Después de observar el altercado, Jimena se acercó a Margaret, que estaba llorando desconsoladamente. Les dejé que hablaran a solas, mientras me dirigía al Mercedes-Benz.
Enseguida se acercaron al auto. Jimena me dijo que llevaría a Margaret a su casa. Terminando estas palabras se acercó a mi oído y me susurró: “Luego te compensaré”.
Me guiñó un ojo y abrió la puerta del coche. Por mi parte, abrí la puerta trasera para que ellas se sentaran adelante, en ese momento sentía que debía pensar en mis proyectos, no tenía ganas de hablar, seguro que después Jimena me contaría porque pelearon Margaret y Mark, tampoco quería estar de metiche, después de todo no me importaba demasiado el lío de dos niñatos presumidos.
Ahora contaba con el dinero suficiente para recuperar la casa de mis padres, lo usaría en la subasta, ya que el banco comenzó acciones legales poniendo una demanda que salió a su favor, me imaginaba a varios gerentes relamiéndose y frotándose las manos, esperando como unos zorros apropiarse a un precio bajo de una bonita casa que se encuentra en una zona residencial.
—Carlos, me despido —me sacó de mis pensamientos las palabras de Margaret—. Vibras en su relación… —llegó un momento en el que hicimos contacto con los ojos, los tenía de color verde avellana que en ese instante reflejaban tristeza—. Jimena te quiere de verdad… —se acercó lentamente sin dejar de mirarme y me dio a modo de despido un beso, un tanto peligroso, ya que sus labios pasaron rozando los míos, y luego soltó una sonrisa tímida a modo de disculpa—. Cuídala…—dijo finalmente.
No voy a negar que me quedé ensimismado, Margaret era hermosa después de todo, no sé si lo hizo a modo de disculpa por su comportamiento en el parque de diversiones, pero si estaba en lo cierto, tenía una forma particular de hacerlo. Observé que Jimena no se dio cuenta, o no le dio importancia, en fin me despedí con una sonrisa, un tanto fingida, después de todo ella no sabe como me siento, estoy seguro de que ningún hombre se sentiría tranquilo al saber que los demás le miran que camina llevando cuernos como las de un venado. Y yo no estoy para soportar esto.
—No es tan mala como crees —dijo Jimena después de que Margaret se fue.
—Bueno, si tú lo dices. Después de todo no la conozco demasiado. Pero la primera impresión que tuve de ella no fue tan buena. ¿Por qué discutía la pareja perfecta? —pregunté con sarcasmo haciendo alusión a la pelea que tuvo con Mark.
—Según lo que me contó, la conducta de Mark cambió estos últimos días, se ponía colérico por cualquier cosa que le salga mal, incluso me contó que se sobrepasó con Margaret llegando a insultarla, algo que nunca hizo. Ella atribuye que está así por los problemas de sus padres. Aun así Margaret ya no piensa soportarlo más.
—¿Qué problema tienen sus padres?
—No sé mucho, pero creo que se están divorciando, algo extraño porque se llevaban bien o eso era lo que aparentaban. Los conocí ya que son amigos de mis padres y asistían al mismo club.
—¿No vamos a tu casa? —. Le pregunté viendo que tomaba un camino distinto.
—Te dije que te compensaría —me dijo con una sonrisa pícara—. Hice una reservación— continuó mientras nos dirigíamos a un hotel que tenía una preciosa vista al mar.
Entramos por el garaje, nos asignaron rápidamente la habitación, subimos por el ascensor. Jimena se mostraba expectante mientras me agarraba la mano y me miraba dulcemente. Llegamos al cuarto, tenía una enorme cama de diseño y un gran sofá para relajarse mientras contemplas las increíbles vistas del océano, era perfecto en cuanto a lujo, confort y comodidades, además de estar elegantemente decorada.
—Te debió costar una fortuna la habitación —le pregunté.
—No importa, solo quiero estar contigo a solas… —me dijo mientras repentinamente y para mi sorpresa, me empujo a la cama y se abalanzó encima de mí—. ¡Eres solo mío! …—continuó mientras sus manos me quitaban la ropa, a medida que me besaba de una manera un tanto desesperada, me acariciaba el pecho y mordía mi oreja. Jimena estaba cachonda—. Crees que no me di cuenta… esa perra de Margaret casi te besa.
—¿Estás celosa?
—La verdad es que sí… —respondió con firmeza, mientras empezó a sacarme el pantalón—. Sé que no soy la persona indicada para estarlo y cometí un error, algo que nunca volverá a ocurrir, desde entonces me lamento cada día, mi vida no es lo mismo sin ti, te amo con todo mi ser.
—Y no pensaste en cómo me sentiría —repliqué mientras le cogí de los brazos y me puse encima de ella—. Quieres saber la verdad, crees que es fácil para mi olvidarlo y comenzar de nuevo, sigo pensando que eres una put…
—¡Si!, dilo, ¡Soy una puta!, pero soy ¡Tu puta!
En ese momento me descontrolé, arranqué su vestido, dejándola casi desnuda, me fijé en su entrepierna, el tanga tenía una mancha mojada, quise comprobarlo con mi tacto, así que me apoderé de su firme trasero levantándolo ligeramente, agarré por ambos extremos de su tanga y los deslicé por sus torneados y blancos muslos, saliendo finalmente por la delicada piel de sus piernas. Grata fue mi sorpresa al descubrir que llevaba la vagina depilada.
—Así te gusta más…—comentó con las mejillas ruborizadas—. Lo hice para ti… mi cuerpo es tuyo.
Su vulva rosada tenía un aspecto virginal. Inmediatamente lleve mi mano a su depilada vagina, estaba caliente y húmeda, prueba de su excitación.
—Ahhh… —soltó Jimena al sentir mi mano masajear su sexo.
Penetré con dos dedos a su encharcada vagina y lo llevé a su boca pasándolo por sus labios.
—Saca la lengua putita— le ordené.
Ella sumida por el placer sacó la lengua saboreando sus propios flujos. Luego cerró sus ojos y empezó a chupar mis dedos con pasión.
Retiré mis dedos de su boca, me miró con lujuria, sus ojos azules parecían dos zafiros, tenían un brillo particular, me fijé en sus pupilas y se encontraban completamente dilatadas. Jimena estaba increíblemente excitada, tomó impulso y me abrazó fuertemente, luego llevó sus manos a mi cabeza y empezó a besarme con fiereza, metió su lengua en mi boca y empezamos a devorarnos, Jimena comenzó a exhalar más rápido. Sentí que empezó a mover las caderas lentamente, en vaivenes sensuales en los que se frotaba con mi miembro. Mi pene se liberó de su encierro, ella notó esto y aceleró aún más el movimiento de sus caderas, de repente mi verga entró y se hundió levemente en sus labios vaginales, tocando parte de su clítoris.
Jimena se estremeció y detuvo sus movimientos pélvicos, su cuerpo quedó inmóvil, puso los ojos en blanco, abrió la boca y levantó la cabeza hacia arriba mirando al techo de la habitación.
Perdió fuerzas y se tumbó sobre mi cuerpo agitadamente.
Ella sonreía, luego me abrazó mientras intentaba recuperar el aliento, unos instantes después tenía el rostro lleno de satisfacción, me miró tiernamente y me dijo.
—Soy la mujer más feliz del mundo.
Paso un rato y Jimena se puso de pie y buscó algo en su bolso. Cogió unas ligas con la que se hizo en su pelo una cola de caballo. Me guiño un ojo y se puso sobre mis rodillas, acercó su cabeza a mi pene y presionó sus labios contra la punta de mi glande y le dio un cálido beso, parecía una gatita de ojos azules que busca a su amo para la merienda. Enseguida sacó de una forma sensual su lengua y empezó a dar lametazos por todo mi pene, algunos eran breves y tiernos y otros largos y profundos.
Todo esto provocó que casi eyacule, respire hondo y con esfuerzo pude evitarlo. Ella me miró y como retándome se introdujo mi pene en su boca, chupándolo de una manera sensual, mantuvo un ritmo sólido mamando mi verga, sus carnosos labios pasaban saliva a mi falo, por ratos sentía como jugaba con su lengua, esforzándose al hacerlo, se notaba que imprimía su amor en la faena, por ratos cerraba los ojos como concentrándose en la mamada, y luego me miraba con ojos lujuriosos. Sentí que las sensaciones en mi verga empezaron a intensificarse y estaba a punto de correrme, no podía aguantar más y le agarré del cabello para que no se fuera inundándole la boca con todo el semen que había acumulado hasta ese momento. Esto fue un imprevisto para Jimena, y comenzó a quedarse sin aire, daba la impresión de asfixiarse. Las lágrimas comenzaron a surcar de sus ojos.
Golpeó con sus manos mis piernas para liberarse. Me di cuenta de que me sobrepasé con ella y deje que se levante. Se puso de pie y tomó una bocanada de oxígeno y empezó a toser goteando semen de sus labios y nariz, al ver esto, se dirigió rápidamente al baño.
Era la primera vez que me hacían una mamada y también era la primera vez para Jimena, me dejé llevar por mis instintos y no pude controlarme, ella se esmeró y esforzó por hacerme sentir bien, y yo en cambio le pagué siendo egoísta. Me sentí mal y fui a buscarla, aún estaba limpiándose y lavándose la cara.
—Perdón, Jimena… no tenía la intención…
—No te disculpes —me cortó—. Es la primera vez que lo hago, había una alta probabilidad de hacerlo mal, y eso sucedió —me dijo intentando mostrar calma—. La próxima mejoraré, y lo haré tan bien que podrás correrte todo lo que quieras.
—También fue mi culpa por no avisarte —me sinceré y le di un abrazo.
Ella me abrazó más fuerte, poniendo su cabeza en mi hombro, sentí que soltó unas lágrimas, las limpio con sus manos y me miró fijamente.
—Sé qué aún no me has perdonado y tal vez nunca lo hagas, te conozco como yo a ti, pero ten la certeza de que no me rendiré y me esforzaré por recuperarte.
Hizo una pausa, como queriéndome decir algo más, respiró profundo, tomando valor para hablar.
—¿Te puedo pedir un favor?
—Claro…—respondí.
—Rompe mi corazón si quieres, pero no te vayas. Nunca lo hagas.
Después de decir estas palabras, la calma que había querido demostrar hasta ese instante, se desvaneció por completo, y cantaros de lágrimas salieron de sus mejillas mientras se pegaba a mi hombro abrazándome fuertemente.
Yo simplemente no le respondí, no tenía el valor para mentirle, así que esperé a que se calmara, luego nos fuimos del hotel.
Llegando a la casa nos recibió Teresa con una sonrisa, un tanto apócrifa cuando lo dirigió hacia mi persona.
—Uff, ¡Qué calor hace! ¿Carlos deseas limonada?
—Si, una Frozen caería perfecto.
—Teresa, nos podrías hacer el favor —ordenó Jimena.
Enseguida nos trajo los jugos, fue un día muy cansado, necesitaba refrescarme y nada mejor que una buena limonada, pensé. Mi rostro cambió después de probar la bebida, estaba amarga, vi a Jimena que tomaba con satisfacción y busqué con la mirada a Teresa que se encontraba limpiando a unos metros, en su rostro apareció una sonrisa que no pudo disimular completamente.
Necesitaba confirmar mis sospechas así que probé la limonada de Jimena y estaba normal, incluso deliciosa. Obviamente fueron preparados de diferente manera, y además el mío tenía un componente adicional, que lo comprobé unos minutos después cuando sentí un ligero dolor en mi vientre y estuve yendo al baño el resto del día. ¡La zorra de Teresa añadió un laxante a mi limonada!
Por suerte Jimena compró unas pastillas, que calmaron mi malestar, ella estuvo preocupada el resto del tiempo por mi salud.
Tanto rencor contra mí no era normal y tenía que averiguar a que se debía. Estuve vigilando a Teresa cautelosamente, buscando alguna manera de tener más información. Y mi esfuerzo trajo sus frutos, examiné detalladamente la situación y concluí que Teresa acostumbraba a comunicarse con el teléfono de la casa, tal vez para no gastar saldo de su celular aprovechaba a hacer sus llamadas por este medio, seguro que pensaría. Ser la sirvienta de una familia adinerada debería tener ciertos privilegios, se dio cuenta que ese teléfono nadie lo usaba y decidió que sería de su uso personal.
