La noche que Ernesto tuvo la primera cita con su esposa ella no paró de hablar.
Él escuchaba pacientemente, aparentando interés a lo que ella le iba contando. Se conocieron en una de esas webs para ligar. Estuvieron chateando y mandándose mensajes varias semanas hasta que decidieron conocerse.
A él le llamó la atención desde el principio su foto de perfil. Esa cara de niña buena empollona con gafas, inocente y angelical. Nunca le confesó a su mujer que cada vez que acababan de chatear él se hacía una paja con esa foto de su cara. Se corría en esa carita tan fuerte que tenía que volver a imprimir la foto después de cada paja.
Mientras, esa noche, ella no paraba de hablar de sus movidas, de su familia, de su trabajo, de sus miserias, del dinero de sus padres, sus peleas con sus hermanos… él simplemente la miraba a la cara y se la imaginaba llena de semen, relamiéndose como una puta.
Y así acabó ella aquella noche. De rodillas con su carita llena de la corrida de su futuro marido.
La calenturienta mente de Ernesto no habría podido imaginar lo zorra que ella podría ser. Se la folló en su apartamento de todas las maneras posibles. Le dijo todas las guarradas imaginables. Debajo de esa aura de chica angelical, de esa pinta de buena chica que nunca ha roto un plato, de ese aspecto de futura mamá modelo, había una puta sumisa deseando ser usada de las maneras más vulgares. Ella no tenía la iniciativa en nada. Pero se dejaba hacer absolutamente todo.
Fue un flechazo absoluto y se casaron unos meses después.
A ojos de todos eran una pareja normal y feliz. Y así eran la verdad. Normales para afuera y un volcán en erupción en la intimidad.
Aunque los años fueron pasando. Y con los años llegaron los niños, las rutinas, la monotonía, el aburrimiento. Así que después de seis años de hacer todo tipo de perversiones a Ernesto ya no le ponía tan cachondo que su mujer fuera un poco guarra. Empezó a frecuentar prostíbulos de nuevo, como antes de conocerla. Se abrió una cuenta en una App de citas y follaba con cualquiera que se le pusiera a tiro. Ella no se enteraba de nada. Y si lo hacía no le importaba. Después de parir tres hijos a ella le quedaban ya pocas ganas de follar. Mucho menos de que la ataran al cabecero de la cama. Se le pasó el fulgor sexual. Dejó pronto su trabajo y se dedicó a los críos.
Con el sueldo de mierda de Ernesto no les daba para vivir. Pero los padres de ella tenían dinero y les ayudaban constantemente. Un par de hotelitos en la costa daban para mantener a toda la familia. No es que fueran ricos, pero había suficiente para mantenerse ellos y a sus nietos. Si no fuera por eso, Ernesto la habría dejado hace tiempo.
Paradójicamente, odiaba a las pijas buenorras que se casaban con sus maridos por dinero, como Rosana. Pero la verdad es que él se quedaba con su esposa por esa única razón.
Era un mantenido.
Si se hubiera parado un segundo a pensar un poco se habría dado cuenta de que la verdadera razón por la que odiaba a ese tipo de mujer era porque no tenían el más mínimo interés de acostarse con él.
Con todo su matrimonio fue un perfecto entrenamiento para él y sus más bajos deseos. Unos buenos años de prácticas. Él ya era dominante de serie. Pero aprendió muchas cosas con su esposa, a encontrar los botones que había que presionar y en qué momento para que una mujer así estuviera completamente entregada y sumisa. Y sobre todo aprendió a detectar que mujeres necesitaban ser usadas en la cama, incluso aunque ellas no lo supieran. Desarrolló un sexto sentido para eso. Un olfato depredador casi infalible.
Gracias a la App de citas y aplicaciones parecidas no le costaba demasiado encontrar lo que buscaba. Tampoco es que él fuera un adonis irresistible. Pero cierto tipo de mujeres le encontraban atractivo. Activaba ciertos resortes en muchas de ellas. No le sorprendió demasiado que la mayoría de sus conquistas fueran mujeres casadas. Casadas e insatisfechas en la cama, con maridos que estaban muy lejos de poder darles lo que ellas en secreto deseaban. Nunca se lo dirían a sus esposos. Pero Ernesto podía olerlo a kilómetros. Y la verdad aún le excitaba más hacerlo con las que aparentaban ser esposas modelo. Nada le ponía más cachondo que ver las fotos de sus maridos en sus redes sociales justo antes de follárselas de las maneras más guarras y perversas. Además, eran más discretas y no tenía que andar preocupándose de que se volvieran locas y le montaran algún numerito. No es que su mujer le importara un carajo. Pero si el limitado dinero que les proporcionaba su familia.
Y llegó Rosana a la oficina.
Ernesto se obsesionó con ella desde el primer minuto. Hacía años que no mantenía contacto alguno con el marido de ella, bueno nunca realmente había tenido contacto con él, pero si que le seguía la pista. Le tenía bastante manía en realidad. Casi cierto odio. Era todo lo que no era él. Rico, exitoso, casado con una hembra como Rosana.
Algunos antiguos compañeros de facultad si tenían cierta relación con el maridito y alguna vez que se habían visto hablaban de la vida de todos. Uno de sus antiguos compañeros hasta fue a la boda y les enseño algunas fotos. El capullo estaba medio orgulloso de ser su amigo. Patético. Cuando Ernesto vio las fotos de Rosana, espectacular en su vestido de boda, un ramalazo de ira le recorrió todo el cuerpo. Le parecía de coña que ese capullo se hubiera casado con semejante mujer. Era el más listo de la facultad sin duda. Pero estaba muy lejos de ser el tipo más popular entre las hembras. Tampoco Ernesto lo era la verdad. Pero claro. Las cosas le fueron bien. El cabrón se había hecho asquerosamente rico. Y una mujer como Rosana se había casado con él. Bastardo hijo de puta.
Así que ese día en la oficina la reconoció enseguida. Estaba más mayor claro. Pero aún tremenda. Se preguntaba que cojones hacía en esa oficina de mierda. Su marido tenía dinero de sobra para que ella se pasara la vida tocándose el coño. O la podría haber enchufado en cualquier otro sitio mejor. Pero imaginaba que ella quería verse a sí misma como una mujer independiente. Como si no necesitara a su esposo rico. Como si no se hubiera casado con él por su dinero.
Ernesto se obsesionó con ella desde el primer minuto. Rubia, prieta, guapa, sexy, encantadora y decentemente casada con ese puto gilipollas.
Su sexto sentido se disparó a la mil. Podía olerla. Podía sentir lo que ella necesitaba. No tenía ninguna duda. Rosana necesitaba mucho más de lo que le daba su esposo. En su enfermiza mente eso era una absoluta certeza.
Pero estaba claro que ella no tenía ningún interés en un tipo como él. Ni lo tendría en su puta vida. Había hecho sus intentos de aproximación. Pero para ella ni existía. Cada vez que se volvían a cruzar en alguna reunión o evento ella volvía a preguntarle su nombre. Ni se acordaba de él. Para una mujer como Rosana los tipos como Ernesto ni existían. La deseaba con todas sus fuerzas y la odiaba por su constante desprecio. Zorra.
La noche que la grabó follando con Rodrigo no fue más que una casualidad. Un giro del destino. El subía a esa sala a recoger algo que se había dejado. Y se los encontró allí. Morreándose. Empezando a meterse mano. Saco su móvil instintivamente y se puso a grabarlos. A escondidas. Sin ninguna intención específica. La de pajas que se haría después viendo ese video. Deseando ser él el que se corriera en su cara. Ya sabía él que era una puta.
Ni de lejos pensó en ese momento en chantajearla con el video. Pero los días fueron pasando y su obsesión por ella crecía. Lo primero que hacía cada mañana era pajearse viendo a Rosana con la cara llena de leche. Estaba tan caliente que hasta se folló a su mujer una noche que los críos se acostaron pronto. Se corrió en su cara claro. Se quedó mirando un buen rato la cara de su esposa llena de lefa. No era Rosana ni se le parecía. Era la misma puta cara que llevaba viendo desde hace demasiados años. Si no hubiera sido porque era un desgraciado, sin el dinero de su mujer no tendría donde caerse muerto, esa misma noche se habría largado de casa.
En vez de eso le mandó el chantaje a Rosana.
No pensó demasiado en como saldrían las cosas o las posibles consecuencias. Estaba cegado por la calentura. Escribió y reescribió cada texto que le mandaba meticulosamente. Planeo en su cabeza cada movimiento y cada posible escenario. Y, en realidad, cuando ella le mando la primera foto de sus tetas no se lo podía creer. Había funcionado. La zorra de Rosana cedió a su chantaje. En su vida había estado más cachondo.
Luego siguieron el resto de fotos. Y después la noche de la oficina cuando se corrió en su cara. Nunca pensó que ella se pondría de rodillas aquella noche. Pero vaya si lo hizo. En apenas unos días Rosana se había convertido en su fantasía de dominación llevada al extremo. La mujer mas tremenda que había visto en su vida estaba a su merced. Y contra su voluntad, lo que aún ponía más cachondo a Ernesto. Se dio cuenta rápidamente que ella haría cualquier cosa con tal de que su marido no se enterará. Cualquier cosa.
Dos semanas después de correrse en la cara de Rosana, mientras ella hablaba con su marido, la obligó a salir con él a un bar de copas. Quería que le vieran con ella. Sentir que era de su propiedad. Dar envidia al resto de babosos que hubiera en el primer garito de mierda que se metieran. Que vieran el pedazo de hembra que poseía. Era suya.
Por supuesto ella se negó en rotundo. Pero en cuanto la amenazó de nuevo con mandarle los videos a su marido volvió a doblegarse. Haría cualquier cosa.
Incluso el eligió la ropa que llevaría esa noche. Por supuesto lo más puta posible. Con un vestido rojo pegado a su piel y apenas unos centímetros por debajo de sus bragas. Un escotazo tremendo medio enseñando las tetas y unos tacones que alargaban, sus ya de por si, interminables piernas. Como siempre ya había planeado todo durante días en su cabeza. Cuando le diera la gana la sacaría del bar, la metería en el coche y haría que le chupara la polla.
Quería ir poco a poco doblegándola. Aún no era el momento de follársela. Lo siguiente era una buena mamada.
Eligió un bar cualquiera en el centro de la ciudad y llego un poco antes de lo previsto. Cuando ella entró por la puerta se le puso tiesa inmediatamente. Estaba impresionante. Ni un solo tipo en todo el bar pudo evitar girar la cabeza mientras se dirigía hacia él. Y era toda suya. No podía esperar el momento de salir del garito con ella mientras todos los hombres le mirarán con envidia. Sabiendo que será él, esta vez, el que se lleva a la mujer más increíble. Será él al que semejante zorra le va a comer las pelotas en su coche. Él. Y no cualquier mierdecilla ricachón que no sabe como tratar a una mujer como ella.
Pero cada cosa a su tiempo.
Por supuesto no fue una velada romántica ni nada por el estilo. Ella le mostraba su desprecio desde que se sentó a su lado. Y eso a Ernesto aún le ponía más caliente. Le odiaba. Le daba asco y no lo disimulaba. Pero en un rato iba a estar comiéndole la polla. Rosana bebía gin tonics uno detrás de otro. Casi desesperada. Él se controlaba un poco más. Quería estar despejado. Prácticamente no hablaban. Que se iban a decir. Sólo bebían. Hasta que ella ya medio borracha empezó a desquitarse.
