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De hombre simplón a hembrón de fantasía (Segunda parte)
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En el capítulo anterior pudimos ver como un desgraciado joven se transformaba en una hermosa rubia por accidente, gracias a un extraño brazalete que se encontró en el autobús. Ahora debía enfrentar su nueva vida como chica, descubriendo su cuerpo y deseos más ocultos.

Me desperté agitado, sentía mi pecho palpitar rápidamente. Tenía la vagina húmeda y la sentía cosquillear. Seguramente tuve un sueño erótico, pero no lograba recordar de que se trataba.

Me puse de pie y estire mis brazos hacia el techo, me puse de puntillas y sentí una rica sensación de relajación.

Tenía que encontrar trabajo, la universidad ya me daba igual. Total ya tenía casi todas las asignaturas reprobadas, después me preocuparía de eso. Ahora mis prioridades eran comprar un poco de ropa y presentarme en el restaurante donde solía trabajar cuando era hombre para buscar empleo.

Camine hacia el baño y me di una ducha de agua helada. Mi intención era controlar las extrañas oleadas de excitación que me habían acechado durante las últimas horas. Por otro lado decidí lavar mi cabello por primera vez desde que me convertí en mujer. Lo tenía muy largo y hasta la cintura, fue un verdadero infierno limpiarlo todo y luego secarlo. Ya pensaba en ir a una peluquería cuando tuviera dinero.

Me vestí con una camisa y pantalones deportivos. Era lo único que me quedaba y alcanzaba a contener mis enormes tetas y culo.

Desayune rápido y baje las escaleras para salir a la calle. Espere el autobús y luego me dirigí a una tienda de ropa usada que conocía. Gracias al dinero del patético Ernesto podría comprarme bastantes prendas.

Al llegar al lugar me quedé detenidamente viendo la ropa, recién me di cuenta que no sabía mis tallas cuando llegué a la tienda. Que descuidado y estúpido fui. En eso una de las vendedoras se me acercó.

– Muy buenos días ¿en qué puedo ayudar? – me preguntó mirándome con una cordial sonrisa. Se trataba de una mujer de unos 40 años, de piel morena y caderas anchas.

– Es que necesito comprar varios conjuntos, pero no me se mis medidas.- respondí mirándola con vergüenza por mi ignorancia.

– Ya veo… podemos solucionarlo, espereme un momento. – me dijo antes de marcharse hacia el mostrador. Volvió con una cinta métrica y se acercó a mi.

– Le tomaré las medidas.- dijo agachándose y tomando el largo de mis piernas. Luego procedió a hacerlo en mi trasero, cinturas y pecho.

– Vaya, usted es un 95-60-95. Tiene cuerpo de súpermodelo.- dijo asombrada, al principio no se pudo dar cuenta de mis medidas.

– Para nada, mi vida es lo menos glamorosa que existe. Es más, me mudé y perdí toda mi ropa y sólo tengo 100 dólares para reemplazarlo.- explique sonrojada por sus comentarios.

– Ah tiene sentido, por eso viene a esta tienda de ropa usada. No sé preocupe, con ese dinero podrá llevarse la ropa necesaria para sobrevivir hasta que tenga más dinero.- me respondió de manera cálida. Luego de eso me trajo ropa que podría ser de mi talla.

– Vaya a probárselo y luego me dice cuales se lleva.- me respondió llevándome hasta un vestidor, entré con toda la ropa que me pasó.

– Muchas gracias. – respondí antes de entrar al lugar. Una vez dentro procedí a sacarme la ropa. Lo único que tenía era unos boxers blancos, sin duda también tendría que preocuparme de comprar ropa interior.

Sin dudar comencé a ponerme la ropa que me dio. Había blusas, pantalones de mezclilla, de tela, de licra y también faldas. Por otro lado shorts y tops.

Con total asombro me miraba en el espejo, llevaba puesto un pantalón de licra color negro que se me ajustaba muy bien, parecía una segunda piel. Mientras que arriba llevaba un croptop rosa, que hacía la función de sostén. Nunca vi mis pechos tan parados, lucían mucho más voluptuosos de esa manera.

Me encantaba la ropa, me la dejé puesta y doble toda la ropa para cargarla en mis manos. Salí y me acerqué a la vendedora.

– ¿Cuánto me cuesta llevarme todo? – ella se puso feliz de la gran venta que estaba por concretar.

– Serían 80 dólares. – era una verdadera ganga por todas las prendas que me llevaba.

Pagué con mucho gusto, me quedaban 20 dólares, pensaba que quizás me alcanzaría a comprar algún calzón y corpiño.

Camine por la calle y ya pude notar pesadas miradas sobre mi, ahora que vestía como toda una fémina no había hombre que se resistiera a voltear a verme. Me hacía sentir extrañamente bien, se me inflaba el pecho de orgullo.

Llegué hasta una tienda de lencería. La propia dueña era quien atendía, me llevó para ver distintos tipos de sostenes. Gracias a la empleada de la tienda anterior conocía mis medidas.

– Bueno, necesito un solo conjunto. – le dije mientras veía la opción más económica, sin embargo miraba los precios y no me alcanzaba con lo que tenía.

