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Buena chica (Parte 3)
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Rosana escucha música en sus auriculares mientras pedalea en una de esas bicicletas del gimnasio con pantalla. Ha elegido su paseo virtual favorito. Así que imagina que va con su bicicleta por Monument Valley. Lleva unas mallas de camuflaje muy ajustadas y una camiseta de tirantes blanca y, después de media hora pedaleando, ya está sudando a chorros. Mientras ella mira la pantalla y escucha música zen un par de tipos que tiene detrás le miran el culo. Ese culo redondo y prieto. Irresistible. Ella sabe que la miran. Sabe el efecto que produce su trasero con esas mallas que son más como una segunda piel. No le importa. Es más, le gusta saber el efecto que provoca.

Otros treinta minutos después se dirige a las duchas justo cuando le llega un mensaje.

Ernesto: Quiero verte este jueves. En la oficina, después del trabajo.

Ernesto llevaba más de dos semanas sin escribirle ni pedirle nada. Pensaba que ya estaría satisfecho después de lo que pasó en los baños del garito de mierda al que la llevó. En la oficina se habían cruzado un par de veces, pero poco más. Casi diría que él la estaba evitando. Pero el pedazo de mierda acaba escribiéndole otra vez.

Rosana: Este jueves no puedo. Imposible.

En dos segundos le llega un mensaje. Es una de las fotos que le hizo la noche que se corrió en su cara de rodillas. Un primer plano de su cara llena de su semen.

Rosana: En serio no puedo. Tengo una cena con cliente.

Ernesto: Esa foto es la primera que le mandaré a tu marido. Luego el video con la polla de Rodrigo en tu boca, después en el que dices a cámara que eres mi puta…

Rosana: ¿Vas a tenerme así toda la vida? Eres un hijo de puta.

Silencio.

Rosana: Joder de verdad no puedo el jueves. Es importante esa puta cena. Pero este fin de semana mi marido se va de viaje. Así que puedes follarme en mi casa. Premio gordo desgraciado. Pero está será la última puta vez que lo haces. ¿Trato hecho?

No es la primera vez que Rosana tiene que follar con alguien que no quiere. Ya lo hizo antes de casarse con su marido. No por chantaje claro. Pero si por otras diversas razones. Normalmente por conseguir algo a cambio. Y si tiene que hacerlo será en sus propios términos. Con sus propias reglas.

Pasan unos minutos sin que Ernesto conteste. Pero al final lo hace.

Ernesto: Ok.

Rosana monta en el coche y se dirige a su casa. Le encanta su Maserati y el efecto que provoca. Puede ver la envidia de los demás cuando se monta en él. Sobre todo, por ser mujer. Se siente poderosa en ese coche.

Llega a su casa en apenas diez minutos. Su maravillosa casa con piscina en uno de los barrios más caros de la ciudad. Ama su casa de tres plantas. Su estilo minimalista y funcional. Contemporáneo. Adora su piscina techada que puede usar en invierno. Su jacuzzi. Su armario lleno de ropa cara. Gucci, Chanel, Louis Vuitton… Es más grande que muchos apartamentos en el centro de la ciudad. Le encanta su bodega llena de vinos de todas partes. Agarra una botella de Vega Sicilia y se sirve una copa. Le encanta estar sola en su casa tomando una copa de vino en la terraza del jardín, después de una buena sesión de ejercicio. Aún sudada y extenuada, pero con esa agradable sensación del deber cumplido.

Coge una foto enmarcada de la repisa encima de la chimenea y se dirige a la terraza. Se sienta con su copa y mira la foto. Una foto de su boda. Ella y su marido, más jóvenes. Parece que hace un millón de años. Y a la vez parece que fue ayer.

Rosana no es una mujer hipócrita. Y aunque jamás lo confesaría no ama a su marido. Esa es la verdad. Nunca lo ha amado. Ni siquiera se ha sentido atraída por él. Pero si ama todo lo que implica estar casada con él. Si él no tuviera todo esto jamás le habría dado la más mínima oportunidad. Su marido es una inversión. Una inversión que le ha costado su esfuerzo. Una inversión que no quiere perder.

Apura su copa de vino y vuelve a dejar la foto en su sitio. Se dirige al baño de su habitación para darse una ducha. Ama su ducha de hidromasaje.

Varios días después Ernesto conduce hacia casa de Rosana después de que ella le mande su ubicación. Es sábado y le ha dicho a su mujer que pasará el día en la oficina. Es fin de trimestre y tienen que hacer balance. Cualquier cosa. La verdad es que la noche en los baños del bar se quedó bastante desconcertado. Aunque nunca lo reconocería, ni siquiera a sí mismo, perdió su rol dominante en esos baños. Eso le incomodaba en su subconsciente y tardó bastante tiempo en volver a busca a Rosana. Finalmente, en su cabeza, aquella noche ella estaba tan caliente, tan deseosa de que se la follara, tan borracha, que había dejado que su excitación la controlara. Pero aquí el que mandaba era él. Así que volvió a ejercer el poder que le daban esos videos y fotos que tenía de ella.

La primera barrera para entrar en la casa es la puerta exterior. Ernesto tiene que presionar el intercomunicador que hay fuera. Rosana contesta y le abre el portón. Nada más entrar se da cuenta que estos hijos de puta tienen aún más dinero del que pensaba. La casa es un disparate. Por mucho dinero que tengas soy yo el que se está follando a tu mujer, se dice a sí mismo pensando en el marido de Rosana.

Aparca justo frente a la puerta principal y entra en la casa. La puerta está abierta. Rosana espera dentro. Con una copa de vino y un vestido ligero, como de jugar al tenis. Va descalza y tiene el pelo recogido en una improvisada coleta. No se ha maquillado. Desde luego no se ha puesto guapa para la ocasión. Ernesto se arrepiente de no haberle dicho como tenía que vestir, pero, aun así, ella sigue estando tremenda. Tiene un aire juvenil con ese vestido informal que le favorece. Ella no le ofrece nada. Solo le mira con cara de asco.

– Llegas pronto. ¿Tan necesitado estás? Si claro. Casi me olvido de lo patético que eres.

– Creo que deberías a empezar a cuidar tu tono cuando me hablas. Vas a empezar a respetarme.

Ernesto siente curiosidad y le pide que le enseñe la casa. ¿En serio? Joder. Le contesta ella. Pero accede y le da un pequeño tour. Más allá de la envidia y la rabia que le invade según ella le va enseñando, le llama la atención todas las fotos de ellos que hay por todas partes. La pareja feliz. En cada habitación, en todos los formatos y tamaños. Está claro que para su marido ella es un trofeo más que exhibir. Eso hace que se le ponga tiesa. Ahora soy yo el que se está follando a tu mujercita, vuelve a pensar.

El tour acaba en la habitación de matrimonio. Solo esa habitación es casi más grande que todo su apartamento. Y eso le llena de rabia de nuevo. Agarra a Rosana por el brazo.

– Voy a follarte aquí mismo, zorra. En la cama donde duermes con tu marido.

Ella le aparta bruscamente. Confiada.

– Eso lo haremos más tarde. Ahora ven conmigo.

De nuevo es ella la que decide. La que toma las riendas. A Ernesto le toca las pelotas, pero va detrás de ella. Quiere follársela en esa cama y lo va a hacer. Pero de momento hace lo que le dice. Le lleva escaleras abajo a un despacho en la primera planta. Es evidentemente de su marido, muy clásico y masculino, con una gran mesa de roble y un retrato gigante detrás. La pareja feliz.

Ella se apoya en la mesa de roble. Mirando hacia el retrato. Se sube su vestidito y le ofrece su culo. No lleva bragas.

– Sé que te mueres de ganas de hacérmelo por detrás. Hazlo ahora. Tienes mi permiso capullo.

¿Permiso? Debería arrastrarla ahora mismo a su cama de matrimonio y hacerle lo que le dé la gana. No necesita el permiso de nadie. Pero ese culo es irresistible. Y la mujer más increíble que ha visto en su vida le pide que se lo folle. Se saca la polla del pantalón y se la restriega por el tremendo culazo. Pone la punta de su polla en el agujero del culo de Rosana, aún cerrado.

– ¿Qué haces desgraciado? Primero chúpalo. Tienes que dilatarlo.

Una vez más obedece. No tiene el control. Ese culo le domina. Así que se agacha y hunde su rostro entre sus nalgas. Está allí un buen rato jugando con su lengua y sus dedos. Ella gime. Disfruta. Su culo se abre poco a poco.

– Ahora. Métela ahora pedazo de mierda.

Se la mete del tirón. Despacio. Pero de una. Ella gime. Empieza a follarle el culo. El mejor culo que se ha follado en su vida. Frente al retrato gigante con su marido. Eso le pone aún mas cachondo si es que eso es posible.

– Vamos dilo – Le insta Rosana.

– ¿El qué?

– Dile a mi marido como te gusta romperme el culo. Lo tienes ahí delante.

