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Mi viaje familiar a Cuba (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hola a todos.  Primero de todo tengo que presentarme, puesto que esta es mi primera vez por aquí. Mi nombre es Marta, soy una chica de Cádiz (España) y actualmente tengo 23 añitos. Soy rubia, con ojos azules claros y labios carnosos que llaman la atención de cualquiera. Mido alrededor de 1´60 y mi complexión física es normal, ni muy delgadita ni rechonchita, me gusta mi cuerpo. En cuanto a mi culo, digamos que se hace notar, y de mis pechos ya ni hablamos. La verdad que genéticamente hablando he tenido mucha suerte, no me puedo quejar. Una última cosa que debo contaros antes de empezar es que soy bisexual, me gusta tanto cabalgar sobre una buena polla como comerme coñitos jugosones, no le hago ascos a nada.

La historia que les voy a narrar sucedió hace 5 años, en verano de 2016. Después de un duro año de trabajo a causa de la Selectividad, fui admitida en Enfermería, mi sueño, lo que había querido ser desde pequeñita, y lo que me ha permitido tener alguna aventura que os contaré en otros relatos. Para celebrarlo, viajamos de vacaciones a Cuba, país maravilloso con playas paradisíacas y vistas increíbles, pero a mi me interesaban más los cubanos que iba a conocer. Por aquel entonces aún no había comenzado a explorar el maravilloso mundo de la bisexualidad, pero si volviera a viajar a Cuba no tengo dudas de que me fijaría también en alguna que otra mamacita.

Nos alojamos en un resort de lujo, cinco estrellas, todo pagado. La verdad que por suerte mis padres tienen buenos trabajos y nos podemos permitir este tipo de viajes. Tengo dos hermanos menores, un chico y una chica, que actualmente tienen 15 y 13 años, por lo que por aquel entonces eran bien pequeños. Ellos dormían en la habitación con mis padres, y a mi me dejaron una habitación para mi sola con cama de matrimonio. Cuando lo supe, solo podía pensar en la libertad que tendría durante esa semana y todo lo que podría hacer sin que mis padres se enteraran. Por aquel entonces ya había perdido la virginidad, a pesar de tener solo 18 años podría decirse que gozaba de experiencia, pero esto lo dejaremos para otro momento. La putada era que mi habitación era contigua a la de mis padres, por lo que un exceso de ruido sería sospechoso.

El primer día llegamos por la noche, así que dimos un paseo por la playa y nos fuimos a dormir. A la mañana siguiente, bajamos al buffet a desayunar y comenzó la búsqueda del cubanito ideal. No tardé mucho en fijarme en cuatro o cinco buenos pretendientes, pero hubo uno de ellos que me llamó realmente la atención. Alto, moreno, fuerte, ojos marrones y pelo rizado. Era mi objetivo, lo tenía claro, pero lo complicado llegaba ahora. Debía llamar su atención. Solo pensaba en follarme a ese maromo cubano que había hecho humedecerme ligeramente.

Tras desayunar subí a la habitación y me puse mi mejor bikini. Si quería hacérmelo, debía ser desde el principio, no podía perder un solo minuto. Era un bikini rosa fosforito, no era el más bonito, pero sí el más llamativo y provocador, y eso era lo que buscaba, que se fijara en mí. Y al parecer, lo conseguí. Tras pasar la mañana en la playa, veía como me observaba. Una rubia con estas tetas y este culo no se ve cualquier día, y aunque debía competir con otras zorras por semejante macho, conseguí que se fijara en mí.

A la hora de la comida, fui a servirme al buffet. Había de todo: pasta, ensaladas, carnes, pescados, fritos, patatas… cuando escuché una voz con acento latino que me decía:

-¿Qué me recomiendas?

Me di la vuelta y era él. Me moría de vergüenza. “No sé, es mi primer día aquí”, le dije con una sonrisa nerviosa. “Eso está bueno, también es mi primero”, contestó aquel cubano que más tarde sabría que se llamaba Iván. Intercambiamos cuatro palabras y nos fuimos cada uno a nuestras mesas. Esa situación me había excitado mucho, y a él también, pues alcancé a notar un ligero bulto bajo su bañador. Al ir a por el postre, la situación se repitió, pero esta vez fue al revés, le pregunté que me recomendaba, a lo que me respondió:

-No sé, a mi se me antojó algo, pero no está en el menú.

Al terminar la frase me guiñó el ojo. Todos sabemos a qué se refería, quería follarme. Me sonrojé, y él se dio cuenta. Puso en mi plato una servilleta en la que había apuntado un número telefónico, y volvió a su sitio. La humedad de mi coñito alcanzaba niveles inimaginables, me lo había ligado en menos de 24 horas. Sabía de mis facultades seductoras, pero no imaginé que fueran tan buenas.

Terminamos la comida y subimos a la habitación a echarnos la siesta. Debía escribir a ese número, quería follármelo esa misma noche, y me puse manos a la obra:

-Hola. Soy la chica del bufet – escribí.

La respuesta no se hizo esperar. A los 3 minutos mi móvil vibró:

-Muy buenas linda. Encantado de conocerla. Estaba esperando su mensaje.

-Jajaja, igualmente, encantada.

Comenzamos a charlar sobre la vida, como se llamaba, de donde era, cuántos años tenía (cuando me dijo que tenía 24 años me asusté, ya que nunca había estado con alguien tan mayor, pero ya tenía 18 años y quería que me follara un hombre de verdad). De repente me preguntó:

-¿Harás algo con tu familia esta noche?

-Daremos un paseo por la playa, pero a las 23:30 estaremos en nuestras habitaciones – respondí.

-¿Y podrás escaparte a tomar un mojito en el pub? ¿O se enterarán sus padres?

-Tengo una habitación para mi solita, así que si invitas tú, esta noche nos vemos.

-¿Duermes sola? Eso está chévere, sin que la controlen sus padres. Esta noche la veré en el pub a las 23:45 entonces.

Era todo increíble, de película. Corrí al baño a prepararme. Me depilé y metí a mi cartera dos condones por lo que pudiera pasar.

Llegaron las 23:30 y mis padres se habían ido a dormir con mis hermanos. Estaba dispuesta a salir de la habitación cuando alguien llamó a la puerta. Eran mi madre y mi hermana pequeña, María, que quería dormir conmigo. Se me había arruinado el plan, no me lo podía creer. Había estado tocándome, pensando en este momento y se me fastidió en un segundo. No podía decir que no a mi hermanita, sino mis padres sospecharían, pero quería follarme a Iván. No sabía qué hacer, lo dejaríamos para el día siguiente, pero esa noche debía hacer algo para complacerme. Mi hermana se acostó, y yo escribí a Iván contándole la situación. Me dijo que no pasaba nada, que otro día sería, que durmiera con mi hermanita. Su comprensión hizo que me gustara más todavía, que mis ganas por ser esclava de su cuerpo fueran mayores. Debía quitarme el calentón. Cuando mi hermana se durmió pase al baño y me masturbé con la alcachofa de la ducha hasta correrme pensando en cómo aquel cubano iba a hacerme gozar.

Al día siguiente lo vi en el buffet, en la playa, en la piscina y en el pub, pero como iba con mi familia no podía saludarlo. Obviamente ponía mi atención en más objetivos, ya que en caso de fallar Iván, no podía abandonar Cuba sin ser poseída por un lindo cubano. Cada vez que pasaba por su lado, recibía un mensaje suyo diciéndome lo guapa que iba y las ganas que tenía de charlar conmigo. Yo sabía que las ganas eran de algo más que de charlar, y no podía dejar de pensar en ello. Llegó la noche, y a las 00:00 recibí un mensaje:

-Buenas linda. ¿Hoy está libre mi española?

-¡Sí! Ahora bajo al pub y me invitas al mojito que me prometiste.

-Tengo una idea mejor. ¿Por qué no te vienes a mi habitación y pedimos los mojitos al servicio de habitaciones?

-Claro, me parece genial – respondí, al mismo instante que mis pezones se endurecían al comenzar a imaginar lo que iba a suceder -¿Cuál es tu habitación?

-La 205 – respondió. No me lo podía creer. Mi habitación era la 204, era su vecina.

-Ahora voy – le conteste, sin hacerle saber el hecho que acababa de descubrir.

-Aquí te espero bebe.

Me maquillé rápidamente, un poco de pintalabios y un poco de rímel y estaba lista. Me puse un top negro sin sujetador debajo, marcándose mis pezones, y una faldita negra corta sin tanga, iba a por todas y quería que se diera cuenta. Salí de mi cuarto y llamé a su puerta. Me recibió con una camisa blanca y un pantaloncito deportivo negro, elegante pero callejero. Me dio dos besos y me invitó a pasar. Su habitación olía a hombre, ese olor cargado que te penetra y hace que tus niveles de hormonas suban por las nubes. Los mojitos ya estaban sobre la cama, cogí el mío y comenzamos a charlar.

La tensión sexual se notaba, las miradas nos delataban. Puso su mano sobre mi rodilla y mi coño comenzó a humedecerse. Estaba a punto de follarme a un latino de 24 años que medía dos metros, yo, una joven chiquita muy puta. Dejé caer torpemente el mojito al suelo cuando ya solo quedaban los hielos en él, y me agaché a cogerlo dejando a la vista todo de mí. No sabía qué esperar de Iván, no sabía lo que haría, ansiaba que me tomara como a una zorra.

Cuando levanté la mirada, vi exactamente lo que quería. Iván se había desabrochado la camisa y tenía una mano sobre su paquete. Un gran bulto comenzaba a surgir, quizás mayor de lo que esperaba. Me desnudó con la mirada, era obvio que ansiaba poseerme. Me abalancé sobre él y comencé a besarlo. Estábamos tumbados en la cama, yo sobre él, fundiéndonos en un eterno beso. Su mano buscaba mi culo, y no tardó en encontrarlo. Lo sobaba por debajo de mi falda como si fuera el primer culo que tocaba, pero lo hacía como nadie me lo había hecho. Deslizó su mano hasta mi coño húmedo y comenzó a tocar mi clítoris. Sabía cómo hacerme gozar, y lo estaba consiguiendo. Metió suavemente su dedo corazón dentro de mí, lo que me hizo gemir por primera vez. Jugaba con él dentro de mí, cuando metió también el dedo índice. Mi nivel de excitación era máximo. Sabía que Iván me haría disfrutar, pero estaba superando mis expectativas.

(Continuará)

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