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Cogí a mi suegra mientras mi esposa se bañaba
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Tras cogerla por primera vez una noche, mientras mi esposa e hija dormían, mi relación con mi suegra se transformó en una locura sexual de adolescentes. Aprovechábamos cada momento para tocarnos y excitarnos mutuamente. Mi esposa, concentrada en mi hija recién nacida, no tenía mente para nada más que no fuera ella, no tenía idea de las locuras de su madre y de su esposo a pocos pasos.

Estuvimos así unos tres días, de caricias furtivas y agarradas muy sexuales. La mañana del sábado, que yo no trabajaba, sabía que mi esposa se daría un baño muy largo mientras mi hija durmiera. Sabía también que aprovecharía ese momento para coger con mi suegra. No lo habíamos hablado con ella, pero en mi ser, en mi libido, lo sabía.

Como a las 10 de esa mañana, tras amamantar y poner a dormir a mi hija, mi esposa se alistó para bañarse. Me pidió que esté atento al sueño de la bebe, se lo pidió a su mamá también y se fue al baño, que quedaba justo frente a la sala, a unos pasos de nuestra habitación.

Ni bien entró y sentí que cerró con picaporte, fui al cuarto que mi suegra ocupaba, pero ella, mujer muy hábil, con un murmullo me dijo vamos a la sala. Me cogió de la mano y la seguí. Prendió la tv a un bajo volumen y sin más preparativos sacó mi verga ya tiesa. Por la hora, seguía en pijama, así que no le fue difícil sacarla y, mirando ambos hacia la puerta del baño, en perpendicular a la misma, comenzó a mamarla.

No hay forma de negar que a la vieja le encantaba la verga. La mamaba como sólo alguna puta muy íntima lo hizo antes y como nadie ha hecho después. Se concentraba en darme placer y era obvio que su placer era dar placer con sus labios. Aunque nunca lo hablamos, estoy seguro que ella sentía un morbo infinito mamando y cogiendo con el esposo de su hija.

No me pude contener y llegué dentro de su boca, ella aplicada a su trabajo, se tomó todo mi semen. Dejando mi verga limpia con su lengua, lo que la volvió a poner muy dura casi instantáneamente. La cogí de la cintura y la llevé hacia el mueble de la sala que nos daba la mejor vista de la puerta del baño.

Ambos oíamos, a pesar de la tv prendida, el correr del agua en la ducha. Sentir como el agua discurría nos daba la seguridad necesaria para disfrutar el momento. Yo sabía, ella sabía, que mi esposa podía tomarse 40 o más minutos en una ducha. Bien por ella su disfrute, bien por nosotros el tiempo que nos daba.

Le baje el pantalón de pijama, bajo el cual tenía sólo unos de sus acostumbrados micro hilos. No le saqué el hilo, negro ese día, lo recuerdo como si fuera ayer. La puse en 4 patas sobre el sillón y me arrodillé detrás de ella. Escuchando el agua discurrir sobre el cuerpo de mi esposa y sabiendo que mi suegra estaba mirando la puerta del baño, le di una lamida de concha y culo que la puso lista para ser cogida. Sentí como sus fluidos caían entre mi lengua, rumbo a mis labios. La señora era mucho más caliente que mi esposa y sus fluidos se activaban muy rápidamente, aunque supongo (hasta ahora lo creo), que la excitación de esos momentos prohibidos eran un factor muy favorecedor para la catarata de sus flujos vaginales.

Me levanté y me puse, más por costumbre que porque sea necesario, algo de saliva en mi verga y entré en su húmeda vagina. Ella en perrito sobre el sofá, yo de pie tras ella. Yo la empujaba y ella tenía un movimiento rítmico, de sus nalgas y su concha, quizás circular, quizás bailando sin un compás definido, pero maravilloso de sentirlo. La forma en la que contraía su vagina y la acomodaba para que la penetre en diferentes ángulos sin moverme yo, era profesional. Trajo a mi mente a las putas más expertas que había probado, que lo usaban cuando querían que el cliente ya se venga y pasar al siguiente. Pero esta vez, ella se vino, se vino con un ahogado gemido y un torrente de fluidos vaginales que me apresuré en lamer y tomar, para evitar lleguen al sofá.

Yo seguía con la verga dura, ella lo sabía. Pasé mi lengua por su ano y lo encontré dispuesto y muy dilatado, era muy obvio que la señora abría con infinita facilidad su culo. Entré en su culo con la suavidad con la que solía entrar en la concha de mi esposa. En menos de 2 minutos ella volvió a llegar, como le encantaba entregar su culo en 4 patas.

Quise cambiar un poco. La cogí de la cintura y al oído le dije párese señora. Me obedeció, la llevé junto a la puerta del baño y la pegué a la pared, con su mejilla rozándola. Me acomodé detrás de ella y comencé a poseerla por el culo quizás a un par de metros de donde mi esposa se duchaba. Ella volvió a llegar en muy pocos minutos.

Yo sentía mi verga reventar y seguí disfrutándola, hasta que finalmente, en una nueva serie de contracciones para un nuevo orgasmo, ella volvió a llegar y yo con ella. Deje un instante mi verga dentro, hasta que poco a poco la erección fue bajando.

La voltee y sin que ella proteste la besé intensamente. Ella me respondió con avidez. Seguimos así un rato más, hasta que sentimos que la ducha se cerró y supimos que nuestro tiempo había acabado.

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