Lluvia, lluvia y más lluvia…
Recién leí de sequía en el mundo y al parecer por este rumbo no se habían enterado, a buena hora elegí manejar cuando pude haber tomado el vuelo…
Al menos la vía se encontraba despejada y el par de golpes que había dado a mis neumáticos me respondieron el porque de ello.
Casi al llegar a la intersección, y sin señalamientos de por medio, pude ver un auto que se encontraba detenido al finalizar una curva; mi acción refleja fue pisar el freno esperando que la distancia fuera la suficiente para lograrlo. Por centímetros pude evitar el golpe, ¡menudo susto me llevé!
Instantes después, y luego de recuperar el aliento, bajé del auto; con enojo evidente avancé en dirección al conductor para reclamar su imprudencia, ¡a nada estuvo de presentarse un accidente por su culpa!
A un palmo de llegar a su costado bajó el cristal de su ventana…
-¡Por favor perdóneme!
Mi enojo disminuyó al instante, no pensé el encontrarme frente a una mujer con muestras claras de nerviosismo en un lugar tan alejado de todo.
-¿Te encuentras bien? –dije en un tono calmado –deberías mover tu auto porque puedes provocar un accidente.
-¡Es que solo se apagó y no quiere encender!, tengo algún tiempo intentando; ¿puede ayudarme a revisarlo?
-Aquí es peligroso –dije –quita velocidad y freno y lo movemos a un lado del camino.
-Si, gracias.
Después de mover su auto y regresar por el mío para aparcar a su lado me acerqué a su costado.
-Mira, no sé nada de mecánica y menos con esta lluvia encima, si gustas puedo llevarte al siguiente pueblo; si mal no recuerdo está a unos veinte minutos de aquí.
-Gracias, pero no quiero dejar mi auto.
-Como quieras, pero no creo que pase alguien por aquí en algún tiempo, suerte. –diciendo esto último, y dando vuelta para regresar, enfilé hacia mi auto.
-¡Espere por favor! –me gritó –si voy con usted.
Ya en el auto, y después de ofrecerle un paño, pude observarla con detenimiento; no mayor de 25 años, menuda de cuerpo y con un rostro hermoso bajo su frondoso cabello claro.
-Tome, gracias –dijo al entregarme el paño después de haber secado su rostro –me llamo Karen.
-Hola Karen, yo soy Arturo; mucho gusto.
-Y dime, ¿qué hacías por este rumbo tu sola?
-Voy a la casa de mis papás, no imaginé que me pasaría esto.
-Vamos entonces –dije avanzando –sirve que busco un lugar para cambiar mi ropa porque estoy hecho un asco.
-Discúlpeme, no era mi intención que se mojara.
-No es problema, traigo conmigo una muda de ropa; aunque por lo que veo te hace falta más a ti.
En ese momento tomó conciencia a mis palabras, tenía por vestimenta solo un corto vestido que, con el contacto del agua, se pegaba a su cuerpo mostrando lo que en teoría debería cubrir.
Pasé mi mano al asiento trasero tomando mi chaqueta, se la ofrecí sin decir algo.
-Gracias.
Avanzamos unos kilómetros cuando la lluvia se transformó en tormenta, los limpiadores apenas podían con la tarea de retirar el agua y la visibilidad era mínima; por prudencia aminoré la velocidad, unos metros adelante se vislumbró un paradero que posiblemente utilizaban los operadores de carga en su camino.
-No puedo continuar –se lo mencioné –será mejor resguardarnos en ese lugar al menos hasta que aminore la lluvia.
-¿Cree que tardemos mucho? –en su cara se veía la preocupación.
-No lo creo, pero puede servir para preguntar por una grúa o para que uses el teléfono y puedas llamar a tu casa –esto último la tranquilizó un poco.
-Es verdad, puede que sea lo mejor.
Una vez aparcado bajamos del auto y nos dirigimos al lugar, nada especial; un restaurante que hacía las veces de posada. Me acerqué a la barra, las respuestas a mis preguntas fueron que tendríamos que esperar al día siguiente; tanto por la tormenta como por la hora.
-Mira, voy a esperar que pase la tormenta para moverme de aquí; puedo llevarte una vez termine o puedes pasar la noche aquí, como tu decidas.
-No quiero dejar mi auto, pero tampoco quisiera quedarme –dijo angustiada –no me da confianza el lugar.
