Soy travesti de closet y mi virginidad anal que perdí hace unas semanas es cosa del pasado. Me gusta la verga ¿por qué negarlo? Al momento he probado 5. No hablaré de la primera, esa me la reservo, pero todas las demás las he disfrutado sin el miedo del dolor de la desfloración.
La segunda verga que probé fue muy selecta. Andaba caliente, todavía con el ardor en medio de mi agujero de la primera cogida rica que me dieron. Él estaba tímido, indiferente. Somos compañeros de universidad. Lo invité a mi casa con la excusa de estudiar. Cuando llegamos de la universidad, entramos, me quité los zapatos, me miró extrañado, luego me desenfundé la camisa y el pantalón. Me increpó que qué me pasaba. Me acerqué a él y le dije: “te voy a dar una sorpresa”. Lo tomé de la mano, lo conduje a la sala de estar, lo senté y le encendí la televisión. Había ya preparado yo un video de travestis dándose lengua y lo dejé viéndolos. “ya regreso”, le dije.
Llegué a mi cuarto y supe que Genoveva, la mujer que hay dentro de mi deseaba salir. Terminé de desnudarme. Vi mi ridícula y pequeña verga y la descapoté. Me vi al espejo y me sentí deseada. Me travesti de inmediato: vestido rojo pegado al cuerpo y mis nalgas redondas resaltaban. Negras medias, sandalias de tacón de aguja de cintas cruzadas hasta media pierna. Me apliqué perfume, maquillaje en los ojos y labios y lindos aretes de presión dorados. Estaba preciosa.
Como una modelo caminé con mi delgado y torneado cuerpo. Llegué a él, se había sacado la verga y se estaba pajeando viendo la pareja de travestis. Se volteó a mí. Se sobresaltó.
-Shh- le dije y puse mi dedo sobre mis labios pintados de rojo oscuro. Me arrodillé frente a él, tomé su miembro, se lo descapoté y añadí: -me conoces con mi forma y nombre de hombre, pero en estas paredes soy Genoveva, soy una travesti de closet. Estoy caliente, quiero que me cojas.
Me acerqué más a él y comencé a mamarle su erguida polla. Olía a hombre, sabía salado y a marisco. Era un miembro blanco, de cabeza rosada y lisa, gorda. Besé el cuello de su pene. Él se dejó. Lo lamí de abajo hacia arriba. No era muy grande, pero si grueso. Puse la punta de mi lengua en la punta del agujero de su miembro y la introduje. Gimió de placer.
Se puso de pie, se desvistió rápido, era flaco y blanco, algo débil. “Qué rica te ves en vestido”, me dijo. Me volteé, el entendió y bajó el cierre de mi vestido. No tenía yo calzón y quedé solo en medias hasta arriba de la pierna y mis sandalias de cintas.
Me agaché boca abajo sobre la alfombra, me puse de rodillas y de bruces, le ofrecí mis nalgas, separándolas y sintiendo el viento en mi agujero caliente.
-Sentí rico tu verga en mis labios, métemela que tengo ganas de sentirla dentro del culo- le dije.
No esperó. Escupió sobre su mano, humedeció con la saliva la punta de su miembro y me lo metió de un solo tirón, inmisericorde, hasta adentro y topó sus huevos con mis nalgas. Me dolió rico. Tenía muchas ganas de que me penetraran de nuevo como a una yegua.
Esta vez no era yo una princesa que desfloraban tiernamente, sino un hombre vestido de mujer que sabía lo que quería. Comencé a mover la cintura y el culo en círculos. Él me metía la verga con ritmo y sentía que tocaba con su verga cada parte de mi recto.
– ¡Puta, qué rico! Más, más, más, rico, rico, rico – grité.
El me respondió: -Qué caliente está tu hoyo mamacita rica- y me embistió con mas fuerza.
Estimuló con su polla mi próstata y sentí un piquetazo en la punta de mi micropene. Con un alarido de placer le grité: “papacito rico, ¡me voy a venir!”. Y sin demora tres chorros de ardiente leche salieron de mi pija mientras me movía incontrolablemente como una culebra.
Me la sacó y me volteó quedándome acostado boca arriba. Se pajeó y me untó en toda la cara su semen salado. Al sentirlo me excité de nuevo y a pesar de que ya no la tenía parada, sentí en mi verga otro orgasmo que me hizo evacuar lo que me quedaba de semen, en los testículos.
Se desplomó sobre mí. Lo abracé con mis brazos y mis piernas. Nos besamos de lengua hasta la garganta, profundamente.
La verdad fue un palo delicioso, pero la verdad poco comparable con la cogida que pronto me daría un negro. Fue a la semana siguiente que nos vimos en…
Continuará…
Te mando una mamada, siéntete libre de masturbarte por mí, e imaginar que me lo echas todo en la cara, recibiré tu semen virtual y lo degustaré con mi lengua ardiente mientras me pajeo en tu honor.