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Me gusta recordar lo bien que follas
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Me gusta recordar como me follaste aquel día en tu casa, aquel día en el baño de la universidad, esta historia va de eso de mis recuerdos una vez que estoy sola en casa y me encuentro deprimida, el recordar, el volver a sentir cuando me follaste encima del capo de tu coche mientras todos nos miraban.

Una de las cosas que más me gusta cuando estoy sola en casa, es recordar los momentos felices, agradables y ese día tenía mucho que recordar, no hacia ni tres horas me habías dejado en la puerta de casa después de haber pasado una maravillosa tarde contigo, pasaba mis manos sobre mi cuerpo cerrando los ojos y revivía una vez más esa tarde junto a Julián y mis recuerdos comienzan cuando…

El ruido de la puerta del baño cerrándose de golpe hizo que mirara por el espejo para ver como te acercabas a mí, me estabas esperando en el pasillo mientras me retocaba un poco, ya que íbamos a ir a cenar, realmente no sé el tiempo que estuve allí dentro, supongo que una vez más el tiempo no pasa igual para los hombres que para las mujeres, porque según yo acababa de entrar y según tú había pasado una eternidad y te cansaste de esperas, ahora te acercabas a mí con una sonrisa muy pícara, te observaba mientras guardaba mi resaltador de labios en el bolso a la vez que te sonreía, sabía que me ibas a proponer algo así que espere a que llegaras dándome la vuelta y apoyándome en la encimera sin decirte nada, simplemente mirándote y sonriéndote, ese día estabas realmente guapo, querías sorprenderme en nuestra primera cita, ya que aquella noche en tu casa jugando a la oca no contaba y de momento lo estabas consiguiendo.

No me dijiste nada, simplemente te plantaste delante de mí y con las dos manos me cogiste la cara y empezaste a besarme, nuestras lenguas enseguida se unieron escapando de nuestros cuerpos y creando un baile erótico sin que ninguno tuviera intención de pararlo, apoye mis manos sobre la encimera del baño sin abrazarte, pero con tu cuerpo pegado al mío apretándome con tu pelvis, rozando la erección de tu pene contra mi falda, no hacía falta que me estimularas más, ya lo estaba, estaba excitada incluso antes de entrar en el baño en cuanto te vi aquella tarde me notaba húmeda y ahora esa sensación de tenerte encima de mí, lo acrecentaba.

Como un juego tus manos iban cambiando de posición, primero cogiéndome la cara, luego abrazándome mientras me besabas con tanta fuerza que me cortabas la respiración, ahora las tenías sobre mis pechos apretándolos y desabrochándome con suavidad los botones de mi blusa, empecé a mirar nerviosa a la puerta, era tarde y muy posiblemente seriamos los últimos dentro de la facultad, pero aun así podía entrar alguien y vernos, aunque poco a poco mi nerviosismo se fue diluyendo al notar mis pezones mojados con tu lengua que había empezado hacer de las suyas, todavía me acordaba de cómo me lamiste en tu casa, de cómo me follaste y de los orgasmos que me regalaste, estaba tremendamente excitada y me daba igual que pasara alguien o no, quería que me follases allí mismo, que sacaras tu polla y me la metieras haciéndome gritar una vez más, te habías convertido en una nueva droga para mí, una droga hecha a mi medida, hecha para mi vagina.

Mis manos dejan de estar en reposo y busqué en tu pantalón, más concretamente tu cinturón, el botón y tu bragueta para poderte sacar la polla, empiezo un meneo con mis manos sobre ella, esta como recordaba, llena de vida dura y enorme, empiezo a pasar la palma de mi mano sobre tu glande haciéndote gemir, levanto mi falda y la meto entre mis muslos mientras tú sigues saboreando mis pechos con mi sujetador a medio quitar por encima de ellos, nuestros movimientos de cadera más acelerados y fuertes con tu pene presionado entre mis muslos, moviéndote hacia delante y hacia atrás como queriéndome follar.

