back to top
InicioInfidelidadEl de la verdura

El de la verdura
E

el

|

visitas

y

comentarios

Apoya a los autores/as con likes y comentarios. No cuestan nada.
Tiempo de lectura: 13 minutos

Hola soy Marta, 35 años, casada ama de casa, con un hijo, que nunca esta en casa, vive con mis padres por una cuestión de comodidad geográfica, puesto que todo le queda más cerca desde casa de mis padres que por estos apartados lugares.

Mi marido es un asalariado, nos casamos muy jóvenes, él fue el primer amor de mi vida, bueno, digamos que eso de primer amor, solo podría decirlo en términos relativos, puesto que amé a otras personas, claro como es normal, uno se enamora de muchas personas, a lo largo de su vida, como eso que de alguna manera tiene como el ideal.

Mi historia trascurre en lo que podrías decir esa gran ciudad, este prefacio es inevitable para poder hilar el conjunto de hechos o acontecimientos que pronto les narraré.

Digamos que no encuentro, el cómo, ni tampoco el modo de como narrar lo vivido, puesto que se hace difícil ponerme en la piel de protagonista, (menos intentar explicar los móviles que otros podrían esgrimir).

Por más que sea una protagonista, puesto que no deja de ser un hecho de alguna manera vergonzoso para mí, pero intentaré no obstante, expresar en unos cuantos párrafos bien seleccionados lo más relevante de toda esta historia.

Él solo aprovecho la oportunidad.

Decirles que podría narrar todo esto desde la perspectiva de Martita, mi vecina, creo que sería igualmente fácil.

Lo difícil en este punto, es que al contarles mi historia puedan entender mi móvil en todo esto, (aunque este si resulte inexplicable) puesto que podrían calificarme de con sinfín de arquetipos que bueno no serían del todo desacertadas.

Sin embargo, esto no me exime de culpa y cargo. Como podrán ver se una puta descarriada que aprovecho la oportunidad, no me hace mejor que nadie.

Ahora bien, ya les dije, mi nombre, coincide con el de mi vecina claro ella Martita puesto que era “unos” años menor (29), yo 35, como ya les dije casada, de 35 años, bien conservada, de una familia de clase media conservadora y digamos tradicional, con fuertes convicciones religiosas, y no dada a cuestiones carnales, no mucho menos mundanas.

Ahora bien, les hablaré de Martita, les describiré un poco a ella no era muy distinta a mí, una muchacha de clase media, también de una familia tradicional, que bueno estaba en lo que podríamos decir su mejor momento en lo que concierne a su propia vida. Esto es lo chicos la seguían, tenía prometido, tenía una carrera, y todo por delante.

¿Qué porque hablo de tenia? Bueno, simple, es asombroso como un par de pantalones jogging ajustados puede llegar a perder a una mujer, o incluso varias mujeres, entre ellas yo.

Si ya se, más de una se preguntara, como alguien puede perder la cabeza por un pantalón, bueno, no sé qué se yo, supongo que la ocasión siempre hace al ladrón.

¡En fin!

Y es que así, de lleno, me introduciré en el relato para mostrarles sin más todo aquello que hice, o hicimos, o simplemente aconteció en nuestras vidas.

Y es que esa chirusa de Martita, andaba de mil amores, bueno si eso es exagerar un poco, y amén de que la venían a buscar, muchos jóvenes guapos, no podría decir que eran de unos mil, tampoco era tan linda, aunque debo reconocer que más alta, tenía un mejor cuerpo que yo, claro más joven, pero que yo no me quedaba atrás, tenía lo mío, mis caderas aun firmes y mi busto además generoso, aunque si, descuidada por mi marido, vamos, creo que el pobre estaba cansado, y su tarea dentro de casa más bien simplemente se resumía a cumplir y nada más.

La cosa que bueno, en las largas ausencias de mi marido, Martita, algunas veces no siempre, cruzaba a casa para poder charlar o hacerme encargos porque ella saldría.

-¡hum! ¡Martita! ¡Martita! (terrible putita, pensaba para mi adentro)

– ¿A quién le toca hoy?

Ella solo se limitaba a sonreír, y a decir, ¡Debo de probar de todo!

No quería digamos dejar a su madre sola del todo. Así que bueno algo siempre me pedía, yo la verdad, no lo hacía en este punto por la misma Martita, sino más bien por su madre, vecina de años.