– Lo siento por hacerle perder el tiempo, pero el precio escapa de mi presupuesto.- le dije algo avergonzado por la situación. Ella me quedo mirando algunos segundos.

Di media vuelta para marcharme, pero ella me detuvo.

– Espera. Pienso en algo que podría beneficiar a ambas. – me dijo mirándome con interés.

– ¿De qué se trata? – pregunté sin saber de que se trataba.

– Bueno es que eres muy bonita y pienso que podrías ayudarme en algo.- me dijo con una sonrisa cordial, yo escuché atentamente.

– Y estaba pensando en que podría tomarte fotos con algunos conjuntos para ponerlo en mi página de Instagram. Podrías quedarte con las que modeles para mí.- me propuso ella, me quedé un rato analizando, pero el trato era justo. Encima nadie me conocía así que no me daba vergüenza hacer eso.

– ¡Hecho! – respondí animada, ella me llevó hasta un vestidor y me pasó lo que quería que modelara.

El primero fue un ser de lencería de encaje con flores y color azul. Me quité toda la ropa y procedí a deslizar ese calzón de encaje por mis piernas hasta colocármelo. Se sentía muy cómodo, se ajustaba bien a mi trasero.

Proseguí con el corpiño, me costó mucho apretarlo atrás. Cuando lo logre me mire al espejo, ese sostén levantaba mis tetas y hacia lucir un delicioso escote. Me sentía como una deidad.

Salí y ella tenía preparado un lugar con fondo blanco para sacarme las fotos. Me hizo posar de frente, perfil y dada vuelta. Haciéndome inclinar para resaltar mis atributos y a la vez la lencería.

Seguimos con un bikini brasileño color verde, ya me sentía más cómoda y fue fácil modelar. Posaba con total naturalidad para ella.

Al final me puse lo que estaba dejando para el final. Se trataba de una pequeña tanga de hilo color rojo. Cuando me la coloque pude ver en el espejo como el hilo se perdía entre mis nalgas, no podía creerlo, siempre creí que eso era muy incómodo para las chicas, pero sorprendentemente era lo contrario. Arriba llevaba un corpiño del mismo color, era del tamaño ideal para mis pechos.

Salí vistiendo así, ella me exigía ser más provocativa. Agarré las acillas a los lados del tanga y los levante hasta dejarlos en mis caderas. De esa manera terminó la sesión.

Me saqué el corpiño y me puse el top deportivo. Luego de eso me miré al espejo, paraba la cola, no podía dejar de admirar mis bonitas nalgas.

Finalmente me puse los pantalones de licra encima y salí de ahí. Ya me comenzaban a doler los pies producto de que las zapatillas que llevaba me quedaban grandes. Tenía poco dinero, pero de igual forma decidí ir a una zapatería. Quizás podría comprar algunas sandalias que me quedaran bien.

Entré a la zapatería, no tardó en llegar un joven a atenderme. Le dije lo que deseaba, entonces fue a la bodega a buscar si tenían de mi talla. En eso se me acercó un viejo delgado y de aspecto limpio. Era calvo y alto, de metro ochenta más o menos.

– Buenas señorita ¿La están atendiendo bien? – preguntó mirándome con mucho deseo.

– Sí, muchas gracias.- respondí sin darle mayor importancia.

– Me presento, soy Julián. El dueño de todo lo que ves.- dijo orgulloso, yo nada mas quería mis sandalias.

– Un gusto, soy Josefina.- en eso llego el chico y me paso las sandalias. Me las puse y me quedaban muy bien, pero entonces el viejo intervino.

Al ver mi elección de compra el viejo zorro pudo notar que yo contaba con poco dinero. Vio una oportunidad en eso.

– No, no, no. Esto es pecado, una reina como tú no puede andar con estas baratijas.- Sin darme tiempo a replica se llevó las sandalias y volvió con unas mucho más costosas y hermosas. El mismo las puso en mis pies. Eran de tiras finas y color blanco.

– Estas sí son dignas de una diosa. – me dijo y mientras yo las veía en el espejo. Sí que eran lindas.

– Pero yo quiero las otras… – me iba a quejar, pero el hombre no me dio tiempo. Me hizo probar unas zapatillas blancas muy cómodas. Eran deportivas y por último me trajo unos hermosos tacones negros, estilo t strap.

Al principio me costó mantener el equilibrio, al verme al espejo pude ver que mis piernas lucían mucho más largas y mi trasero más levantado. Me sonroje mucho, eso de verme bonita comenzaba a gustarme.

En eso estaba cuando el viejo interrumpió mis pensamientos.

– ¿Y bien, qué te parece?- pregunto mirándome con interés.

– Me encantaron, pero se escapa de mi presupuesto. – dije honestamente, él sonrió con malicia al comprobar su teoría.

– Que lástima… te quedaban tan bien. Con eso serías la envidia de las mujeres y el deseo de cualquier hombre.- me decía caminando alrededor de mi.

Esas palabras hacían efecto en mí, me hacían sentir que realmente necesitaba esos calzados. Me lamentaba por no tener el dinero para pagarlas.

