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Aventuras en playa del Carmen (I): Primeros misterios
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Sin duda este es el relato más emocionante de mi vida.

Por motivo de haber terminado la preparatoria, un grupo de amigos me invitaron a unas vacaciones en una casa prestada en Playa del Carmen por una semana. Acepté con mucho gusto, aunque me parecía incómodo ser la menor de todos los que irían y la única sin pareja, todos tenían entre 19 y 23 años y yo recién había cumplido 18. Además, en ese momento yo era gorda e intentaba verme bonita, mientras que las demás chicas eran en realidad hermosas y delgaditas, me iba a ver mal entre ellas.

Lo curioso es que yo tenía o había tenido que ver algo con alguien de cada una de las parejas. En total éramos 13: Valentín (primo mío) y su novia Michelle; Ricardo y su novia Esmeralda (prima mía); Erick (exnovio mío) y su novia Lizeth; Gilberto y su novia Naydelin (mi mejor amiga en ese momento); Raúl (el chico que me indujo al sexo sin compromiso) y su novia Janeth; Sergio y su novia Katherin (me bajó a uno de mis novios de la preparatoria); y obviamente yo, Nicole. Parecería que yo sería humillada en esa salida, pero se pondría interesante dormir bajo el mismo techo con mis cachondos primos, mi baboso exnovio, mi tonta mejor amiga, el delicioso chico que me pervirtió y la hija de puta que me puso los cuernos.

Luejo del viaje en avión y disfrutar la vista, llegamos a la casa donde nos hospedaríamos, enorme, lujosa y con su propia y grande piscina. Era obvio que inmediatamente sacaran unas cervezas del amplio refrigerador y se echaran un chapuzón uno por uno, mientras yo los veía aún vestida como llegué desde una silla de playa bajo una sombrilla. Todos me animaban a meterme a la alberca, pero viendo a las seis parejas juntas y hasta abrazadas prefería tomar mi helada lata de cerveza desde mi fresca sombra.

Valentín salió de la piscina, fue a su habitación y regresó con una cámara de video, me la prestó y me susurró una explicación muy cínica.

—Prima, espero que no te ofendas por lo que te diré: Eres la única soltera de entre nosotros y te invitamos para que nos filmes. No lo tomes a mal, eres nuestra camarógrafa oficial y tu pago es haber venido a vacacionar con nosotros.

Y sí lo tomé a mal, pues se olvidaron un tanto de la amistad y me usaron, pero fingí que no me importaba y accedí. Los grabé desde afuera de la alberca y me animé a hacerlo adentro, con ellos a mi alrededor. Así fue todo el día, cada que me solicitaban que filmara sus estupideces, pero me prometí que no sería así todos los días de esas vacaciones.

Aunque no todo lo que me pedían que grabara eran estupideces, más si se trataba de Raúl, quien puso música del género urban a alto volumen y me pidió que grabara cómo sabroseaba a su novia Janeth. Raúl no era guapo y era escuálido, pero tenía una verga bien rica y cogía espectacular, lo hicimos varias veces, pero se distanció de mí luego de que comenzó a andar con Janeth. Y ahí estaba yo, envidiando a Janeth, quien estaba sentada en las piernas de Raúl en el sofá, mientras él la besaba y la manoseaba por todos lados, y yo mojándome internamente y con ganas de dedearme pero con las manos ocupadas sosteniendo la cámara. Después se convirtió en competencia.

—¡Voltea la cámara acá! —gritó Valentín, quien con su novia Michelle ya estaban perreando.

Aclaro, a mí no me disgusta el perreo, pero sí la música con que perrean, algo más que tenía que soportar en ese momento además de las ganas que me entraban y sí, también me excitó ver a mi primo moverse muy bien.

—¿Alguien sabe dónde está Erick? —se atravesó Lizeth en la filmación preguntando por mi exnovio… bueno, por su novio, pero nadie le supo contestar, sino que todos estaban en lo suyo.

Por si fuera poco, también llegó Esmeralda al centro de la pista improvisada y junto con su novio Ricardo se pusieron de cachondos, bailando pegaditos, besándose y metiendo mano bajo la ropa del otro. Era como si estuviera a punto de presenciar una orgía, sin ser yo partícipe pero con el deseo de serlo.