Es así que entre charlar y charlas, pedidos, favores, un buen día Martita me pidió algo que me dejaría helada la sangre, o caliente. Puntualmente fue, que le permitiera ver a un hombre en nuestra casa, claro que me aclaro, que solo quería recibirlo y conversar por unos minutos y luego lo despacharía, para analizar la situación que claro de público conocimiento Martita sostenía con distintos pretendientes de toda naturaleza, (aclaro, no se mal interprete hasta ese momento, Martita solo flirteaba con uno y otro, siendo soltera, me parece bien que lo hiciera).

Mi respuesta fue que lo pensaría, que no sabría que decirle, puesto que no se si Rubén (48 años, mi marido) vería con buenos ojos el asunto, más si llegara y encontrase la escena, como que creo que los sacaría a patada.

Pasaron los días, y bueno ella de vez en cuando siempre se encargaba de fogonera la situación un poco presionándome, otro tanto diciéndome el “favorazo” que le haría.

A lo que debo decirles, accedí, no sé porque, si fue el día, o que fue, pero accedí.

Digamos que un poco de curiosidad, me sentía como pandora, ante la caja, a punto de abrirla y dejar salir todo aquello malo, pero nada más que la caja era yo, y todo lo malo saldría de mi misma. Cosa que no sabía que existían o estuvieran ahí, tan reprimidas.

Creo que uno siempre es probado y muestra de lo que está hecho en momentos como esos.

La cosa que bueno ese día, cuando mi marido salió temprano, Martita cruzo corriendo la calle, golpeo mi puerta, estaba en bata, me sorprendió, apenas Rubén se había retirado. Y ella estaba ahí parada a mi puerta. Le pregunte que ocurría si todo estaba bien, a lo que me dijo que si, que todo estaba bien, pero en vista del día quería ayudarme a acondicionar un poco el lugar para bueno eso que tanto había insistido su cita, en ese lugar, a lo que bueno encogiéndome de hombros le dije que bueno, que empezáramos por limpiar un poco y pasar el plumero. Estuvimos media hora haciendo el quehacer rápidamente ordenando limpiándolo todo.

Le pregunte que debía hacer yo, ella solo me dijo que nada, que dejara café, y unas tazas para poder servir café y claro azúcar. Pero insistí, debo retirarme del lugar, a lo que respondió con un rotundo no, no es necesario, solo necesito que bueno estés en tu pieza y nada más.

Las horas trascurrieron, y claro el atardecer llego, le remarque antes de que todo ocurra que no tenía mucho tiempo, que Rubén luego de su jornada puede tardarse mucho, como puede venir directamente de su lugar de trabajo, que por favor, no lo retuviera mucho tiempo al muchacho, y sea breve.

Los minutos trascurrieron, le di la lleva para que entrara ella misma, me oculte en el pasillo tras la puerta corrediza que da a la habitación a donde generalmente se reciben las personas, no podía perderme todo eso, y de repente sentí sonido de llave en la puerta central, era ella sonriéndole mientras entraba al lugar acompañada con un muchacho de unos 25 años alto muy guapo flaco de un buen físico. La verdad estaba lindo el flaco, además de bien vestido. Todo esto me parecía una locura. Ella lo hizo pasar, en la cocina había agua caliente para hacer café, le preparo un café, le sirvió y conversaban en voz muy bajita, no se entendía muy bien que decían, esas casonas viejas a donde no solo los techos son altos sino a donde las voces de las personas se pierden entre los viejos muebles y gruesas paredes, era así la casa, aunque bien en excelente estado, y envidiable para algunos, el lugar constituía una verdadera reliquia, pero la verdad que una casa hermosa.

Los minutos pasaron, de repente el hizo un extraño movimiento, y pude ver qué y esto lo supuse en ese momento que “se ponía más cómodo” al pasar los minutos me pude percatar que nada más alejado de la realidad. Ella se contorneaba como no queriendo hacer una acción que él le pedía, no entendía bien todo lo que ocurría pero, claro lo entendí cuando de repente vi al flaco pararse con una terrible cosa afuera y que además enfilo en dirección de Martita, abiertamente.

Ella… ¡uf! Que calor, ella solo se arrodillo aferrándose al largo miembro de ese flaco, y empezó a darle una chupada en vivo y en directo, yo solo miraba por entre la rendija de esa puerta que apenas cerraba y estaba que no podía creer lo que mis ojos veían…

Terrible cosa se estaba comiendo la Martita, sin vergüenza alguna, acto seguido pude ver como el flaco se aferraba a los pelos de martita, y en unos cuantos movimientos frenéticos, le deposito todo en su boca, se ve que ella entrenada en el asunto lo recibió todo sin dejar caer una gota al tapizado, y tragándose todo lo que podía dar el flaco.