– No eres más que una mierda patética. Un chantajista de mierda.
– Una mierda patética que se corrió el otro día en tu cara. No lo olvides. Empieza a tocarme las pelotas que me hables así, vamos a tener que corregir eso.
– Y si no ¿qué harás? Ah claro, mandarle los putos videos a mi marido.
– Ya sabes lo que hay.
– ¿Para que todo este paripé? ¿Qué cojones quieres? ¿Por qué no me follas de una vez y me dejas en paz?
– No tengo prisa.
– ¿No es eso lo que quieres? Joder la tienes tiesa desde que he entrado por la puerta.
Ha llegado el momento de largarse de allí. Aunque ha disfrutado cada segundo ahora viene lo bueno. Ojalá ella se resista al principio. Como suele hacer. Sólo de pensarlo le entran ganas de correrse.
– Voy a bajar un momento al baño. Espero que cuando suba estés un poco más calmada.
Ernesto baja las escaleras. Está exultante. En cuanto suba de vuelta se va a llevar a Rosana del bar, la va a meter en el coche y va a buscar un sitio apartado para meterle la polla en la boca. Al fin y al cabo, es ella la que no quiere paripé. Pues irá directo al asunto. Maldita zorra de mierda.
Echa una buena meada en uno de los urinarios. Tiene que concentrase un poco para que se le baje la erección y poder mear a gusto. Un tipo que estaba a su lado se va y se queda sólo en los baños. Acaba y se sacude la polla. Justo cuando va a metérsela en el pantalón una mano la agarra por el brazo.
– Vamos a acabar con esto de una puta vez. – Le dice Rosana.
Ella le empuja con fuerza y le mete en uno de los baños con puerta. El sigue con la polla fuera. Está en shock. No se esperaba nada ni remotamente parecido a esto. Cierra la puerta detrás de ella. Le agarra la polla y empieza a meneársela con fuerza mientras le mira a la cara.
– ¿Es esto lo que quieres no? ¿Quieres que te la chupe? ¿Romperme el culo? Si no mandarás los putos videos ¿no?
Le sube la piel arriba y abajo. Él está en silencio, no sabe que decir. Ella se la menea. Toda su gorda verga en la mano. Arriba y abajo. Sin descanso. Fuerte. Rápido. Rosana se sienta en el asqueroso retrete. Se pone la polla a la altura de su cara. Como el otro día el olor a rabo la golpea de lleno mientras le sigue pajeando. Se mete la polla dura en la boca. Se la chupa como loca, como una auténtica guarra. Sabe hacer buenas mamadas, eso seguro. Se la mete hasta las pelotas y la vuelve a sacar. Le ensaliva toda la verga y vuelta a empezar. Le agarra los huevos con la mano y los estira arriba y abajo.
– ¿Esto es lo que quieres hijo de la gran puta?
Ahora se mete los huevos en la boca. Los chupa mientras le menea la polla. No deja de mirarle a la cara. Se oye gente que entra en los baños. Risas. Gritos. Ella sigue mamando.
Se da golpes de polla en la cara. Se la restriega por las mejillas.
Se levanta. Le da un morreo húmedo y largo mientras sigue sacudiéndole la verga. Masajeando sus pelotas.
– Ahora vas a follarme cabronazo. Como a una vulgar putilla en los baños de un bar de mierda.
Ella se quita las bragas. Se da la vuelta y levanta su falda. Apoya sus brazos en la tapa del retrete. Le ofrece su culo en pompa como una perra en celo. Su coño es todo para él. Listo para su polla.
– Vamos he dicho que me folles.
Ernesto tiene a la mujer más impresionante que ha visto en su vida pidiendo que se la folle, prácticamente a cuatro patas, en los baños públicos de una discoteca de mala muerte. Pero algo no cuadra. Algo no funciona. Se supone que es él el que está al mando. El que decide lo que se hace y lo que no. Su idea era llevársela al coche. Que ella se resistiera.
Rosana se da la vuelta y le suelta un guantazo en la cara.
– Te he dicho que me folles pesado de mierda.
Ernesto se pone de mala hostia. Le da la vuelta y se la clava en su coño de una. Está húmedo. Empieza a bombear. A mover el culo adelante y atrás.
– Eso es hijo de puta. Fóllame.
Le da duro. Tiene un culazo impresionante. Ve como su culo rebota en cada embestida que le mete. Le agarra las dos nalgas con sus manazas y le mueve el culo adelante y atrás. Ella mueve las caderas al unísono. Follan como salvajes. Ella jadea. El berrea como un toro.
– Córrete en mis nalgas cabronazo. Lléname el culo de leche.
Ella no debería decidir donde se corre. Pero ese culo le pierde. El bamboleo de sus nalgas perfectas rebotando con cada pollazo que le mete le supera. Nota como el esperma sale de sus pelotas. Empieza a subir por el tronco de su verga. Ella no debería decirle cuando se corre.
– Córrete pedazo de idiota. ¿A qué esperas?
Se saca la polla y se la menea a toda velocidad. En unos segundos empieza a soltar leche como un aspersor. Le pinta las nalgas con su semen. Le restriega la polla por su perfecto culo. Se vacía. Física y mentalmente. Ella se levanta y le mira a la cara.
– ¿Te has quedado a gusto desgraciado? ¿Te ha gustado correrte en mi culo?
Él no responde. Se abrocha los pantalones y se da la vuelta. Dispuesto a abrir la puerta. Este no era el plan. Maldita puta.
Ella no le deja salir. Le agarra violentamente.
– ¿Dónde crees que vas? Yo todavía no he acabado.
Se sienta en la taza del baño y se abre de piernas completamente.
– Cómeme el coño.
Él duda. Esto no debería ser así. Él es el que manda. Ella le agarra de la pechera y le baja de un tirón. Le pone de rodillas en ese suelo asqueroso lleno de meados y suciedad. Le mete su cara entre las piernas.
– Te he dicho que chupes.
No sabe por qué. Pero obedece. Esto no debería ser así. Pero le mete la lengua en el coño. Ella jadea de gusto.
– Eso es. Lámelo. No pares.
Ella levanta su culo. Se lo ofrece.
– Chúpame el culo también. Méteme un dedo.
El mete su lengua en su culo. Se da cuenta que su propio semen resbala por sus nalgas.
– Límpiame con la lengua. Límpiame el semen del culo mamonazo.
Él obedece. No debería, pero obedece. Limpia sus nalgas con la lengua. Chupa su propia corrida. Cuando acaba le mete un dedo en el culo y vuelve a comerle el coño. Usa toda su lengua, intercala metiéndole dedos entre el culo y el coño. Ella mueve sus caderas arriba y abajo. Restriega sus flujos por su boca. Por toda su cara.
– Haz que me corra cabrón. Aaahhh si joder. Dale más rápido. No pares.
Le agarra la cabeza con las dos manos y la hunde del todo entre sus piernas. Empieza a correrse. Grita de placer.
– Ahh ahhh ah joder me corro, me corro, hijo de puta. No pares ahhh.
Se corre sin parar. Le llena la cara de flujos. Sus piernas convulsionan, su culo se contrae. Al fin su cuerpo se relaja. Jadea más despacio.
Se incorpora.
Se arregla el vestido y coge sus bragas que andaban tiradas por el suelo. Le agarra la cara a Ernesto y se le queda mirando. Unos segundos. Casi desafiante.
– Buen chico.
Se levanta y sale por la puerta. Se gira un segundo y le tira sus bragas a la cara. Se larga y le deja allí tirado. De rodillas en el suelo lleno de meados. Con la cara llena de sus jugos. Usado.
Se supone que esto no debería ser así.