Hoy os traigo un relato que pasó hace años… o no.
Hace un tiempo salíamos un grupo de amigos, y a mí me había introducido una chica llamada Eva que había conocido en una cena de amigos, y con la que tenía bastante confianza. Con ella íbamos al cine, hacíamos salidas, pero nunca había pasado nada más. Hay que decir que me sacaba 5 años de edad, y si yo tenía unos 25, ella estaba próxima a los 31.
Un día de esos de verano, caluroso, y que no había mucho que hacer, quedamos en su casa. Al llegar estuvimos charlando un rato y me invitó a tomar algo. Debía ser media mañana. La mayoría de los amigos estaban de vacaciones y aunque teóricamente íbamos a ir por la costa, charlando, charlando se nos hizo tarde, así que Eva me propuso tomar el sol en su terraza.
– Si quieres desvístete en el cuarto de la izquierda, deja la ropa en la cama, y te vienes a la terraza – me indicó mientras ella se dirigía a su cuarto para ponerse el bikini.
Pasé al cuarto de la izquierda, pequeño y recogido, bastante acogedor que tenía una cama individual y supuse que era el cuarto de las visitas. Allí me fui quitando la ropa y dejándola bien doblada sobre la cama.
Cuando llegué a la puerta de la terraza, ladeé la cortina para pasar y al salir vi a mi amiga tumbada sobre una de las hamacas. Me sorprendió mucho verla en topless, de forma que mientras avanzaba hacia mi hamaca, mis ojos miraban fijamente sus pechos. Me parecieron preciosos, duros, con un pezón muy bonito y con un tamaño intermedio como a mí me gustaban.
Cuando ya me tumbé, el sonido hizo que mi amiga se percatara de mi presencia.
– Ah, aquí estás – dijo mientras me observaba – hace un día estupendo – añadió risueña. Vaya, llevas bóxer negro, claro, no te has traído bañador, y yo no tengo de chico, los míos te apretarían seguro jaja
– Sí, no pensaba que tomaríamos el sol -respondí
– Como en este balcón no nos ve nadie, yo casi siempre tomo el sol, así, desnuda, porque no me gusta que me queden las marcas en la piel. Así que, si tienes calor, te los quitas, ¿que aquí no nos ve nadie – su propuesta era tentadora y morbosa a partes iguales – Te importa si me lo quito yo el bañador?
– No, claro, estás en tu casa – le dije
Así que Eva, hizo un gesto levantando su trasero de la hamaca y sus manos escurrieron el bañador hacia abajo, que con hábiles movimientos de sus piernas fue bajando hasta sus tobillos y por fin cayeron al suelo. Mi amiga estaba desnuda ante mí, y mientras ella se relajaba bajo el sol, yo la miré de arriba abajo, explorando su cuerpo. Veía perfectamente sus pechos. Estaba preciosa.
Así que yo también, me deshice de mis boxes y me quedé desnudo allí tumbado, entre relajado y excitado ante una situación tan morbosa.
A los cinco minutos, mi amiga se levantó y pasó por mi lado, diciendo que iba a buscar crema para que no nos quemásemos, pues sol apretaba cada vez más. Y al instante reapareció con un bote blanco de crema solar en la mano.
Tal cual se sentó en mi hamaca, dejando toda su espalda a mi alcance, y pasándome el bote de crema y me dijo que le pusiera. Abrí el bote, y lo apreté para lanzar un chorro sobre su espalda, que pasé a restregar con mi mano. Le fui poniendo bastante por la espalda, entonces ella levantó un poco los brazos y me pidió que le pusiera por los costados, cosa que hice, pero que inevitablemente conllevó que rozara el contorno de sus generosos pechos. Luego se puso de pie y seguí extendiendo crema por sus piernas y sus glúteos, mientras ella se ponía por el pecho y abdomen, cosa que yo desde mi posición no veía bien.