Levanto mi pierna y te pido que me la sujetes pero no estas por esa labor, hoy lo quieres todo y con fuerza me sorprendes quitándome las bragas de un tirón, te las has llevado a la cara para olerlas y te las guardas en el bolsillo, me coges de la cintura y me sientas en el mármol frío de la encimera del baño para a continuación agacharte y empezar a lamer mi clítoris haciendo que los gemidos empiecen a inundar el baño, mis piernas caen sobre tus hombros con las rodillas flexionadas dándome con los tacones en tu espalda, tus manos me cogen de la cadera y tu lengua recorre mi vulva de arriba abajo saboreando los flujos de mis labios y de mi vagina, noto como tus dedos comprueban si mi clítoris siente o no y a fe mía que si sienten, porque no podía articular palabra cuando me tenías totalmente entregada a ti.

¡Julián!, ¡Julián!, así sonaba tu nombre en mi boca entre jadeo y jadeo, sintiéndote entrar con tu lengua y dedos en mi vagina, sintiendo que mi cuerpo me abandonaba del placer que me dabas, pero te levantaste y contigo mis piernas que seguían sobre tus hombros haciendo que mi cuerpo fuera una V perfecta faltando tan solo una unión entre los dos cuerpos, una barra incandescente que tú casualmente tenías entre las piernas y que yo necesitaba con urgencia para que se metiera en la cueva húmeda y mojada que tengo yo, casualmente entre mis piernas, en esos momentos yo necesitaba un valiente que entrara y saliera de mi cueva explorándola como si le fuera la vida en ello, pero desgraciadamente para mí o no, depende de cómo se mire, tú estabas otra vez en desacuerdo con mis necesidades, porque a lo que te estabas dedicando era hacerme sufrir, a meter y sacar tu glande de mi vagina, a recorrer como en autopista mojado mis labios hasta mi clítoris, dándole pequeños golpes, hundiéndomelo, presionándomelo y haciéndome gemir, plantearme decirte al oído que me follaras, ya sabía de tus juegos, ya habíamos jugado a esto y habías perdido, aunque yo te dije que no, que no gano nadie o mejor dicho que ganamos los dos, quien sabe quizás la próxima ganarías tú, pero esta no iba a ser, esta a pesar de mi excitación iba a ser neutral.

Tan neutral como pude, porque cuando la sentí nuevamente penetrar mi vagina aunque tan solo fuera unos centímetros, mis manos te cogieron de la nuca y haciendo fuerza con un punto de apoyo apreté mi pelvis contra ti haciendo que me la metieras hasta el fondo, en ese momento los dos sentimos un tremendo placer gritando al unísono, tu pene se había deslizado por mi interior a gran velocidad con aquel empujón y solo eso basto para que me ensartaras con tu polla, tan mojada, tan preparada para ti que ya no consentí que la sacaras de mi interior, solo lo justo para que pudieras volver a entrar, ya no había marcha atrás así que empezaste un baile frenético, entrando y saliendo de mi coño hasta hacerme estallar en un orgasmo que resonó por todo el edificio, te aparte tarde porque al sacármela varios chorros salían de mi vagina mojando el suelo y empapándote el pantalón, pero no te importo porque antes de que terminara de expulsar todo nuevamente me la metías para seguir follándome.

Parecías una máquina engrasándome el interior de mi vagina otra vez, no sé si mi orgasmo duro tanto o no, pero sé que no podía parar de gritar hasta que te corriste llenándome con tu semen, golpeando mi interior con dos grandes chorros que a gran velocidad entraban muy dentro de mí.

Ni una palabra entre los dos, tal y como empezamos terminamos besándonos como si no hubiera un mañana hasta que oímos como golpeaban la puerta del baño, los bedeles registraban la universidad en busca de rezagados, en nuestro caso en busca de quien estaba follando y al abrir la puerta los dos salimos como alma que lleva el diablo, corriendo cogidos de la mano y sin mirar atrás, reíamos mientras que nos gritaban y nos daban el alto, suerte a que corríamos más, suerte de ser más jóvenes y de que no vieron nuestras caras, no sabemos cuáles habrían sido las consecuencias y más en una facultad privada y religiosa.

