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Historia de soledad, amistad y sexo (Parte 2)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

La acompañé hasta la salida de la casa y no pude dejar de mirarla como se alejaba, tenía la sensación de que ella sabía que seguía mirándola, al llegar a su entrada se volvió y nos despedimos con las manos.

Al entrar en casa me senté y mi cabeza solo tenía un pensamiento, ella, no sabía que tenía pero me turbaba, no era desagradable lo q pensaba y sentía sino lo contrario, lo que sí es verdad es que estaba deseando volver a tener la oportunidad de disfrutar de su compañía y así pasó el resto de la tarde, por la noche me fui temprano a la cama, después de cenar y recoger me retiré, desde hace un tiempo duermo sola en otra habitación, mi marido tuvo un problema de salud y nuestro médico nos lo recomendó porque era contagioso, cuando curó decidimos seguir así por si acaso y a mí en el fondo me pareció estupendo ya que me sentía mejor así, tenía más intimidad y no tenía que aguantar ciertas cosas que no deseaba.

Después de asearme me metí en la cama, normalmente leo un poco antes de apagar la luz y disponerme a dormir pero esta noche no se me apetecía, seguía con el run de mis pensamientos así que apague la luz y con la tranquilidad de mi soledad me tape con las sabanas y cerré los ojos, los cerré pero el cerebro no me dejaba conciliar el sueño y con mucha tranquilidad empecé a repasar todo lo que había vivido por la tarde, la veía en mi mente perfectamente, recordaba el sonido de su voz alegre, el brillo de sus ojos y sobre todo pensaba en la despedida, en aquel roce de sus labios en la comisura de los míos y me preguntaba si habría sido sin querer o queriendo.

Al llegar a este punto empecé a sentir una excitación suave, me dije a mi misma que era a consecuencia de que llevaba más de una semana sin desahogar mi cuerpo cuando normalmente lo hago una o dos veces a la semana, pero fuera una cosa o la otra yo sentía un suave calor debajo de mis braguitas que me invitaba a comprobarlo con mis dedos, suelo dormir con una camisola ancha y las braguitas aunque me gusta cuando hace más calor dormir solo con la camisola, estaba bocarriba con las piernas estiradas, las abrí un poco y muy despacito después de subirme la camisola baje mi mano acariciándome el vientre hasta tocar el filo de las braguitas, levante el filito y metí mi mano por debajo y al llegar a los labios comprobé que la calentura era cierta, estaban suaves y húmedos.

Me daba igual que aquello me estuviera pasando por una razón u otra lo que no estaba dispuesta era a dejar pasar aquella oportunidad de sentir placer y disfrutar de mi cuerpo, abrí los labios con dos dedos y con el de en medio acaricie el clítoris muy despacito, con la otra mano empecé a acariciar mis tetas que se le habían puesto duritos los pezones, los pellizqué despacio, que gusto tan suave sentía, el clítoris también estaba ya rebelde y al contacto de mi dedo húmedo me hizo sentir un calambre de placer, sobresalía de los labios me pedía caricias y yo quería dárselas, la vagina palpitaba, se estremecía, baje mi mano y con suavidad metí un dedo en ella hasta el fondo y al poco entró otro más, con la otra mano no dejaba de masturbar el clítoris y mis dedos entraban y salían a ritmo.

Sentía un placer de locura y en mi pensamiento ella con su boca besándome, hacía tiempo que no me venía un orgasmo con tanta rapidez y esta vez encima fue fuerte, largo, intenso, tuve que hacer un esfuerzo en no gritar, gemí durante un rato hasta que desapareció todo aquel orgasmo, notaba mis dedos húmedos, olor a sexo, me gusta mi olor a mujer y no tuve fuerzas ni para levantarme y lavarme, me limpié con una toallita húmeda y con el recuerdo de mi orgasmo y el de la mujer que me había acompañado para sentirlo me quedé dormida plácidamente.

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