Era una de noches de estudio con mi inseparable amigo de la "facu" y de aventuras Eduardo, esa misma tarde le había comprado a mi novia un traje de encajes de tangas y body calado haciendo juego, los que aún estaban en una bolsa de regalo sobre mi cama.
Habíamos cenado con mis padres y ya casi las nueve de la noche decidimos encerrarnos a preparar el final que tendríamos en la “facu”, mi padre se retiró a su cuarto mientras que mi madre se dedicó a levantar la mesa quedándose sola en la planta baja, donde también está el dormitorio de mis padres, por lo tanto con Eduardo nos fuimos hacia la planta alta, sin dejar de percibir que con cierta mirada pícara me sonrió mi madre, mientras que su remera musculosa blanca se marca sobre escote provocándonos con sus hermosas lolas de cuarentañera.
—Suban chicos, en un rato les llevo café.
—Gracias Laura, —le dijo Eduardo, a quien también le sonrió dulcemente.
—Cada vez más perra tu vieja, —me dijo Eduardo mientras subíamos las escaleras.
—Tiene un nuevo amante (le susurre al oído) y van…
—Es que con ese lomo y lo que provoca, cualquiera se rinde a esos antojos, ¿y tú viejo?
—Bien gracias.
Estábamos en mi cuarto entre libros y concentrados con Eduardo ejercitando formulas, esas integrales y complejas derivadas, cuando mi madre apareció con una bandeja con las tazas de café y un par de alfajores de chocolate, casi provocándolo dejó caer café sobre su propia remera, ese fue un gesto premeditado, como una invitación a que nuestros ojos fueran a parar sobre su escote, el que estiraba como limpiando esas gotas de café que más aún, dibujaban las formas de sus tetas sin soutien. —Eduardo me miró sorprendido.
Me incorporé del escritorio y tratando de ayudarla vi cierto antojo en sus ojos y en el morderse (otra vez) de sus labios.
—¿Te quemaste mami?
—No, estoy bien, solo dolió un poquito.
Pero sus pezones se habían marcado en un bajorrelieve debajo de la musculosa sucia de café, a la que anudó sobre su ombligo dejando al aire su vientre y mostrando que su short ajustado de tiro bajo estaba desabrochado, su biquini negro, que sensual enmarcaba su cadera hasta su entrepierna, pero al salir del cuarto advirtió el regalo para mi novia.
—Y este regalo, ¿es para mí?, ¿encajes negros? Hmmm!!!
—No Ma, es para Roxana, mi novia.
Lo tomó y saliendo del cuarto se llevó el regalo, mientras yo la seguí por el corredor, cuando viendo que estaba detrás de ella, se volteó y poniendo su dedo índice sobre mis labios, me hizo callar y susurrando, —les voy a dar una sorpresa a vos y a “Edu”—. Me excitaron demasiado esas palabras, más, el modo de su susurro, verla manchada de café, sucia y con ese short desflecado, estuve a punto de comerle la boca, pero pensé que mi padre aún podía estar dando vueltas, por lo que me contuve, pero ella no, me dio un piquito en los labios… —Ya vuelvo bebe.
Mi madre, Laura ya con sus 49 años estaba en lo mejor de su edad, su cuerpo era siempre una escultura que cuidaba con natación y sus semanales rutinas al gimnasio con su personal trainer y masajista Verónica, que no era más que un travesti bien dotado y uno de sus dos amantes exclusivos el que había conocido en una disco. 1,70 de sensualidad provocativa, era una mujer deseada, aún por sus mismas amigas que supieron de sus antojos lésbicos y de sus placeres swingers entre secretos que yo también callaba y disfrutaba.
—Xochi, tu móvil está sonando, es “Mena”, —Le gritó mi padre desde planta baja.
—Atendela por favor, ya bajo, —respondió mi madre
—Es un whatsapp, dice que se reúnen con las chicas en el “club house” y que te pasa a buscar
—Ok.
Como era viernes, luego de cenar mi padre se reunía en casa de “Mena” con su esposo —otro cornudo— y con otros amigos a jugar al póker hasta bien entrada la madrugada, mientras que “Mena” vendría a casa a pasar películas con mi madre en el living y esa noche no sería la excepción y eso se confirmó cuando mi padre se despidió desde la puerta de entrada; pero los planes cambiaron con aquel mensaje de “Mena”. Yo volví a mi cuarto a estudiar con Eduardo cuando a poco sonó el timbre de la entrada, como mi madre no atendía, y luego de advertir que ella estaba en su cuarto, bajé a abrirle a “Mena”.
—Hola Richard, ¿Tu mami?