Conseguimos salir a los jardines del campus y mimetizarnos con otros estudiantes que deambulaban y jugaban por allí, nos sentamos en la hierba y esperamos un rato mientras hablábamos, nos mirábamos y mientras nuestros pensamientos nos seguíamos quitando la ropa para seguir haciendo el amor.

-Tengo la vagina empapada con tu semen, me está chorreando todo y tú tienes mis bragas. – Me reía a la vez que te pedía por favor las bragas.

– ¡Ah! Claro y yo tengo la culpa no, que yo sepa el que tiene todo el pantalón como si me hubiera meado soy yo.

-Jajaja es verdad pobrecito, pero me das las bragas por favor. –Seguía riéndome y pidiéndoselas con cara de gatita triste.

Ya serían las segundas bragas que me desaparecerían con él, aparte de que no me apetecía ir por ahí en minifalda y sin bragas, de hecho ahora estaba sentada sobre mis piernas con sumo cuidado de que nadie viera nada, aunque la verdad prácticamente ya estábamos solos en el jardín, un grupo de chicas, otro de chicos jugando al balón y los bedeles que seguían buscándonos pero ya dándonos por perdidos. Recuerdo que te incorporaste y que me ayudaste a levantarme, empezamos andar en busca de tu coche que lo había aparcado más alejado de allí, los dos íbamos de la mano, jugando e intentando cogerle mis bragas que tenía en el otro bolsillo, pero sin éxito, jugábamos, corríamos y reíamos, la verdad que el tiempo se nos echó encima y para cuando llegamos al coche estábamos a oscuras y en silencio.

Al llegar al coche sacaste mis bragas de tu bolsillo y me las distes, pero no sin antes jugar conmigo, me las dabas y me las quitabas, yo iba detrás de ti alrededor del coche hasta que conseguí agarrarte, hasta que nuestros labios se unieron una vez más besándonos y dejándome por fin coger mis bragas. Nuevamente bailabas con tu lengua dentro de mi boca, entrelazándose con la mía, tus manos recorrían mi cuerpo levantándome la falda y metiendo tus dedos en mi vagina, me apretabas mi sexo con toda la mano y nuevamente esa droga en mi cabeza, nuevamente el sexo primero después la discreción, me diste la vuelta y me agarrabas por detrás con tu mano, tus labios en mi cuello y con la otra levantándome la falda apretando mi vulva.

Jadeaba nuevamente por la excitación, te quería dentro de mí y poco importaba que estuviéramos en el parking, solo dos coches en aquel aparcamiento y cada uno en una punta, los dos con movimiento en su interior, supongo que como a mí, algún chico estaría jugando con su varita haciendo gemir y retorcerse de placer alguna chica, la diferencia estaba que no se les veía y sin embargo yo estaba tumbada boca abajo sobre el capo del coche con mis manos extendidas y sintiendo el calor de la chapa en mis mejillas y el calor de su pene en mi vagina, me habías hecho que me tumbase y que abriera mis piernas subiéndome la falda, sentía como tu pene me empezaba a penetrar como solamente tú sabes hacerlo, con suavidad, pero con dureza, despacio, pero con velocidad, llenándome con tu pene y no poder más que gritar cada vez que sentía como tu pelvis chocaba con mis nalgas metiéndomela tan profundo que pensaba que atravesarías las paredes de mi útero.