Analizando las instalaciones me di cuenta de que había dos teléfonos conectados, uno en la sala, que era el que usualmente utilizaba Teresa, y otro en la segunda planta, podía aprovechar esta conexión para escuchar la conversación que tenía en el otro teléfono y solo bastaría con descolgarlo. Así que, cuando observé que Teresa tenía un comportamiento receloso, mirando de un lado hacia el otro. Cuando se percató de que no había nadie cerca, empezó a marcar en el teléfono para hacer una llamada, no desaproveché la oportunidad y me apresuré a descolgar el que se encontraba en el segundo piso.
—Hola, María jajaja. Me estuve aguantando la risa.
—Hola, hermana, veo que estas feliz. ¿Cuéntame que paso?
—Le di una lección al vividor ese. Jajaja, la cara de bobo que puso cuando tomó la limonada, jajaja, y lo mejor de todo fue el laxante que le puse, verlo ir a cada rato al baño. Parecía un pato, Jajaja.
—¿Le hiciste eso al novio de la señorita Jimena?
—Ese solo finge ser su novio, ya sabes cómo son los hombres y este cae en la peor categoría, se nota a leguas que solo está por el dinero de la señorita. Es un descarado, estoy preocupada por la seguridad de la señorita, tarde o temprano le hará daño, y lo peor es que el sistema actual no nos protege, está gobernado por el patriarcado opresor. Y la violencia contra las mujeres aumenta cada día.
—Pero, no te estarás equivocando. ¿Y si la señorita Jimena le quiere de verdad?
—No creo que sea así, él no es la gran cosa. Cuando dijeron que él era su novio no podía creerlo, pensé que se trataría de un hombre atractivo, un Brad Pitt de ojos azules, alguien que estuviera al menos a la altura de esta familia, creí que sería difícil que se aleje de aquí, pero después de verlo estoy segura de que la señorita lo mantiene a su lado solo porque se siente mal, debido a que supuestamente lo engañó, ella se merece alguien que la quiera de verdad, como yo lo hago ahora. Creo que ella se está dando cuenta de que a las mujeres no nos conviene los hombres. Después de todo solo nos quieren por lo que tenemos entre las piernas, todos ellos piensan igual, es por esto, que yo paso de los hombres, las mujeres tenemos esa belleza que nos hace especial y somos más atractivas.
—Entonces, ahora que piensas hacer.
—Trataré de espantarlo, que se vaya rápido de acá, ya se me ocurrirán ideas interesantes. Esta tarde me estuvo viendo de manera extraña, creo que le atraigo y seguro que tratará de aprovecharse de mí. No me siento tranquila con su presencia, es más si te soy sincera me repugna solo verlo por acá. Me pregunto cómo estará sufriendo la señorita Jimena. Aún no tengo la valentía para decirle que la amo demasiado. Al fin de cuentas amor es solo una palabra, solo es verdadero cuando alguien llega para darle sentido. María, me despido ya que pronto llegará la señora Sara y verá que no terminé de limpiar.
—Bueno hermanita, espero que tus sueños se hagan realidad. Me despido, cuídate.
Después de escuchar la conversación sentí una mezcla de emociones, otra vez juzgado por las apariencias, pero lo que más me indigna no es eso, es que ya estoy harto de que la gente actúe sin conocer el problema, todos quieren ser buenos y parecer perfectos ante la sociedad, ganarse el respeto de los demás por su acto voluntarioso, que los juzguen de esta manera: ¡Oh, miren que sacrificio hizo, palmas por favor!
Debo tener cuidado con Teresa, al parecer es lesbiana y una feminista consumada, la peor combinación. ¡Vaya lavado de cerebro!, espero que no haya llegado al punto de las mujeres agresivas, que se quedan en tetas en cualquier lugar público y que detestan a los hombres. Tendré que lidiar cuanto antes con esto, no tengo que esperar a que haga su próximo movimiento contra mí o lo pagaré de la peor manera. Después de todo: Guerra avisada no mata gente.
Al menos fui precavido esta vez y grabé la conversación de Teresa. En cuanto a su amor irracional por Jimena, al parecer no tiene ni idea.
Una sonrisa siniestra se formó en mi rostro por un momento, pensé en Teresa y dije: “Esta perra no sabe lo que se le viene”.