– Sí… pero no puedo permitírmelas.- dije bajando la cabeza con decepción, no sabía porqué me sentía mal por un simple calzado.

– Ya… tranquila. Se me ocurre una idea para que quedemos los dos contentos. – me agarro de los hombros y me masajeo suavemente.

– ¿Cómo? – pregunte con ilusión, pensaba que quizás estaba hablando de modelar. Tal como lo hice en la tienda de lencería.

– Yo tengo algo que quieres y tú… bueno tú eres todo lo que deseo.- me dijo desvelando claramente sus intenciones.

Lo correcto y lo que debí haber hecho fue negarme rotundamente y darle una cachetada por fresco, sin embargo…

– Quizás podríamos llegar a un acuerdo. – le respondí bajando la mirada.

El viejo se llenó de alegría, intercambió miradas con el vendedor, quien ya imaginaba lo que haría su jefe. Durante todo momento me mantuve roja de la vergüenza.

– Vamos a un lugar más tranquilo.- me dijo tomando mi mano para finalmente llevarme hacia el interior de la bodega.

Me deje llevar por él, sabía que estaba mal, que debí decirle que no e insultarlo por viejo verde, pero simplemente no pude hacerlo. En mi mente tenía esos zapatos, los deseaba, no, los necesitaba.

Al entrar cerró la puerta con llave y comenzó a soltar su cinturón. Yo ya sabía lo que pasaría a continuación.

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.

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– Así ¡UF! Así mi reina, ganate esos zapatos. – la bodega de la zapatería se llenaba de los gruñidos de placer del hombre.

Yo me encontraba casi totalmente desnuda, a excepción de la tanga de hilo, por expresa petición de Julián. Estaba de rodillas en el piso, chupando frenéticamente el pene del viejo. Él se encontraba sentado en un banquillo. Detrás de mí había un espejo, con el cual Julián podía ver mi culo todo lo que se le apeteciera.

Su miembro era más pequeño que el de Ernesto, podía mamárselo con facilidad. Me sentía humillado, no entendía porqué estaba haciéndolo. Eran sólo zapatos ¿por qué los deseo tanto?

– Bien reina, mírame bien mientras la chupas.- yo obedecía, mirando atentamente a la cámara de celular.

Eso fue parte de la negociación, me negué rotundamente a tener sexo con él, pero una mamada era algo que tenía la disposición de hacer. Total ya había chupado un pene antes. A cambio de aceptar eso, Julián me pidió el permiso para grabar todo. Era lo justo, si no lo iba a dejar poseer mis carnes.

– Hmm, que golosa. Saca más ese culito y menealo para mí. – yo lo hacía. Lo sacaba más y lo movía de un lado a otro, como la cola de una perrita.

– Así… que niña bien portada eres.- pude notar como ahora enfocaba su teléfono en mi culo y espejo para capturar mejor mi trasero moviéndose. Mientras tanto yo seguía succionando como si de una becerrita me tratara.

Él me agarraba el cabello, para que no molestara en mi mamada y poder ver todo con lujo de detalles.

A pesar de tenerla pequeña, tenía una resistencia increíble. También mucha experiencia, me iba guiando perfectamente para darle el máximo placer.

Ahora iba metiendo uno a uno sus rasurados huevos en mi boca, mientras con mi mano derecha masturbaba de manera constante su pene.

– Hmm que buen trabajo. – Me tiro del cabello para separarme de su miembro.

– ¿Tanto deseas esos zapatos? – me dijo con intención de burlarse un poco de mí.

– Sí… los quiero.- dije con el rostro rojo por la pregunta del hombre.

– Se nota. Esta es la mamada más cara de mi vida, pero vale la pena con una diosa como tú.- dijo acercándome nuevamente a su pene. Me ordenó quedarme así, soltó mi cabello para agarrar su pene desde la base y pasarlo por todos lados contra mi rostro.

– Es que hasta tu cara es bonita. Tienes un cuerpo de diabla y rostro de ángel.- Decía para luego separarse de mí.

– Muéstrame esas tetas. – dijo y yo me levanté un poco para mostrarlas mejor.

– Son unas verdaderas bombas, cualquiera caería ante ellas.- llevó su mano, las hacía rebotar. No dejaba de grabar con detalle.

– te debes destrozar la espalda cargando estas niñotas todo el día. – me decía riendo, sus constantes comentarios me hacían sentir extraño. Mi vagina estaba humedeciendo. No podía creer que me estuviese excitando.

En cosa de segundos me encontré haciéndole una turca. Su pene desaparecía entre mis tetas. Él no dejaba de mirarme y gemir de placer.

– Que ubres más potentes.- decía el conforme viejo, con su mano acariciaba mis mejillas. Me hacía sentir cada vez más caliente.

– Usted… aguanta mucho.- le dije mientras movía mis tetas de arriba a abajo.

– Y eso te encanta… – dijo viendo la marca de humedad que se formaba en la parte delantera de mi tanga.

Me quedé muy avergonzado, tanto que detuve la masturbación que le estaba dando.

– Sí me das permiso puedo ayudarte con eso.- yo lo mire y asentí con la cabeza.

