Me llamo Hugo, tengo 44 años y trabajo en una multinacional de la energía fotovoltaica.
Los viernes por la tarde y sábados doy compañía y lo que quieran a señoras que están o se encuentran solas.
Mi contacto no está en los anuncios que hay en la red, solo lo tienen unas pocas personas y funciono por el boca a boca.
Hace unas semanas me llamó una señora de cincuenta y tantos años, casada y que necesitaba sentirse viva sexualmente.
Se la notaba muy nerviosa, era la primera vez que recurría a esto, y no tenía claro que fuera capaz de dar el paso.
Traté de tranquilizarla diciéndole que su situación es muy común y que hay muchas señoras que recurren a este servicio y muchas repiten.
Antes de dar el paso, quería conocerme, ver como soy físicamente y que le explicara como son los encuentros.
Quedamos la tarde de ese viernes en una cafetería en un barrio alejado del suyo.
Era una mujer de mediana altura, atractiva y con un cuerpo corriente, vestida elegantemente, pechos grandes y caderas anchas.
Me dijo que se llamaba Alicia, estaba casada y tenía 3 hijas. Su marido tenía 61 años y solo tenían relaciones sexuales una vez al mes.
Después de 32 años de casada, la pasión no existía y la relación era de rutina total.
Él la hacía un tocamiento rápido y rápidamente pasaba a la penetración.
Se corría rápido y ya está, hasta el mes siguiente.
Ella se sentía mal como si su marido la utilizara solo para satisfacerse él y necesitaba sentirse viva, deseada y que de verdad la hicieran disfrutar del sexo.
Nunca había estado con otro hombre y por eso le costó mucho dar el paso de llamarme.
Le expliqué que yo solía quedar en mi domicilio o en un hotel.
Trataba a la mujer de forma delicada, sin prisas y solo hacia lo que ella quería.
A medida que la conversación avanzaba se iba tranquilizando, pero no se atrevió a dar el paso siguiente.
Nos despedimos sin quedar para una segunda vez, pero se fue más tranquila y relajada.
Unas semanas después me volvió a llamar, un poco nerviosa, pero decidida.
Tenía reservada una habitación en un hotel. Quedamos directamente en la habitación, para no tener que entrar juntos.
Llegué un rato después que ella y allí estaba esperando, muy nerviosa.
Teníamos 3 horas, su marido se había ido al futbol con un amigo y después del partido se solían tomar una copa antes de volver a casa.
Yo me había preparado como siempre, recién duchado, bien vestido y 45 min antes de la cita me tomé una pastilla, levitra de 10 mg, para estar a la altura.
Siempre procuro actuar para rebajar la tensión porque muchas mujeres es la primera vez que tienen un encuentro y al principio lo pasan mal.
Le cojo la mano y me la acerco con suavidad, la abrazo, la beso, al principio en la mejilla y poco a poco me voy acercando a su boca. Me recreo en la comisura de sus labios y paso a besarla el cuello.
Ella empieza a jadear suavemente y poco a poco se va entregando. Bajo la mano y le toco el culo por encima de la falda mientras sigo besándole el cuello, ella está rendida, me toca el culo y me acerca con más fuerza a ella.
La beso en la boca, en el cuello y acerco mi boca a su pecho, meto la mano por debajo de su falda y le toco el culo por debajo de sus bragas. Hago lo mismo por delante y toco su coño. Está ardiendo y mojada, no deja de jadear y empieza a desabrocharme el pantalón.
Dejo que me desnude completamente mientras ella continua vestida.
Yo tengo mis partes totalmente depiladas y ella me coge el pene y empieza a acariciarlo. No había visto nunca a un hombre depilado y le gustó.
Yo empecé a desnudarla también, primero la camisa, después la falda.
Me gusta ver a la mujer en ropa interior, me dice mucho de como es ella.
Llevaba una lencería muy sexi, Se ve que la había comprado para la ocasión.
Un cuerpo corriente, unas caderas anchas y unas buenas tetas, en conjunto muy deseable.
Le quité el sujetador y las bragas y se quedó totalmente desnuda.
Estaba temblando, nunca había estado desnuda delante de un hombre que no fuera su marido y estaba nerviosa.
La puse de espaldas a mi y la abracé.
Le tocaba los pechos, pasaba mi pene por la raja de su culo, acariciándolo mientras la besaba en el cuello, estaba ardiendo.
Antes de continuar me dijo que se quería duchar, así que nos metimos los dos en la ducha.
Nos enjabonamos y la acaricié todo su cuerpo. Jadeaba como una puta, estaba realmente excitada.
Le pedí que me chupara el pene, ella no lo había hecho nunca y me preguntó como tenía que hacerlo, se lo dije y estuvo un ratito chupándomela.
Una vez fuera de la ducha nos fuimos a la cama.
Fui besando todo su cuerpo, su cuello, sus pechos y poco a poco fui bajando hasta llegar a su coño. Pase mi lengua por su clítoris y ella apretaba con fuerza sus piernas. Nunca se lo había hecho su marido.
Se dejó hacer y jadeaba mientras se retorcía de placer. Se corrió y pase a penetrarle.
Lo hicimos en varias posiciones y continué acariciando su clítoris con el dedo hasta que volvió a correrse.
Una vez nos corrimos los 2 nos quedamos un rato en la cama abrazados.
Me dijo que hacía muchos años que no sentía algo así, incluso nunca había gozado tanto.
Le había hecho sentirse plenamente mujer.
Tenía la cara llena de felicidad.
Nos volvimos a duchar y allí volví a penetrarla otra vez, delante del espejo, por detrás. Nos veíamos follar, como se balanceaban sus tetas de un lado a otro a medida que yo iba dando empujones. Creo que Alicia nunca olvidará la escena, estaba viendo como la estaban follando y ponía cara de placer mientras se veía en el espejo.
Una vez terminamos de ducharnos y vestirnos nos dimos un último beso de despedida y le dije que su marido no sabía lo que tenía en casa, una mujer sensual capaz de enloquecer a cualquier hombre
Cuando nos despedimos me dijo que volvería a llamarme.