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Mi esposa y suegra me dominan (Parte 2)
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Me encontraba tirado en la cama, elevado por la excitación de lo que acababa de pasar en la sala y que aún no sabía cómo mi suegra había logrado tenerme en la palma de su mano, pero mi pene estaba aún muy tieso y respiraba profundo, casi jadeando, era insoportable la situación por la excitación tan increíble que había. Oí que mi suegra abrió la puerta y escuchaba que murmuraban y una que otra risa con sorpresa, hasta que se callaron y no hicieron más ruido, me quedé ahí esperando y volteaba mi cabeza tratando de ver hacia la puerta pero no lograba ver nada de lo oscuro que estaba, estaba a punto de levantarme cuando…

-No te muevas y quédate boca abajo –oí a mi suegra gritar desde el pasillo, a lo que, por la situación, claramente obedecí sin más.

-Mírate no más –dijo mi esposa en mis espaldas, cerca de mi oído, mientras comencé a sentir algo en mi espalda, y no tardé en averiguar que eran sus pezones recorriendo mi espalda desde mis nalgas hasta la nuca y al llegar, me tomó fuerte del pelo– mírate no más, por eso estabas todo deprimido, lo que necesitabas era que te diéramos una buena sacudida –no dejaba de jalar mi cabello fuerte y mi boca se abría, en ese momento mi suegra se acostó.

-Mantenlo así –le dijo mi suegra a su hija mientras el dolor me consumía y no podía moverme, mi suegra puso su vulva donde estaba mi almohada– ¡¡suéltalo!! –le dijo abriéndose de piernas, a lo que mi cabeza cayó como un latigazo en su vagina y ella gritó.

Mi esposa se levantó de la cama y yo no podía pensar en mas que no fuera en seguir, luego me preocupaba por lo que mi esposa, que estaba detrás de mí, pensara de esta situación.

Vi de reojo como algo iluminaba la habitación, mientras mi suegra me tenía consumido en su vagina, volví a sentir a mi esposa sobre la cama.

-Que rico verte así perrito –me dijo lamiendo entre mis piernas– dominado, en nuestras manos –yo sabía que lo decía por los anteriores encuentros, donde ambas hicieron lo que se me vino en gana y ellas fueron mis perritas durante varias noches y pensar en eso, me excitaba más, si es que me podía excitar más, yo solo disfrutaba de la vagina de mi suegra, cuando sentí un dolor intenso en mi espalda y grité fuerte.

-¿qué me hiciste? –grité fuerte, a lo que mi suegra se rio y me dio una cachetada.

-Es cera mi perrito, cera hirviendo y seguirás chupándole la concha a mi madre hasta que te diga, ¿entendiste? –yo no sabía qué hacer, solo seguía obedeciendo mientras mi esposa arrojaba más cera en mi espalda, a tal punto que poco sentía y ya era delicioso, mi esposa comenzó a bajar con la vela y arrojaba cera desde mi nuca por toda mi espina dorsal, al llegar a mis nalgas, comenzó a dejar escurrir más en ellas, a tal punto que podía sentir como mi culo estaba lleno de era y mi verga tiesa como nunca, subí mis manos y no pude aguantar y le metí los dedos a mi suegra en la vulva y comencé a moverlos rápido, mi suegra gritó y se retorció, mientras mi lengua seguía moviéndose junto con mis manos, mi esposa dejó de echarme cera y me acerco a la cabecera y no dejaba de ver la cara de excitación de mi suegra que no sabía de donde agarrarse ante tal orgasmo que se veía venir, mi esposa puso su pie en mi cabeza y me empujaba mas en la vulva de mi suegra y de reojo alcanzaba a ver como no dejaban de verse a los ojos, sin duda, una imagen difícil de olvidar.

-¿Qué esperas perra? –le dijo mi suegra a mi esposa, mientras mi esposa se llevaba una mano a su vulva y se masturbaba y aun con la vela en la mano, comenzó a echarle cera en las tetas a mi suegra, la cual comenzó a ver hacia el techo, con sus ojos blanqueados, como si sufriera una convulsión, sus manos tomaron con fuerza la cabecera de la cama, mi esposa le echaba cera en todo su pecho y en el de ella misma, ambas comenzaron a jadear fuerte y a gritar, mi esposa quitó el pie de mi cabeza y se acercó a mi suegra, poniendo su culo encima de mi cabeza, ambas frente a frente y yo debajo de ellas, aun masturbando a mi suegra, y mi esposa sin dejarse de masturbar, puso la vela entre las dos, y con sus senos, con sus pezones, la apagaron y gritaron a tal punto que comenzaron a venirse, comencé a sentir chorros por mi espalda, que enfriaban la cera pero me calentaban por dentro, gritaban y se besaban y se tocaban como si no hubiera un mañana, como si se rasgaran la piel y aruñaran, de tanta excitación, mi esposa cayó sobre mi espalda e hizo detenerme con mi suegra que estaba terminando de venirse y se desvanecía sobre mi también, estaba completamente rendido, con mi esposa y suegra nuevamente alrededor mío, pero esta vez, ellas dominándome.

Solo pasaron unos minutos, cuando mi esposa se levantó.

-Párate perrito –me dijo con voz seria y sacando unos lazos y corbatas del armario, ya antes lo había usado con ella, así que suponía lo que vendría– párate ahí, cerca de la ventana –y tirando un lazo por encima de una vigueta de madera que había, lo pasó y comenzó a amarrarme los brazos, mis piernas las amarró a unos armarios que había, había quedado completamente desnudo y como una estrella de mar, abierto con todas mis extremidades a ellas, puso una corbata en mi boca y amarró una a mis bolas y lo que vino, lo juro por Dios, no lo esperaba…

Continuará…

Háganme saber si les gusta con un comentario y quieren la tercera parte o a mi correo [email protected], recibo cualquier ayuda visual de alguna dama que quiera ser mi musa para un relato o ayudarme escribir uno.

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