Pero, como siempre existe qué se yo digamos un pero, Martita, no podía solo recibir lo del flaco, así que se veía que quería un poco más, no dejaba de chupárselo al flaco que además no le aflojaba ni hacía por sacarle el miembro de la boca, el tío aferrado a la cola de caballo de martita estaba sosteniendo una relación carnal literalmente como si estuviese ante la vulva de martita pero hablamos de su boca, le entraba y le entraba y le entraba mientras las bolas se le movían de aquí para allá y martita se engullía tremendo caño, todo cabo de repente el flaco claro 25 años, a esa edad dos al hilo es un chiste, ella aferrada al largo miembro del flaco, con sus dos manos sin menguarle un minuto a la furtiva mamada que le propinaba.

De repente se incorporó, y le subió los pantalones, cortándolo al espectáculo, claro el flaco quería más, pero ella les puso los puntos, el tipo se subió el pantalón y haciéndose el tonto, intercambio algunas palabras, ella amablemente le abrió la puerta y el salió.

La cara de felicidad del flaco era total cuando salió de aquel lugar.

No les miento, muchas cosas atravesaron por mi mente en ese momento desde que sí estuvo bien que la dejara hacer eso, hasta incluso qué pensaría le gente al ver salir a un hombre que no era mi marido de casa, si alguien hubiera visto las escena, se habría dado cuenta de que era Martita, la que lo había hecho entrar, además de ser yo una mujer casada qué pensarían de todo aquello, como me prestaría para eso, pero todo eso atravesaba mientras, tenía mi manos entre mi entrepierna, y fue ahí que la note mojada, que digo mojada, la escena había hecho que me venga, la verga de aquel flaco aun la tenía grabada en las retinas, y podía ver además sentir esos movimientos furtivos que le propinaban a Martita cogiéndole literalmente la boca. Hijo de puta como puede tenerla tan larga y cabezona y esos dos huevos que le colgaban, ¡WOW! suertuda martita comerse semejante poronga, hija de puta. Verdaderamente sentí envidia.

La situación pasó, ella salió luego de unos minutos, supongo que pensó que yo estaba guardada en mi habitación sin haber visto nada, nada más alejado, yo estaba detrás de la puerta desabrochándome la vulva de lo caliente que había quedado ante la escena, por un momento quería estar en el lugar de ella, quería eso que había tenido en su boca, quería eso en mi boca, me vine una y otra vez imaginando aquel falco aferrándose así a mi cabello y cogiendo mi boca, me pregunto a qué sabría ese flaco. Martita hija de puta, suertuda.

Ella se había retirado, yo con un calor infernal, llegue como pude al baño, me desvestí y me di un baño de agua fría. Me cambie y salí, a esperar a que Rubén volviese. Intentaba pensar en otra cosa, me pregunte si agarro a Rubén y me desquito con él, se preguntaría que habría pasado, que ocurría, todo sería confuso, estaba re caliente sin saber qué hacer.

Los días pasaron, todo volvió a la normalidad, o casi todo, Martita siguió con su rutina de puteo, pero claro ya si fuera de casa. Tal como ella dijo solo sería una vez y así fue. Una excepción.

Sin embargo a pesar de los días transcurridos, no lograba sacarme de la cabeza esa escena pornográfica que había presenciado en el propio living de mi casa. Menos aún dejar de sentir envidia por todo lo que había visto y deseado lo mismo.

No podía sacarme a ese flaco de mi mente, menos aún, a ese flaco moviendo la enorme poronga en la boca de martita, si sé qué dirán, que me obsesione, con la escena, y si, no sabía cómo hacer pero yo quería lo mismo, me preguntaba de donde sería el tipo ese, me preguntaba como averiguar para conocerlo, como se llamaba, a donde trabajaba, que hacía de su vida.

Como hacer para preguntar sin que Martita se diera cuenta de que había estado fisgoneando todo el asunto.

Deje pasar el tiempo, semanas, un buen día entre esos que Martita se cruza de calle para preguntar algo, la retuve un poco más, para ver que podía obtener, y comencé entre bromas y bromas, preguntándole primero que cuando me pidiera de nuevo la casa, me dijo que eso ya no sería posible, puesto que el tipo, luego de aquel día había desaparecido, (mierda, no la vi para nada afectada) no la había vuelto a contactar más, pero que eso además era algo que la tenía sin cuidado, puesto que conocía mejores candidatos, eso de mejores solo se figuró en más pichas grandes en mi mente.

Pero claro le insistí le dije pero vamos quien era, como se llamaba, a que se dedicaba, no podía ser tan malo.

Vamos que no era malo. Con semejante herramienta, y ella despreciándolo. No entendía nada.

