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Mónica, su hijo y mis ganas de sexo
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Estaba nerviosa, nunca había estado en una situación como esa y nunca había estado con una mujer, realmente estaba excitada aunque no quería hacérselo ver, sus manos apartaban el pelo de mi cara, acariciaban mis pómulos mientras me miraba fijamente, era la ternura personificada, la veía como a una madre, pero a la vez como una amante, estaba tan cerca de mí que sus labios acariciaban casi los míos, ya me tenía cuando su mano acaricia por debajo de la falda mi vulva, sí, estaba realmente nerviosa, pero muy excitada.

Todo empezó no hace ni seis meses cuando Mónica empezó a trabajar en la galería de arte donde también trabajaba yo, enseguida conectamos y enseguida entablamos amistad, Mónica es una mujer de unos 40 años divorcia y con un hijo algo más joven que yo, en los descansos para desayunar o comer hablábamos de nosotras, de nuestra vida en general, nos sentíamos cada día más cercanas con muchos puntos en común a pesar de la diferencia de edad, llegamos a conectar tanto que empezó a contarme cosas muy personales e íntimas como que se había acostado después de su divorcio con su hijo, es más que lo seguía haciendo y que le encantaba, la verdad que al principio me quede sorprendida y no sabía que decir, pero al cabo de los días lo veía como algo que no tenía más importancia siendo los dos muy libres de hacer lo que quisieran, al fin y al cabo él era un hombre y ella una mujer y nada más.

Mónica me contaba toda su relación con sumo detalle, detalles que había días que me excitaba tanto que llegaba a humedecer mis bragas e incluso soñar con ser yo la que estuviera con su hijo y así se lo dejé caer un día a lo que ella me contestó que eso se podía arreglar, me quedé muy sorprendida por su ofrecimiento y al cabo de los días me empezó a convencer de que la acompañara un día de marcha con ella y con su hijo, que podríamos hacer incluso un trío si yo estaba dispuesta, me acuerdo que reía, quizás para evitar que viera, que su proposición me había excitado más de la cuenta.

Yo realmente no era así, muy loca sí, pero llegar a esos extremos no, realmente no, solo pensar que ella casi me doblaba la edad, que follara con su hijo mientras que ella estaba presente y hacer un trío, me daba realmente vértigo y aun así acepté sin pensármelo más, a lo que me lleva al día de hoy. Eran las diez de la noche cuando llegué a la sala de baile donde quedé con ella, me había arreglado bastante para aquella cita, un vestido palabra de honor rojo muy corto y ceñido que dejaba soñar con mi cuerpo a cualquiera, no sé por qué elegí ese vestido, quizás el más provocativo que tenía, quizás porque sabía que con cualquier pequeño movimiento tenía que bajarme la falda después de que ya me hubieran visto el tanga blanco que llevaba y eso me excitaba, Mónica estaba dentro de la sala y estaba preciosa, como si me hubiera leído la mente Mónica estaba con el mismo vestido, pero en un color azul celeste.

Empezamos a tomar copas a bailar y reír, pero su hijo de momento no había aparecido, parecíamos madre e hija que habíamos salido a pasarlo bien, era una sala de esas en las que a nadie le importa lo que hagas, si no llega a ser por Mónica y por el alcohol que había tomado yo estaría muy incómoda en aquel ambiente, veía como había parejas al fondo haciendo sexo oral, o como en la pista de baile se besaban y tocaban muy sensualmente y allí empezó todo cuando dos hombres que no bajaban de los 60 años nos entraron queriendo bailar con las dos, Mónica enseguida aceptó, pero yo me encontraba más cohibida, la verdad que me dejaba llevar por ella y por las copas que continuamente nos estaban invitando, al cabo de los minutos ya dejábamos las dos bailábamos desinhibidas en la pista, estirando los brazos hacia arriba contoneando todo el cuerpo mientras que ellos lo recorrían con sus manos como si estuvieran terminando de hacer una escultura.