Con las bragas en mi mano, las metía en mi boca y las mordía cada vez que sentía un empujón, cada vez que tu polla entraba en mi coño arrastrando todo el placer hasta mi cerebro, entrabas y salías de mi coño realmente mojado de flujos, gemías de placer hasta que te corriste que con un empujón tan grande que realmente me llegaste hacer daño al metérmela, pero la sensación de dolor se marchó y volvió el placer, te quedaste encima de mí reposando con tu polla metida en mi coño, habías finalizado, pero a mí aún me faltaba, así que tenía que hacer algo, tenía que revivir a esa gran amiga que llevas entre tus piernas y apoyándote ahora tu sobre el capo sin llegarte a sentar me agache para metérmela en la boca, lamiendo tu glande con sabor a mí, con tu semen y mi flujo recorriendo tu tronco el cual metía una y otra vez en mi boca, llegando a meterme tu polla hasta la raíz, aún estabas un poco empalmado, pero mi boca, mis labios y mi lengua realizaron el resto, tu polla estaba nuevamente tal y como nos gustaba a los dos, sobre todo a mí que no paraba de moverme de arriba y abajo mientras que gemías y me sujetabas de la cabeza subiéndomela y bajándomela.

Te miraba y sonreía, me levanté acercándome a ti, cociéndote de la polla la empecé a pasear por mis labios metiéndola en mi vagina, ahora era yo la que jugaba aunque por poco tiempo, realmente no estaba para juegos, necesitaba que me follaras, necesitaba follarte como así hice, levante mi pierna izquierda, apoyando el pie en el guardabarros del coche, mi rodilla izquierda flexionada y mi pierna derecha apoyada firmemente en el suelo a la vez que mis manos te apartaban, pero me sujetaba en tu pecho, me guardabas la falda con tu mano después de habérmela quitado y con tu polla en mi mano buscaba nuevamente la entrada de mi vagina, empezaba a moverme hacia abajo y hacia arriba, los dos mirábamos como tu pene entraba y salía de mi vagina, los dos gemíamos cuando uno de los coches paso por delante de nosotros mirando como te follaba, como cabalgaba tu polla, estaba oscuro, pero pude ver la cara de la chica al pasar mordiéndose los labios, podía oírla decir en su mente lo afortunada que era de gozar tanto con aquella polla que no hacía más que meterse en mi interior y salir realmente empapada de mí.

Podía ver en su mirada que no salía satisfecha con su novio y me sentía afortunada de tenerte, mientras todos estos pensamientos me atravesaban yo seguía moviendo mis caderas, bajando y subiendo mi pelvis aumentando la velocidad y empezar a sentir como el calor se apoderaba de mi cuerpo, como mi vientre ardía expandiendo el incendio por la vagina y por mis extremidades, me saque tu pene de golpe y una vez más expulse mi orgasmo fuera de mí en forma de chorros, luego me la volvía a meter y volvía a bajas y subir para parar y sacarla nuevamente, mis gritos eran como aullidos de loba mi vagina ronroneaba como una gata cuando quiere caricias y yo quería más caricias de tu pene dentro de mí.

Te levantaste como un resorte que dejan libre, me sentaste en el capo y me abriste de piernas metiéndome tu polla con rapidez y hasta el fondo, tus movimientos rápidos y tus penetraciones profundas, mis pies estirados a la altura de tu cadera bailaban como mis pechos cada vez que me la metías, no podía parar de gemir un nuevo orgasmo me volvía a llenar la vagina, pero esta vez no te apartaste, esta vez seguías metiéndomela hasta que explotaste nuevamente y una vez más me llenabas con tu leche todo el coño.

Los dos terminamos exhaustos, mis piernas abiertas ya tocaban suelo y tú en medio de ellas tumbado encima de mí, jadeábamos y nos besábamos, unos aplausos y silbidos venían de alguna parte del parking, no avergonzados, pero si incómodos nos montamos en el coche y nos fuimos.

En la puerta de mi casa te invitaba a subir, pero tenías que madrugar y me rechazaste no sin antes despedirte de mí con un beso que me supo a gloria y yo te susurre al oído.

– Última oportunidad de subir Julián, tengo una chimenea de pega que podemos encender, una alfombra blanca de pelo muy suave donde me puedes hacer el amor después de que hayas jugado con mi cuerpo con las fresas y el champán que tengo reservado para una ocasión como esta, mientras que me tapabas los ojos con una venda.

-Tentador, Lara, pero otro día jugamos.

-De acuerdo, entonces guardo las fresas y el champán hasta otro día.

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