Caía la tarde del que un caluroso mes de agosto. Leonor estaba sentada a la orilla de un río que pasaba al lado de la gran muralla que rodeaba la finca de su pazo. Andaba medio escondida entre unos arbustos. Tenía las rodillas flexionadas, una caña de pescar en la mano y una visera blanca en la cabeza. Atilano, su padre, al verla le dijo:
-¿Pican, Leonor?
Picaban, pero devolvía las truchas al río después de pescarlas. Le respondió con otra pregunta:
-¿Qué haces aquí, papá?
-Te andaba buscando.
Leonor, que era una joven que tenía el cabello negro recogido en dos trenzas, espigada, delgada, de labios grueso, ojos marrones, tetas medianas, buen culo, le dijo:
-¿Para qué?
-Para hablar de padre a hija.
-No hay nada de que hablar. Me cambiaste por Eugenia. Vete.
-No te cambié por nadie. Siempre serás mi princesita. Tuve que casarme con ella, cielo. Sin su dinero para levantar la empresa estaríamos arruinados.
Leonor miró hacia arriba y le dijo:
-Soy la segundona, primero fue mamá y ahora es ella.
-Nunca fuiste, ni eres una segundona cariño. Te quise y te quiero más que a nada en este mundo.
Atilano era un cuarentón, resultón, de estatura mediana y de complexión fuerte. Hacía un mes que se había casado con una viuda rica y de buen ver y Leonor no lo llevaba bien.
Leonor sacó la tanza del río, le metió una lombriz al anzuelo, volvió a echar la tanza al río, y le dijo:
-Un día de estos me voy a hartar, me voy a ir de casa y no vas a saber más de mí.
-Espero que eso nunca ocurra, me moriría si no te tengo cerca de mí.
Leonor se lanzó a la piscina de cabeza y sabiendo que la piscina no tenía agua.
-Si quieres que me quede tienes que hacérmelo.
-¿Qué quieres que te haga?
Puso la caña sobre la hierba, se levantó, le echó las manos al cuello, le dio un pico y le dijo:
-Quiero que me hagas el amor.
-¡¿Hacerte el amor?! ¿Te has vuelto loca, hija?
-No, no estoy loca. Nadie me acariciará el cabello y las mejillas cómo lo hacías tú, ni nadie me mirará con tanta dulzura cómo me mirabas tú cuando lo acariciabas.
-Eso es porque te amo, hija.
-Pues ámame de verdad.
Le dio otro pico. Atilano le quitó las manos del cuello y le dijo:
-No me pidas imposibles.
-Tú solo la quieres a ella.
-Ella es mi esposa y tú eres mi hija, pero por si te sirve de consuelo no le hago el amor, la follo.
Leonor se quedó sorprendida tras oír las palabras de su padre.
-¿¡Es que Eugenia no te deja hacerle el amor?!
Se sentó a su lado y le respondió:
-No, ella solo quiere follar.
-¿Se lo has dicho?
-¿Cómo se le puede hablar de ternura a una bruta?
-Eso es cierto, bruta es. ¿Soy la única mujer que amas?
-Si, te amo solo a ti.
Salió a la luz el lado coqueto de Leonor.
-¿Y siempre seré la única que ames?
-Siempre, princesita, siempre.
Leonor le cogió la barbilla, lo miró a los ojos y le dijo:
-Eres mi gran amor, papá.
-Estás confundida, hija. Tu gran amor lo conocerás algún día.
Jugando con un dedo en su cabello, le dijo:
-Creo que…, no, mejor no te lo digo
-Ahora no me dejes con la curiosidad, cariño. ¿Qué crees?
-Que sería maravilloso si me comieras el chocho.
-No seas cochina.
Le volvió a ponerle un dedo en la barbilla y le preguntó:
-¿Me lo comes?
-¿Y qué más quieres que te coma para que te quedes a mi lado, loquita?
-La boca, las tetas…, todo lo que quieras comer.
-Estoy descubriendo a una hija que no conocía.
-Sabes muy poco de mí. ¿Sabes que hice antes de que me encontraras?
-No. ¿Qué hiciste?
Leonor le puso el dedo medio en las fosas nasales y le preguntó:
-¿A qué te huele?
-Huele a coño.
-Ya sabes lo que estuve haciendo.
-Jamás pensé que una chica tan dulce cómo tú se masturbase.