– Bien, te toca, ponte de pie! – me ordenó
Me puse de pie de espaldas a ella, que rápidamente comenzó a ponerme crema por mis hombros y fue bajando. Lo hacía vigorosamente, brazos, espalda, también pasó por mi trasero y se agachó para ponerme por las piernas.
– Ok, date la vuelta – me dijo, mientras comenzaba mi movimiento de girarme, que al completarse quedamos frente a frente desnudo, lo que propició que lanzase una mirada intensa a sus pechos que brillaban por la crema, mientras ella me embadurnaba por delante. Pero cuando bajó la mirada y vio entre mis piernas que asomaba una gran erección, se detuvo. Entonces, cogió mi mano, le dio la vuelta dejando la palma hacia arriba y me soltó un chorro de crema al estrujar el bote.
– Ten, ponte ahí, que no se te vaya a quemar – me aconsejo con voz muy pausada.
Con mi mano llena de crema, agarré mi miembro, y comencé a manosearlo para expandir el aceite solar. Era un movimiento muy similar al de la masturbación, la piel fue quedando blanquita y brillante por la acción de la crema. Mi amiga miraba fijamente como me tocaba y extendía la crema por mi miembro erecto. El sólo hecho de extender la crema, hizo que mi erección aún aumentará e incluso yo hice fuerza para que se tensara y pusiera más dura, mostrándole sin complejo lo que daba de sí todo mi sexo.
Cuando me detuve, ella apuntó con el bote hacia él y lo apretó soltando un nuevo pero pequeño chorro que quedó sobre mi verga.
– Ponte un poquito más y date por los huevecillos, no se vayan a freír – me dijo con una voz muy sexy.
Así que de nuevo manoseé mi pene extendiendo la crema, mientras mi amiga no perdía detalle. Yo alternaba mi mirada entre mi órgano viril y su cara, aunque ella sólo miraba hacia abajo.
Cuando terminé de nuevo, se dio la vuelta y se tumbó en su hamaca, esta vez boca abajo.
Allí estuvimos un buen rato. Ella se había puesto unas gafas de sol, y boca abajo, su cabeza ladeada miraba hacia mí. Mientras conversábamos de varios temas repasaba su cuerpo, su bonita espalda, su culito respingón y provocador y me preguntaba si ella, bajo aquellas gafas de sol, estaría mirando mi miembro que aún erecto, reposaba palpitante posado en mi abdomen. Me hubiera gustado ver a dónde miraban sus ojos, pero ella contaba con la ventaja de sus gafas de sol, las cuales yo no había traído.
Verla allí desnuda junto a mí y saberme desnudo y erecto ante su mirada, sumado al calor y la placentera sensación del sol calentando directamente mi sexo, me impedían bajar mi nivel de excitación y mi erección.
Al cabo de un buen rato, Eva dijo que había tenido suficiente y me invitó a que nos diéramos una ducha. La seguí hasta el cuarto de baño. Me hizo alcanzar unas toallas de un mueble para secarnos, mientras ella dejaba correr el agua para que se calentase.
Por ducha tenía una bañera bastante grande, a la que entró una vez que el agua se había templado, y sujetando la cortinilla de plástico me invitó a pasar, corriendo la cortinilla después.
Sin decir ni media, dirigió el grifo de la ducha a mi cuerpo y comenzó a mojarme, por suerte el agua estaba deliciosamente tibia, y refrescó mi cuerpo recalentado por el sol. Ella guiaba el chorro del agua, moviendo el grifo arriba y abajo, de forma que primero mojó mi cabeza, luego mi torso, e incluso apuntó a mi sexo, para terminar, mojando mis piernas y luego me hizo dar la vuelta. Ella también se mojó entera y por último colocó el grifo en el soporte, mientras alcanzaba el jabón y el gel de baño de una repisa.