Me hizo sentar en unas cajas, mis pies ya no tocaban el piso. Agarró mi tanga desde las arcilas y las bajó para dejarme totalmente desnuda.

Dejó la cámara apoyada con unos zapatos sobre una caja a solo unos metros de nosotros.

Me tomó desde los muslos y me hizo abrir de piernas.

– Que reina más sumisa y obediente. Las hembras como tú no se ven todos los días. – mi cuerpo temblaba, ese viejo miraba directo a mi vagina.

Pude sentir su respiración en mi vagina, luego se abalanzó como una fiera. Comenzó a lamer como un perro hace con el agua. Me estremeció de placer. Apreté los dedos de mis pies al sentir tal sensación.

– ¡Dios! ¡Ah!- no pude evitar comenzar a gemir. Eso ánimo más al viejo quien comenzó a pellizcar mi clítoris, mientras metía su lengua dentro de mi.

Él era mucho mejor que yo en eso. Cuando me masturbaba nunca sentí tal placer. Toda la bodega se inundó de mis gemidos, era algo escandalosa. Me sentía en el paraíso.

El orgasmo era inminente, pero entonces se detuvo abruptamente y se puso de pie.

– ¡Eh! ¿Qué pasó? – pregunte decepcionada por no poder llegar a mi orgasmo.

El viejo sabía lo que hacía, yo me quedé mirando atenta sus movimientos. Fue hacia un cajón y sacó un condón. Ahora entendía todo, ese hombre me dejó rozando el clímax para hacerme perder la cabeza y aumentar sus posibilidades de coger conmigo.

Lentamente abrió el preservativo y luego lo deslizó por su verga. Sin decir nada se acercó hacia mí.

– No… no podemos. – dije con la voz temblorosa.

Me agarró de los tobillos y me hizo alzar y separar las piernas. Comenzó a frotar su pene contra mi vagina.

– Lo deseas… tienes la conchita mojada y ardiendo. Deja de negarte y entrégate al placer. – acomodo su pene contra la entrada de mi vagina.

No podía ser, yo era un hombre. Totalmente hetero, no podía ser que deseara tener sexo con un viejo, era imposible. Mi cuerpo no me respondía, estaba totalmente paralizada.

El viejo sonrió ya no veía oposición de mi parte. Me agarro más fuerte los tobillos, ya su glande empujaba contra mi vagina. Cerré mis ojos esperando la inminente penetración, mi hombría estaba a punto de ser arrebatada.

– ¡Aquí voy rei…! – su voz fue interrumpida por un constante golpe en la puerta. Él giró abruptamente hacia la puerta y gritó.

– ¡¿Qué mierda pasa, Luis?! – grito hacia el empleado. Yo abrí los ojos y miraba como el hombre me mantenía sujeta desde los tobillos.

– ¡Señor, el auto de su mujer. Ya llegó! – el empleado intentaba explicar. Era evidente que el viejo había dado la instrucción de avisar si llegaba su esposa.

– ¡Maldición! – rápidamente soltó mis tobillos y se quitó el preservativo. Su pene se ablando de manera veloz.

Yo seguía desnuda, abierta de piernas y con la concha ardiendo.

– Mierda… justo se le ocurre venir hoy. – el viejo seguía refunfuñando, mientras se ponía los pantalones.

– Rápido, vístete también. – ahí reaccioné y me puse de pie para colocarme la tanga que estaba en el piso y luego el top y pantalones.

– Sé que te gustó, por favor reunámonos otra vez para continuar esto- decía el frustrado hombre. Se le escapó la posibilidad de poseer mi cuerpo.

Me puse mis nuevas zapatillas. Saque los tacones y las sandalias de las cajas para poder llevarlos más fácilmente. Me entregó una tarjeta con su número.

– Llámame cuando quieras seguir nuestra aventura… prometo que te regalare un par de zapatos hermosos.

– Adiós. – dije escuetamente. Tenía vergüenza de verlo a la cara. Me recomendó salir por una puerta de emergencia, así pude huir sin ser vista por su esposa.

Camine hacia mi casa, lo único que podía pensar que estuve a punto de entregarme a ese viejo y con total gusto. Ese cuerpo de hembra estaba afectando mi mente ¿o siempre me atrajeron los hombres? Esa era la duda que se formaba en mi cabeza.

Durante el camino los habituales piropos y silbidos llegaban a mis oídos, ya me estaba acostumbrando a eso.

Pronto llegue a mi departamento. Deje caer las bolsas de compras en el piso. Ya era medio día, por andar haciendo estupideces no había ido al restaurante por el empleo.

Mi vagina seguía húmeda, mire hacia el velador y vi mi desodorante. Tenía forma fálica… una idea atravesó mi mente.

En cosa de minutos me encontraba desnuda sobre la cama. Con las piernas abiertas y levantadas, tal y como me tenía Julián.

Sostenía el envase en mis manos, era como de 10 centímetros y grosor respetable. Lentamente la lleve a mi vagina, se sentía frío.

Comencé a meterlo, mis labios se abrían y le daban paso. Me dolía un poco pero el placer era más. En cosa de segundos lo metía y sacaba con rapidez.

