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La revancha (08): El final (Primera parte)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Los metros van pasando, poco a poco, el dolor y el cansancio hacen mella en vosotras, te cuesta respirar, te falta aire para tanto esfuerzo, Zuleia empieza a cojear, pero sigue corriendo delante de ti, vuestros pechos no dejan de moverse, los cascabeles os golpean y las tetas rebotan una y otra vez contra vuestros cuerpos, las heridas, los cortes, los azotes mojados en sudor os escuecen cada vez más, tus piernas también flaquean, y Nuria decide reducir un poco el ritmo, Yoha ve que Zuleia tampoco está demasiado bien, y simplemente mantiene la ventaja que te lleva. En las gradas la gente corea vuestros nombres, os sigue empujando con su aliento, orgullosos de vosotras, de cómo seguís adelante, envueltas en babas y sudor, con heridas sangrando por todo el cuerpo, con un cansancio que os agota a cada paso, y a pesar de todo, aquí estáis corriendo, luchando, demostrando que seguís siendo las mejores potrillas que cualquier amo pueda desear.

El roce del hierro en tu coño, se vuelve cada vez más doloroso, más intenso, ni la pomada, ni la grasa evitan que vuelvas a mojar de sangre tus muslos, no es mucha pero cada paso es un infierno, un grito, un llanto apagado en tu mordedor. Apenas si habéis hecho un kilómetro, aquí empezó todo, aquí se apartaron vuestras compañeras, y aquí os lanzasteis a esta aventura increíble, a este reto salvaje y cruel que sigue adelante. Poco a poco vas recuperando algo de fuerza, algo de aliento, También Zuleia está algo mejor, Yoha la espolea, y tú corres tras ella, la gente se levanta de sus asientos y ruge satisfecha con el espectáculo. Yoha sigue azotando a su hembra, quiere desengancharse de ti, quiere avanzar y asegurar una victoria cada vez más cercana.

Su sulkie empieza a alejarse, apenas unos metros, pero esto anima a Yoha, que sigue golpeando a su yegua, Nuria no está dispuesta a rendirse y tú tampoco, su látigo te hace correr otra vez al límite, ninguna guarda nada para el final, las dos lo dais todo en cada paso, en cada zancada. Por los altavoces se oyen vuestros gruñidos, vuestra respiración agitada, mientras vemos las caras afiladas por el cansancio, empapadas de sudor, tensadas por un dolor que no cesa y que martiriza cualquier rincón de vuestros cuerpos

Tras cruzar el primer kilómetro, sigues corriendo con todo tu ímpetu pero empiezas a dudar que puedas coger a tu rival, entonces ves que vuelve a cojear, su pie marca con sangre cada paso, se le ha vuelto a abrir la herida de la planta del pie, tú estás igual de mal, pero con un último esfuerzo consigues agarrarte nuevamente a ella, que al ver que no ha conseguido deshacerse de ti, reduce un poco la velocidad. Te tiemblan las piernas, tus muslos cada vez están más ensangrentados. También los de ella empiezan a dejar ver un hilo rojo bajando, sin duda su coño esta tan irritado y dolorido como el tuyo, comprendes que no ganará la más rápida, o la más fuerte, sino la que sea capaz de asimilar y superar un dolor que crece por momentos.

Y los metros pasan lenta, muy lentamente, desde una de las gradas las amigas de Nuria os miran, os animan, admiran vuestro tesón y vuestro esfuerzo, aunque la mayoría no lo entiendan. Tan solo Joanna desnuda y con su collar de sumisa te comprende y te envidia. Recuerda cuando esta mañana ha entrado al recinto, allí cada persona podía elegir, entre ser vainilla y simplemente ir como siempre, ser amo o dueña y vestirse de cuero con una correa y una fusta que les daban en la entrada, o bien elegir ser sumiso o sumisa, entonces lo único que llevarían era un collar en el cuello con una argolla de hierro. Joanna mientras esperaba en la cola, sentía un nudo en la garganta, no diría nada, volvería a ser tan vainilla como el resto de amigas de Nuria, pero cada vez que alguien elegía el collar, mientras le desnudaban y rodeaban su cuello con el collar de cuero, ella sentía un calambrazo de envidia, de deseo, imaginarse desnuda y esclava entre tanta gente, entre tantos desconocidos, era su mayor sueño, hoy el camarero de ayer no está, pero ella no puede evitar disimuladamente acariciarse una y otra vez mientras ve como desnudan a hombres y mujeres que sumisos y dóciles se exhiben ante los demás esperando y deseando un amo que engarce su correa al collar de sus cuello. Justo delante de Joanna, iba Luna, otra de las amigas de Nuria, al llegar a la entrada, pidió la fusta, el cuero y la correa, altiva y segura se quitó su vestido y pego a su piel aquel uniforme de ama, luego miro a Joanna como nunca la había mirado y se apartó un poco para ver que hacia ella.

Llegó su turno, tragó saliva, estaba caliente, cachonda, increíblemente excitada y mojada, y en un arrebato de sinceridad, bajo la cabeza y eligió el collar, fue la misma Luna quien la desnudo, sus pechos, sus nalgas, toda ella exhibida a los ojos de quienes la quisieran mirar. Luego le coloco el collar, engarzo la correa en su anilla, y tirando de ella, la llevo con el resto de chicas. Por el camino no se dijeron nada, tan solo algunos tirones de su correa, le recordaban a Joanna su condición, pero lo que tuviera pensado hacerle, lo sabría más tarde, ahora todas querían ver la llegada de las yeguas al último tramo de su carrera. Todas chillaron de emoción, cuando como una exhalación aparecieron los dos sulkies, cuando entre sudor, sangre y gruñidos, tú y Zuleia pasasteis galopando en un instante por delante de ellas.