Mientras me enjabonaba el pelo, noté como ella hacía lo propio con mi cuerpo, frotando animadamente mi pecho y espalda en general, esparciendo el jabón. Fugazmente noté sus manos rozando mi glande en un par de ocasiones y luego ya en mis piernas, antes de ordenarme que me diera la vuelta para seguir por la espalda.
Cuando me comencé aclarar el jabón, al abrir los ojos, la vi a ella terminando de enjabonarse. Ver aquellos pechos preciosos enjabonados, brillantes y húmedos delante de mí, me hizo desear tocarlos y chuparlos con una gran fuerza.
Tras la ducha nos secamos, y por iniciativa de Eva decidimos no vestirnos, así que la ayudé hacer la comida, y nos preparamos una ensalada y algo de pasta. Fue muy excitante para mi estar todo el rato desnudo con ella, pudiendo apreciar bien todo su cuerpo, mientras preparábamos la comida, o mientras comíamos, sentados en la mesa, con sus pechos frente a mí.
Tras charlar después de comer, nos entró algo de sueño, así que Eva propuso que hiciéramos una siesta, y nos trasladamos a su cuarto, donde tan solo una fresca sábana blanca cubría la cama. La descubrió y nos tumbamos sobre el mullido catre. Y no tardamos en caer rendidos en los brazos de Morpheo. Era excitante estar a su lado allí tumbados, pero el sueño nos venció.
Cuando desperté, estábamos tumbados frente a frente, aunque mi amiga estaba situada más abajo, y yo notaba una especie de caricias. No tardé en descubrir que ella tenía mi pene entre sus dedos que lo sujetaban y acariciaban en un curioso movimiento.
– Oh, ¿te he despertado? – dijo risueña, sin alterarse demasiado y sin dejar de manosear mi verga.
– Tranquila, estoy bien – contesté – que agradable forma de despertar de una siesta.
– Es que siempre me ha llamado la atención la forma del pene, cada chico tiene la suya, y el tuyo además de estar bien, y lo estaba viendo bien – sus dedos seguían jugando con mi pene de forma pausada y placentera
Suspiré de placer, al tiempo que mi pene crecía tímidamente entre sus dedos. En condiciones normales hubiera terminado con una notable erección, pero recién despierto de la siesta, estaba tan relajado, que mi sexo no creció más.
Sus dedos ahora jugaban con mi pene crecido ligeramente, y permanecimos unos instantes en silencio allí tumbados.
– Hmmm… es tan placentero – susurré
– Si? – preguntó Eva
Entonces hizo un gesto para acercarse más y mi verga desapareció dentro de su boca ante mi sorpresa. Ahora eran sus labios y su lengua la que lo sujetaban y jugaban con él. Podía notar la humedad de su saliva empapando toda mi erección y como era presionado dentro de su boca, lo que me excitó muchísimo.
Mientras ella jugaba con él, mi pene comenzó a crecer dentro de su boca. Ella además ayudaba, presionando con sus labios y estirando hacia atrás de mi pene. Cuando nos quisimos dar cuenta, ya no le cabía entero en la boca.
De todas formas, ella siguió manteniéndolo dentro de su boca, pasando su lengua por él y saboreándolo unos instantes con los ojos cerrados.
Finalmente, se lo sacó de la boca, abrió los ojos y lo atrapó con su mano al tiempo que me empujaba ligeramente para que me pusiera boca arriba. Ella hizo un gesto para recostar su cuerpo sobre mí, y sosteniendo mi miembro con su mano me dijo:
– Tienes un buen tamaño, el justo – decía mientras lo sostenía y miraba fijamente. Mi pene brillaba por la saliva que ella había dejado al rechupetearlo – me he dado cuenta cuando te ponías la crema, como se te ha puesto, me ha sorprendido mucho. Sabes, me hubiera gustado ponerte la crema yo misma. ¿Y a ti, te hubiera gustado?