Ella bueno se explayo poco, digamos, pero lo suficiente, como para saber quién era y adonde encontrarlo, me conto que ese llamaba Martin, que trabajaba en un verdulería de una cuadras, que la verdad que no era un lugar por donde solía transitar, pero que además también tenía al flaco como compañero de la facultad en cursos distintos, ya a punto de recibirse él.

Fue suficiente digámoslo así, iría a verlo en persona, quería tenerlo cara a cara. Me despedí de Martita, los días pasaron, entre idas y venidas, me toca salir por unas cosas, y claro entre ellas productos de verdulería, cosa que iría a buscar a lo de Martin habiéndose presentado la oportunidad.

Me prepare poniéndome mi vestido más bonito, me arregle un poco el pelo, me hice una cola de caballo, me pinte los labios todo lo que una chica hace digamos para salir aunque sea a una verdulería, soy coqueta, me gusta estar arreglada.

Recordaba la dirección y a paso firme pare sostenido salí de casa caminando y en dirección al lugar, al llegar, vi una larga cola de mujeres que esperaban, eso me desalentó un poco, me puse en la fila, a esperar. De todas formas no tenía mucho que hacer, aunque ya estaba buena entrada la mañana, me dije a mi misma que bueno podría esperar.

Llego mi turno, y ahí pide verlo, el flaco la verdad era guapo, alto, traía un delantal con el que atendía de esos que utilizan para no mancharse la ropa, abajo tenia puesto un pantalón elastizado, tipo jogging y una remera, tenía una buena espalda, y brazos fuertes, le pedí primero la fruta, me dijo que llevaría, y le pedí manzanas, peras, ciruelas y una banana, me dio la banana, esbozándome una sonrisa que no entendí del todo, la pele ahí, y digamos que me salió del alma comérmela ahí mismo, ante su mirada, mientras él me veía.

Una cosa extraña que me ocurrió, es que me éxito, el momento, me excite ante e flaco que me miraba atónito con ojos mientras me llevaba la banana a la boca. Me pregunto si estaba rica. A lo que le dije que muy rica y que llevaría otras dos.

Me dijo que más y claro eso bueno rompió la magia del momento, le marque que quería papas y algo de cebollas. Llego la hora de pagar, le pregunte cuanto le debía, atrás dos mujeres esperaban en la fila, me dijo que eran $74,45 le pague con $100 esperando que se yo que me dijera quizás que no tendría vuelto para darme si quería que completara con algo. Pero no.

Sorpresa mía, y creo que también de las tías que estaban ahí cuando vieron que el flaco se corrió el delantal exponiendo sus pantalones que dejaban ver una marcada poronga que bajaba por su pierna, me parece que lo hizo a propósito, saco la plata del bolsillo ese, del jogging para darme el vuelto. Yo a esas alturas había constatado todo. El flaco tenía terrible poronga y la exhibía sin tapujo alguno.

Cuando me retire le dije gracias, y claro no pude con mi genio, le guiñe un ojo. Que puta me sentí. Pero no pude evitarlo. Me retiraba y no camine ni 20 metros el flaco me alcanzo y tocando mi hombro me dijo disculpe señora aquí tiene la dirección y el teléfono de la persona que me pidió, estirando sus grandes manos tenía un papel, doblado, que me dio y que yo agarre y sostuve con mi mano.

No pensé mucho, me di media vuelta él tambíen y ambos salimos en direcciones distintas. Continúe mi camino, me preguntaba qué era lo que había recibido de aquel hombre. Al doblar la esquina no pude más con mi genio y desdoble el papel, había un número, era al parecer su número de teléfono, continúe caminando, me preguntaba como podría ocurrir el siendo del barrio o yo una mujer casada, los vecinos hablarían, no eso no podría ser de ninguna manera, no veía la oportunidad en que se diera, o que podría ser posible.

Pasaron los días, semanas, pensaba en aquel hombre y yo volviendo a mi rutina diaria, de vez en cuando salía, pero evitaba ir, puesto que era solo hacerme falsas expectativas de realmente poder concretar algo, el problema era simplemente no veía bajo qué circunstancias esa oportunidad se podría dar.

Y eso me tenía deprimida, y bajoneada, a todo esto Martita seguía su “periplo de porongas” constante y sonante, bueno si eso es un decir más de envidiosa que de otra cosa. Hasta que un buen día pude ver al flaco nuevamente que le traía mercadería a Martita.

Yo en la cocina, pude ver toda la escena, cuando de repente señalaba para aquí, ella le hacía un gesto, y pude ver como el flaco, de unos saltos estuvo en mi puerta. Tocándome el timbre… no sabía que hacer Martita sabía que estaba en casa, y que lo había mandado a hacer.