Poco a poco se acerca el poste donde habréis de girar, cada vez es más evidente la cojera de Zuleia, también tú vas renqueando, la sangre moja ya vuestras patas, vuestro culo. Vuestros pecho doloridos siguen moviéndose y golpeándose con los cascabeles que lleváis en vuestros pezones, pero cada nuevo dolor, cada nueva herida, os endurece aún más, os hace confiar más en la victoria, ambas sabéis que la otra esta tan castigada como tú. De pronto Zuleia vuelve a acelerar, vuelve a ser la gacela invencible, quiere girar y enfilar en cabeza la recta final, tu intentas seguirla, pero vuelves a perder unos metros, los suficientes para que ella gire y se lance a por estos tres últimos kilómetros.

Poco a poco vuelves a pegarte a ella, pero el ritmo no decrece, Yoha y Nuria os chillan, os azotan, sacan este instinto guerrero que lleváis dentro. Agarras con todas tus fuerzas las barras de madera, muerdes el cuero clavado en tus dientes, solo ves la parte trasera del sullkie de tu rival a centímetros de tu rostro. Yoha sigue azotando a su hembra, por mucho que la haga correr no consigue desembarazarse de ti, apenas unos metros que recuperas al instante.

Pasáis ya la señal que marca los dos últimos kilómetros, ya intuís la llegada, una nube de fotógrafos espera que la carrera “de las mamas” llegue a su desenlace. El ambiente se vuelve atronador, con cada ataque de Zuleia, con cada respuesta tuya, pero a pesar de la adrenalina, de la emoción, de la rabia sabes que en alguno de estos ataques te vas a quedar y no podrás recuperar la posición. Ya veis la línea del último kilómetro, otra vez ataca Zuleia y otra vez recuperas tú.

Desde mi lugar os miro, aún es pronto, Nuria tiene que pensar, relajarse y esperar al momento, no importa que tu gruñas, berres o muerdas,, quien manda es ella, y quien ganará o perderá la carrera será ella.

No queda nadie sentado, todos están en pie, gritando, animando, coreando vuestros nombres, los drones muestran vistas aéreas de vuestros sulkies. Ya estáis a menos de quinientos metros, otro ataque de Zuleia, otra recuperación tuya, pasáis la línea de los cuatrocientos, el galope se hace más intenso, más veloz, la adrenalina y la ilusión han anestesiado cualquier dolor, cualquier sufrimiento, justo en el punto de los 300 metros, tras las vallas, vuestras compañeras os animan, os gritan, os envían toda su fuerza, allí están María Guadalupe, Xen, Hanna, y todas las demás, incluso Lidia ha dejado su trabajo en la grabación y Vane también ha corrido hacia vosotras, están las ocho, compañeras y amigas que hoy también están reviviendo unos recuerdos de hace veinte años.

A falta de trescientos metros, un nuevo ataque de Zuleia te desengancha por unos momentos de ella, aún no es el momento, pero Nuria no puede esperar más, notas como mueve tu bozal a derecha y a izquierda, y al instante el látigo golpea tu hombro izquierdo, luego tu nalga izquierda, es la señal. Tensas aún más tus dientes, tu cuerpo, y te lanzas hacia adelante, Yoha ve que vuelves a llegar junto a ellas, faltan apenas 200 metros, pero esta vez, no te paras, giras a la derecha, y galopas como nunca, tu empuje, tu rabia, sorprenden a Zuleia cuando te ve adelantarla, cuando ve como Nuria de pie, azotándote se pone en cabeza. No me gusta, es demasiado pronto, solo tenéis una oportunidad y aún no era el momento, ojalá me equivoque.

Con la vista fijada en la línea de meta, corres como si tuvieras 20 años, Yoha azota a su yegua, que no necesita ningún estímulo, sus zancadas también la devuelven a su juventud, largas y rápidas, vuelve a ser la gacela africana, estáis a menos de cien metros de la llegada, por tu izquierda Zuleia está recuperando terreno, oyes el cascabelear de sus tetas cada vez más cerca, Yoha y Nuria de pie no dejan de azotaros, de gritaros, es un final eléctrico y brutal, a 50 metros, la cabeza de Zuleia llega ya a la altura de Nuria, que sigue espoleándote. Las dos estáis agotadas solo la tensión y la adrenalina lanzan vuestras patas hacia adelante. Dándolo todo, vaciándote a cada metro, vuelves a ser la potrilla salvaje e impulsiva de cuando corrías bajo mi látigo. El sudor brilla en toda vuestra piel, los gritos de la gente son ensordecedores, las cámaras de los drones os muestran desde el aire, y los primeros planos de vuestras caras, llenan las pantallas.

Como una exhalación pasáis por la señal de 40 metros, 30 metros, 20 metros, 10 metros, competís cabeza con cabeza, apenas unos centímetros os separan, ninguna mira a su rival, toda vuestra fuerza, vuestra energía está en estas patas castigadas, que más que correr, vuelan sobre esta pista de tierra. Y con apenas unos centímetros de diferencia, atravesáis a toda velocidad la línea de meta, la revancha ya tiene ganadora, la afición de quien ha ganado estalla en gritos y aplausos, los que animaban a la que ha entrado segunda, aplauden su esfuerzo y su valor con el mismo ímpetu, y un tirón en vuestras correas os hace parar, la carrera ha terminado.

(Continuará)

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