Me estaba mojando en serio y estuve por emitir un gemido fuerte, pero me dio pena y les avisé que la cámara ya no tenía batería, así que me metí a la recámara de Valentín, supuestamente por el cargador. Entreabrí la puerta y vi caer un brasier.

—Lo siento, chicos —dije pasando adentro y tapando mi vista de ellos, aunque no sabía quiénes eran.

—¿No estás filmando, verdad? —escuché claramente la voz de Gilberto, novio de mi mejor amiga Naydelin.

—No, solo vine por el cargador, la cámara ya no tiene batería —dije mientras sacaba de la maleta de Valentín el cargador y me dirigía a la puerta, sin verlos ni un instante—. Diviértanse.

Tuve que ir a mi habitación, donde descubrí a Sergio acostado en mi cama masturbándose.

—Lo siento —dijo él—, a Katherin le acaba de llegar su periodo y está en su recámara retorciéndose del dolor.

—No quería saberlo —contesté fingiendo asco, pero con ganas de verlo más y, si se podía, garchar con él pensando en una venganza hacia Katherin, además de que no se le veía nada mal la polla a Sergio, pero se fue apenado a los baños.

Conecté la cámara al cargador, me apresuré a cerrar la puerta de mi habitación, me acosté en la cama, metí mi mano bajo mi short y mi ropa interior y me masturbé desesperadamente, logrando una corrida rápida y abundante, pero tapándome la boca para que no escucharan mi fuerte y largo grito de placer.

Después de un rato en el que sacié parcialmente mis ganas, salí a la sala con la cámara para filmar a los demás cachondeando, pero cada quien estaba en una cosa distinta, la calentura se había acabado.

—¿En serio? ¿Nadie ha visto a Erick? —seguía preguntando Lizeth, pero todos le decían que no.

—¡Déjanos ver el video de hoy! —me pidió Valentín casi arrebatándome la cámara y la conectó en el monitor de la televisión.

Todos, excepto Erick que no aparecía, se reunieron para ver el video, que comenzó con la estrenada de la piscina y continuó con las tonterías que todos me pedían que filmara. Fue antes de los fajes que ocurrieron en la sala que la cámara grabó algo misterioso en segundo plano.

—¡Pausa! —gritó Lizeth—. ¿Qué hace Erick saliendo de la casa? ¿Eso cuánto tiene que pasó?

—Según el video eran las 3 de la tarde y ya son las 7 —contesté.

Todos quedaron confundidos al ver eso y pensaban a dónde habrá ido Erick, aunque para mí era un pendiente menos contar con su presencia. Los chicos salieron a buscarlo en los alrededores, mientras que las chicas presionaron a Lizeth para que lo llamara a su teléfono móvil.

—¿Sabías que hay gente que viene a lugares como este para ganarse la vida? —oí que mi prima Esmeralda le preguntaba tontamente a Lizeth, como queriéndole decir que Erick se escapó definitivamente.

—No le hagas caso —intervino Janeth—, tal vez solo fue por snacks y se perdió en el camino, no ha de tardar, espero.

Una hora más tarde regresaron los chicos, sin novedad. Llegó la medianoche, Lizeth estaba muy preocupada y yo, ¿para qué mentir? También lo estaba, como todos. Valentín, como todo un líder, le pidió a todos que guardaran la calma y fueran a dormir.

Fui la primera en dirigirme a mi recámara y quise dormirme, sin embargo, minutos después alguien tocó a la puerta de mi habitación. Abrí la puerta y era Lizeth, quien me preguntó si podía dormir conmigo porque se sentía inquieta y no podía conciliar el sueño sola, así que me compadecí y le dejé pasar y acostarse conmigo.

Media hora después, escuché pisadas de varias personas. La curiosidad me llevó a abrir la puerta y caminar en medio de la oscuridad hacia la sala, donde vi por detrás las siluetas de tres personas sentadas en el sofá viendo la televisión, no supe identificar quiénes eran, pues no traía conmigo mis lentes. De pronto, la de en medio se inclinó hacia el lado izquierdo, como para recargar la cabeza en las piernas de la persona de la izquierda, mientras que la persona de la derecha ponía sus manos sobre la persona de en medio.

