Lamentablemente para Antonio y para mí, no pude cumplir sus órdenes. Cómo les había contado, apenas iba llegando de mi viaje y por mucho que había trabajado en la otra sede, aún me quedaba trabajo de mi sede principal, claro que no era mucho pero si lo tenía que terminar lo antes posible por lo que ese día me fui más temprano de lo acostumbrado y no quise despertar a mi vecino favorito.
Llegué a casa mucho más tarde de lo normal pero, al menos, ya estaba al día con el trabajo.
Al entrar al departamento por poco me da un infarto. Sentado en el sofá, solo iluminado por la luz de la luna, estaba Antonio.
-¡Por Dios! ¿Qué haces ahí? Casi me matas de un susto
-Eres una desobediente. Y a las niñas desobedientes hay que castigarlas.
-¿Pero de qué hablas? ¿Te enloqueciste?
-Hablo de que ayer te deje una tarea y no la cumpliste. Solo huiste cuando hubo oportunidad.
-No, no fue así, me tuve que ir temprano por asuntos laborales, por eso mismo hoy estoy llegando tarde; tenía que dejar todo al día. Pero no hay problema, si quieres ahora mismo cumplo con mi tarea.
-Claro que la vas a cumplir, pero primero quítate la ropa, deja las medias y tacones, y dame tu tanga.
Ese día me había puesto un conjunto azul de chaqueta y falda con una camisa negra y tacones negros. El brasier, la tanga y las medias también negros en encaje. La verdad no me los puse con la intención de mostrárselo a mi vecino después, lo hice porque siempre me ha gustado combinar mi ropa interior y desde que yo misma me compro mi ropa me he inclinado por comprar cosas con encajes.
Cuando solo me quedé en ropa interior, me dijo:
-Mmmm la puta está preparada. ¿Te coges a alguien en tu trabajo?
-Ni soy puta ni me coge nadie… Además de ti
-Eso hay que comprobarlo. Quítate la tanga.
Lo pensé un momento antes de hacerlo porque en parte no me gustó cómo me hablaba y en parte me excitaba eso mismo.
Finalmente me la quite bajo su mirada devoradora, me la arrebato de las manos y se puso a olerla viéndome el pubis.
– Que bien huele, se nota que la tuviste puesta todo el día. Parece que la perrita dice la verdad. Uuff mira como me para la verga tu aroma.
Y si, efectivamente su verga estaba erecta, muy dura. Tenía muchas ganas de saborearla. Parece que él también se dio cuenta de eso, porque riendo me dijo;
-Aun no zorrita, quiero ver esas tetas al aire.
-No me digas así- respondí mientras me quitaba el brasier más caliente de lo que quería admitir.
Se sentó nuevamente en el sofá pero esta vez con todas las luces encendidas.
-Vas a poner tu vientre en mis piernas de modo que tú culo quede al aire porque sea como sea a las niñas desobedientes hay que castigarlas.
Me quedé viéndolo incrédula, ¿Es que pretendía darme nalgadas como si tuviera 5 años?
-Ya perra.
-No me digas a…
Me interrumpió diciendo -Ya- de una forma tan firme, varonil y sensual que mi clítoris empezó a palpitar y mis pezones se pusieron más duros y erguidos que antes.
Así que lo hice, fui y le dejé el culo a su Merced.
-Así me gusta, pu ti ta… Me dijo al oído mientras me daba la primera nalgada. Resonó por toda el departamento, tanto el sonido de la nalgada como mi gemido. No podía creer que aquello me gustará tanto.
El paso un dedo por mi vagina que salió empapado. Me estremecí queriendo que lo metiera pero como respuesta solo recibí otra nalgada, volví a gemir alto y fuerte. De nuevo el dedo en mi vagina. Mantuvo está deliciosa tortura por un buen rato.
-Por favor, te necesito dentro
-Aun no, sigues debiendo me una mamada
Así que me quite de sus piernas y descubrí su enorme verga gorda y caliente lo más rápido posible. Me atragante con ella, me la metí lo más profundo de la garganta que pude, hasta sacarme lágrimas mientras el apretaba mis tetas sin piedad y como me gustaba que lo hiciera. No podía más, lo necesitaba adentro.
-Penetrame, ¡penetrame ya!
-Lo haré solo si admites que eres mi puta, mi perra, mi zorra que quiere que me la coja.
Solo me lo quedé viendo, no supe que decir ni hacer en el momento.
-Dilo-
Agarro su verga llena de mi saliva y me la paso por la cara -Dilo- me follo la boca mientras torturaba mis tetas -Dilo- pasó su dedo alrededor de mi vagina y no pude más…
-Soy tu perra, tu puta caliente, por favor, folla a tu zorrita, cógeme que soy tu perra y necesito tenerte dentro.
Me levanto e inclino sobre el brazo del sofá y sin previo aviso me la metió entera, se salió totalmente y volvió a entrar todo de una sola embestida y siguió haciéndolo hasta que casi había perdido la voz de tanto gemir. Mientras seguía entrando y saliendo de mi, me tomo del cabello y me levanto un poco con él y reanudó las nalgadas. Nunca imaginé que algo así me iba a gustar tanto, tanto que al poco tiempo tuve un orgasmo delicioso que grite tanto como si solo Antonio y yo existiéramos en el mundo. Poco después se vino el, dejándome todo su semen corriendo por mi espalda.
Nos dimos una ducha y continuamos en mi habitación, follando hasta que ya no pude, con mi vecino favorito.