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Esto tiene que pasar
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Cómo lo prometido es deuda y tenía que escribir un relato sobre cómo me gustaría ver a la Señorita R, -pero ya se, que ella es muy mala a veces- aquí te mando este relato contándote todo lo que me gustaría hacer una mañana contigo, más un extra…

Una mañana al levantarte, empezaste a mirar el móvil para ver redes sociales, correos… etc… Cuando acabaste de mirarlo todo, empezó a dar vueltas por tu cabeza uno de mis antiguos relatos que trataba de cómo te dominaba y que te gusto, empezaste a pensar en mi… sé que te gusto, muy cariñoso, gentil y conmigo me río mucho.

Te encanta masturbarte imaginando que soy yo quien me da ese placer.

Cuando fuiste al baño sentías tu sexo estallar de ganas; estabas muy excitada pensando en aquel relato y como te tenia a entera disposición. Encendiste la luz, cerraste la puerta con cerrojo, te sentaste en el wáter y después de bajarte el short del pijama y la braguita (negra, por supuesto), metiste la mano derecha entre tus piernas y deslizaste un dedo por todo tu sexo hasta el clítoris, pensando que era mi lengua que te lamía: estabas completamente húmeda y tu vagina al notar ese tacto empezó a dilatarse y a emanar flujos. Pedías a gritos ser penetrada; cerraste los ojos y sin querer ni poder evitarlo introdujiste tu dedo índice hasta el fondo, mientras repetías mi nombre e imaginabas que era mi miembro el que te penetraba una, otra y otra vez.

Tuviste el primero de muchos y placenteros orgasmos.

Tenías la boca abierta y de tu garganta sólo salían jadeos y suspiros de placer.

Te saqueaste el dedo todo pringado y por supuesto lo chupaste con todas tus ganas. Lo lamiste con vicio desde la base hasta la punta, tu imaginación se disparó y jugaste con tu lengua sobre el pensando que era mi glande. Mmmm! ¡Qué rico!

No te limpiaste a fin de no secar esa pringue que lubricaba tu sexo.

Dedicaste irme a la cama y continuar allí con el juego. Un juego muy divertido, por cierto.

Colocaste la ropa en su sitio, apagaste la luz y te fuiste a tu cuarto…

¡Hola, mi diablillo!: Sabes que acabo de pensar en ti? me dijiste en un mensaje.

Cuando entras en tu habitación, tu sexo estaba cómo loco por seguir recibiendo placer. Notaba como seguía derramando flujo vaginal; era lo mismo que las Cataratas del Niágara…

Miraste el reloj, te lo quitaste y lo dejaste sobre la mesita.

Quitaste la sábana finita hacía atrás, dejaste las chanclas debajo y te metiste en tu camita.

Tu alcoba consta además de un amplio armario empotrado, un gran tocador con espejo y una coqueta mesita de noche.

Te "preparaste": te quitaste todo. Te quedaste totalmente desnuda…

Como haces todas las noches, cogiste un bote de crema hidratante del cajón de la mesa de noche y te frotaste todo el cuerpo con ella: los brazos y las manos, los pechos, duros y redondos con tus pezones marrones ya erectos, tu cintura, el vientre, tus curvadas caderas, tus muslos, las piernas flexibles y los pies, muy pequeños como los de una geisha.

Te acariciaste el cuerpo otra vez, imaginando que era yo quien lo hacía y notaste otro de los mayores orgasmos que has tenido en tu vida. Te estremeciste de arriba a abajo.

Apagaste la luz de la lámpara de mesa, levantaste y abriste mucho las piernas, y separando los labios vaginales, te frotas el clítoris dándote pequeños y suaves pellizcos, luego te mojaste el dedo corazón en saliva y a continuación te volviste a penetrar con él; como estaba tan mojada entró muy fácil, no tuviste que hacer ninguna fuerza.

Lo metiste entero en tu agujerito (hasta la última falange), el cual estaba sorprendentemente abierto sin parar de soltar jugos. Imaginando qué te hubiera gustado probarlos… A mí también me hubiera encantado sentir mi boca y mi lengua hay…

Comenzaste a meterlo y a sacarlo y lo movías varias veces y cuando lo saqueaste todo pringado lo llevaste hasta el culito y lo rozaste contra el ano haciendo círculos y sentiste tanto placer que tuviste que morderte los labios para no gritar.

De nuevo deslizaste el dedo hacía tu sexo y volviste a penetrarte otra vez. Seguía igual de dilatado. Tiene el tamaño perfecto para mi pene…

Lo sacaste súper pringado, lo llevaste a la boca y lo chupaste de nuevo mientras pensabas: ¡qué buena está mi polla! y tuviste otro orgasmo brutal.

Estabas bastante cansada, y decidiste terminar ya.

Te levantaste, te miraste en el espejo y te admiraste gratamente; estabas muy bella: con el pelo alborotado, la carita sudorosa y caliente, los ojos muy brillantes y los labios tan rojos como una fresa madura.

Así pues, te pusiste la braguita, la camiseta y el short, te tapaste y te quedaste profundamente relajada boca arriba, con las piernas separadas y los brazos a lo largo del cuerpo.

Vibro tu móvil, lo cogiste, era yo:

– ¿En qué piensas, que estás haciendo?

Y una foto llego a mi móvil, era una foto de tus dedos húmedos, mojados y diciéndome: que crees que hacía, cabrón. Me decías.

Mi cara cambio por completo y se me puso cara de deseo.

Me seguías mandando audios.

-Leí uno de tus relatos y mira lo que has conseguido, te imaginé tan nítidamente que pensé que de verdad estabas junto en la cama; podía sentir tus grandes manos acariciando mis pechos… todo mi cuerpo, tu boca y tu lengua besando y lamiendo mi cuello, mis labios… cada centímetro de mi piel, noté tu cálido aliento sobre mi cara, vi tus preciosos ojos que me devoraban por completo, oí tu varonil voz. Me decías en un mensaje de voz.

-Empecé a jugar con mis dedos imaginando tu lengua y ya ves el resultado. Acabando con una risa picarona.

Entre que tu voz me encanta y la sensación de haber conseguido masturbarte de aquella manera, me entro un calor de repente.

-Sentí tu pene muy grande y totalmente erecto queriendo penetrar en mi cueva de placer. Seguías hablándome

-Me puse sobre el lado derecho y coloqué mi mano diestra sobre el corazón; escuché como latía muy fuerte por ti y solo podía decir: "Sí, hazme tuya".

Inmediatamente yo puse el manos libres, necesitaba las manos para acariciarme mientras me hablabas.

-Sentí como tu mano se coló entre mis piernas y como tus dedos índice y pulgar frotaban dulcemente mi pequeño, duro, pero muy sensible clítoris. En mi mente, tú continuabas dándome placer y mi cuerpo se agitó y vibró fuertemente al sentir un placentero orgasmo.

-Arqueé mi espalda e incliné hacía delante mi rodilla derecha; tú me cogiste fuerte, pero delicadamente por la cintura y clavaste tu miembro viril hasta el fondo de mis entrañas. Al sentirlo tan dentro de mí, de mi garganta brotó un alarido seguido de incontables jadeos y suspiros de placer. Así te imaginaba, diablillo.

-En la soledad de mi cuarto, me abracé a la almohada y te llamé por tu nombre una y otra vez; y la besé pensando que era tu boca la que recibía todos mis besos. Después retiraste tu pene de mi interior, me besaste en el hombro y acercando tus labios a mi oído me susurraste: Que buena leoncita estas hecha.

Me estaba masturbando escuchando tu voz, que se entrecortaba por que se notaba que tú también estabas haciéndolo.

-Cuando escuché está frase, me volteé rápidamente para decirte que era tu zorrita… Volví a girarme y hundí mi cara entre el cojín.

Notaba que te estabas corriendo y te dije de hacer una videollamada para vernos, pero eso será otro relato.

Espero que os gustara este relato y que lo valoréis y comentéis, es gratis.

Gracias.

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