Todo fue muy rápido, demasiado como para darme cuenta por qué al poco tiempo Mónica y yo estábamos tumbadas en unos sofás del fondo de la sala, la una en dirección opuesta a la otra, pero en el mismo sofá, nuestras mejillas se unían y girando nuestras cabezas podíamos vernos e incluso besarnos, los dos caballeros con los que estábamos se estaban dedicando a quitarnos las bragas a la vez mientras que las dos nos mirábamos sonriendo, fue entonces cuando sentí el placer en la cara de Mónica y mirando por encima de ella podía ver cómo le habían abierto de piernas y de rodillas en el sofá su amante la estaba metiendo la polla, bombeando lentamente mientras Mónica me miraba mordiéndose los labios, jadeando y gimiendo con cada penetración.

No tarde en sentir lo mismo, no tarde en morder mis labios de placer como Mónica al notar como me sujetaban las piernas hacia arriba abriéndomelas con las manos y sentir un pene atravesar la entrada de mi vagina, empezaba a gemir con cada empujón, empezaba a mirar con el ceño fruncido de placer a Mónica mientras esta hacia lo mismo conmigo, dos hombres que podrían ser nuestros abuelos sobre todo el mío nos estaban follando allí en medio de un montón de gente mirando como nos la metían y como gemíamos de placer, debía de ser muy morboso porque si que parecíamos madre e hija, las dos con vestidos similares, las dos disfrutando de las pollas de dos sexagenarios.

Eran las cinco de la mañana y después de una noche de sexo que no esperaba, estaba sentada en el sofá de la casa de Mónica casi recuperada por completo del alcohol ingerido, sin mi tanga que nunca encontré en el local y analizando la locura que había hecho y no me lo podía creer, como tampoco me podía creer que ahora Mónica tuviera sus dedos en mi vagina metiéndomelos y sacándolos mientras me miraba y besaba.

-Ssshhh Lara, te gusta verdad, tú relájate no pasa nada, déjame hacer. – Mónica susurraba en mis labios, me besaba y los mordía con los suyos muy suavemente, estaba tan entregada a ella que no puse impedimentos, una cosa fue lo de la sala que aunque más grave yo estaba muy desinhibida bajo los efectos del alcohol y otra muy diferente esta que lo estaba haciendo libremente y conscientemente, me gustaba y estaba disfrutando con ella.

Decidí pasar a la acción y cogiéndola por la falda tiré un poco hasta que empecé a sacarle el vestido por la cabeza, Mónica tenía un cuerpo espectacular y al igual que yo no llevaba tanga que supongo lo habría perdido como el mío, no llevaba ningún sostén y empecé acariciarle los pechos con cuidado, pasaba las yemas de mis dedos por sus areolas y sus pezones que se erizaron enseguida, Mónica hizo lo mismo conmigo y me quito el vestido despacio, empezó a besarme la tripa, lamiéndomela de lado a lado mientras que yo me desabrochaba el sostén que llevaba dejando libres mis pechos que no tardaron en mojarse con su lengua.

Acariciaba su vulva con mi mano notando la excitación en ella, estábamos las dos realmente entregadas la una a la otra, nuestros labios húmedos y de las vaginas salía nuestro flujo blanquecino cuando nos metíamos los dedos la una a la otra haciendo que las dos gimiéramos y excitáramos más.

Nuestras lenguas jugaban juntas a un juego erótico dentro y fuera de nosotras, las dos sentadas con las piernas medio abiertas con mi mano en su vagina y la suya en la mía metiendo y sacando el dedo corazón a la vez que el pulgar presionaba nuestros clítoris, lo mojábamos con nuestros flujos y volvíamos a presionarlo y acariciarlo. Quería estar allí con ella, desde hacía tiempo que lo deseaba aunque nunca pensé en ello, estaba disfrutando de aquel momento cuando Mónica se levantó y cogiéndome de la mano me llevo a su habitación con una enorme cama donde me acostó quedándose ella con la cabeza entre mis piernas.

Sentía como su lengua succionaba mis labios y mi clítoris, sus dedos paseaban libremente por la entrada de mi vagina como queriendo entrar, estaba tan excitada que cuando sentí su lengua traspasar mi vagina pegue un ligero salto de placer, la sentía húmeda y caliente dentro de mí, sus dedos resbalaban por mil labios y por mi clítoris circularmente y no podía más que agarrarla de la cabeza empujándola hacia mí, con mis gemidos llenando la habitación, queriendo echar abajo los mitos de que una mujer no sentía el mismo placer como cuando está con un hombre, ahora puedo decir que si, que es un mito, porque Mónica me estaba llevando por una senda de placer todavía virgen para mí.

Varios minutos después era yo la que saboreaba sus flujos, la que metía mi legua tan profundamente como podía y la que cogía sus labios entre mis dedos resbalando una y otra vez por ellos, tenía un clítoris realmente hermoso que me llenaba continuamente a tenerlo dentro de mi boca mientras lo lamía en su interior con mis dedos corazón y anular dentro de su vagina deslizándose arriba y abajo haciéndola gritar y gritar, Mónica me agarraba de los pelos revolviéndome la melena mientras que también me apretaba contra ella, no dejándome respirar en algunos momentos.

Sentíamos la necesidad de follarnos, la necesidad de que nos metieran una polla como había pasado horas antes en la sala de baile ¿necesidad?, ninguna, las dos nos pusimos sentadas de frente con nuestras piernas entrelazadas, nuestros sexos unidos con las vaginas en una unión perfecta, labios fundidos y clítoris contra clítoris, las dos tremendamente mojadas de flujos vaginales, las dos echadas un poco hacia atrás sujetándonos con las manos por detrás de nosotras en la cama, las dos moviéndonos al unísono nuestras caderas frotando nuestros sexos una y otra vez, el placer era increíble, sentía como estallaba un volcán en mi interior, como nuestros gestos iban cambiando a medida que nos era imposible resistirnos más, nunca pensé que pudiera tener un orgasmo tan grande y amplio con una mujer, nunca pensé que fuera posible que temblara todo mi cuerpo expulsando por mi vagina tal cantidad de líquido y flujo.

A Mónica le pasaba lo mismo que a mí, la veía temblar, gemir y gritar cuando por su vagina contrarrestaba los chorros de mi flujo en su vulva con los suyos, las dos empapadas de nosotras, las dos gritando como poseídas hasta que terminamos cayendo hacia atrás con nuestras piernas totalmente empapadas de los flujos de nuestro interior.

Me levanté y me tumbé encima de ella, las dos nos empezamos a besar mientras que nuestros cuerpos resbalaban entre sí, por el sudor, por los squirting que las dos habíamos experimentado y mientras que Mónica cambiaba las sabanas y secaba un poco la cama yo me fui al servicio, la casa estaba a oscuras salvo por el medio del pasillo que había una puerta medio abierta, al pasar con cuidado me fije que había un chico desnudándose, me quedé un momento mirándole viendo como se quitaba la camisa dejándome ver una espalda ancha con los trapecios muy definidos, supuse que era el hijo de Mónica que se dio la vuelta de repente viéndome allí parada mirándome, mi reacción fue inmediata, taparme con las dos manos mi sexo y correr al baño.

No me podía creer lo que había hecho, pero que me pasaba esa noche, aunque por otro lado la verdad que lo veía muy normal quedarte delante de una puerta medio abierta mirando lo que pasaba en su interior. Llevaba unos pocos minutos sentada en el baño con un poco de papel en la mano para cuando terminara para limpiarme la vagina, pensando en las espaldas de aquel chico, cuando la puerta se abrió de golpe y le vi entrar totalmente desnudo, al principio pensé en gritar en protestar por aquella irrupción, que porque no lo hice es otro de los misterios de mi comportamiento aquella noche, sinceramente el hijo de Mónica entro como si nada, como si estuviera acostumbrado a ello, simplemente me miro y con un hola se metió en la ducha, encendió el agua y me quede como una boba mirándole mientras que el agua resbalaba por su cuerpo, un cuerpo increíblemente hermoso con todos los músculos muy bien definidos y sin un ápice de grasa en la tripa, le miraba detenidamente mientras pasaba sus manos por su cabeza dejándome ver bien el pene que colgaba de entre sus piernas, un pene generoso para estar en reposo con el glande por fuera.

Al cabo de un rato me levante de la taza y al girarme para irme note como me cogía de la mano y tiraba de mí hacia él, en ningún momento me resistí, todo lo contrario entre dentro de la ducha mojándome con el agua caliente mientras pasaba mis manos por sus pectorales, dibujando cada músculo con la yema de mis dedos, no sé cómo se llamaba y aún sigo sin saberlo, pero él empezó acariciar mi cuerpo pasando suavemente su mano por mis pechos mientras que con la otra me sujetaba de la cadera, el agua caía sobre nuestras cabezas llenándonos la cara de gotas que bajaban por los ojos y caían desde nuestros labios al suelo, nos mirábamos sin decir nada, acariciando nuestros cuerpos con su mano en mi vagina metiéndome los dedos y su pene entre mis manos, un pene que había dejado de estar en reposo a ser un verdadero instrumento para el placer.

Al final nuestros labios no tardaron en juntarse, es que nuestras lenguas jugaran fuera de nuestros cuerpos mordiéndolas una y otra vez con nuestros labios, el agua no dejaba de caer hasta que la apago pudiendo así abrí un poco los ojos sin las molestias de las gotas, fue cuando me sorprendí de que mis gemidos ya hacía rato habían empezado desde el momento que me penetraba con los dedos, subía una de mis piernas abrazándole un poco con ella para que pudiera meterme mejor sus dedos, dentro de la ducha había un pequeño banco de madera donde pude descansar la pierna y él recuperando el control de su pene con su mano empezó a buscar la entrada de mi vagina, frotando su glande contra ella, subiendo y bajando entre mis labios hasta que por fin empezó a meterse, primero el glande poco a poco, pero luego de un buen empujón la metió toda provocándome un grito bastante alto de placer.

El hijo de Mónica subía y bajaba su cuerpo metiéndome aquella tremenda polla que me estaba llenando y encantando, recordaba lo que antes había dicho sobre que un hombre no daba más placer que una mujer, la verdad que no sabría que decir ahora, porque cada penetración era como llegar en cada una de ellas a un pequeño orgasmo, miraba hacia abajo y veía como me la iba metiendo con un ritmo pausado, pero continuo, veía como su pene salía de mi vagina con las pequeñas gotas de flujo lechoso en su glande y en su tronco, me la volvía a meter entrando tan suave, deslizándose como si navegara dentro de mí, realmente me estaba follando con tanta maestría que ahora entendía a Mónica, entendía que se dejara follar por su hijo.

Las gotas que recorrían mi cuerpo era una mezcla entre nuestro sudor y el agua de la ducha, el hijo de Mónica me follaba cada vez con más fuerza, sacando y metiendo su pene de mi interior a gran velocidad, se le notaba cansado, sus jadeos eran una mezcla de placer y cansancio, los míos solo de placer, de pronto sentí como se escapaba de mí, como la sacaba entera y se sentaba en el taburete apoyándose contra la pared y guiándome sin decirme nada me sentó de espaldas a él, con su pene en la mano busco nuevamente mi rajita y me la fue metiendo lentamente, a partir de ese momento yo me sentaba y levantaba con suavidad sobre su pene, apretando hacia abajo cuando la tenía muy dentro y moviéndome circularmente haciendo que los diésemos sendos gritos de placer, sus manos en ningún momento se quedaron quietas, su mano derecha apretaba y pellizcaba mis pezones y su mano izquierda pulsaba y acariciaba mi clítoris lo que hacía que me volviera loca.

Yo solo subía mi cuerpo sentándome sobre él, mis manos sobre mis rodillas o sobre la pared de enfrente cuando me inclinaba hacia delante, con ellas podía llegar a los grifos del agua que sin querer abrí un poco y una lluvia fina empezó a caer del techo mojando nuestros cuerpos una vez más, miraba hacia arriba con la boca abierta y veía como caía una pequeña cortina de agua sobre mi cara que daba pequeños gritos cuando me sentía llenar con su pene, poco a poco mis movimientos se aceleraron mis caderas se movían circularmente, su pene estaba tan dentro de mí, en una cárcel de placer para los dos que cuando hubieron pasado minutos en esa posición subiendo y bajando el hijo de Mónica se levantó sin sacármela, haciendo que cayera de rodillas en el suelo mojado y cogiéndome de las caderas empezó a follarme con mucha rapidez.

Sus gemidos convertidos en gritos como los míos y una sensación de placer empezó a envolver mi cuerpo, mi vagina inundada de flujo por el orgasmo que me estaba provocando metiéndome así de esa manera su pene, mis brazos cayeron al suelo no pudiendo resistir los empujones por detrás, mi cuerpo con mis nalgas solamente elevadas hizo aprovechar esa postura para desde más arriba, juntándose más a mí y con sus piernas casi sobrepasando mis caderas, sentándose en mis nalgas con su pelvis, bajaba y subía con fuerza empalándome contra el suelo, no podía dejar de gritar, más que gritos eran alaridos de placer cuando sentí como él estaba gritando también y después de un grito seco, muy alto y en esos momentos sentí como me regaba con su semen, uno, dos y tres enormes chorros de semen lanzados por su pene al interior de mi vagina, y luego más despacio seguía metiendo y sacando su pene de mi vagina hasta que se levantó, abrió el agua más fuerte y limpiándose un poco de sudor se fue tal como vino.

Me quede sentada bajo la lluvia ahora intensa de la ducha, disfrutando todavía del polvo que me había echado el hijo de Mónica, metiendo mis dedos en mi vagina haciendo que saliera parte de su semen, había sido increíble, había llegado a tal punto de placer que me había quedado durante unos momentos en éxtasis y ahora que me preguntaba, ahora iría a la habitación de Mónica y… de sobra sabía ella lo que había pasado, sabía que su hijo me había follado, es más estaba segura de que había sido ella quien lo había enviado y estaba segura de que cuando llegara a la habitación Mónica me lo iba a decir, fui muy cautelosa al entrar por la puerta de la habitación, con tan solo una pequeña luz encendida y Mónica me esperaba sonriendo tumbada desnuda por completo.

Me acosté a su lado pasando con cuidado mi mano por encima de ella, acariciando sus pechos y con un rápido movimiento Mónica me tumbo boca arriba y se puso encima sentándose a horcajadas agarrándome de las muñecas con sus manos y moviendo su pelvis juntaba nuestras vulvas, mi vagina seguía humedecida con el semen de su hijo y ella no paraba de rozarse con ella una y otra vez mientras me besaba y me susurraba.

– Lara, ¿bien no?, a que mi hijo te ha follado muy bien. – Solo un pensamiento pasó por mi mente mientras sonreía para mí y es que lo sabía, ella ya lo sabía.

Nuevamente empezaba a estar tremendamente excitada con ella, esperaba volver a follar, estaba encantada, me gustaba y me excitaba demasiado, notaba su vagina igual de húmeda que la mía, nuestros labios no paraban de unirse, haciendo bailar nuestras leguas dentro de mi boca, entonces note como algo penetraba en mi vagina, algo que había sentido no hace ni cinco minutos, algo se metía y salía de mi interior haciéndome gemir en su boca y al igual que llego se fue y entonces fue Mónica la que empezó a gemir, luego yo y una vez más ella.

Su hijo estaba detrás de nosotras, fallándonos primero a una y luego a otra, Mónica estaba encima de mí con su vagina bien abierta por detrás y yo estaba tumbada al borde de la cama con las piernas abiertas, su hijo de pie detrás de nosotras aprovechando esa situación nos follaba por turnos a las dos, el trío se empezaba a completar, los gemidos de una y de otra tapaban los suyos más débiles aun, su pene más que entrar navegaba dentro de mi vagina y cuando se la metía a su madre notaba los empujones a los que la sometía, veía la cara de Mónica desencajada de placer supongo que igual que la mía, las dos estábamos recibiendo una buena dosis de placer cuando su hijo empezó a empujar con fuerza su polla dentro de nuestras vaginas hasta correrse dentro del coño de su madre y tal como vino se fue una vez mas.

Mónica seguía mordiendo mis labios, apretando con sus manos mis muñecas y a volver a rozar su vulva sobre la mía, repartiendo el semen de su hijo entre la entrada de mi vagina y la suya, poco a poco los movimientos cesaban y las dos subiéndonos bien a la cama nos abrazábamos recorriendo con las yemas de nuestros dedos nuestros pezones, nos mirábamos sin decir nada, hasta que su hijo volvió a entrar pidiéndonos que le hiciéramos sitio.

Realmente fue una noche loca, su hijo no fue la única vez que nos folló a las dos o que su boca se perdía en nuestras vulvas, no fueron los únicos gemidos y gritos después de provocarnos los orgasmos que sucedieron uno tras otro, solo sé que al lunes siguiente las dos hablábamos en el desayuno de aquella noche y que esa noche me esperaban en su casa.

Las dos de la tarde y el tiempo se me estaba haciendo eterno.

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