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Aventuras y desventuras húmedas: Segunda etapa (16)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

El fin de semana discurrió de la misma forma que los días anteriores. Sergio pasaba enclaustrado en su habitación la mayor parte del tiempo con los libros delante de sus narices, pero valió la pena el esfuerzo. Según el lunes a la mañana salió del aula donde por fin terminaba con los exámenes, no podía estar más contento.

Había solventado aquel mes de la mejor manera posible. Todos los exámenes del que tenía alguna nota estaban aprobados y solo le faltaba saber el que recién había hecho y el del viernes, los cuales seguro estaban aprobados. Con la mochila a cuestas y los apuntes dentro de ella, volvió al coche levitando sobre una nube. Esa mochila que tanto pesaba a principio del mes, ahora la sentía más que liviana, como si tuviera alas.

Incluso tuvo la suerte de aparcar delante del portal, todo le salía a pedir de boca, las cosas no podían ir mejor. Subiendo a su casa recordó la conversación con Marta y un leve picor le asomó entre sus piernas, pero debía pasar página, aquel beso era el último. “No volveremos nunca…, pero un aquí te pillo, aquí te mato… no me importaría” pensó mientras salía del ascensor.

Saludó con efusividad y arrojó la mochila a su cama al pasar por su habitación. Se dirigió directo a la ducha, queriendo limpiarse el olor a estudio que le envolvía como un perfume. El agua le caía caliente por todo el cuerpo, golpeando sus hombros cargados debido a la postura del estudiante y los relajaba sin parar. Necesitaba un descanso, vaya si lo necesitaba, se lo había trabajado mucho y el estrés de todo el mes debía desaparecer de un plumazo.

Pensó en que podía hacer durante las dos semanas que le quedaban para descansar y todo un abanico de posibilidades se habría ante sus ojos. Podría ir con sus amigos de viaje o podría aprovechar para vaguear en casa lo que no estaba escrito. Una de las opciones que se le cruzó por la cabeza fue hacer algo con su hermana, todavía le debía una por la vez que la dejó ir sola a casa, aunque ella no lo supiera. Pero no sabía que podía hacer, bueno… tenía tiempo para pensarlo, por el momento, lo que decidió fue mirar a su amigo que tanto se activaba últimamente y… ¿Por qué no darse una alegría?

La puerta abriéndose le sacó de su momento cercano al nirvana. Asomó la cabeza para ver de quien se trataba, quien osaba perturbar la paz que tanto se había labrado. La que había atravesado la puerta de madera con todo su descaro como siempre lo hacía, era quien se temía, su hermana.

—Laura, ¿qué pasa no sabes llamar a la puerta?

—Lo siento, Sergio. Es que quería limpiarme los dientes.

—¿Eh? ¿Me has pedido perdón por entrar sin llamar? ¿Dónde está mi hermana? ¡¿Qué has hecho con ella?!

Escuchó las risas de su hermanita y él sonrió a la par. Cuanto había cambiado su relación, había solucionado aquella distancia que tanto les separaba y todo mediante lo que podría denominarse un error. Haber tenido algo con una amiga suya le había llevado a pasar una noche con Laura y debido a aquello, estrechar los lazos que ellos mismos habían desatado.

—¿Qué tal los exámenes? —preguntó la joven haciéndose entender con el cepillo en la boca.

—Pues bien, muy bien. —le sorprendió la pregunta. Es más, le dejó perplejo que Laura supiera que estaba de exámenes— Creo que voy a aprobar todas. Todavía me quedan dos notas por saber, pero estoy seguro de que las paso.

—Como me alegro. —Sergio escuchó como escupía la pasta de dientes y después la jovencita añadía— Por cierto, el otro día… tu amiguita…

—¿Estamos hablando de Alicia? —apuntilló Sergio al escuchar el tono de recochineo.

—Exacto. Pues nada, estuvo hablando un poco de ti.

Sergio frunció el ceño, dándose cuenta en aquel momento, que sin verse sabía que estaba haciendo el mismo gesto que su tía y su madre, cosas de familia. Las preguntas se formularon en su cabeza, ¿de qué hablaría Alicia? No tardó en preguntar para salir de dudas.

—¡Sorpréndeme! ¿Qué dijo?

—Obviamente, no dijo tu nombre, quizá porque estaba yo delante con más amigas. Pero estuvimos hablando de chicos, de con quien lo habíamos hecho la última vez y así… bueno cosas de chicas.

—¡Para, para, para! —Sergio asomó la cabeza para mirar a su hermana. Esta vio el gesto torcido de su hermano junto con su pelo alborotado lleno de champú, la imagen era realmente cómica.

—¿Qué? —sacando una sonrisa que llevaba a la carcajada y no le daba para reprimírsela.

—¿Tú?… ¿Chicos?

—Sergio… que tengo diecisiete años y voy a cumplir dieciocho… claro que sí.

—¡Se me ha caído un mito! ¡Qué desgracia! —el dramatismo del joven logró hacer sacar una carcajada a su hermana— Aunque una cosa. —la cabeza de Sergio volvió a asomar esta vez con la zona de barba también blanca, de forma tan abundante como cómica. Laura se rio— De mis amigos… con ninguno ¿no?

—De momento no. Pero… ya veremos, te la tengo que devolver.

—Ni se te ocurra, o te meto a monja, soy el primogénito varón y tengo que guardar nuestra estirpe.

Laura rompió a reír con aquella bobada que su hermano decía. Le encantaba cuando estaba de buen humor, todo lo que decía le hacía gracia, porque no era lo que soltaba si no cómo lo decía.

