penetró un rato más y cuando estaba cerca del orgasmo frenó.

– Todavía no quiero que te vengas – me dijo

Abrió el frasco de lubricante y tiró una buena cantidad entre mis nalgas, llenando mi ano de una buena cantidad de producto. Yo ya veía venir lo que iba a suceder. Me asustaba un poco, pero más me prendía.

Empezó a acariciar mi ano con un dedo, lo estimuló lentamente, hasta que lo metió con delicadeza en mi interior. Yo sentía que veía las estrellas de placer, cada vez más. Luego de moverlo un rato comenzó a meter el segundo dedo, a penetrarme con ellos, a meterlos y sacarlos.

– Vienes bien? – me dijo

– Mejor imposible – dije con la respiración entrecortada

Me abrió bastante el culo con sus dedos, hasta que agarró el dildo negro que había dejado sobre la cama y me lo metió muy despacio en su lugar. Yo gemía sonoramente, ya no me importaba mucho si me oían, aunque todavía tapaba mi boca con la almohada. Ella comenzó a penetrarme cada vez con más velocidad, y yo realmente me sentía en el cielo.

– Por favor no pares

Maira seguía, y encendiendo el vibrador comenzó a estimular mi clítoris, metiéndolo luego en mi vagina. Mi amiga me estaba haciendo doble penetración con una destreza que nunca hubiera imaginado.

– Ahhh, Dios, sí, sigue. No pares. Me voy a venir como nunca.

– Quiero ver cómo te vienes – dijo y siguió penetrándome por ambos agujeros, con los movimientos exactos que mi cuerpo precisaba

De repente sentí que el placer aumentaba y aumentaba, y sentí el orgasmo venir, con más intensidad que antes, como un tsunami sobre mi cuerpo.

– Me vengo, Maira – dije casi en un grito

Finalmente tuve uno de los mejores orgasmos de mi vida (por no decir el mejor). Dejé un charco de líquido en la cama de mi amiga. No podía entender cómo me había perdido de eso tanto tiempo.

Caí rendida, con los brazos en alto todavía ya que estaban inmovilizados con las esposas. Ella se acostó encima de mí y con su cara en mi cuello me susurró:

– Creo que no hay vuelta atrás, Celes. Ya no me imagino nuestra amistad sin orgasmos. – y luego me dio un beso en el cuello

No respondí y unos instantes después Maira me desató. Nos besamos, sabiendo que esa noche se repetiría muy frecuentemente sin que nadie se enterara. Sería nuestro gran secreto. Nos pusimos un pijama y dormimos bien pegadas.

No hace falta contar lo que hicimos cuando nos despertamos, ya sobrias y sin alcohol en sangre al que culpar.

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