Aunque no muchos sepan, mi antigua profesión, la cual nunca ejercí, es profesora en discapacidad auditiva.
Entre los años 1999 y el 2005 cursé mis estudios en un instituto católico privado de la ciudad de La Plata. Con un 98% de su matrícula femenina, solo el director, un profesor y dos compañeros masculinos completaban el staff.
De esos tiempos de adolescencia estudiantil guardo los mejores recuerdos y las mejores amigas.
Quien tuvo la oportunidad de estudiar en la facultad, comparte su día a día con jóvenes de distintas zonas del país, incluso extranjeros que ven en Argentina una oportunidad de crecimiento.
El instituto era un edificio pequeño con un patio interno, en el que se rezaba el rosario todos los días y donde el director llegaba siempre misteriosamente tarde acomodando su ropa o su cabello, había, además, una sala donde siempre estaba la autoridad máxima con su secretaria y se mantenían siempre las cortinas cerradas y varios salones de clases distribuidos por los dos pisos del edificio.
Nuestra inocencia y corta edad nos impedía darnos cuenta del porqué de la tardanza del director a la hora del rezo. Con el paso del tiempo nos propusimos investigar que pasaba. Andre, siempre fue la fotógrafa del grupo, logró captar en su cámara la imagen más caliente hasta el momento.
Esa noche, a la salida de la cursada, nos mostró las evidencias, resulta que este buen señor tenía por ritual recibir a su secretaria quien de rodillas le practicaba sexo oral mientras, afuera, en el patio las estudiantes inocentes, rezábamos el Ave María. El director se había convertido en un ave de rapiña con las alumnas ingresantes quienes debían pasar por su oficina y arrodillarse frente a él, para obtener una beca. Vimos, desde afuera, agrupadas al lado de la ventana, como una alumna le mostraba sus pechos mientras él hablaba por teléfono con su esposa que trabajaba en la fotocopiadora del segundo piso.
Tiempo después la secretaria renunció a su puesto aunque nunca se oficializó la causa de su renuncia.
El tiempo pasó, nosotras recibimos nuestro título y volvimos a nuestras ciudades de origen.
Dani y Majo volvieron al sur de nuestro país, Noe y Andre se quedaron en La Plata y yo me volví a mi ciudad.
Cada cual continuó con su vida, ejerciendo la docencia, tuvimos hijos, algunas tuvimos más suerte en el amor, algunas menos. La distancia impedía que nuestros encuentros fueran frecuentes, pero siempre nos mantuvimos en contacto, y nos encontramos hace unos años en el departamento de Noe.
Cuando en la cuarentena pasada descubrí mi pasión por la escritura erótica, corrí a contárselos, se pusieron muy felices y estaban sorprendidas.
Esta era una excusa excelente para reunirnos como en el pasado.
Organizamos una presentación del libro. Sábado a partir de las 18 h, en mi casa, varios invitados.
Ese sábado vinieron desde La Plata Noe y Andre.
Éramos 20 personas aproximadamente, y mientras leíamos los relatos que contiene mi primer libro, intercambiábamos experiencias sexuales, recordando anécdotas divertidas.
Entre los invitados concurrió una mujer joven, que se dedicaba a la venta de accesorios y juguetes íntimos, tenía un sex shop.
Al conocer mi libro y leer los cuentos, me ofreció de regalo una caja con algunos productos de su negocio.
La reunión de presentación continuó hasta la medianoche.
Los invitados se retiraban con su ejemplar de “historias de sexo en 5 minutos”, excitados y con nuevas fantasías sexuales que cumplir.
Habíamos hablado de sexo durante horas, leyendo los relatos, contando experiencias, haciendo preguntas, formulando respuestas.
Y cuando nos quedamos solas, las tres amigas volvimos a ser aquellas estudiantes, hoy mujeres con experiencias vividas, entonces, las charlas se hicieron más íntimas y las experiencias a contar tenían más detalles, más realismo, más sentimientos.
Para agregarle picardía a la noche abrí la caja que había recibido de regalo y propuse hacer una pijamada como de niñas, pero de mujeres, y no queríamos vestirnos de princesas como las niñas, íbamos a usar lencería y disfraces eróticos.
La idea nos encantó!!!
Puse sobre la mesa toda mi ropa, disfraces, baby doll y el contenido de la caja. Ellas, por su parte, sumaron botas bucaneras y su propia lencería.
Como niñas en un shopping, elegimos un atuendo para cada una y corrimos a vestirnos para empezar la pijamada.
En 5 minutos estábamos las tres, frente al espejo, vestidas con botas de vinilo, baby doll transparentes y disfraces de colegiala, enfermera y policía.
Noe, era la encargada del maquillaje y Andre de la fotografía.
Hicimos un book completo de fotos divertidas y sensuales. Fotos donde estábamos abrazadas, o tocándonos mutuamente los pechos. Fotos de besos y lenguas. Fotos casi desnudas, donde nuestros cuerpos están tan cerca que se tocan.
Y de pronto… de tanto jugar, nos miramos y entendimos que jugar está bien.
Y nos besamos, suavemente, con nuestras lenguas jugando por nuestras bocas, y nos acariciamos, como conociéndonos.
Estábamos excitadas, pero confundidas, somos amigas y no queríamos mezclar sexo con amistad, pero ya era tarde, había sido un día muy sexual, con muchas emociones y estábamos casi desnudas, rozando los cuerpos, jugando a ser lesbianas por un rato, excitadas siendo protagonistas de una escena prohibida, como aquel director nos había enseñado.
Cansadas ya después de un día tan largo, decidimos finalizar la jornada y dormir.
Fue una noche orgásmica.
A la mañana siguiente, luego de una ducha matutina de las tres, volvimos a la seriedad diaria y nos reencontramos con nuestras familias, quienes siguen creyendo que somos madres aburridas, nunca sospecharon de nuestra pijamada hot.