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Tiempo de lectura: 4 minutos

Siempre viajaba en el mismo colectivo a la misma hora, todos los días de cada semana, mi experiencia era siempre la misma, apretado y empujado, sálvese quien pueda mejor dicho.

Pero no todo es malo, detrás mío siempre venia la misma persona, un señor de unos cuarenta años, yo con 25 lo miraba de reojo, imponía respeto, seriedad, sobre todo intriga. Lo que más me llamaba era que se ponía atrás mío y me apoyaba, levemente al principio pero más obvio con el paso del tiempo, había una confianza muda, sin miradas ni palabras, solo su cuerpo se venía sobre el mío y los dos disfrutábamos del momento.

De a poco se fue ganando confianza y las apoyadas eran cada vez más recurrentes, más cerca, mas el sobre mí, la timidez engaño durante un largo tiempo, solo sentía su cuerpo pero después empecé a sentir una erección, grande, linda, que me calentaba, no lo miraba pero sentía su pene en mi cola, apoyado, esperando que se congelara el tiempo y me sacara la ropa ahí mismo, me hiciera su hembra en el colectivo, solo eran fantasías sin poderse cumplir, pero disfrutaba al imaginarlo.

Siempre bajaba pensando que lindo lo que pasaba, aunque no había palabras ni gestos, solamente su pene apoyándome, como hacía para darle el visto bueno y que pasara algo mas, como podía lograrlo.

Un día lo decidí, tengo que animarme y lo hice.

Al subir al colectivo lo vi parado frente a la ventana, esperando mi llegada, al irme acercando el me vio y fue girando su cuerpo de manera lenta y pausada, esperando que llegara.

Al ubicarme, levantar los brazos y agarrarme él se apoyó de inmediato, fue más rápido que de costumbre, se apoyó y mis nervios aumentaron, lo tengo que hacer pensaba, es ahora, teníamos como cuarenta minutos pero el tiempo pasa volando.

Finalmente baje un brazo y pase una mano al bolsillo de mi campera, cuando vi que nadie miraba, cada uno en su mundo pase mi mano atrás, le acaricie su pene, lo masturbe con el pensamiento y volví mi mano al bolsillo, su pene estaba más parado, más caliente que nunca, otra vez la mano, ahora la deje cinco minutos, lo masturbe mas delicadamente, puse mi mano adentro de su pantalón y se la toque, su piel, su tronco, hermoso lo que sentí.

Antes de bajarme le deje un papel, la dirección y hora de encuentro.

Así fue, ese mismo viernes se apareció por la calle solicitada, a oscuras casi, lo mire y le dije acompáñame, caminamos sin mirarnos pero hablando, nos encantó cada momento que vivimos en el colectivo, mis ganas aumentaban cada vez mas.

Entramos a una habitación que me había prestado un amigo, a oscuras le serví una copa y me prepare para que pasara lo que tenía que pasar.

Se me acerco, me beso suavemente, me paso su lengua por el cuello y me dio vuelta, levemente me saco la remera y paso a bajarme el pantalón, me dejo desnudo, tímido y caliente, se alejó medio metro y me miro, me observo y me dijo “Sos más lindo de lo que imaginaba”, yo ahí, estático, parado, erecto y ansioso.

Se desnudó lentamente para que yo lo viera, solamente nos alumbraba una vela y nos acompañaba un poco de música, al irse sacando la ropa fui descubriendo su piel, sus músculos, su pene, enorme, lindo, listo para mi, para mi cola, mi boca y mi alma.

Se acercó y me franelo la cola, me paso su enorme pene por las nalgas, me rozo su pene con el mío, me beso la espalda, el cuello, la panza, las nalgas, el agujero, me pasaba la lengua y yo gemía, tímidamente al principio y después como una perra en celo, hasta que me hizo arrodillar y tragar todo su miembro, todo en mi boca, salvaje pedazo de carne que ahora era entregado a mi saliva, lengua y pensamientos, nunca había disfrutado tanto de un pene así, tan rico y suave.

Después de unos eternos y hermosos minutos me paro, me dio vuelta y prosiguió a pasarme la lengua por mi cola, mi agujero, su lengua entraba y salía como una experta, su dedo, dos dedos, todos adentro, mi gemidos eran más fuertes y llego el “cógeme por favor”, “tranquilo” me dijo, siguió haciéndome el amor con su boca y de repente un silencio paro todo, la música se había detenido y solamente mis gemidos y suplicas sexuales estaban en el aire, “cógeme por favor” “cógeme” “soy tuya” “Mira como me abriste la cola” “quiero tu pija adentro” a lo que respondió agarrándome la cabeza y bajándome a chupársela de nuevo, tranquilo bebe, chupa y disfruta, lo hice, se la chupe toda nuevamente, me masturbe y pude acabar como nunca.

Al terminar me levanto y se fue por detrás, en silencio, apago la vela y se acercó, levemente me inclino hacia adelante y de a poco fue acercando su enorme pene, su cabeza primero tocándome la puerta y yo abriéndome despacio, como esperándolo hace tiempo, empezó a entrar, a abrirme, lo primero que hice fue gemir, decir “Ay despacio” pero automáticamente me abrí mas y su pene entro sin dudar, me estaba fornicando, cogiendo salvajemente, como en el colectivo pero desnudos y a oscuras, su pecho contra mí, su cuerpo contra mis nalgas, mi cola abierta de par en par ante su monstruoso pene, me había convertido en una perra, en una puta pedigüeña y lo lograba, me estaban cogiendo como nunca.

La vaselina y el preservativo hicieron la magia, mi ano y su pene se deslizaban como conociéndose durante siglos, mi punto g explotaba, tan así fue que volví a acabar, explote como nunca, mi néctar volando al piso, mis gritos al viento y el adentro mío.

Una hora así, saliendo y entrando, una fiera indomable, su pene firme y duro como nunca, pero llego el momento, parado y dilatado quería que me acabara en la cara, en mi boca, quería probarle todo.

Cuando llegues avísame, quiero tragar todo le dije.

El momento llego, su piernas gesticularon la llegada de todo lo que me esperaba, salí de la posición y me di vuelta, arrodillándome a la espera de su néctar, el cual salió como una catarata, en mi boca, cara, cuello, pecho, todo bañado de su esencia, yo tragando y disfrutando con cara de perra bien cogida, diciéndole gracias por lo de hoy, sabroso lo que me diste, hermosa noche.

Nos me termine de tragar todo, me fui al baño y nos fuimos cada uno a su casa.

El lunes subí y la cita fue la misma, acercarme y que me apoye mi hombre.

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