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Cazadora cazada
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Cuando conocí a Fernanda, quedé admirado por varias razones: la primera su hermosura, una mujer de 30 años, casi de mi misma altura, 1.70 morocha, de ojos grises espectaculares, un físico tremendo, cola, pechos, cintura; la segunda, su sonrisa franca, sincera; la tercera, su gestualidad, sus manos hablaban casi tanto como su boca; la cuarta, su personalidad, lograba que cuando entraba a un lugar con mucha gente, todos volteara para verla.

Ella era Jefa de ventas de una empresa de computación, y era de las muy buenas. Cuando charlábamos en las presentaciones que organizaba con otros invitados, todos decían lo mismo: te vende cualquier cosa, te tenés que cuidar.

Justamente fue en una presentación de las nuevas computadoras. Estaba muy bien organizada, con asistentes de ventas en cada equipo explicando una y mil veces las capacidades. Ella recorría todo el salón charlando con cada uno. Yo estaba mirando una computadora y sentí que alguien me miraba. Levanté la vista y ella me miraba desde otra computadora, a unos 5 metros. Minutos después, se acercó a mí.

“Hola Claudio, que grato que haya venido, muchas gracias. Soy Fernanda Fuentes, Jefa de Ventas. ¿Ha podido ver los nuevos equipos? ¿Tiene alguna duda de que son los mejores?

“Un gusto Fernanda, veo que es tal cual me la describieron”

“Huy, que le habrán contado.”

“Que es excelente en lo suyo.”

“Perdón que sea directa, ¿Qué edad tiene Claudio?”

“40 años”

“Me parecía mucho menos, no te daba más de 35. Perdón, ¿te puedo tutear? Dijo con un mohín, y una sonrisa pícara.

“Por supuesto, y si no te molesta, haré lo mismo.”

“Obvio, Claudio. Es tradición que cuando tenemos un nuevo posible cliente, lo invitamos a almorzar o cenar, a elección de la persona. ¿Qué preferís?”

“Normalmente no almuerzo, prefería una cena.” Dije.

“Te llamo en la semana y acordamos. Te dejo que sigas mirando. Cualquier duda, me avisas, o lo charlamos en la cena. Ah, no te avisé que la cena es conmigo. A menos que tu señora te haga problemas.”

“No te hagas problema por eso.”

Y se fue caminando con la seguridad que la iba a mirar irse… Lo estaba haciendo cuando se dio vuelta y me sonrió.

El jueves a la tarde me llamó a mi celular.

“Claudio, soy Fernanda, de CompuVip. ¿Soy inoportuna?”

“Hola Fernanda, no para nada. Decime.”

“Es por la cena que te debo. ¿Podes mañana?”

“Ningún problema, es más, prefiero que sea viernes. ¿Dónde nos encontramos?”

“Nooo, la invitación es all inclusive, te pasa un auto a buscar por donde digas, así podes tomar alcohol tranquilo. Este es mi celular, ¿me pasas tu dirección?”

“Dale, ahora te mando un mensaje.”

“Genial, te paso a buscar a las 21 Hs. Nos vemos mañana, un besito.”

“Nos vemos.”

Esta mujer es terrible, pensé. No voy a negar que me atraía.

Al día siguiente, muy puntualmente llamaron a mi portero eléctrico, avisando que me esperaban. Cuando bajé me encontré un auto alemán, el chofer abrió la puerta y sorpresa, Fernanda estaba adentro esperándome. Un vestido espectacular, con un escote que permitía una vista perfecta de la redondez de sus pechos, y la falda con un tajo que mostraba casi toda una de las piernas.

“No esperaba ni este auto, ni que en persona vinieras a buscarme.” Dije.

“Es un gusto para mí. Te propongo algo: tenemos 30 minutos para llegar al restaurant que elegí. Vos tenés ese tiempo para preguntarme lo que quieras de las computadoras, y yo contestarte y para comentarte sus bondades. Después, nada de trabajo. Podemos llamarla una cena de nuevos amigos.”

“Me parece excelente.”

Y todo el trayecto fuimos hablando de la compu. Sabía vender espectacularmente sus productos. El chofer estacionó y antes de bajar le dije:

“Fernanda, en realidad no soy el Gerente de Compras, ni el de IT. Soy el Gerente General, y de computadoras, mucho no sé.”