Y con la pinta de crota que tenía como atenderlo toda desarreglada.

Mierda… Mierda… Mierda…

No sabía qué hacer, me arregle como pude la ropa el cabello y salí rápidamente a atender la puerta, abrí, y ahí estaba el flaco con una sonrisa en sus labios, me dijo disculpe señora, pasaba por aquí y me preguntaba si necesitaba algo. A lo que no sabía que responder, quizás una banana me dijo, yo abrí grandes mis ojos sin responder nada, perdón ahí regreso le dije me di media vuelta, y entre a la cocina, moviendo el culo desarmándome ante la mirada de aquel flaco… busque plata, le dije que sí que por favor bananas, y las más grande y “jugosas” que tenga…

¡Dios! me sentí una estúpida

“Banana jugosa” como pude decir semejante estupidez…

Como directamente no le pide que se baje el pantalón… no entendía lo tonta que estaba.

Salí y ahí estaba el flaco, traía en sus manos una bolsa con manzanas peras y me dijo que era la única fruta que le había quedado, a lo que le respondí que estaba más que bien, rápidamente saco las bananas de la bolsa y me dio una en la mano, no entendía del todo la escena y el porqué de la situación, me dijo la banana es regalo mío, gracias me dijo, asentí con la cabeza, y acto seguido me dijo pruébela, le encantara, por favor pruébela, todo era tan cómico, no sabía qué hacer ante la sonrisa estúpida de aquel flaco que me daba la banana en su gran mano peluda, la agarre la pele y hasta el día de hoy me pregunto con qué necesidad hice lo que hice, supongo que para poner al flaco loco nada más, me metí la banana prácticamente entera en la boca y la acaricie delicadamente con mis labios y lengua.

A lo que pude ver claramente como el delantal del flaco entro a levantarse, en tremenda erección, le dije que estaba riquísima, que era de mis frutas favoritas, y le pregunte cuanto era, me dijo que nada, ok bueno pero me diste tambíen manzana y además peras eso déjame pagártelo, cuanto te debo, a son solo 20 pesos diez para usted, nada más, no entendía eso de diez claro había mirando el billete en mi mano y tenía yo un billete de 20 pesos lo hizo solo, para correrse el delantal y darme el vuelto mostrando tremenda poronga erecta. Como si yo no iría a darme cuenta.

Disculpe, me dijo, tengo muchas ganas de entrar al baño, usted podría darme permiso, por favor, bueno, ya estaba toda la situación, qué más da le dije que me siguiera, lo hice pasar cerré la puerta, y le dije que me acompañe, le movía el culo al flaco, como diciéndole dale anímate.

Llegue a la puerta del baño, entro sin cerrar del todo la puerta, me hice la de retirarme pero me quede a un costado, pude ver toda la escena, saco su miembro, era enorme, largo con un glande que sobresalía a la vista, en ese momento me mordí los labio, no podía creer que lo tuviera ahí a pocos metros de mí, era una cosa increíble, me preguntaba si estaba parada o era así naturalmente. No podía mas, el flaco y su miembro fueron al lavado, pude ver como él se lavó las manos, adivinen que tambíen se lavó ahí abajo, mojándoselo con abúndate agua, cuando de repente levante la vista el flaco me miraba fijamente mientras se lo sobaba, yo no podía dar crédito a toda aquella situación que se presentaba ante mí, salió con su miembro para afuera del baño, y me dijo te gusta, quieres más banana, a lo que yo estaba petrificada ante aquel tipo sin saber que hacer o reaccionar, y entonces me agacho delicadamente, a la altura de su miembro y empezó a pasármelo por la cara, por el cuello, yo no apartaba la mirada de sus ojos, solo atinaba a mirar sus ojos mientras el rosaba mis labios con su miembro, me dijo quieres una probadita de una banana jugosa, vamos rápido, un probadita.

A lo que sin dudarlo cerré mis ojos y abrí mi boca, tragándome aquella enorme chota, en el pasillo de mi propia casa, entre la penumbra del corredor y los ventanales de afuera.

Que decirles, yo había provocado toda aquella situación, la verdad que lo había deseado, me comí todo del flaco, no solo le pele la banana sino que tambíen me la comí entera, extasiada, jugaba con mi lengua y aquella descomunal poronga jugosa, dura, que sentía que podía metérmela entera, me sentía una cualquiera, una perra en celos, era una mujer casada y allí estaba en mi propio hogar siéndole infiel a mi marido.

Con un flaco que tenía un enorme miembro y hacía de mi boca una fiesta para ambos. