Desde las Navidades, la cosa en casa no había cambiado mucho. Sergio seguía hablando con Marta y en ocasiones con Alicia… en bastantes ocasiones. Mari aparte del día de Nochevieja donde se puso un jersey dejando a un lado el pijama, el resto del tiempo se cuidó como siempre lo hacía, poco.
Sin embargo, su hijo sí notaba un ligero cambio. Su madre cada vez sonreía más e incluso alguna que otra vez, bromeaban juntos. En esas ocasiones (pocas y breves), le recordaba a la época con su tía, tenían el mismo humor, eran tan iguales que se podían confundir a la perfección.
Aunque en Navidades, gracias a Mari, el mal sabor que le dejaba el hablar con Alicia había desaparecido, los días posteriores, volvió. No paraba de hablar con la amiga de su hermana y en muchas ocasiones lo hacían sobre lo bien que estaría verse un día de fiesta. No lo hacían de forma directa, si no tratando de que todo surgiera como un encuentro casual. Los dos estaban con unas ganas terribles de forzar ese encuentro totalmente involuntario.
Sergio lo había preparado a conciencia. Después de Nochevieja, saldría el fin de semana siguiente, el mismo día que su nueva amiga le dijo que haría. El sábado caía en día cinco y convenció a varios de sus amigos para ir de fiesta, esperaba que accedieran a quedarse en el pueblo aunque eso lo veía complicado. Últimamente cada vez iban más a discotecas y los bares del casco viejo quedaban reservados para días señalados como las fiestas propias de la ciudad, carnavales y eventos similares.
El día llegó más rápido de lo que pensaba y se puso realmente nervioso. Lo bueno de estar así, era que el sentimiento de culpa se desvanecía de su cuerpo. “No voy a hacer nada” se repetía una otra vez… o mejor dicho se mentía una y otra vez. Durante la mañana solo habló con Alicia para que le confirmara que iba a salir, le contestó que sí, no hubo más que decir.
—Solo es una amiga. La veo, unas risas y marcho, tan fácil —decía delante del espejo del baño mientras su reflejo se lo repetía con ciertas dudas.
El móvil sonó y se lanzó para ver quien le escribía, lástima que no fuera su nueva amiga. Dos de sus amigos que estaban en duda, le confirmaron que al final sí que saldrían, perfecto, la fiesta era oficial.
Abrió la conversación de Marta y le dijo si quería quedar a la tarde, no es que fuera una proposición, era lo que siempre hacían, nada especial. Obviamente esta le respondió que sí. Dejó el móvil y se duchó con calma, en su mente la imagen de Alicia viajaba por todos los lados aunque primero… debería ver a su novia.
La tarde la pasó inquieto, en todo el paseo con su chica, no paraba de mirar la pantalla del móvil por los mensajes que le pudieran llegar. Sus ganas de que el tiempo pasara eran evidentes y en más de una ocasión se detuvo para contestar a alguno de sus amigos. “Por fin” pensó al llegar a la puerta de la casa de Marta, el día era frío y las horas se le habían hecho eternas, incluso los pies se la habían quedado congelados. De la forma más egoísta que pudo, pensó que ya era hora de irse a casa y que empezase lo bueno.
—Hoy has estado un poco ausente —le dijo Marta con la puerta del portal abierta.
“Maravilloso, ahora quiere hablar, siempre cuando nos vamos” se dijo Sergio aparcando su personalidad amable y tomando una que no le pegaba.
—No sé… tal vez por la fiesta, es que estos me están dando la brasa, lo siento.
—Te quería comentar. —“no por favor, Marta, vete a casa, ¡YA!” Gritaba una parte de su mente a la cual Sergio le abrió las puertas de par en par— Últimamente, te noto algo ido conmigo, apenas me prestas atención. Sueles estar más atento a lo que te llega al móvil que a escucharme.
—No me he fijado, creo que te hago el mismo caso de siempre, lo del móvil ni idea.