– Si, me habría encantado – le confesé
– Te imaginas como hubiera resbalado mi mano con crema por esta polla tan gorda que tienes? – decía ella
– Me hubiera dado mucho placer, seguro
– Pero entonces no hubieras querido que parase creo yo…y me hubieras pedido que siguiera y siguiera moviendo mi mano, del placer que te estaría dando… – su mano seguía apretando y moviéndose sobre mi miembro
– Seguramente…
– Y si yo hubiera estado de rodillas, te habrías corrido sobre mis pechos, y yo habría extendido tu semen sobre mi piel como si fuera crema solar – dijo esto y luego río tímidamente como si hubiera confesado una fantasía que llevaba rato en su cabeza.
– Hubiera sido muy morboso la verdad
– Hmmm… pues prométeme que lo haremos otro día, quiero usar tu leche de protección solar para mis tetas
Y sin decir nada más se volvió a introducir mi pene en su boca y comenzó una estupenda mamada. Mientras con una mano sujetaba mi pene por su base, su boca subía y bajaba lo largo del tronco, dándome un placer indescriptible. Se la notaba excitada y entusiasmada con aquella polla que había caído en sus manos, y en su boca. Fue aumentando la intensidad hasta un punto que pensé que me la iba a arrancar. Dolor y placer se mezclaban en mi miembro.
Entonces se incorporó y se puso sobre mí. Mientras su mano sujetaba mi pene y lo dirigía hacia su sexo, se fue sentando sobre mí. Noté como mi pene se clavaba en su interior y como se abría paso por dentro de su caliente y húmeda carne. Estaba tan mojada que entró sin hacer ningún esfuerzo. Hizo un par de subidas y bajadas para terminar de metérsela bien y luego se inclinó para dejar sus pechos a la altura de mi boca. De hecho, uno de sus pezones chocó con mis labios, que ansiosos tras todo el día viéndolos, por fin podía chuparlos.
Me comenzó a cabalgar a buen ritmo, ayudada por una de mis manos que se situó en su espalda y la ayudaba a empujarla más y clavarse más en mi verga, mientras sus pechos bamboleantes pasaban por mi boca por turnos.
Me excitó muchísimo oírla gemir de aquella manera follando en su cuarto conmigo. Al rato se salió y se tumbó en la cama, levantando sus piernas y ofreciendo su sexo.
– Házmelo duro, cabrón – me dijo.
Me acoplé encima de ella, introduciendo mi glande lo más adentro que pude, sus piernas se posaban por encima de mis hombros y en esa postura me la pude follar a placer, comencé fuerte, pero le susurré si quería más aún y me contestó que sí, así que con un desenfreno apasionado la taladré fuerte y rápidamente todo el tiempo que pude.
Intenté aguantar, pero noté que mi orgasmo estaba cerca, y en ese momento ella se tensó, sus uñas se hundieron en mi carne y su sexo se puso muy caliente al tiempo que comenzaba a palpitar, entonces le avisé mi orgasmo, y sus gemidos se incrementaron, supongo que aquello alargó su orgasmo.
Con un gemido importante comencé a descargar en su interior, llenando todo su sexo de leche caliente. Ella se abrazó fuertemente mientras gemía y se abrazó fuertemente a mí, mientras todavía convulsionábamos ambos con los últimos embistes y el orgasmo. Fue tremendo.
Estuvimos unos meses liados Eva y yo, viéndonos en su piso. Lo hicimos por todas las habitaciones de su casa, y cumplí la promesa de correrme en sus pechos mientras ella me masturbaba con crema solar en sus manos para luego ella aplicarse mi semen por sus pechos, de hecho, le encantaba que me corriera sobre su cuerpo para luego extenderlo. Aquel fue un verano especialmente caliente.
Espero que os guste esta fantasía veraniega, donde el nombre de Eva es inventado, podría ser el tuyo, y si alguna vez habéis tenido algo así, o parecido, dejar comentario, es gratis.