En la secundaria, conocí a mi amigo Gerardo, y a su mamá, una señora bajita, delgada muy atractiva, desde ese momento. Casi todos mis sueños eróticos y mis masturbaciones eran para ella, otra parte eran para Laura, hermana gemela de Gerardo y muy parecida a su mamá.
Claro que nunca dije nada, solo algunas veces, borrachos, platicamos de nuestras fantasías y le dije que su madre me gustaba.
Pasó el tiempo, terminamos la universidad, cada uno tomó su camino, nos casamos e hicimos familia, Gerardo se fue a vivir a Mérida y venía a veces a Aguascalientes a ver a sus padres y hermana.
Los padres vivían solos y yo pasaba a visitarlos algunas veces.
Cierta vez, la señora se cayó, tuvo fractura de pierna y necesitaba ayuda, el esposo no podía con ella y yo me ofrecí a ayudar.
Era ayudarla a moverse, y bañarse, principalmente, la señora era tímida al principio, después no tanto, me decía que era como su hijo, y yo, entre ayuda y ayuda, a veces le veía las piernas o la ropa interior y me excitaba mucho, llegaba a la casa caliente y me cogía a mi esposa, pensando en la señora, que en ese entonces tendría 65 años, yo 40 y tantos años de deseo se desbocaban, mi esposa estaba sorprendida y feliz.
Un día llegué y la señora estaba en su cama, me dijo que la llevara al baño para bañarse, que si la podría ayudar, ya que no estaba su esposo, me puse nervioso y ella lo notó.
-no quieres? -Me dijo- te asusta ver una vieja desnuda?
-Al contrario -le dije- si me gustaría verla, pero me excitaría mucho y me imaginaria algunas cosas prohibidas.
-En serio? -Me dijo.
-Sí, claro, desde muy joven he tenido fantasías con usted.
-Sí -me dijo- siempre me di cuenta de eso, y me gustaba, sobre todo cuando empezaste a crecer y te pusiste muy guapo. Anda ven, ayúdame a bañar.
La llevé al baño, la desnudé y ella me dijo que me desnudara también, para no mojar la ropa.
Ella estaba sentada en una silla de plástico, con su pierna enyesada y tapada con una bolsa.
Me acerqué y me empezó a quitar la camisa y luego desabrochó el pantalón, me tomó la verga, me bajó el calzón y me empezó a masturbar, muy excitado me desvestí totalmente y me acerqué, ella me tomó la verga y así sentada me la empezó a besar, a lamber y a chupar.
-Mi marido no me toca, ya me hacía falta esto.
La bañé, la sequé y la llevé a su cama, allí nos abrazamos, nos besamos y ya no pudimos parar, con cuidado besé todo su cuerpo, le besé entre las piernas hasta hacerla terminar, luego, abrí sus piernas y la penetré, años de deseo se cumplieron allí, en el mejor orgasmo de mi vida.
Ahora ya está sana y sigo cogiendo con ella, ya les contaré más historias.