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El hermano de mi amigo
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Yo acostumbraba ir mucho a la casa de mi amigo, me sentía como en mi casa. Siempre entraba y salía como si nada y a veces hasta dejaba un par de cosas ahí.

Un día necesitaba ir a buscar unos apuntes que había dejado en su casa, pero cuando lo llamé me dijo que él había salido a hacer unos trámites, pero justo estaba de visita su hermano que me podía atender.

Siempre me pareció lindo su hermano, tan respetuoso y tímido, pero buen cuerpo, siempre prolijo y con olor a desodorante o perfume. Tan correcto. Él apenas tenía 19 y yo 24, pero debo confesar que más de una vez me había pajeado pensando en él. No sé qué tenía pero el pibe me re calentaba.

Ese día que fui a buscar las cosas entré a la planta baja sin problemas porque unas chicas justo salían y me reconocieron, así que me dejaron entrar. Luego, de colgada y por costumbre fui a abrir directamente la puerta del departamento, sin golpear, y no estaba llaveada. Entro como siempre con toda la confianza del mundo cuando lo veo sentado de espaldas en la mesa y me di cuenta de lo que había hecho.

Él, exaltado, se da vuelta a ver y rápidamente mete la mano en el pantalón encorvándose. Se estaba pajeando y yo lo había atrapado en el acto.

Nervioso, trató de actuar con normalidad en vano, no dejaba de tartamudear cuando algo me invadió y sin pensar fui hacia él. Él trataba de cubrir su erección que, del sobresalto, ya se le estaba bajando, pero yo quería esa pija. Así que puse mi mano derecha en su hombro y me incliné hasta que mis labios rozaran su oreja y, al oído le dije:

– No pares por mi culpa. Yo entré sin golpear

Mientras con la mano izquierda, buscaba su pija en su bóxer. Por fin la sentía en mi mano, me lo había imaginado tantas veces.

Los dos estábamos boquiabiertos y yo lo empecé a masturbar lentamente. Él no ofrecía resistencia y la erección estaba volviendo, así que me arrodillé junto a él y le pregunté si quería que se la chupara, él sólo asintió.

Empecé a besarle la cabeza, luego lamía el tronco, podía sentir como se ponía bien dura y empecé a chuparle las venas. Estaba bien rica. Me la quería comer toda. El de a ratos me miraba y de a ratos tiraba la cabeza hacia atrás. Y cuando ya no aguanté más me lo metí todo en la boca hasta que hizo tope en mi garganta. La sacaba hasta la cabeza y la metía hasta la garganta. No podía dejar de cabecear y él ya no pudo evitar el participar. Puso su mano en mi cabeza y empezó a darme pequeñas embestidas con su pelvis como si me estuviera cogiendo la boca. Estuve así un rato hasta que me faltó el aire, así que envolví la cabeza en mis labios y con mi mano empecé a masturbarlo como si lo estuviese bombeando en mi boca.

Ninguno daba más, podía sentir como me chorreaba y palpitaba la concha. Lo necesitaba adentro urgente. Así que me levanté y me saqué el pantalón. Él extendió la mano hasta su bolsillo para sacar un forro, pero lo paré:

– Te quiero sentir bien dentro mío

– Pero voy a explotar adentro tuyo

– Llename la concha de leche

Él agarró su tronco y puso la cabeza bien en la entrada de mi concha y yo me lo metí todo de una sentada. Sentí como mi concha se abrió toda de golpe y me encantó. No podía parar de montarlo, me lo metía hasta el fondo. Sentía la punzada cuando hacía tope pero no me importaba, quería que me rompiera toda. Yo no paraba de gemir y gritar. Me estremecí con el primer orgasmo pero mi concha pedía más. Me volvía loco el pendejo y quería sacarle toda la leche.

Después de un rato, me levantó y me tiró en la mesa, me separó bien las piernas y empezó a embestirme como un animal. Sentía que me iba a desmayar del placer. Podía escuchar los golpes en casa embestida y me re calentaba.

– Me encanta tu concha

– Rompela bien. Es toda tuya

– Sos una re mil puta, te gusta?

– Sí, bebé. Me encanta la tremenda pija que tenés

– Te voy a acabar

– Llename la concha de leche, papi!!!

El empezó a darme unas embestidas brutales mientras yo me estremecía cuando sentí como su pija explotaba adentro mío. Sentía cada chorro de leche tibiecita llenándome toda.

La saco y rápido fui directo a si pija a chupar las últimas gotas para no desperdiciar nada. El me agarraba del mentón mientras con la otra mano me la ponía en la boca. Yo estaba en cuatro y él sentado en la silla. Podía sentir como me chorreaba toda la leche por la concha y bajaba por mis piernas. Él me hace seña para que me siente en la mesa frente a él y yo obedezco.

Me mete dos dedos en mi concha y los saca llenos de leche y flujo para hacérmelos chupar. Acto seguido, se pone a lamer todo lo que chorreaba por mis piernas y mi concha.

– Espero se repita, le digo.

– La próxima va por el culo.

– Esa pija me la podes meter por donde quieras.

Y así lo hizo. Pero esa es otra historia. Desde entonces nos mandamos nudes y audios bien calientes. Y cada vez que viene le saco toda la leche.

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