Claramente se trataba de un trío hombre-mujer-hombre, pero quería escuchar alguna voz o alcanzar a dilucidar la silueta de alguno de los que estaban ahí. En mi mente descartaba a Lizeth, pues estaba conmigo hace unos momentos en mi recámara, también descartaba a mi mejor amiga Naydelin, pues ella me cuenta todo incluso antes de hacerlo, además de que Katherin decía estar en sus días, por lo que también la descartaba. Aseguraba que uno de ellos era Raúl por lo sexoso que es, pensaba que la de en medio era Janeth y el de la derecha mi primo Valentín, o mi prima Esmeralda y Sergio por lo ganoso que estaba, o Michelle y Gilberto y todas las combinaciones posibles entre ellos, o incluso Erick, que pudo haber estado jugando a las escondidas todo ese tiempo.

De repente, se escuchó a Lizeth gritando de lejos "¡Erick!". Los que estaban sentados en el sofá se levantaron de inmediato y no me quedó opción más que ocultarme tras una columna que estaba cerca. Después de que ellos fueron corriendo hacia las habitaciones, yo caminé lentamente para aparecer junto con todos y no parecer que venía de la sala, sino de los baños.

—¡Mira no más! ¡Hueles a puta, Erick! —gritaba Lizeth en lo que me aproximaba a la recámara de origen de los gritos, que era la de Lizeth y Erick.

—¿De qué hablas? —contestó Erick—. Todo el tiempo estuve en la casa, casi todo el tiempo aquí en la habitación.

—¡Te vimos salir de la casa en el video! ¡A mí no me ves la cara de pendeja! —continuaba gritando Lizeth al borde del llanto y de querer responder con cachetadas, mientras los demás la querían calmar.

—¡Está bien! Contraté a una sexoservidora —confesó Erick—, me la pasé de lujo, llegué hace unas horas y esperé a que se despejara todo para entrar a nuestra recámara. Tú como yo puedes divertirte como quieras, puedes buscar a alguien en internet y verse en persona, por mí no hay problema porque sé que me quieres y yo a ti te quiero.

—Eres un enfermo —dijo Lizeth desbordándose en lágrimas.

—¡Ay! ¡Por favor! —exclamó Erick—. Tú te sabroseas a cada tipo guapo y mamado que ves. Te estoy dando libertad, ¿por qué no me la das tú también?

—¡Pero lo hiciste a escondidas y luego me mentiste diciendo que estuviste aquí todo el tiempo! —alzaba la voz cada vez más Lizeth entre lágrimas, hasta que Valentín intervino y puso calma a todo.

Finalmente, Lizeth me agradeció que la dejara quedarse conmigo pero que descansaría en su recámara y Erick dijo que dormiría en el sofá. Saliendo todos hacia sus habitaciones, se escuchó el fracaso de discusión discreta entre Raúl y Janeth.

—¿Por qué no estabas conmigo en la cama? —preguntó ella entre susurrando.

—Estaba en los baños —respondió él.

—¿Tanto tiempo? —alzó ligeramente la voz ella.

—¡Sh! Ya vamos a dormir —culminó él la discusión.

Eso comprobaba mi teoría de que uno de los que formaban ese trío en la sala era Raúl, sin duda alguna.

Antes de entrar a mi cuarto, pasé a los baños. En los lavabos me topé con Erick, quien cepillaba sus dientes y lucía algo frustrado. Yo solo le sonreía, pero con tono de burla en mi interior. Sin darme cuenta, me le quedé viendo todo el tiempo que se aseó la boca.

—¿Qué tanto me ves? —preguntó.

—Lo siento —respondí—. La verdad es que sí te pasaste con Lizeth.

—Ni me lo recuerdes.

—Pues sí, el mal ya está hecho.

Me dirigí hacia la puerta de los baños para ir a mi habitación, pero antes de salir, Erick me tomó del brazo y me hizo una propuesta rara.

—¿Puedo dormir contigo?

—¿Disculpa?

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