—Guau… —exclamé en un suspiro, al verla deslumbrantemente erótica, pero nada ostentosa—Pasá, se estaba duchando, Estás hermosa “Mena”, cuando sentí unas cosquillas en mi glande; me costó desviar la mirada de las pecas de su escote y de la minifalda que traía, en composé con su cabello pelirrojo y sus ojos verdes al igual que los de mi madre.
Mi madre se asomó por la baranda del primer piso envuelta en un toallón meneándose el cabello, mientras volteaba la cabeza hacia un costado, actitud que me excitaba cada vez que lo hacía con un dejó de provocación sensual.
—Hola “Mena”, me doy un baño y bajo…
—Dale, subo y hablamos…
Los ojos de “Mena” se iluminaron al ver a mi madre que se abría el toallón delante de ella mostrando en su desnudez su belleza infinita; en ese momento Eduardo con un libro en sus manos salía de mi cuarto, presenciando el momento lésbico cuando “Mena” beso con un “piquito” los labios de mi madre. No llegué a escuchar lo que mi madre le murmuró al oído a “Mena” cuando esta, bajando las escaleras me pidió que le sirviera un poco de vino, —me llamó la atención, pero accedí, cuando veo que mi madre se pierde en el corredor de la planta alta y Eduardo se vuelve a mi cuarto.
— ¿Cómo van los estudios? —Me pregunto “Mena”, llevando el cristal de la copa a sus labios y con cierto morbo.
— Bien, complicado como todo en ingeniería. –Le contesté medio temblando, cosa que se notaba mientras me servía mi copa de vino.
— Y… ¿siempre estudian juntos con “Edu”?
— Si, somos muy amigos desde chicos y hacemos buen equipo en la facu.
— Me lo imagino, respondió dándome la espalda, la que llevaba descubierta, notando que tampoco llevaba soutien.
Siempre me excitó “Mena”, era una de esas mujeres no muy alta, pero con buen físico, de glúteos dibujados acorde con unos senos regado de pecas, siempre usa tacos para salvar justamente su altura, delicada piel —y como dije— regada de pecas y con esos fulminantes ojos verdes, debajo de eróticas pestañas negras. No imaginé que “Mena” también iba a dejar caer sobre esas tetas un derrame de vino, se volteó y me quedé mirando sus dos ojos que se clavaron en los míos…
— No seas tonto, subile a tu amigo una copa de vino, que también la va a estar necesitando.
Sonreí y subiendo las escaleras, el silencio era provocativo, solo de fondo se escuchaba la ducha en la suitte de mi madre, al pasar por mi dormitorio vi que Eduardo no estaba en este, con la copa de vino en mi mano seguí sigiloso por el corredor cuando descubrí a Edu masturbándose, mientras espiaba a mi madre a través de la puerta entreabierta del baño, lo que me provocó una erección tan dura como la pija que “Edu” agitaba en su mano.
—¿Te gusta la perra que es? —Le dije ofreciéndole la copa de vino…
—Hijo de puta, me tiene loco tu vieja, mirá que conchita depilada para comerla, ¡y esos pezones!
—No seas boludo, —le dije— mientras le agarraba con mi otra mano su pija, sintiendo su calentura.
—Me la quiero coger Richard.
—¿Y qué esperas?, metete en el baño y cogétela, no ves que ya se dio cuenta.
El agua de la ducha y resbalaba sobre la piel de mi madre, que tomando sus lolas se fue deslizando apoyada sobre pared, mientras esa espuma se confundía en el entre de sus piernas abiertas, mostrando su pubis y sus labios vaginales cubiertos de esa espuma. Me alejé por el corredor, mientras Eduardo empujaba la puerta del baño dejándose ver por mi madre que salía de la ducha…
—Perdón Lau, no me di cuenta que estaba ocupado… —Dijo Eduardo temblorosamente.
—Hmmm y esa erección a quien se la estabas dedicando. —Suspiró mi madre.
Ella, aún, chorreando gotas de agua sobre su piel, lo arrinconó sobre la mesada del lavabo comenzando a besarlo, apoyando esos dorados pezones con sus pecosas lolas pecadoras, acomodó la pija de “Edu” entre sus piernas mojadas, y entre chupones morbosos abriendo sus piernas se fue poniendo de rodillas delante de esa erección carnosa de veintitantos centímetros, la que fue devorando en su boca y en silencio. Eduardo echó su cabeza hacia atrás, pero mientras acariciaba la cabellera húmeda de mi madre, con la otra sosteniendo la copa bebiendo a sorbos el vino, que dejaba correr por su pecho y su vientre, desde su boca hasta que mojaba su pubis donde mi madre pajeaba semejante erección entre sus labios confundiendo los sabores.
El voyerismo sobre mi madre fue lo que siempre despertaba mis más bajos instintos de placer, pero “Mena” que estaba en un silencio provocativo apoyada sobre la baranda de las escaleras, con su minifalda bastante subida sobre sus caderas, a tal punto que su tanga se asomaba dibujando la raja de su vulva, mientras seguía bebiendo a sorbos de su copa, me volvió loco y adiviné que la noche iba a ser demasiado caliente.
—Y tu mami, ¿tiene para mucho? —Me sorprendió la pregunta de “Mena”.
—Creo que está bastante entretenida con un “pete”, —le respondí.
—¿Y no te gustaría mirar cómo disfruta?, —Tomándome de la mano me llevó hasta la suitte de mi madre.
—Mami tiene un encanto que envilece a cualquiera.
—Es tan puta y lo sabe disimular tanto.
—¿Uds. tienen sexo lésbico? —Le pregunté a “Mena”, haciéndome el sorprendido.
—Dale Richard, a esa potra no la puede satisfacer un solo tipo, ni una sola hembra.
Cuando nos asomamos por el corredor, reflejada en el espejo del baño, mi madre seguía en cuclillas saboreando la pija de Eduardo, dejando caer sobre sus pechos la miel de su saliva, mientras la sostenía fuerte del cabello apretándola contra su pubis, haciendo que las arcadas dejaran percibir su garganta profunda; en esa cogida bucal se dibujaba en relieve en los cachetes la erección tremenda de “Edu”, que se descubrió cuando se la quitaba e introducía en la boca, cuando mi madre levantando la vista, le dijo —Quiero más, quiero tu leche—. Le volvió a dar una tremenda mamada, dejando que su saliva caiga desde ese glande como mieles.
—Primero me voy a sacar las ganas de cogerte… Lau, de acabarte en esa conchita tan putita que tenés.
—Rompeme la colita primero, excitame más con esa pija que me arde de placer, ¡porfi!
Ella se acomodó, apoyando sus manos sobre borde la tina, levantado sus muslos firmes, separando sus altas piernas y quebrando su cadera, Eduardo comenzó jugar con su lengua, enterrándola en ese esfínter antes de comenzar a acomodar su glande en ese culo lubricado por tantos besos negros; los ojos de mi madre se cerraron al placer que inhalaba con su boca, al momento que comenzamos a ver con “Mena” como veintitantos centímetros de pija se enterraban en mi madre, hasta que el ritmo de la cogida comenzó a sentirse en el golpeteo de esos cuerpos. Eduardo embestía con tanta fuerza que mi madre comenzó con clamores de ahogos y suspiros a rasguñar y sostenerse de las paredes. Eduardo la estrujó aún más, mientras la cogida era cada vez más profunda como la larga erección con la que la sometía con más y fuertes embestidas en ese rasgado esfínter.
—Por favor no pares (suplicó mi madre) pero no acabes todavía.
—Que apretadito lo tenés, te juro que te lo voy a seguir rompiendo por un rato largo, putita.
—No pares…. Enterrámela profundo. —suplicó mi madre.
“Mena” que ya se masturbaba a mi lado, me agarró la cara con sus dos manos y me enterró su lengua en mi boca.
—Ahora es nuestro turno Richard.
—Siempre le tuve ganas a tus lolas “Mena”. —Le decía mientras acariciaba su conchita sobre su tanga ya húmeda.
—¿Y qué esperabas tonto? —Me decía mientras me volvía a besar.
Me arrodillé delante de “Mena” y comencé con pequeños mordiscos a saborear sus labios debajo de la seda negra de su tanga, hasta que le introduje mis dedos buscando su punto “G”, dentro de su vagina suave y húmeda, me tomó de la cabeza y me empujó contra su pelvis. —chupame bebe, chupame—, haceme acabar antes que tu madre venga y te coja también— No tuve tiempo a reaccionar, su orgasmo explotó entre mis labios. “Mena” se desplomó contra la pared y cayendo hacia el suelo de rodillas delante de mí, comenzó a desnudarse, le pedí que se dejara la tanga, que mi pija rozaba poniéndose aún más tiesa. Los dos estábamos arrodillados enfrentados, sus labios me tentaban y comenzamos a besarnos frenéticamente, mi saliva iba y venía con la suya cayendo sobre sus tetas que me tentaron dejándoles correr esa saliva sobre las pecas que brillaban sobre sus lolas y sobre sus pezones.
No dejaban de tentarnos aún más los grititos que venían desde la suitte cuando un ahogo de Eduardo anunciaba su acabada dentro de mi madre, “Mena” con sonrisa pícara me pidió también que acabara en su boca, pero mientras cogía profundamente esa garganta, mi madre y Eduardo aparecieron desnudos en el corredor, mi madre lo sostenía de la pija; —acá también están cogiendo, pero no acabes bebe— dijo mi madre dándome un chirlo en mi cola. “Mena” levantó los ojos hacia los míos, cuando con un chorro de semen comencé a vaciarme sobre su cara y en sus labios, mi madre se arrodilló también y se besaron baboseándose mi esperma entre sus labios. “Edu” nos sonrió, cuando dejé que mi semen acabara en el paladar de mi madre.
—Vistámonos y vamos a tomar algo por ahí —sugirió Eduardo.
—Vendría bien, —Dijo mi madre y se encerró con “Mena” en su cuarto.
—¿Y “Edu”?… ¿Te la cogiste lindo?
—Tu vieja es una puta hermosa, creo que le acabé tanto, que temo haberla embarazado.
—No te preocupes, toma anticonceptivos, que si fuera por las acabadas que tiene adentro hubiera tenido más abortos de los que tuvo.
—Le rompí el orto, espero que tu viejo no se dé cuenta, porque me llenó la pija de sangre.
—Siempre le sale un poco de sangre porque es estrecha, no te preocupes, antes que me viejo le vea el culo a mi vieja, seguro que otra pija se la coge, y esta noche tengo ganas de acabarle también yo.
—Espero que la noche siga así, me la quiero coger también a “Mena”. —dijo Eduardo.
Estábamos con “Edu” esperando a las dos potras de “Mena” y mi madre que en estos casos pasaba a ser “Xochi”, cuando aparecieron bajando las escaleras, “Mena” con esa minifalda y su blusa sin soutien y con su espalda descubierta, mi madre más putita con un pantalón blanco bien ajustado demarcando su apetecible cola y blusa sin corpiño, resaltado sus pezones y con botas de caña alta por sobre las botamangas del pantalón; —Tremendas perras, murmuró “Edu”.
Hacía tiempo que con mi madre Xochi no teníamos un encuentro, apenas juegos eróticos que no pasaban de una caricia atrevida, ya que siempre reservábamos nuestras delicias incestuosas para las vacaciones lejos de miradas y de entornos familiares; eso sí, siempre fui el cómplice de sus placeres y de sus cotidianos pecados. Pero poco duramos en un boliche al que habíamos llegado los cuatro, ya que “Mena” le pidió a “Edu” que la alcanzara a su casa, era imposible dejar de apreciar que “Mena” se había calentado demasiado con Eduardo, cuando veíamos como se la cogía a mi madre. No obstante, mi madre y yo decidimos quedarnos un poco más, —la noche era joven para volver a casa—, así que seguimos bailando y tomando como una pareja más entre tanto olor a morbo y trampa en esa disco; Laura mi madre estaba bastante picadita de alcohol, era momento de bailar más apretaditos y sentir sus lolas en mi pecho mientras acariciaba su espalda haciéndole sentir mis uñas que bajaban hasta su cola.
—Me estás calentando Richard… —me susurró al oído.
—Eso quiero putita, calentarte mucho.
—Pero hay un tipo que nos está mirando y me gusta.
—¿Te gusta que nos miré, o te estás calentando con ese tipo?
—¿Me dejás bailar un rato con él, a ver que quiere?
—Dale, pero esta noche te quiero coger, aunque estemos en Buenos Aires.
Me volví a la barra, cuando mientras pedía otro trago, mi madre comenzó a bailar con ese tipo, que la sujetaba contra su cuerpo provocándole sensaciones que ella me compartía con su mirada, cuando no, mordiéndose los labios (gesto típico de placer de mi madre); en un momento y bajo la poca luz de la pista, Jorge —este tipo— comenzó a besuquearla y a dejar que sus manos jugaran sobre el pantalón blanco de mi madre, que cerrando los ojos abría aún más su boca devorando esos besos. Yo sabía que ya estaba por demás excitada, pero no entregada a ese tipo.
—¿Quién es el que te acompaña?, Le preguntó Jorge.
—Es mi hijo, ¿algún problema? Le respondió ella.
—Ah, que bueno, ¿salís con tu hijo?
—Es mi cómplice y mi guardián en todo.
—Y la noche… ¿con quién la pensás terminar?
—Hmmm eso depende (…).
Mi madre le dio un piquito en los labios, pero lo dejó solo en el medio de la pista, se me acercó, me tomó de la mano y mirándolo me dijo, —vamos bebe— y me cerró la boca con un beso, mientras yo provocándolo, le acaricié la cola y le murmuré a ese desconocido —esta puta es mía—
—¿A dónde me vas a llevar, Fran?
—¿Qué te parece si, después de tanto, vos y yo vamos a un “telo”? hace dos años que te veo coger con tus amigovios y desde la nuestra última vez en Punta del Este, no hago más que dedicarte mis pajas.
—Mi bebe, esta noche vas a acabar adentro de mis entrañas. —Me decía cuando se trepó entre piernas al subir al auto y mi pija sintió la necesidad de pegarse a los labios partidos que su pantalón fatalmente dibujaban. Nos comimos la boca y volvimos a ser amantes sin dejar de ser madre e hijo. Como en esas películas “porno” mientras yo conducía, ella comenzó a desabrochar mi pantalón hasta que acomodándome pude dejar que mi erección fuera a parar hasta el fondo de su garganta, no podía contenerme con la tremenda felación de su boca, no debía acabar, quería hacerlo dentro de ella, en lo más profundo de su vientre.
El “telo” (albergue transitorio de parejas informales y de trampas), no estaba lejos; gracias que pude contenerme de no eyacularle mientras conducía, permitió que mi erección aún seguía firme bajo mi jean, que ella disfrutaba morbosamente.
Creo que no llegamos a atravesar la puerta de la suitte que ya estábamos desnudos, los senos de mi madre apoyados sobre mi pecho y mi pija entre sus piernas sintiendo la humedad de su vagina amantemente depilada y dibujada apenas por esa fina línea de vellos que bajaba en su pubis. Calientes, muy excitados nos besábamos con antojos de lujuria, retenidos por esos años de abstinencia local, cuando fui penetrándola por el solo hecho de su lubricación, ella abrió un poco sus piernas, mientras que cerrando los ojos volvimos a besarnos.
Maldito celular, el que sonó en el preciso momento que comenzaba a cogerme una vez más a mi madre, que sin dejar de penetrarla se fue recostando sobre la cama. El mensaje era de mi padre, —¿están bien?, estás con tu madre?… cuídense! —Le contesté que estábamos bien, mientras le sonreía y ella me devolvía la mirada pellizcando sus pezones; tirando el celular, me tumbé sobre su cuerpo de latina hasta que sentí que ya estaba tan dentro de ella que cogimos un buen rato conteniendo los orgasmos, transpirando lujuria entre sus flujos.
—Dejame chuparte esa pija, dame esa erección en la boca, quiero tu semen.
—Tragatela toda perrita, le decía mientras se volvió a arrodillar y con su arte no dejaba que de sus labios se escapara mi glande, iba y venía sobre este, yo sosteniéndole con fuerza su pelo, dejé que mis espermas fueran a parar desde el fondo de su garganta hasta que se convirtiera en una catarata sobre sus pecosas tetas; tosió lo suficiente para que esas arcadas tragaran a su vez, el resto de semen que fue —como ella quería— hasta el fondo de su vientre.
Nos metimos juntos en el jacuzzi y pedí champagne, que dejé correr después sobre su cuerpo para volver a cogernos; ella apoyó sus pezones en la mampara de la tina reflejándose en el espejo que nos devolvía desde la pared opuesta, me levantó la cola y por detrás comencé a penetrarla mientras resbalaba con la espuma dentro de su concha, me apreté sobre ella y le dejé sentir un rato mi erección latente dentro de ella; con sus dos manos separaba a la vez sus glúteos para sentir mi penetración más profunda, seguimos cogiendo y brindamos después por lo tarde que era para regresar a casa; así nos sorprendió la madrugada cuando acabe mi semen con una estocada final dentro de su delicada conchita, la que despedía como una vertiente tanto semen, quizá lo que mucho le había acabado “Edu”, más mi fatal orgasmo dentro de ella.
—Me coges como nadie hijo, sos mi mejor macho.
—Y vos la peor de todas las putas, y como ninguna la mejor.
Volvimos a casa, entramos con nuestro silencio cómplice, ambos descalzos, pero nadie había llegado, ni mi padre, ni mi hermano; ello provocó que nos volviéramos a besar en el baño donde había comenzado la noche. Me fui a mi cuarto, pero no sé cuánto habría pasado, cuando ella mi madre, vistiendo el traje de encajes de tanga y body calado, que habrían sido para mi novia y semidesnuda me despertó con el desayuno en mi cuarto.
—Richard, ya es sábado, más de mediodía y estamos solos en casa…