-Soy una mujer, papá, y las mujeres nos masturbamos… Anda, hazme el amor y cómeme la boca, las tetas, el culo y el coño.
La miró con cara de sorpresa.
-¡¿Has dicho el culo?!
-Sí, el ojete.
-¡Pero qué clase de hija he criado yo!
-Criaste a una zorra y la zorra quiere que le hagas el amor.
-¿Y desde cuándo se come el culo al hacer el amor, cariño?
-Hay que querer mucho a una mujer para comerle el culo, eso es algo muy íntimo y personal.
Le echó la mano al mentón. Los labios de Leonor besaron el labio superior de su padre.
-Esto no está bien, Leonor.
Los labios de Leonor besaron el labio inferior, después los dos a la vez. Tenía unos labios tan frescos que Atilano se empalmó. Al dejar de besarlo bajó la cabeza, vio el bulto en el pantalón, le acarició la polla y dijo:
-Esto significa que me deseas tanto cómo te deseo yo a ti.
Atilano se percató de que ya no había vuelta atrás.
-Vamos a cometer una barbaridad, hija.
-No, vamos a darnos todo el amor que nos profesamos, papá.
Leonor le levantó la cabeza poniéndole un dedo en el mentón, lo volvió a besar cómo la había besado la primera vez y después le metió la lengua en la boca, le cogió la mano y se la llevó a su coño. Lo encontró empapado y se lo dijo:
-Tienes el coño muy mojado
-Se puso jugosito para ti.
Leonor le sacó la polla empalmada y le dijo:
-Es gordísima, va a entrar muy apretada en mi chocho.
La mano cerrada subió y bajó por el tronco de la polla, una polla venosa y dura cómo una piedra. Leonor le dijo:
-¿Quieres verme desnuda, papa?
-Sí, desnuda aún debes ser más linda.
Leonor se quitó la visera, luego quitó la cinta que sujetaba al cuello su mono pantalón corto a juego con la visera. Su coño peludo y sus tetas con pequeñas areolas de punta y pezones cómo mini dedales quedaron al descubierto. Se deshizo del mono pantalón corto con sus sandalias de cuña con cordones minimalista y le dijo a su padre:
-Soy toda tuya.
Atilano buscó su boca, Leonor lo recibió echando la lengua fuera, se la chupó y le cogió el culo. Sus tetas se apretaron contra el pecho de su padre y su coño se deslizó sobre su polla empalmada. Atilano le dijo:
-Eres la mujer más bella que he visto.
-Sigue diciéndome cosas bonitas.
-Eres la cosa más linda de este mundo, hija.
Leonor ya estaba que echaba por fuera.
-Ufff. ¡Qué calentura tengo! Llámame zorra.
Atilano iba a complacer a su hija en lo que le pidiese.
-Desnuda pareces una zorra.
-¿Una zorra linda?
-Una zorra preciosa.
Leonor desabotonó la camisa de su padre y le acarició el pecho, luego le quitó los zapatos, los calcetines, el calzoncillo y los pantalones y acto seguido le cogió la polla y se la mamó un ratito. Cuando se puso en pie se besaron de nuevo. Atilano le metió dos dedos dentro del coño y comenzó a meter y sacar. Lamió sus pezones y chupó sus tetas. Poco después sintió cómo el coño le apretaba los dedos y luego cómo los mojaba. Los jugos llegaron a la palma de su mano.
Al acabar de correrse, le dio un pico y le dijo:
-Me encantó oír tus gemidos de placer, ver tu cara al correrte y ver tu cuerpo temblando, cielo.
-Ahora me toca oír y ver a mí. Quiero oír cómo gimes ver cómo sale la leche de tu polla.
-Échate sobre nuestras ropas.
Atilano se masturbó bajo la luz de la luna al tiempo que le pasaba el glande mojado por los pezones y las areolas de las tetas, poco después, apartándose para que su hija viese como le salía la leche de la polla, se corrió dejando caer la leche sobre sus labios. Leonor sacó la lengua, probó la leche, luego abrió la boca, la polla entró en ella y se tragó la leche del resto de la corrida, y no solo la que le eché dentro sino también la que tenía en los labios.
Al acabar de tragar le preguntó Atilano:
-¿Te gustó que me corriera en tu boca?
-Sí, mucho.
Atilano metió la cabeza entre sus piernas y ante él vio el coño rodeado por una pequeña mata de vello negro, vello que estaba mojado de jugos. Leonor le preguntó:
-¿Qué me va a hacer, papá?