Pedía algo de comer y un par de tazas con café, al menos la espera no sería tan aburrida y podría tranquilizarla con un poco de plática.
-Voy a la ciudad a la boda de mi hermana –dije –se casa en un par de días.
-¿Me comentaste que vas a ver a tus padres?
Tomó su taza, bajó su mirada y comenzó a sollozar. Silencio incómodo.
-Discúlpame si dije algo inapropiado, no era mi intención molestar.
-No es su culpa –dijo después de un rato –si voy a ver a mis padres pero ellos no lo saben.
De nueva cuenta su mirada baja pero esta vez su llanto fue abundante y sonoro; me levante y me coloqué a su lado. Al parecer era lo que faltaba para desahogarse. Recargó su cabeza en mi hombro y por unos minutos solo su llanto, aparte del viejo televisor del fondo y el ruido de la lluvia, se escuchaba en el lugar.
-Discúlpeme –levantó la vista –ya no podía aguantar más.
-No sé qué es lo que te pase, pero créeme, todo tiene solución –dije tratando de consolarla.
-Esto no, no creo que la tenga.
-Te sorprenderías las veces que pensé lo mismo y mírame, aquí estoy.
-No creo que lo suyo sea como lo mío –dijo.
-Cuéntame entonces –esto último tomando mi taza y dando un sorbo a mi café –la lluvia no mengua y estaremos aquí un buen rato.
Dejó su taza y se cubrió la cara con sus manos, suspiro hondo y después de un rato dijo:
-Mi esposo me engañó, me lo dijo ayer. Tenía mis sospechas pero no fue hasta que lo escuché hablando con alguien que por fin me dijo la verdad.
Silencio.
-Es triste pero no es lo peor que pueda pasarte, puedes arreglarlo, tienes opciones. Terrible es perder a la persona que amas, que te fue fiel y aun así ya no está contigo –en esta ocasión fui yo quien desvió la mirada.
Silencio, aun mayor.
-Lo siento –me tomo la mano –en verdad lo siento mucho.
-¿Ves que lo tuyo puede tener arreglo? –dije limpiando mis lágrimas –solo piensa las cosas antes de tomar decisiones.
-Perdóname, estaba tan molesta que solo tomé el auto y salí sin siquiera fijarme si tenía combustible.
Levanté la mirada y vi una sonrisa dibujada en su rostro.
-Al menos sabemos por qué se detuvo el auto –dije.
Esta vez fue ella quien pasó su mano por mi espalda reconfortándome.
-Ven –la tomé de la mano –debes cambiar tu ropa o te vas a resfriar.
-Pero… ¿Qué ropa?, no traigo más de lo que tengo puesto.
-Prueba mi ropa de deporte, no te quedará pero al menos estarás caliente.
-Ok, pero… ¿Dónde me cambio?
Al preguntar al encargado, la respuesta obvia siendo un paradero: afuera.
-Mirá –le dije –voy a rentar la única habitación que queda, puedes cambiarte y descansar hasta mañana para ir por tu auto; yo no pienso moverme de aquí y puedo quedarme afuera, ya lo he hecho otras veces.
-No, te lo agradezco pero no; ¿cómo dejarte afuera cuando por mi culpa estamos aquí?
-¿Quieres esperar entonces a que aminore la lluvia para salir?
Conocía la respuesta lógica, pero esperé a que ella fuera quien lo propusiera.
-Podemos compartir la recámara –dijo avergonzada.
-Solo si tú estás de acuerdo.
-Lo estoy.
Subimos a la habitación y la dejé instalarse mientras salí por mi maleta al auto, las cosas tomaban un camino que no esperaba pero que tampoco buscaba rehuir.
-Esta es la ropa que te mencioné –dije acercándole mi maletín –te sentirás más cómoda.
-Gracias de nuevo –dijo tomando las prendas –eres muy amable.
-No agradezcas.
Se levantó de la cama y se acercó a mí.
-En verdad siento tu pérdida, ¿era tu esposa?
-Si.
-¿Puedo hacer algo por ti? –dijo tomando mi mano.
-Podrías, pero no sería correcto –dije tomando la suya.
-A ti te debo una disculpa, a él le debo un escarmiento; yo creo que es correcto.
La acerqué a mi delicadamente y probé su boca, me correspondió tomando mi cuello.
Después de un rato la tomé en brazos y la llevé al lecho, quería estar seguro que sabía el paso que estaba a punto de dar.
