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Lo delicioso que es estar entre las piernas de una gordita
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Esta historia es de una amiga de hace tiempo atrás, la molestábamos con ese apodo; pues, obviamente era poseedora de unas piernas gordas, pero esos mismos mazos de carne los imaginaba en mis hombros.

Bien. La chica en cuestión y para que la vayan imaginando es gordita. De nombre Guadalupe.

Guadalupe siempre se caracterizó por ser buenísima onda y juntarse con el grupo de amigos al que yo pertenecía. Ella es de tez blanca, cabello negro, con unos muy bien proporcionados pechos, de hecho la mayoría hicimos lo posible por tocarlos. Además de tener una cara linda.

Llegamos a pensar que era lesbiana, porque casi no tenía amigas y siempre vestía con pantalones o mallas, las cuales hacían lucir su apodo. De cariño le decíamos «muslitos» cuando vestía de esa forma.

Pero a mí, a mí siempre me gustaron esas frondosas piernas.

– José. Porque no tratas de cogerte a muslitos para ver si es lesbiana o no? Hemos visto como la miras cuando anda en mallas.

Me dijo un amigo en una noche de peda.

La idea no era tan descabellada. Primero la invitaría a salir y luego vería como echármela.

Me costó un poco de tiempo para convencerla, pero al final accedió. Ahí note que era muy insegura con su cuerpo, pero yo la veía como una gordibuena.

Al pasar por ella me dejó bien pendejo. Y lo digo porque así fue.

Llevaba un vestido azul. Para empezar escotado, a eso sumando que el mismo llegaba hasta más arriba de las rodillas.

Casi tuve una erección al mirar su atuendo. Se veía fantástica aquella gordita.

La lleve a un antro, bailamos, bebimos, charlamos de todo un poco, hasta que por mi calentura, al momento de bailar me le pegaba más, casi echándomele encima.

– Óyeme. Que te pasa?

– Me gustas mucho. Hace tiempo que he querido decirte.

– Acaso es una apuesta para ver si alguien de ustedes me lleva al hotel?

– Nada de eso. Me gustas y ya. Como te lo demuestro?

– Bien. Acepto ir al hotel contigo. Vamos a ver si eres muy hombrecito, al cabo no he tenido acción.

– No es eso…

– Vamos o no?

Por esas palabras estaba al borde de un infarto por lo que había dicho.

Sin más rollos, ya estábamos en el hotel.

Prontamente me prendí de su boca, mis manos acariciaban ese voluminoso cuerpo que al fin sería mío.

Recostándola en la cama, semi desnuda, devoraba esas piernas gordas que tanto quise tener, pasando una y otra vez la lengua.

– Que extraño fetiche el tuyo. Ya llevas rato devorando mis piernas. Y lo demás?

Obedeciendo a esto, le saqué sus pantis blancas, quedando asombrado por aquella vagina vestida por un caminito de vello púbico como indicando donde había que atender.

Muslitos gemía al momento de comer su rosado clítoris. Tener esos casi monumentales pechos en mi boca era una delicia pues, no me daba abasto para recorrerlos. Subía y bajaba por su cuerpo, saboreándola toda.

Ella no se quedó atrás. Me hizo acostarme dándome así la mejor de las mamadas que me hayan hecho.

Con toda la iniciativa, se clavó de golpe mi verga.

Me hacía gemir de lo lindo. Realmente sabía cómo satisfacer a un hombre.

Rodamos en la cama al momento de que me besaba con más ahínco que al principio, esta vez estando yo arriba.

La acomode para cumplir mi fantasía. Sus piernas en mis hombros.

Esta vez entre mordía sus muslos de toro, que por cierto estaban firmes, cosa que hizo que le diera más duro.

Guadalupe me pidió algo que jamás hubiese imaginado.

Darle por el culo!!

Solo los que hayan clavado a una gordibuena o gorda por el culo, sabrán lo fascinante que es tener atrapado tu chorizo en dos carnes grandes.

Para esas alturas ya estaba delirando con tanta carne, rodando en la cama, con buena sincronización y lujuria, dándonos placer al momento, de cabalgarme con maestría, enterrándose mi glande en culo y de limpiar me la verga con su boca, para luego meterla en su vagina.

De ahogarme con sus grandes pechos, para seguir prendido a estos.

Volví a las piernas al hombro, teniendo así el más grande y el mejor de los orgasmos que hasta esa fecha, han sido pocas.

– Nada más donde quede embarazada pendejo.

– Te juro que después de hoy, no pienso soltarte.

Y así fue en ese año. Sólo que a partir de ahí le daba sus pastillas anticonceptivas.

Por qué no quedamos juntos? Pues bien.

La muy puta no quiso cuidarse más y salió preñada por otro compañero del trabajo.

Aunque aún tengo dudas de si el niño sea mío; pues da la casualidad que en nuestra última vez y a la fecha de su embarazo no pasó mucho.

En fin…

Vladimir escritor.

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