Luego de haberla visto con su amante y en otra oportunidad haberme cogido a su amiga ebria, mientras dormía en la misma cama que ella, cambio absolutamente la forma en la que miraba a mi madre. Ya no la podía ver como una simple madre, la veía como una hembra culona y muy deseable. Comencé a masturbarme mucho pensando en ella y deseaba volver los fines de semana a casa para poder desearla más de cerca. Sabía que estando mi padre y hermanos en casa sería imposible lograr algo, así que estaba siempre pendiente de sus viajes donde mis abuelos.
Finalmente, supe que un fin de semana ellos viajarían. Mi madre quedaría sola. Avise que volvería a casa desde la universidad para pasar el fin de semana (así le impedía llevar a su amante a casa) y espere durante toda la semana que se volviera a emborrachar con sus amigas.
Llegué el viernes al final del día y todo normal, una relación normal de madre e hijo, aunque en el baño me corrí pensando en ella. El sábado temprano me comentó que sus amigas irían a tomar un lonche por la tarde. Supe que era mi oportunidad. Todo el día no dejé de pensar en ella borracha, en tanga sobre su cama. Para disminuir la angustia de la espera, por la tarde fui donde unos amigos, luego fuimos al cine. Retorné a casa como a las 11 pm.
Mi madre estaba con dos amigas bebiendo. Para mi desazón, no estaban ni siquiera mareadas, estaban demasiado normales para mi gusto. Felizmente su reunión se prolongó hasta las 2 am del domingo y en ese lapso de tiempo las 3 ya estaban ebrias, haciendo karaoke. Felizmente se fueron las dos amigas y mi madre quedó sola.
Sentí sus pasos subiendo por la escalera, entrando a su habitación. Luego imaginé que se desnudaba y se acostaba en la cama que compartía con mi padre. En su borrachera, dejó la puerta abierta y la luz encendida. Cuando sentí que dormía por su respiración, me aventuré con discreción a ir a verla.
La encontré durmiendo de la misma manera que cuando la acompaño su amiga. Sólo en brasiere y tanga, de costado, con su enorme culo hacia afuera. La llamé un par de veces “mamá, mamá” y no reaccionó. Prendí la luz del pasadizo y apagué la de su habitación, lo que me daba más intimidad y seguridad, aunque igual podía verla muy bien.
Me senté detrás de ella, comencé a acariciarle el culo desnudo, pues la tanga la tenía muy muy metida entre sus nalgas. Ella no reaccionaba y me aventuré a explorar entre sus nalgas. Puse la tanga de costado y comencé a rozar su ano con mis dedos. No pude contenerme mucho tiempo y empecé a lamérselo. Ella dormida comenzó a gemir ligeramente y luego cada vez con más fuerza.
Luego de tener mi rostro, mis labios, mi lengua entre las nalgas de mi madre, me empecé a masturbar. Pensé que con eso me contentaría, pero no me bastaba. Sus gemidos me tenían demasiado alterado para contentarme con lamerla y masturbarme mientras lo hacía. Mientras mi mente divagaba, ella comenzó a moverse en la cama, rápidamente me separé de ella y se reacomodó boca arriba, con las piernas ligeramente separadas.
Esperé unos segundos y cuando sentí que ella seguía profundamente dormida, separé aún más sus piernas y me quedó su coño disponible, sólo cubierto con su pequeña tanga putona. Pensé quitársela, pero decidí solo ponérsela de costado. Me acomodé entre sus piernas y comencé a hacerle una sopa que estaba deliciosa por lo húmeda que se sentía su vagina. Ella volvió a gemir y balbucear un “no Mateo, no Mateo” que resultaba algo ininteligible. Mateo no es el nombre de mi padre. Eso me excitó aún más.
Decidí penetrarla y llenarla de mi semen. Me acomodé en misionero sobre ella, pero sin tocarla, casi como haciendo ejercicios, sólo acomodé mi pene y la penetré. Así húmeda, ebria y dormida, siguió balbuceando su “no Mateo” mientras yo la disfrutaba como había soñado tantas veces desde que le vi el culo semidesnudo.
No duré mucho, quizás unos cuatro o cinco minutos. Me vine dentro, muy dentro de ella. Luego de vaciarme pensé que si al despertar tenía rastros de semen podría hilvanar sus ideas. Revisé y todo había quedado muy dentro, sin nada que fluyera fuera de ella. Le acomodé la tanga con cuidado y me fui a dormir satisfecho.
Al despertar al día siguiente la encontré en la cocina. Sonriente me dijo “amor, te preparé tu desayuno favorito” y me besó la mejilla. Esa mañana volvió a ser sólo mi madre.