Duda un segundo. Pero, de nuevo, ella tiene razón. No hay nada que le ponga más que saber que le está petando el culo a esta zorra en el despacho de su esposo.

– Mira como le meto la polla a tu mujercita capullo. Mira como le rompo el culo. Mira como le gusta.

Acelera sus movimientos. Le da cada vez más duro. Su verga entra y sale de su culo dilatado. Su tono de voz sube y sube hasta acabar pegando gritos.

– Mira como le follo el culo a tu mujer. Puede que tengas todo esto. Pero soy yo el que le está follando el culo en tu despacho de mierda. Mira como le gusta, mira como se la clavo, míralo gilipollas, aggghhh, ahhh, me voy a correr joder.

Se saca el rabo y se corre a borbotones. Otra vez en sus nalgas como el otro día.

– ¿Llevas aquí apenas 20 minutos y ya te has corrido? Casi ni me he enterado de que me la has metido. Eres aún más patético de lo que pensaba. Te espero fuera.

Rosana se larga del despacho y le deja allí. Limpiándose como puede con unos pañuelos que había encima de la mesa.

El día sigue con una dinámica parecida. Rosana decide donde, como y cuando se la folla. Ernesto se resiste a perder el control, pero acaba siempre sucumbiendo. Follan en la mesa de la cocina, en el cochazo de su marido aparcado en el garaje, en la piscina. Ella le hace comerle el coño bien largo en el jacuzzi. Le humilla verbalmente sin descanso. En cada polvo. En cada momento. Después de todo el día follando Ernesto está agotado. No da para mucho más.

– Agarra algo en la cocina para comer. Quiero que recuperes fuerzas. Las vas a necesitar. Cuando acabes sube a la habitación de matrimonio. – Le dice Rosana y desaparece escaleras arriba.

A pesar de estar exhausto él vuelve a hacer lo que le dice. La idea de follársela en la cama donde duerme con su marido le pone demasiado cachondo como para dejar pasar la oportunidad. Se hace un sándwich sencillo con lo que encuentra y sube escaleras arriba.

Al llegar a la habitación se encuentra a Rosana haciendo unos nudos con unas cuerdas al cabecero de la cama. Cómo sabía él lo que le gusta a esta zorra. La va a atar y se la va a follar de todas las maneras posibles en la cama donde se acuesta con su marido. Pensaba que no le quedaban fuerzas, pero se le pone dura de nuevo solo con la idea.

Rosana se ha cambiado de ropa. Ahora sí, se ha vestido para la ocasión. Lleva unas bragas negras con liguero y nada más, se ha maquillado y sus labios lucen un rojo intenso, el pelo suelto y liso le cae sobre sus hombros. Impresionante.

Unos minutos después el que está atado a la cama es Ernesto y no ella. De nuevo no sabe como ha acabado en esa situación. Se maldice a sí mismo. Pero un último vistazo a Rosana con esa pinta de zorra le hace olvidarse de todo. Justo antes de que ella le tape los ojos con un pañuelo negro de seda. Es obvio que no es la primera vez que ella hace esto. Sabe lo que hace. Por mucho que lo intente le es imposible desatarse. Está inmovilizado. Rosana acaba su trabajo atándole cada una de las piernas a los soportes de la cama. Le deja las piernas completamente abiertas. En ese momento él no le da demasiada importancia. Iluso.

Como es lógico el no poder ver incrementa los otros sentidos de Ernesto. Cuando ella empieza a lamerle los pezones se le eriza toda la piel del cuerpo. Nota el peso de sus pechos en su barriga y se estremece según ella va bajando lamiendo cada centímetro de su piel. Si no fuera porque ya se ha corrido varias veces no habría tardado en hacerlo cuando ella empieza a lamerle las pelotas. El cosquilleo en su polla es tremendo cuando ella se la mete en la boca. Siente su saliva lubricando todo su rabo. Se lo hace despacio. Usa su lengua. Su saliva. Sus manos. A nivel sensitivo Ernesto no había sentido tanto placer en su vida. Está zorra sabe lo que hace.

Es entonces cuando ella baja más allá de sus pelotas y empieza a lamerle el ano lentamente.

– Que cojones haces. Ni se te ocurra hacer nada ahí.

Por supuesto ella no le hace caso. Hace círculos con su lengua alrededor del agujero de su culo. Le mete un poco la punta de la lengua. Lo llena de saliva. Empieza a meterle un dedo poco a poco.

– Te he dicho que pares. Qué coño haces hija de puta. No me toques el culo joder. No soy un puto maricón. ¡Para! ¡Paraaa!

Grita como un loco, como un cerdo en el matadero, desatado, acojonado. Intenta con todas sus fuerzas liberarse, pero es imposible. Rosana para por unos segundos y se acerca a su oído.

– Deja de gritar como una nenaza patético imbécil.

Rosana le mete algo en la boca para dejar de oír sus alaridos. Él no lo sabe, pero son sus bragas negras. Y vuelve a lo suyo. Ahora le mete el dedo entero en el culo. Empieza a masajearle la próstata a la vez que se mete su polla en la boca. Sube y baja su cabeza rítmicamente. Mete y saca su dedo del culo siguiendo el mismo ritmo. El hace ruidos guturales, se retuerce, se desespera.

Y pierde el control de su cuerpo. Sus piernas empiezan a temblar. Su culo deja de rechazar el dedo de Rosana. Siente un inmenso placer que empieza en su ano y le recorre todo el cuerpo. Todo su ser se estremece. Acaba de tener el primer orgasmo seco de su vida. Aunque él no tenga ni puta idea de lo que ha pasado. Sigue berreando. Pero los sonidos que salen de su boca, llena de braga, son de placer. Aunque él nunca lo reconocería.

Rosana saca su dedo. Por unos segundos siente que ella se ha ido hacia otro sitio de la habitación. Intuye que el armario. ¿Qué cojones hace ahora esta puta zorra? El vuelve a intentar gritar. Suplica que le desate. Pero en realidad no se entiende una mierda de lo que dice.

Oye los pasos de ella volviendo. Los zapatos de tacón resuenan por toda la habitación. Se acerca a él y le quita la venda de los ojos. Lo que ve le deja completamente helado. Se le revuelven las tripas. Vuelve a berrear desesperado, lucha con todas sus fuerzas contra sus ataduras. Ella se queda frente a él, esperando a que se canse de berrear.

Está de pie. Sigue con su liguero y sus tacones, pero en vez de las bragas ahora lleva un arnés. Juguetea con la polla negra y erecta que le cuelga entre las piernas. Frente a la cara de Ernesto. Compró ese arnés hace años para intentar usarlo con su marido. Pero él le dijo que si se había vuelto loca. Además de aburrido e insulso su marido es extremadamente tradicional en la cama. Pero sí que lo ha usado un par de veces con dos de sus amantes. Lo de Rodrigo fue una cosa improvisada. En los otros dos ella sabía muy bien lo que buscaba. No hay nada que le ponga más cachonda que romperle el culo a un hombre. Y si es un machito Alfa como el que tiene ahora mismo atado a la cama, mucho mejor.

Cuando Ernesto se cansa de gritar ella se ubica entre sus piernas. De nuevo empieza a masajearle el culo. Aunque ya está dilatado de antes prefiere trabajárselo bien antes de meterle la verga. Escupe y lo llena de saliva. Mete la puntita. Él vuelve a revolverse. Ahora mete un poquito más. Él intenta chillar con más fuerza. Se la clava hasta el fondo. Él mueve la cabeza a un lado a otro desesperado. Ella saca la polla negra despacio, y la vuelve a meter, la saca y la vuelve a meter. Ahora entra como la seda.

– ¿Te gusta pedazo de mierda? ¿Te gusta que te la meta por el culo?

Su culo está abierto completamente para ella. Ahora ella acelera sus movimientos. Le folla salvajemente. De nuevo el cuerpo de Ernesto convulsiona. Su cuerpo le vuelve a traicionar y tiene otro orgasmo terriblemente intenso. Su polla sigue erecta, lo ha estado todo el tiempo. A ese primer orgasmo le sigue otro. Y otro.

– Claro que te gusta. Te mueves como una putita. ¿Te gusta que te rompa el culo? Si, te encanta. Mira como te tiemblan las piernas. Sabía que te iba a gustar zorrita.

Ella le folla y le folla sin parar. Ahora le agarra la polla y le hace una fastuosa paja mientras le rompe el culo. Él no para de tener orgasmos. Su cara refleja una mezcla de terror, resignación y absoluta perplejidad ante la reacción de su cuerpo. Finalmente explota en una corrida voluptuosa, eterna, suelta leche como un volcán en erupción. Todo su cuerpo se contrae. Un latigazo le corre toda la espalda. Tiene el orgasmo más increíble de su vida. Aunque nunca lo reconocería.

Rosana se la saca y se quita el arnés. Deja la polla negra encima de su barriga, llena de su propio semen. Parece como si esa polla se hubiera corrido encima de él. Y le observa. Follado. Usado. Humillado como una vulgar zorrita. Ella sabía. Tiene un sexto sentido. Puede oler a los hombres que quieren ser usados en la cama, incluso aunque ellos no lo sepan. Sabe que teclas tiene que tocar para tener un hombre como ese totalmente a su merced. Se chupa los dedos y se los mete en el coño. Se masturba mirando a su esclavo, humillado. Cuando está a punto de correrse le quita por fin las bragas de la boca. Se sienta en su cara y restriega sus jugos por su boca, se corre como loca encima de él.

Ernesto conduce de vuelta a casa totalmente humillado. Se siente usado, violado. Apenas puede andar hacia el coche por el dolor de culo que le queda. Pensaba en matarla cuando le desatará después de lo que le ha hecho. Pero está tan en shock que apenas hace y dice nada. Se viste como puede y se larga de allí. Conduce hacia casa. Devastado. Sin entender como su propio cuerpo ha podido reaccionar de esa manera. Negándose a sí mismo los múltiples orgasmos que acaba de tener mientras esa hija de puta le follaba el culo.

Esa misma noche le manda un mensaje a Rosana.

Ernesto: Eres libre. He borrado todas tus fotos y videos. Puedes estar tranquila. No quiero volver a saber nada de ti.

El lunes en la oficina apenas se cruzan. El evita a toda costa encontrarse con ella. A veces es inevitable. En cuanto puede el desaparece. La semana avanza hasta que llega el jueves. Ernesto está en su despacho, apenas a 15 minutos para largarse de allí. Intenta acabar rápido para salir a su hora. Ya no está cómodo en la oficina. La presencia de Rosana le hace sentir humillado. Esa hija de puta le folló el culo. A veces lo piensa y no se lo puede creer. De repente le llega un mensaje.

Rosana: Quiero que te quedes esta tarde en la oficina. Tenemos que hablar.

Ernesto: No tengo nada que hablar contigo. Ya te dije que se acabó. Déjame en paz.

Pasan un par de minutos y ella le manda un archivo. Es un video. Se ve perfectamente en primer plano como Rosana le folla el culo. Se ve perfectamente su cara. Se oyen sus gemidos. Su culo lleno de polla negra entrando y saliendo. La muy hija de puta lo estaba grabando y él no se enteró en ningún momento.

Rosana: Te vas a quedar esta tarde en la oficina. Tengo todo grabado. Y quiero decir todo. Si no te quedas mandaré el video a tu mujer. Y después a toda la oficina. Y después lo subiré online a todas partes, para que todo el mundo vea como te follo. Cuando se vaya todo el mundo iré a tu despacho. Si no estás allí esperándome ya sabes lo que hay.

Por supuesto Ernesto se queda. Pasan un par de horas hasta que están completamente solos. Pero finalmente ya sólo quedan ellos. Rosana aparece en la puerta de su despacho. Lleva un vestidito ligero y suelto que le llega a la mitad de las pantorrillas. Tienen cierto aire angelical con su pelo recogido en una coleta.

– Que cojones quieres ahora hija de puta.

Rosana levanta poco a poco su vestido, despacio, hasta que asoma una polla negra y erguida. Lleva puesto el mismo arnés que el otro día.

– Bájate los pantalones y pon tu culo en pompa putilla.

– Ni de coña pedazo de mierda.

– Puedes hacer lo que te dé la gana. Pero ya sabes lo que pasará después sino obedeces.

Por mucho que le joda Ernesto sabe que no tiene otra salida. Que va a hacer. ¿Llamar a la policía? ¿Matarla? Lleno de ira se levanta insultando a Rosana sin parar. Pero obedece. Se baja los pantalones y apoya las manos en la mesa.

– Levanta el culo zorra.

Pone el culo en pompa. Ella le escupe en el ano y empieza a introducir su polla negra poco a poco.

– Ahora coge el teléfono. Quiero que llames a tu mujer.

– No jodas. No jodas hija de puta.

– Shhh tranquilo. Yo no voy a hacer ruido. Si controlas tus orgasmos ella no se dará cuenta.

Le clava la polla hasta el fondo. El agarra el teléfono y busca el contacto de su mujer.

– ¡Eres una mierda, una zorra de mierda!

Justo cuando el presiona el botón de llamada ella se inclina y le susurra al oído.

– Si, lo soy. Y tú no eres más que una puta. Una puta que se deja follar el culo por los despachos.

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