Ayer estaba un poco cansada, los tacones tallaban mis pies y el maldito vestido blanco que tanto me gusta se manchó con un poco vino. Como si fuera poco las tangas de hilo color negro me tallaban el culo cuando caminaba. No sé qué diablos tenía que todo me estorbaba. Cuando fui a almorzar al restaurante de enfrente quería desnudarme delante de todos, deseaba tirarle la ropa al mesero en la cara, subirme a la mesa, pasarme las servilletas por las tetas y que los viejitos que estaban ahí se quedaran mirándome y me tiraran mucho dinero como si fuese bailarina de cabaret; mientras su verga muerta fracasaba en erectarse. ¡Quizás al verme les hubiese resucitado el muerto, favor que les hubiese hecho! Si no fuese porque mi oficina queda enseguida lo habría hecho.
Los proveedores me quedaron mal, no trajeron lo que les pedí y para ajustar hace días no tengo sexo. En la noche salí a tomar algo, me senté en una mesa y de pronto un caballero se me acercó con una copa. Me dijo un par de palabras para resaltar mi belleza y me pidió que me sentara con él. Para ahorrarle su trabajo puse cara de puta y le dije que me diera dinero para tener sexo con él. Sus ojos se abrieron y me ofreció un buen billete. Salimos de allí y llegamos a su hotel. Me preguntó en qué trabajaba y le dije que era prepago. Te confieso que quería sentir que era mala, olvidarme de que debo ser una mujer conservadora ante mis empleados y mi familia. Quería que me pagaran por disfrutar, sentir que era libre, que tenía poder, que era deseada, que yo me mandaba y que no tenía que abrir las piernas por cumplir. De solo recordarlo es excitante. Fue divertido y no pongas esa cara de susto. Pregúntale a tu mejor amiga si alguna vez no ha fantaseado con que le paguen por sexo y me darás la razón.
Cuando llegamos al hotel me invitó a pasar y al verme tan exhausta me llevó a mi casa. Quizás he estado tan agotada, aburrida y decepcionada por estos días que ni mi papel de meretriz me sale bien. De toda mi tragedia debo rescatar algo bueno y es que soñé contigo y fue muy fogoso. ¿Quieres que te cuente? pero primero ponte cómodo, quiero que sientas y revivas conmigo lo que sentí. Por un momento pensé que era real. Cuando desperté tenía un peluchito entre mis piernas y me estaba tocando con él. A propósito la nariz del peluche estaba húmeda; creo que estando dormida metí su naricita en mi vagina y se mojó.
Ahora que estás listo, te voy a contar. Estaba en mi oficina con mi cara estirada y de pronto llegaste tú mostrándome el nuevo catálogo de lencería que vamos a sacar en la próxima temporada. Hacía mucho calor allí y de pronto te pedí que activaras el aire acondicionado, me respondiste que no sabías cómo se hacía y me paré de la silla, pasé por tu lado, me empiné un poco y mi cola quedó cerca de tu cara. Al darme la vuelta te sorprendí oliéndome las piernas. Entonces pasé mis dedos por tu cabello y te acerqué hacia mí, con tu mano derecha empezaste a subir mi falda y corriste mis bragas hacia un lado. Con tu otra mano descubriste mi clítoris y sacaste tu lengua, empezaste a hacer un remolino con la puntita y al sentir tanta dicha, levanté mi pierna y la puse encima de la mesa para quedar más cómodos. Al ver que estaba mojadita metiste dos dedos en mi estrecha vulva y jugaste con ellos como si fuese un juguetito, hasta ver que mis piernas se mojaban a causa de un delicioso orgasmo que había tenido. En ese instante entró una llamada de uno de los proveedores y al despertar era mi alarma recordándome que es hora de empezar un nuevo día.