—Quería preguntarte una cosa, y no quiero que te enfades.
—Si me dices eso, Marta, es que me voy a enfadar. —Sergio no entendía que pasaba, pero su paciencia se agotaba como si cayera por una pendiente. Quería llegar a casa y prepararse para ver a Alicia.
—Quiero preguntarte… ¿Hablas con otras chicas?
Los ojos de Marta estaban clavados en él, su cara angelical no hacia ninguna mueca, lo estaba diciendo totalmente en serio. Sergio se encendió, notando una rabia que no sentía desde que lo dejaron. ¿De verdad le estaba preguntando eso? ¿La misma Marta que se había ido con su ex?
El enfado era enorme, Sergio apretó los puños para contener la rabia y no soltarla toda de golpe. Los sentimientos de traición no se habían ido en todo este tiempo, simplemente estaban en el baúl de su mente, dispuestos a salir. Podría ser un buen momento para dejarlos salir.
—¿No crees que es algo hipócrita decirme algo como eso? —podría ser, pero Sergio no se quedaba corto.
—No empieces por ahí. Si tengo dudas, Sergio, te las voy a preguntar, no me voy a quedar callada. —Marta trataba de mantener la calma.
—Pues la verdad que es muy atrevido de tu parte sugerir algo así. Pero tranquila que no, no tengo ninguna amante.
Sergio había plantado delante de su novia su cara más cruda. Sentía rabia porque le estuviera recriminando algo que ella misma le hizo. No podía ser así, si además él no había hecho nada, ¿o sí?
El joven se sintió dolido y rabioso, pensando en cómo le podía decir eso la persona que tanto amaba. Pero ¿era así?, ¿Era la persona que más amaba? Las dudas le atoraron en la cabeza, tantos sentimientos que su ira aumentaba sin ceder ni un ápice.
—Pero bueno, Marta, puedes estar tranquila que al menos yo no tengo una ex para engañarte.
El golpe fue tan bajó que Marta dio un paso atrás dentro del portal y negó con la cabeza lentamente. Aquello le había dolido, le había hecho tanto daño que la mano que no sujetaba la puerta la dirigió instintivamente al vientre por encima de su abrigo en un gesto de protección.
—No digas eso… —la voz de Marta estaba quebrada— Si hemos vuelto, es porque eso está perdonado. ¿Cómo me puedes dices eso ahora?
—Con ese comentario, lo que me parece es que piensas que te la voy a jugar. Lo siento si te he estropeado tus planes, pero YO… soy buena gente, no hago esas cosas.
—Imbécil…
Con aquella última palabra que sonó en un susurro, Sergio se dio cuenta de que su novia estaba escondiendo la primera lágrima. Marta cerró la puerta comenzando a subir las escaleras con rapidez. El chico se quedó mirando como su pareja se alejaba de su lado al mismo tiempo que su personalidad habitual salía a la luz y se preguntaba por qué había hecho eso.
Se puso las manos en la cabeza, apretándose las sienes y recapacitando sobre sus actos. El impulso juvenil le había cegado, quizá la atracción por Alicia le había hecho cambiar, igual Marta no era tan mala como él pensaba. La sensación de malestar le recorrió el vientre mientras caminaba hacia su casa. Una y otra vez la última palabra de su novia le aparecía en su mente, “imbécil”.
—Iba a llorar… No… ya estaba llorando —se susurró a sí mismo, decidiendo que tendría que hablarla, pero no ahora, eso no la gustaba, quizá antes de salir.
Cogió el móvil para ver la hora y un mensaje de Instagram le saltó en la pantalla. Pensó que no era el momento, que debería cortar aquello y no salir. Sin embargo, cruzó la calle metiéndose el móvil de nuevo en el bolsillo y sabiendo que lo mejor era tomar decisiones con la cabeza fría. Ese cerebro suyo no se le enfrió en ningún momento, porque cuando se comenzó a prepararse para salir, encendió el móvil y vio el mensaje que el mensaje de Instagram. Por supuesto era Alicia.
—Espero que nos veamos y también… que me des un regalo por mi cumple.
Lo dejó con calma al lado del lavabo y por segunda vez en el día se dio una ducha relajante, aunque añadió una pequeña relajación extra en honor a Alicia. Las lágrimas de Marta, se habían secado en su mente.
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Bajó de casa casi a la carrera, entre ducharse y prepararse, se había entretenido demasiado y el tiempo se le echó encima. Sus amigos ya le esperaban cerca de un parque con botellas en mano para comenzar con el desmadre. Las ganas de fiesta no habían hecho acto de presencia en su cuerpo, más que eso, su interior estaba repleto de ganas… de ver a Alicia. Esperaba que valiera la pena todo su plan.
Lo había pensado después de la ducha, en verdad, no la amaba, ni sentía nada más allá de algo sexual por ella. Es más, después de salir de la ducha con menos fluidos corporales dentro de los genitales, por la cabeza le volvió a revolotear la idea de dejarlo todo y no salir.
Una parte le decía que llamara a Marta, que le pidiera disculpas y se olvidase de la amiga de Laura. Pero la otra, le gritaba que quedara con la chica, su novia ya esperaría, se lo merecía, debía pasárselo bien. Era curioso un factor que se repetía casi siempre, cada vez que se daba una alegría masturbándose con Alicia en la cabeza, los pensamientos posteriores eran de culpabilidad. En ese momento después al placer, siempre se acordaba de su novia y la culpa le comía por dentro sugiriéndole que no hiciera nada. Sin embargo, a cada minuto que pasaba esa idea se iba esfumando y las ganas de retozar con la joven le llenaban de nuevo. Era bastante curiosa la relación entre los pensamientos sexuales sobre Alicia y el volumen de esperma que habitaba en sus genitales.
Sacó el móvil del bolsillo mientras sus amigos hablaban, se seguía sintiendo culpable por lo que le había dicho a Marta. En realidad él no era así, la ira acumulada y el sentimiento erótico que tenía le habían nublado el pensamiento. Meditó si debía mandarla un mensaje en ese momento, incluso abrió la pantalla donde tenía la conversación, pero no pudo, solo observó la foto de perfil donde se la veía sonreír y volvió a bloquearlo.
Sin embargo, al de nada, tuvo que volver a sacarlo. Una vibración en su pierna le alertó de que un mensaje había llegado. Dispuso el móvil para que nadie pudiera ver con quien hablaba y encendió la pantalla. Antes de ver quién era, ya se lo imaginaba, Alicia le había escrito.
—¿Al final sales?
—Ya estoy bebiendo, o sea que sí. —Sergio estaba más que animado y tecleaba con ansia.
—¡Qué bien! ¿Te veré hoy? Aunque no sé si le haría mucha gracia a Laura que aparezcas por aquí.
—Solo la vacilaré un poco, tengo que dar buena reputación a los hermanos mayores. —la presencia de su hermana no chafaría sus planes— Pero creo que sí, vas a ser afortunada y seguro que me ves.
Sus amigos habían decidido que irían a la discoteca y no al casco viejo, había sido unanimidad y bueno, la democracia mandaba en el grupo. Sin embargo, había conseguido convencerles para bajar un rato antes de irse y así, poder ver a su hermana. Al menos, esa era la excusa.
—Quizá tú seas el afortunado por verme a mí.
Leyó de nuevo en la conversación y… qué ridículo se veía cuando trataba de ligar, ese Sergio “caliente” que se apoderaba de los mandos de su cuerpo y decía cosas sin mucho sentido, era tan extraño. Aunque parecía que al menos a Alicia sí que le gustaba, a Marta en cambio, la discusión con ese “yo caliente”, la había aborrecido.
—Es verdad, que uno no se encuentra todos los días con una cumpleañera.
—¿Traes algún regalo para mí?
El muchacho paró sus dedos para no escribirle las ordinarieces que estaba pensando, solo veía un único regalo y lo tenía entre sus piernas.
—Puede ser. —trató de serenarse un poco y se quitó del rostro la sonrisa boba que su madre tantas veces le había visto— ¿Sobre qué hora te sueles ir a casa?
—¿Pues?
—Porque cuando estéis en el casco viejo, bajamos un poco, pero luego marcho a la discoteca, quizá a la vuelta también te pueda ver.
Su corazón dio una vuelta de trapecista y retumbó en su pecho. La frase escondía una cita clara y concisa, Sergio sabía que Alicia aceptaría, como sabía que si ella se lo hubiera propuesto, diría que sí sin ningún tipo de dudas. Bloqueó el móvil para tomar un trago y humedecer su garganta, estaba algo atorado, ya no se acordaba de Marta, solo tenía cabeza para Alicia.
Mantuvo alguna que otra conversación con sus amigos, pero la mano le temblaba en dirección al móvil, quería verlo, quería leer la respuesta. Recordó ese sentimiento en otro instante algo similar, cuando en el colegio o en el instituto, un pequeño trozo de papel circulaba en la clase hasta una chica. “¿Quieres ser mi novia?” rezaban aquellos papeles y aunque esta pregunta para nada era similar, la espera se le estaba haciendo igual de angustiosa.
No pudo más y sintiendo lo mismo que cuando era pequeño y le pasaban el papel con la respuesta, abrió el móvil. Tenía la notificación de haber recibido un mensaje en Instagram, no dudo y con una gota de sudor recorriéndole la frente mientras un viento frío la azotaba, miró el mensaje.
—Seguramente sobre las cinco o así, aunque hoy no tengo hora.
—¿Cómo que no tienes hora?
Le respondió lo más rápido que pudo porque la frase de Alicia invitaba a ello, quería que se lo preguntara y el joven no la iba a dejar con la miel en los labios.
—¿No te lo había comentado? Mis padres este fin de semana se han ido.
—¿Entonces estás sola en casa?
—Sí. Estas fechas siempre se van para celebrar cuando se conocieron, ayer marcharon y hasta mañana a la tarde no vienen.
Claro que no se lo había dicho, Sergio trató de pensar en ello, pero algo tan importante lo hubiera retenido en la mente como una lapa. Aquello le descolocó, pero para bien. La muchacha lo había hecho a propósito, estaba claro. Quería sorprenderle y vaya si lo había conseguido.
Se pasó la mano por la frente para limpiarse esa dichosa gota de sudor que con ganas iba en dirección a su mejilla. Estaba nervioso, tanto como lo estuvo en casa de su tía. Miró a sus amigos y pensó en darles puerta, correr donde su amante y llevársela a casa como un cavernícola. Sin embargo, de un portazo aprisionó en su mente a ese Sergio caliente y pensó con una mente más racional.
El objetivo que se había planteado estaba cumplido, si quería tener algo con Alicia lo tendría, podía esperar al final de la noche. Antes que ella, estaban sus amigos, con los cuales hacia mucho que no disfrutaba.
—¡Qué bien! —le escribió— Pues no me lo habías contado. Está bien, así tienes toda la casa para ti. Ahora tengo que dejarte un momento, cuando baje a los bares te aviso.
—¿Tienes planes?
Sergio miró sonriente la frase clave que tenían entre los dos. Era tan infantil todo aquello que no se reconocía, quizá se le pegaba la personalidad de Alicia, al final era una chica de 18 años recién cumplidos. Aunque… ni que él fuera tan mayor.
—No, esta vez son mis amigos.
Acabó por mandarle un icono con un beso, algo que nunca había hecho y la amiga de su hermana viendo que otra barrera se había roto, le envió un corazón bien grande. Sergio silenció el móvil y se introdujo en la conversación que los otros cinco amigos mantenían, en un rato bajarían, pero de mientras, tocaba reírse un poco.
CONTINUARÁ
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Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.