– ¡Ah! rico… – gemía con los ojitos cerrados. Imaginaba que así hubiese sido si el viejo zapatero me penetraba. Mi vagina palpitaba al rededor del envase.

– ¡Yaaa! – sentí mi orgasmo, me había corrido metiéndome un desodorante en la vagina. No podía creerlo.

Lo saqué de mi interior y quedé recostada en la cama, pensando que si seguía así más pronto que tarde acabaría encamándome con un hombre.

Agitaba mi cabeza borrando esa idea de mi mente. Fui al baño a darme una de mis habituales duchas de agua fría. Sentía el agua cayendo por mi fina piel. En mi muñeca seguía ese maldito brazalete, no había logrado averiguar nada sobre él ni mi extraña transformación.

Salí del baño y sequé mi cuerpo. Me puse el conjunto de lencería de encaje burdeo que conseguí modelando, una blusa blanca y abajo unos pantalones de tela negra. También las zapatillas… esas que conseguí dándole una mamada al dueño de la zapatería.

Me di palmadas en las mejillas, ya debía olvidar eso. Era momento de concentrarse, tenía que conseguir empleo. Agarre mi mochila y lleve una chaqueta por si se ponía frío en la tarde y finalmente salí de mi hogar, enfocado en mi objetivo.

Al salir comencé a bajar las escaleras. Entonces vi a Jean subiéndolas en dirección opuesta. Me daba mucha vergüenza verlo a la cara después de lo que pasó en la noche anterior.

Pude notar como sonrió al verme. Levanto la mano mientras se acercaba.

– ¡Hola vecina! – me saludo alegremente. Como conté anteriormente, cuando yo era un hombre ese tipo me trataba mal e incluso amenazaba con golpearme. Ahora era muy amable conmigo.

– Hola vecino…- dije siguiendo de largo, no quería que me volviera a pasar lo del día anterior.

– Espere ¿por qué tan apurada? – me preguntó y estiró su mano para agarrarme desde la muñeca.

– Voy a una entrevista de trabajo, suéltame por favor. – dije volteando a verlo. Nuevamente lo veía tan grande y superior a mí.

– Entiendo… ¡ya sé! Te invito a cenar esta noche en mi departamento – sugirió sin soltar mi muñeca.

– Gracias por la oferta, pero no.- respondí concuna sonrisa nerviosa. Él entendió que no estaba logrando atraerme con ese método tan bruto.

Soltó mi mano algo frustrado.

– Está bien, lo siento. Espero que podamos hablar otro día.- seguramente estaba muy confundido, el día anterior yo parecía estar interesadísima en su persona y en especial en su miembro.

– Gracias…- me sentí muy aliviado de que me soltara. Él no se dio cuenta, pero su dominancia y brutalidad me comenzaba a excitar.

No entendía el motivo, mi vagina se humedeció ante la presencia del negro. Aún más cuando me agarró con firmeza.

– Después hablamos.- dije finalmente para bajar rápidamente las escaleras. No volví a mirar hacia atrás, no quería más cosas raras.

Subí al autobús con el corazón acelerado, podía ver a los viejos mirándome. Me senté en la parte de atrás de esa manera ninguno de ellos podría murmurar a mis espaldas.

Al llegar al paradero me bajé y caminé hacia el restaurante. Debo reconocer que estaba nervioso. Estaba volviendo a ese trabajo donde me trataban como basura, pero ya no tenía de otra.

Camine hacia el interior y lo primero que pude ver es que ya había una mesera nueva. Era una chica de rasgos latinos, con rostro tierno. Casi parecía una menor de edad, sin embargo sus curvas en especial el trasero decían lo opuesto.

– ¿Se le ofrece algo? – pregunto cordialmente al verme, yo la quedé mirando.

– Sí, busco a don Juan.- respondí y ella se mantuvo sonriente.

– Entiendo, le avisaré.- la verdad era muy normal que mujeres fueran a ver al jefe. Por eso no le dio mayor importancia.

Se fue y al rato volvió. Me dijo que la acompañara y la seguí hasta la oficina.

Abrió la puerta y me dejo pasar. Yo di un par de pasos con nervios. Siempre que entraba a esa oficina era para recibir regaños.

Juan me quedo mirando, su mirada era de sorpresa. No esperaba para nada que yo me presentara ante él, seguramente estaba esperando a alguna de sus conquistas.

– Buenas tardes, soy Josefina.- dije tímidamente antes de que él dijera algo.

– Buenas Josefina ¿qué te trae por aquí? – me preguntó con interés, me miraba fijamente. Sobre todo mi sostén de encaje burdeo que se veía bajo mi blusa blanca.

– Vine porque busco empleo, me enteré de que aquí habían echado a un mesero.- dije recordando ese fatídico día cuando me convertí en mujer.

– Ah sí, pero ya contratamos un reemplazo.- dijo mirando fijamente mis pechos. Me sentía avergonzado de que ese mujeriego que me trataba tan mal se hubiese interesado físicamente en mí.

Mire con desilusión, tendría que seguir buscando trabajo. Entonces prosiguió.

– Pero podríamos hacer un espacio para ti, vienes vestida de manera adecuada para atender. Te pondré a prueba.- me sorprendió que me aceptara tan fácil, ni siquiera me pregunto si tenía experiencias previas.

– Muchas gracias don Juan.- dije con una sonrisa, el me interrumpió.

– Jaja, sólo dime Juan. Tenemos casi la misma edad supongo.- cuando era chico me obligaba a decirle don y ahora cambiaba su actitud abruptamente.

– Esta bien Juan, no te defraudare.- se puso de pie y estrecho mi mano, la tomo suavemente y tardó un rato en soltarla. Me sonroje un poco.

– Sígueme, te presentaré al personal.- me soltó y me hizo un tour por el restaurante. Me presento a la otra mesera.

– Javiera, te presento a Josefina. Será tu compañera, por favor enséñale todo sobre la carta.- le dijo y ella asintió con una sonrisa.

Luego me llevó a la cocina, ahí estaba el viejo chef Rodrigo. Al verme casi se le salen los ojos.

– Encantado de conocerte. Soy Rodrigo, no dudes en avisarme si tienes un problema.- ahora hasta ese gruñón era amable conmigo.

Le respondí con una sonrisa y luego volví con Javiera. Resultó ser una chica muy alegre y simpática. Me enseñó sobre la carta que ya conocía al revés y al derecho, pero no dije nada porque me sentía a gusto recibiendo la atención de la chica.

También me puso un colet en el cabello y me hizo una cola de caballo. Me comentó que tenía que hacer eso siempre, que sería un problema si cae alguno de mis cabellos en el plato de un cliente.

Me dejo atender las mesas, los clientes me miraban con grandes sonrisas. Los que iban acompañados con sus novias evitaban a toda costa mirarme, podía ver celos en las chicas.

Juan me miró en todo momento y se sorprendió de mi rápido adaptación. Tomaba los pedidos y luego dejaba las comandas en la cocina. En cierto momento el chef se comenzó a retrasar. Me acerqué a la cocina para saber que sucedía.

– Don Rodrigo ¿qué sucede?- pregunté preparándome para sus gritos e insultos.

– Ah Josefina, es que me tardé un poco y se van a retrasar los platos.- dijo parando un momento para mirarme.

– Ya veo, iré a dar las disculpas a los clientes.- respondí, ya acostumbrado a tener que dar la cara por sus errores.

– No, no. Esto es culpa de la cocina, tú no tienes nada que ver. Cuando terminé aquí iré a dar las disculpas personalmente.- vaya que cambiaban todos su actitud hacia mí sólo por tener un cuerpo bonito. Le sonreí forzadamente y luego volví con Javiera.

Al final servimos los platos y el chef salió a disculparse por la demora. Era la primera vez que lo veía asumir sus errores.

Otra cosa que me asombró es que ahora recibía más propina de la habitual. Todos los clientes sin falta me dejaron el 10% que me correspondía o a veces incluso más. Estaba muy feliz.

Terminó la jornada y Javiera se me acercó para charlar un poco.

– Hiciste un gran trabajo, te acostumbraste fácil. Seguro que Juan te contrata.- me dijo sonriendo.

– Eso espero, Juan es impredecible.- trabaje igual que siempre, no había diferencias entre el servicio de ese día con el que di cuando fui despedido.

– Vaya, parece que también lo conoces más personalmente. Ya ni sé cuántas hemos caído en sus garras.- me decía riendo, me sonroje mucho y sentí algo de envidia. Juan se había acostado con esa belleza de mujer, que injusto.

– Eh… no es así.- me iba a excusar y justo me llamó Juan a su oficina. Me despedí de Javiera y fui a hablar con él.

– Bueno Josefina, después de ver tu desempeño hoy decidí que te quedaras. Eres un excelente elemento para el restaurante.- me felicito sin dejar de ver mi pecho, estaba en cierta forma feliz de conseguir empleo. Pero no era mi sueño volver a ese lugar tan tóxico.

– Gracias Juan, estoy muy contenta de quedarme.- le dije sonriendo cordial.

– Me gustaría tener tu número de teléfono, ya sabes, para tener contacto.- Me puse nervioso, el único número que tenía era el de cuando era hombre.

– Ahora mismo no tengo número, me robaron el teléfono. Una amiga me va a regalar uno viejo que tiene y mañana se lo doy.- salí del paso con rapidez. Él aceptó.

– No hay problema linda, mañana arreglamos.- ya me estaba lanzando piropos. Pero ahora que tendría dinero ya no tendría que acostarme con ningún hombre. Así que jamás le daría el gusto a ese mujeriego.

– Adiós…- me iba a despedir y me detuvo.

– Espera, deja y te llevo a tu casa.- me iba a negar, pero se paró rápido y me convenció de ir.

Durante el camino no dejaba de hablar sobre sus pasatiempos y empresas. A mi me daba igual.

– Eres hermosa, seguro te lo han dicho muchas veces.- yo no le daba mucha atención.

– Sí ya sé, pero tengo novio así que ni te ilusiones.- Respondí con molestia, ya me había aburrido de escucharlo hablar tanto.

Era mi oportunidad para avergonzarlo. Nadie se le negaba, pero yo no lo iba a dejar avanzar ni un poco conmigo.