-Tomarás venganza, pero posiblemente no encuentres solución; ¿estás segura?
Me volvió a tomar por el cuello y me besó, está respuesta no admitía duda.
Con delicadeza la fui despojando de sus prendas las cuales no eran muchas, poco a poco se fue rebelando el cuerpo de una mujer en plenitud. Me detuve por un instante para admirarla bajo la tenue luz de la lámpara.
-Eres tan hermosa que me siento un profanador al tocarte, mereces que no solo se te quiera sino que se te idolatre.
-¿Te funciona eso?
-No sabría decirte, es la primera vez que lo digo.
-Pues conmigo, si.
La besé de nuevo, ¿cómo no hacerlo con esos labios que incitaban a morderlos?; besé cada parte de su cuerpo haciéndola suspirar a ratos, gemir en otros. Tomé sus pechos y dediqué un tiempo en palpar, morder, chupar hasta escuchar su respiración agitada mientras mis dedos con suavidad tocaban cada pliegue de su sexo el cual, al paso del tiempo y de mis movimientos en él, provocaron la explosión anunciada de su primer orgasmo.
El tiempo que tomé en bajar a su sexo fue el justo para evitar que cerrara sus piernas, como animal hambriento me apoderé de cada rincón de él, mojando mi cara con el elixir que a raudales prodigaba.
-¡No más por favor! –decía con apenas voz -¡no puedo con todo esto que siento!
Si tomar en cuenta su súplica pero un poco más consiente bajé el ritmo de la acción, pero a cambio de eso me apoderé de su botón del placer y, sin dar tregua a mis embates, disfruté como nunca al sentir la convulsiones que provocaba en su cuerpo, mismas que me prodigaron con una fuente al parecer inagotable de jugos sexuales.
-¡Ya!, ¡ya por favor!… en verdad no puedo más…
Terminé de quitarme la ropa mientras ella se reponía, mientras lo hacía, no podía dejar de admirar su cuerpo que, sin caer en lo exuberante, era en verdad muy hermoso. Me acerqué de nuevo y, con suavidad, volví a mamar de esas tetas que poderosamente volvían a llamar mi atención; ella se dejaba hacer mientras acariciaba mis cabellos.
-Sigue por favor, me hiciste gozar tanto que no quiero que termine.
Me levanté y me acerqué para mostrarle mi orgullo de hombre. Sin pensarlo, lo tomó y acercó su boca, si hubo un momento de indecisión este se esfumó tal cual llegó; lentamente pero sin demora lo aprisionó entre sus labios, provocando en mí el primer espasmo, preludio inequívoco que mi corrida estaba cerca. Pasados unos minutos no pude más y se lo hice saber, sin perder el ritmo continuó con sus suaves manos hasta que literalmente hubo una explosión como hacía tiempo no sentía; dejándola hecha una desgracia al verse salpicada en parte de su cuerpo.
Ya un poco más tranquilos reímos como niños al vernos y ver la cama hechos un desastre.
-Sabes –me dijo –sé que esto estuvo mal, no me malinterpretes, fue genial hacerlo contigo pero lo que hice no lo hubiera pensado en hacer nunca.
-Hasta cierto punto es normal –dije justificándolo –tenías una bronca muy grande y aprovechaste.
-Y tú no querías, ¿verdad?
-Solo un poco, no creas.
Me lanzó un puño con la fuerza de un bebé, respondí con una palma en su nalga; parecíamos niños jugando en cama hasta que de nueva cuenta volvimos a besarnos; la coloqué sobre mi tomándola de sus nalgas, sentir sus pechos sobre el mío me estaba poniendo a mil; sin pedírselo pero en espera que lo hiciera se montó sobre mí.
-Ahhh! –exclamó al sentirse llena –no te muevas.
En esta posición ella tenía el control, lo que me daba opción de apoderarme de sus tetas, las cuales en poco tiempo se habían convertido en mi vicio y, como vicioso, quería seguir probando de ellas.
-Mmmm! Ya casi –dijo pasado un tiempo –¡ya casi!, ¡ya casi!
Después de esto último término cayendo sobre mí con su respiración agitada, clavando sus uñas en mis hombros hasta que, lentamente, fue saliendo sobre mí para dejarse caer al lado mío.
-¡Carajo!, nunca había terminado así.
-Pues tu terminaste pero… ¿qué hay de mí? –esto último poniendo mi mejor cara compungida.