-Comerte todo cómo querías -le dio media docena de lamidas-. Ponte a cuatro patas.
Leonor poniéndose a cuatro patas sobre la hierba, le dijo a su padre:
-¡No sabes cuánto tiempo llevo esperando este momento!
-Y yo, hija, y yo.
Leonor giró la cabeza, sonrió y le dijo:
-¡Serás cabrito!
-Cabrón, cariño, soy un cabrón.
Atilano le echó las manos a sus duras tetas y magreándoselas y jugando con sus pezones pasó la lengua por su periné y por su ojete… Cuando le metió y le sacó la lengua del ojete, dijo:
-¡Oooh, que gusto más rico, papá, que gusto más rico!
Después de comerle el culo bien comido y de hartarse de jugar con sus tetas, le preguntó:
-¿Quieres que follemos primero y que te coma el coño después, o quieres que te coma el coño ahora y que follemos después?
-Quiero que me comas el cocho, correrme en tu boca y después follamos.
La punta de la lengua de Atilano subió cuan caracol rozando la rajita del coño de su hija, llegó al clítoris, hizo media docena de círculos sobre él y con la misma lentitud que había subido fue bajando. Al llegar abajo, y sin cambiar de velocidad, fue entrando dentro de su vagina, y luego salió, volvió a entrar y salió de nuevo para lamer su labio izquierdo, después lamió su labio derecho y luego los dos labios al mismo tiempo. El coño ya estaba abierto cómo una flor. Le levantó el culo, le lamió el ojete y el periné y luego, cómo si la lengua se hubiese vuelto loca, comenzó a subir y a bajar del ojete al clítoris cada vez más y más aprisa. En cuestión de segundos Leonor comenzó a sacudirse y entre sacudidas y gemidos se corrió torrencialmente.
A acabar de correrse se echó boca arriba sobre la ropa y le dijo:
-Me corrí cómo una puta, papá.
-Cómo una zorra, cielo, cómo una zorra.
Atilano le abrió las piernas. Le frotó la polla entre los labios y en su clítoris, clítoris que tenía el glande fuera del capuchón. Tiempo después cuando comenzó a gemir le dijo:
-Cógela y frótala tú en el chocho.
-Coño, papá, di coño que suena mejor.
-Cógela y frótala en el coño.
La cogió. Atilano le echó las manos a las tetas. Se las magreó mientras la frotaba. Leonor no tardó ni un par de minutos en exclamar:
-¡Me corro, papá, me corro!
Al correrse Leonor, Atilano vio su cara de placer, vio cómo temblaba y se corrió en la entrada de su vagina.
Acabó de descargar y Leonor seguía corriéndose. Metió la cabeza entre sus piernas y lamió su coño encharcado con sus jugos y con leche. Leonor encadenó tres orgasmos seguidos en menos de tres minutos.
Tardó un tiempo en recuperarse, pero cuando lo hizo subió encima de su padre para follarlo. Quiso meter la polla, pero no le entró, le dijo:
-Métemela tú, papa.
Atilano la cogió por la cintura y fue empujando poquito a poco. Leonor le daba las tetas a mamar mientras el glande iba entrando despacito. Entraba medio centímetro y se la quitaba, otro medio centímetro y se la quitaba… Cuando iba por la mitad Leonor besó a su padre, empujó con su culo y metió todo el glande. El dolor agudo que sintió hizo que le mordiera el labio inferior. Después besándolo y saboreado el sabor de la sangre que había hecho en el labio la fue metiendo ella poquito a poco hasta que la polla llegó al fondo del coño. Con toda dentro Atilano mojó un dedo en la boca y con la yema acarició su ojete haciendo círculos sobre él. Al ratito Leonor le dijo:
-Eres un travieso.
-Y tu maravillosa, hija.
-¿Tanto como para hacer lo que te pida?
-No lo dudes
-Córrete dentro de mí y hazme un hijo, papa.
Atilano le dio la vuelta a su hija, la puso debajo de él y besándola la folló despacito. Al ratito Leonor le echó las manos al culo, lo apretó contra ella, movió el culo alrededor y al sentir la leche de la corrida de su padre, le dijo:
-¡Me corro contigo, papá, me corro contigo!
Temblando de placer se fundieron en un beso, y mientras se besaban sus corridas se juntaron.
Leonor quedó preñada. Llevaron años follando sin que Eugenia se enterase.
Quique.