– Ya veo… las que tienen pareja me gustan más y las que son difíciles de conquistar aún más.- parecía no importarle lo que decía.

– Como digas, nos vemos mañana.- al llegar a nuestro destino me bajé. Pude notar que se quedó estacionado mirándome caminar hacia mi departamento.

Al entrar a casa saqué de mi cajón un chip que me habían regalado hace tiempo en una tienda. Saqué el de mi teléfono y lo reemplace por ese. Ahora tenía un nuevo número.

Decidí crearme una cuenta de Instagram. Sería raro que no existiera nada de mi en internet.

"Josefina, 23 años. Trabajo de mesera y de modelo esporádicamente. Me gusta el senderismo y viajar."

Una descripción genérica, pero correcta. Me tomé un par de selfies y lo dejé.

Al cabo de media hora mi teléfono explotó en notificaciones. Miraba como mis seguidores crecían. Busqué la razón, eran las fotos en lencería que me tomé para la tienda. Ahí todos preguntaban quién era la modelo y uno dio con mi perfil y me etiquetó.

Las fotos estaban excelentes, a pesar de ser tomadas con un teléfono eso no opacaba mis curvas luciendo aquella lencería. Como hombre también habría seguido a esa belleza de modelo.

Recibí toda clase de comentarios por privado, eran demasiados. Simplemente silencie el teléfono y lo deje un rato.

Me bañe y me puse la pijama. Al volver agarré el teléfono. Tenía 1000 seguidores ya. Vi los mensajes. Me decían de todo. Que era perfecta, cuerpo de ensueño, rostro angelical, que los pechos, que el culo, que las piernas… ¡UF!

No entendía el motivo, toda esa atención comenzó a entenderme. Me bajé los pantalones y comencé a masturbarme. No era suficiente.

Cerré la aplicación y me metí a internet. Visite mi página porno favorita. Comencé a buscar y me fijé en uno en él salía una rubia muy atractiva en la portada. Se parecía a mi en el aspecto de tener tetas grandes y piel blanca. Eso sí las suyas parecían ser implantes.

Decidí abrirlo y me quedé viendo como la chica se desnudaba y bailaba para la cámara.

Comenzaba a excitarme, al menos aún me atraían las mujeres.

La mujer procedió a masturbarse, era una escena muy caliente. La imite haciendo lo propio con mi vagina, la sentía tan húmeda y cálida.

En eso apareció algo que no estaba ni en la portada ni en el título. Un enorme negro apareció desnudo en escena, su pene erecto se robó la atención de mis ojos.

La chica se acomodó a cuatro patas sobre la cama y el negro comenzó a meterle toda su carne en la vagina. No podía creer que le entrara algo tan grande.

Mi vagina palpitaba de placer, comencé a masturbarme más rápido. Gemía muy fuerte, estaba en éxtasis.

Ese negro me excitaba tanto, no pude evitar reemplazar a los actores de la escena por Jean y yo. Estaba fantaseando otra vez con mi vecino.

– Hmm ¡AH! ¡Sí! ¡Que rico! – chillaba sin dejar de meterme dedos, al final lo del día anterior no fue un incidente de una sola vez.

– ¡Dios! ¡Así, duro! – mis gemidos se mezclaban con el de la actriz. En eso escuché un ruido en la pared y posteriormente te un grito.

– ¡Jaja vecina, en vez de jugar solita deberías venir a darte una vuelta por acá! – me quedé paralizada otra vez. Me dio mucha vergüenza. Tanto que pare el video y detuve la masturbación.

Aún la sentía muy caliente, mi vagina no me daba tregua. Pedía más y más atenciones, seguía exigiendo sexo desde que el zapatero Julián no pudo concretar conmigo.

– ¡Te estaré esperando! – gritó confiado en que iría.

– "¿Quién se cree que es este imbécil? Ni loco voy para allá" – pensaba en lo molesto que era el tipo, odiaba toda la confianza que mostraba y también lo bruto y gritón que era.

En eso estaba pensando y sin darme cuenta mi mano fue a mi vagina para frotarla suavemente de manera superficial.

– "Maldición ¿por qué me atrae tanto?" – no entendía, sin embargo me seguí tocando pensando en él. En eso escuché que comenzó a subir el volumen de la música.

Pensé que su intención era llamar mi atención, seguramente quería que fuera a su casa a quejarme.

Era otra de esas canciones horribles de reggaetón. Odiaba ese género musical. Mientras me tocaba escuche atentamente la letra.

– " Ella quiere sexo, yo bellaquera

Darte como perra, como una cualquiera

Jalarte por el pelo, barrerte por el suelo

Usarte como escoba, aúlla como loba

Uuh me la chupa, me la soba

Uuh y la leche me la roba

Ella se hace la mas boba

Mal parida, piroba" –

Era de mal gusto la letra de esa canción, pero me excito. Seguí manoseándome cada vez más fuerte. Pensaba que quizás me estaba dedicando esa canción a mí.

– "Me pongo mas sátiro, y la toco rápido

Le sobo ese bollo mas mojao' que un parque acuático

Se lo entro rápido, y se lo saco rápido

Le echo el polvo mágico que la dejó en pánico" –

Sentía como que esa obscena melodía me hipnotizaba. Lo estaba deseando, de verdad deseaba tener sexo con Jean.

De manera automática me puse de pie y me saqué la pijama completamente. Una vez desnuda agarre mi tanga de hilo roja, que ya se había convertido en mi favorita y me la puse. Mis instintos me guiaban.

– "Mami lo mío es automático, llego tu maniático

Tú dices que eres mi fan, pero yo soy el fanático

Tú si te pones loca, pero ya yo estoy lunático

Voy a darte en la cama duro, en eso soy fantástico

Como no te conozco, tengo que ponerme plástico

Tus ojos están pidiendo que te meta con el látigo

Grande ese culo, y eso me pone simpático" –

La canción parecía como dedicada a mí. Era como en la naturaleza, cuando algunas aves cantan para buscar hembras para aparearse.

Jean era el macho y yo la hembra a la que quería atraer. Me puse los tacones negros. Me miré al espejo, estaba de infarto.

Agarré las arcillas de la tanga y las subí por encima de mis enormes caderas. Gracias a los tacones mi culo se veía más prominente. El hilo de la tanguita se perdía entre mis nalgas.

– "Hay mucho que te tiran, pero esos tipos son básicos

Esta noche tu eres mi gata

Vamo' a meterle, abajo tengo la lengua del ático

Discúlpame si esta noche me puse un poco sátiro

Lo que pasa es que tengo ganas de meterlo rápido" –

La canción continuaba mientras yo me colocaba una bata negra encima del cuerpo. No quería que nadie más que Jean me viera en paños menores.

De manera lenta fui caminando hacia fuera de mi hogar. Ya había chupado dos penes, meterme con un tercer hombre ya no le haría menos hetero. Además nadie sabía de mi situación, nadie podría juzgarme ni recriminar nada.

– "Me pongo mas sátiro, y la toco rápido

Le sobo ese bollo mas mojao' que un parque acuático" –

Ya estaba fuera de la puerta del departamento de Jean. Escuchaba la canción más fuerte. Lo último que hice fue soltarme el colet de mi cabello para liberarlo. Guarde la goma en mi bolsillo. Toqué la puerta.

– ¡Voy! – oí gritar al negro. Me quedé quieta, temblando un poco por la expectación.

– "Se lo entro rápido, y se lo saco rápido

Le echo el polvo mágico que la deja en pánico" –

La canción se escuchó más fuerte que nunca cuando Jean abrió la puerta. Salió igual que el día anterior, sin camiseta, enseñando esos potentes músculos y con una carpa en su bóxer. La tenía enorme.

Me quedó mirando y fingió cordialidad.

– ¡Hola vecina! ¿está muy fuerte la música? – me preguntó pensando que ese era el real motivo de mi visita.

Su técnica de seducción tan primitiva no funcionaría con mujeres normales… pero yo no era una mujer normal.

Sin decir nada y levantando mi mirada directamente a sus ojos, me desate el cordón de la bata. Luego la abrí, dejándole ver mi cuerpo totalmente desnudo a excepción de la tanga y tacones. Sus ojos casi se salieron con sorpresa. Saque la bata de mis hombros y la deje caer al suelo. Quedando totalmente expuesta para su deleite.

– ¡Vecina! – exclamó sorprendido. Sus ojos se enfocaron viendo mis tetas.

– Vecinita… – volvió a decir cambiando su expresión a una pícara y de excitación.

Ya había llegado lejos para echarme atrás. Se hizo a un lado y me permitió el paso. Con una patada tiré mi bata dentro del departamento y luego entré de manera sensual, moviendo bien mis caderas.

El negro me miraba baboso, ya no esperó más y me agarró desde atrás. Tuvo que flectar las rodillas para quedar a mi altura y pegar su enorme bulto a mi culo y a la vez llevo sus manos a mis dos tetas para apoderarse completamente de ellas.

Me llené de placer, sus manos eran enormes. Sabía que sin dudas lo que pasaría entre esas cuatro paredes me acompañaría por el resto de mi vida.

– No te vas a arrepentir, rubia…- me susurró al oído. Me tenía ya toda sujeta y sometida.

Sabía que aunque cambiara de opinión ya no podría escapar, él era una bestia enorme y no podría librarme de sus garras. No había vuelta atrás, estaría a disposición del negro hasta que se quedara satisfecho.

– " Ella quiere sexo, yo bellaquera

Darte como perra, como una cualquiera

Jalarte por el pelo, barrerte por el suelo

Usarte como escoba, aúlla como loba". –

En cosa de segundos me encontré bailando al ritmo de esa obscena canción, moviendo mi culo de arriba a abajo, izquierda a derecha. Pegándolo contra el bulto del negro quien se recreaba bailando también y manoseando mis tetas.

Si llegaron hasta aquí gracias por leer. Estos dos primeros capítulos los tenía listos así que por eso fueron de publicación rápida. Los siguientes ya tendrán más demora. Agradezco a todos los que me dejen algún comentario con correcciones o sugerencias. Un saludo.

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