-Ya no doy para más, en serio –dijo con una cara aún más compungida.
-Tú no tienes que hacer algo, déjamelo a mí.
Diciendo lo anterior la coloqué boca abajo y comencé a besar cada rincón de su hermosa espalda, ella se dejaba hacer suspirando y moviendo su cuerpo al contacto con mi boca.
-¿Qué intentas? –me dijo al sentir mi cara a la altura de sus nalgas –si es lo que imagino entonces olvídalo.
-No sería venganza si dejas pasar lo que con el tal vez no haces, ¿me equivoco? –y sin esperar respuesta clavé mi cara entre sus nalgas.
-¡No!, espera; ¡no! por favor… esto no está bien…
Si hacer caso a sus quejas me entregué a la tarea de hacerla de nuevo mía de una forma diferente, quería hacerla acabar en una posición que ella consideraba incorrecta; con suerte, podría llegar a profanar esa entrada a la cual, casi con seguridad, no le había dado ese uso.
-¡Para por favor!, no me hagas esto –dijo con voz entrecortada.
-¿Acaso no te gusta? –le respondí mientras mi lengua recorría el camino de su clítoris a su esfínter.
Silencio.
-Puedo parar si tanto te incomoda –deteniéndome al acto con mi cara a centímetros de ella.
Silencio.
-No voy a forzarte, nunca podría hacerlo –dije esto levantándome para sentarme en la orilla de la cama.
-¡Espera! –dijo con la cara viendo al lado contrario –¡Sigue por favor!
-Sabes que es lo que terminará pasando, ¿verdad? –voltee su cara para verla a los ojos.
-Solo ten cuidado –dijo bajando su mirada.
Volví a colocarla pero en esta ocasión con un cojín bajo su vientre, lo siguiente fue, a mejores palabras, hacerle el amor a su esfínter mientras mis dedos los hacían con el resto de su intimidad.
Pasado un rato, el preludio a su inminente orgasmo; comenzó a convulsionarse y a decir incoherencias mientras sus manos y pies golpeaban el colchón sin cesar, de no saber que era un orgasmo hubiera llamado a un sacerdote para exorcizarla.
Me levanté posicionándome sobre ella, me coloqué en su entrada y, lentamente, inicié la acometida; en varias ocasiones tuve que desistir, volviendo a utilizar sus jugos para reiniciar el camino prometido.
Una vez vencida su resistencia a mi primer ingreso su cuerpo se tensó, volvió su cara de súplica a la mía; le sonreí con dulzura.
-Este paso fue el más difícil, ahora relájate; veras que todo estará bien –le dije mientras besaba su cuello.
-¡Me duele!, despacio…
-Shhh
Sobre ella y sin permitirle moverse terminé de introducirme, lo hacía de a tantos mientras ponía la mayor atención a su clítoris para tratar de sobrellevar el paso que estaba dando.
Una vez terminado el recorrido se lo hice saber, para que tuviera plena conciencia de lo que estaba dentro de ella.
-¡Por favor termina!, me gusta pero también me duele un poco…
-No pongas resistencia, te juro que lo vas a disfrutar.
Diciendo esto último inicie con un ritmo al principio lento y acompasado para después incrementarlo sin llegar a ser brusco.
-¡Termina!, ¡por favor termina!
-¡Casi llego!, aguanta un poco.
-¡Sigue tocándome!, creo que también llego; ¡por favor ya no pares!
Pude sentir como su esfínter me apretó al correrse, por lo que no pude aguantar más y me vacié con una descarga tan grande que me dejó desvanecido sobre su espalda.
Me olvidé de todo, de quién era y donde estaba, de que hacía y que no; nada importaba después de tanto placer.
Después de un rato se volteó dándome la espalda, la abracé y besándola le dije:
-Creo que ya te amo.
Y el sueño llegó a mi encuentro.
Por la mañana desperté, no sé qué tiempo había dormido pero la luz de sol ya entraba por la ventana; la busqué por la habitación esperando verla… nada.
Me vestí y bajé, esperaba verla tomando el desayuno con el mío a su lado… nada.
Pregunté al encargado del cual obtuve las amargas respuestas y una nota.
Le habían ayudado llevándola a su auto junto con el combustible que le hacía falta. Abrí la nota.
“Siempre te voy a recordar como el hombre que estuvo para mí cuando más me hacía falta conocerme. Seguro tu esposa fue muy feliz mientras estuvo contigo.”