“¿En serio? ¿Será por eso que venimos a este restaurant y no a un carrito de la costanera? Me dijo casi burlándose. Solo pude sonreírme.

Bajamos y como buen caballero, le ofrecí mi brazo, y ella agradeció y pasó su brazo. Fuimos a una mesa reservada, en un sector vip, y nos sentamos.

Primero charlamos de temas banales, política del país, economía, hasta del clima. En el segundo plato, cambió.

“El otro día evadiste muy bien mi pregunta indirecta: ¿Sos casado, novia, amante?” dijo.

“Novia, no convivimos, hace poco más de seis meses que salimos.”

“Guau, sos joven, fachero, tenés un cargo importante… muchas mujeres se tirarían en tus brazos.”

“Gracias, no es tan así.” Dije. ¿Y vos?

“Esquivando algunos tiburones… pero como tampoco soy una mojarrita, algunos peces pequeños me como.” Dijo sonriendo.

Cuando terminamos de cenar, pedimos un café y ella dijo:

“Este encuentro merece un brindis con champagne. ¿Qué opinas?”

“Un champagne en compañía de una bella dama nunca se debe rechazar. ¿Dónde querés ir?, el champagne lo invito yo.”

“Claudio, te aclaro que en el momento que firme la cuenta, mi trabajo de anfitriona termina. Paso a ser Fernanda y punto. Una mujer que está con un hombre encantador. ¿Si vos querés, lo tomamos en mi casa y te ahorras el champagne?”

“Más difícil de rechazar todavía.”

Subimos al auto, ella le indicó al chofer donde ir, y le hice una seña para que se acerque y al oído le pregunté:

“Cerezas al marrasquino, ¿tenés?”

“No, ¿son necesarias?”

“Siempre es bueno tener un frasco a mano. Camino a tu casa conozco un lugar donde comprar a esta hora.”

“Avisale al chofer.”

Nos detuvimos, compre un frasco y volví al auto.

“Me tenés intrigada con lo de las cerezas.” Dijo y me sonreí enigmático.

Ella vivía en un departamento muy amplio, un semipiso con tres dormitorios, living, y comedor.

“Pongo un poco de música, y me pongo más cómoda. Sacate el saco, en la heladera está el champagne, en ese mueble el balde, y las copas.”

Preparé todo y ella regresó con una musculosa híper pegada al cuerpo, y una mini de infarto.

“Si en vez del trajecito que tenías en la presentación usabas eso, vendías el triple seguro.”

“No Clau, esto es una excepción, nadie me vio vestida así, como nadie vino a tomar champagne a mi departamento.” Me dijo clavándome la mirada.

Serví el champagne, y brindamos por una salida estupenda.

“¿Y las cerezas? Me preguntó.

“Para la cerezas, en realidad, tengo dos opciones, prefiero preguntar por una: ¿Tenés un top para ponerte en vez de la musculosa?”

Ella no contestó y se fue corriendo y volvió con un top, también ultra ajustado.

“Listo, ¿y ahora?”

“Ahora, recostate en el sillón un poco.” Sonriendo un poco se recostó.

“Probemos si te gustan.” Dije y tomé el frasco, y con mis dedos, tome una cereza y la puse en su boca. Y pase mis dedos con marrasquino por sus labios.

“Nunca las había probado así, son mucho más ricas. Y el marrasquino se saborea mejor.” Dijo.

Tomé otra, y mirándola a los ojos, la puse en su ombligo, chorreando marrasquino. Comí la cereza y con mi lengua limpie todo el marrasquino. Ella hizo un suave gemido.

Sin dejar que diga nada, puse dos cerezas, una sobre cada pezón. Comí una y chupé todo el top, luego fui a la otra e hice el mismo movimiento, ahora ella gemía ante cada succión mía sobre sus pezones. La hice sentar, le alcance su copa y bebimos un sorbo.

“Desgraciado, ¿eso es todo?”

“Depende de vos. Cerezas, marrasquino y champagne quedan. Pero podemos llegar a manchar todo el sillón.”

“Seguime, yo llevo las copas.” Dijo y fuimos a su dormitorio.

“¿Qué sigue?” Me quité la ropa quedando solo en bóxer. Y le di de tomar champagne del pico, pero a propósito derrame sobre su cara, su cuello y su pecho, deje la botella y me puse a besarla y chuparla. Ella gemía y se acariciaba los pechos. Fui bajando hasta su pubis y comencé a besar y jugar con la lengua en su clítoris. Ella tuvo un suave orgasmo y me detuve.

“Te gusta jugar fuerte Fernanda. Sos muy ruda vendiendo. ¿Te la bancas en serio?”

“Si.” Dijo dudando.

Le puse dos almohadas bajo la cola, tome el frasco de cerezas y le tiré un poco sobre su clítoris, ella templó un segundo y comencé a chupar. Jugaba con mi lengua con todo. Fui bajando y comencé a chupar y morder sus labios vaginales. Fernanda ya gemía y respiraba agitada. Tire un poco más de líquido y llegó hasta su ano. Primero chupé lo de los labios y luego fui a su ano y lo dejé bien limpio. Ella tuvo un orgasmo bien fuerte.

“Sigo o…”

“Ni se te ocurra parar. No sé que viene, pero no pares.”

“Acordate, vos lo pediste.” Dije

Y separando los labios con mis dedos, metí una cereza en su concha. Ella dio un grito y abrió más las piernas. Seguí hasta ponerle cuatro cerezas. Tome la botella de champagne, tire un poco sobre su pubis y chupe como loco jugando al mismo tiempo con su clítoris. Me acosté y le dije que ponga su concha en mi boca. Chupé un poco, jugué con mi lengua en su ano y le dije:

“¿Ahora que están maceradas, me das cerezas?”

“Hijo de puta, estoy loca.”

“Para ayudar a que salgan.” Dije mientras le iba metiendo un dedo en el culo. Ella dio un tremendo gemido y empezó a hacer fuerza, y dejando salir las cerezas. Me miraba como yo comía las cerezas y se mordía los labios.

Cuando salió la tercera se la acerqué a su boca y se la puso en la boca saboreándola y la comió. Me pidió la cuarta y se la di.

Sin dejarla pensar, la puse boca abajo, trabe sus manos en la nuca y le dije:

“No las muevas.”

Tire más marrasquino y champagne en su espalda, y desde el culo fui chupando y lamiendo hacia su espalda. En un punto, mi pene quedó entre sus cachetes y me comencé a mover lentamente.

“Resultaste más dócil de lo que pensaba. Pero como buena guerrera que sos…”

Y la puse en cuatro patas y sin mediar palabra se la enterré en la concha. Ella gemía como loca, pedía más en cada embestida. Como tenía la botella de champagne al lado, eche un poco sobre su culo, y con un dedo le penetre el culo.

“Como te dejas Fernandita, que placer cogerte así, sentirte gozar como gozas.”

“Si, gozo como una yegua, por favor, acabemos juntos.”

Unos bombeos más, y explote llenando su concha. Me tiré a su lado y la atraje sobre mí. Apoyo la cabeza en mi hombro y suspiró.

“Hijo de putas. Te imaginas que algunos muñequitos he volteado, pero ninguno tan hijo de puta como vos. Me hiciste gozar como yegua, todavía siento algunos orgasmos perdidos. Nunca un tipo me comió la cabeza como vos, me hiciste lo que quisiste yo feliz de la vida dejándote hacer.”

“No me dijiste nada de las cerezas.” Dije.

“Guacho, te juro que lo que menos me imaginaba era que me las ibas a meter en la concha. Me volviste totalmente loca en ese punto, sobre todo viéndote como te las comías.” Dijo.

Nos dimos una ducha, y a pesar que ella quería seguir, logre convencerla de dejarla para otra velada. Me vestí ella me despidió con un beso en la puerta del departamento y el chofer me llevó a casa.

El lunes siguiente, estaba trabajando y me llamó desde su celular.

“Hijo de puta, me cogiste bien cogida como se te ocurrió, me dejaste caliente sin posibilidad de más, y no sé qué decir si vas a comprar o no computadoras.” Dijo sin decir hola.

“Hola Fernanda, buenos días. Tenés que hablar con Sergio Fretes, Gerente de compras. Te paso el contacto.” Y colgué.

Le pasé el contacto, lo leyó y la llamé.

“Hola Fernanda, ¿cómo estás?, habla Claudio. Sé que es lunes, pero te quiero invitar a cenar el viernes.”

“Desgraciado, te quiero matar. Si, cenemos juntos. A la 21 pasa por casa” Y cortó.

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