—Tranquilo, tato. No voy a hacer nada con tus amigos, lo prometo. Bueno, vuelvo al tema que me lías. Pues resulta que eso, estábamos el otro día tomando algo en la calle y hablamos de ese tema, del último chico con el que estuvimos. Hablamos todas y cuando le tocó el turno a Alicia, pues no dijo tu nombre, pero habló de ti.

—Seguro que me puso por las nubes. —la ironía de Sergio se podía incluso cortar.

—No tanto. Empezó a hablar de que si no eras buena gente, que si no diste la talla y demás cosas por el estilo. Yo la miraba esperando que dijera que estaba de broma, porque ella me lo había contado, sabía que el último chico con el que había estado eras tú. Pero nada, erre que erre con que el peor polvo de su vida y así.

—Si te soy sincero… creo que estaba mintiendo. —el orgullo de Sergio había sido herido en parte, aunque la verdad, tampoco mucho.

—Soltó incluso que si tenías un micropene, fue entonces que me reí.

—¿Cómo que te reíste? —a Sergio le interesó lo que venía a continuación.

—Me reí y todas me miraron. Delante de las demás le dije que yo conocía al chico y que ella lo sabía. Alicia calló, pero no reculó, por lo que le dije que de micropene nada y que además es un partidazo.

—¿Mi hermanita me sacó la cara? ¡Estoy flipando, Laura!

—Bueno eres mi hermano ¿qué quieres que diga? Además que no me gusta que mienta. Hilando cabos, recordé que más o menos después de su cumple estaba realmente feliz, o sea que puede que fuera gracias a ti… no se lo pasaría tan mal.

—Puede… Oye, de verdad, gracias. No era necesario, al final lo que opina Alicia de mí lo sé de sobra y lo que diga, me da un poco igual, pero que me hayas defendido me encanta. Te quiero.

—No es para tanto. —quitó hierro al asunto— Dejémoslo en que no me gusta que mientan y menos de mi hermanito.

Ambos rieron y Laura abrió el grifo del lavabo para dar un trago de agua y después lavarse el rostro. Sergio pensó una cosa que le estaba picando en el cerebro y decidió preguntársela a su hermana.

—Laura, ¿cómo sabes tú, que no tengo un micropene?

—Pues muy sencillo. Cuando vas a la ducha, sueles ir el trayecto desde tu habitación al cuarto de baño la gran mayoría de veces desnudo. Y no sé si te piensas que nadie te ve o que vives solo… pero, tato… que mi puerta está al lado, cada vez que pasas así te veo.

—Vaya… —el tono de Sergio denotaba decepción— no sabía… que te va ese rollo… que tenía una hermana mirona.

—Imbécil. —respondió Laura mientras no se aguantaba la carcajada— ¿Qué quieres que haga? Ya te tengo más que visto. Te conozco tanto como tú a mí, es como si alguno de tus amigos te dijera, pues Laura tiene unas tetas pequeñas no sé qué, ¿te lo creerías?

—Pues hace mucho que no las veo, no sé yo…

—Pues ahora mismo te las enseño. —la broma no se detenía y ambos sin verse sabían que el otro tenía una mueca de felicidad.

—No, tata, gracias, rehúso tu proposición indecente. Seguro que son preciosas, pero no lo veo adecuado.

—Tú te lo pierdes. —con un tono más que altivo para seguir jugando entre ambos.

Los dos volvieron a reír y dentro de la ducha mientras el joven se aclaraba el gel que corría por su cuerpo, escuchó como la puerta se volvía a abrir. Su hermana estaba a punto de salir y recordó una cosa.

—Oye, Laura, esto en serio. Es una tontería, lo sé, pero todavía me sabe mal cuando no volví contigo a casa.

—Déjalo, es una chorrada, si estabas de fiesta, no ibas a volver por mí. —Laura no le daba muchas vueltas al asunto, de haberlo hecho podría haberse olido donde estaba su hermano.

—Ya… puede ser, pero para mí no lo es. —el sentimiento de haber elegido a Alicia en vez de a su hermana aún le escocía— Tenemos que hacer algo.

—¿Qué quieres hacer?

—No sé, tenemos que pensarlo juntos, pero lo que quieras, eso está en tus manos.

—Te tomo la palabra —y de nuevo con el tono de broma habitual que volvía a reinar entre ellos tras muchos años, le añadió—. Bueno marcho, ya puedes seguir masturbándote con tranquilidad.

—Laura…

La joven se fue y Sergio se quedó tranquilo en la ducha. Sería una buena opción la masturbación, pero después del comentario de su hermana, le parecía extraño hacérsela. Aunque pensándolo bien, ¿qué más daba? Había tenido relaciones con su tía y soñó de forma muy sexual con su madre, aquello no sería más que otra muesca en su revolver.

Pero aun así, lo desechó y salió envuelto en una toalla, demasiada agua gastada como para desperdiciar más. Mirándose en el espejo, recordó como era su hermana antes de Navidades, huraña y desagradable, una adolescente con las hormonas alborotadas. Aunque tampoco se llevaban tanto, la diferencia era palpable.

Como había cambiado todo en tan poco tiempo y… aquello le recordó que era cierto que hacía mucho que no la veía desnuda, ¿sería cierto que las tenía tan grandes? No lo recordaba. Se veía un gran bulto en su camiseta, pero, ¿en verdad habría heredado tanto los ojos como los pechos familiares?

De imaginarlo un escalofrío recorrió su espalda atorando su cerebro, y diciéndose al mismo momento “tengo que relajarme, últimamente se me va la cabeza, los pechos de Laura ya son demasiado”.

CONTINUARÁ

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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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LilithDuran
LilithDuran
Siempre tratando de hacer un hueco, para escribir y apasionarme con cada historia. Aquí encontrareis lujuriosas aventuras eróticas y en Amazon, podréis deleitaros con todos mis perversos libros. Disfrutad...

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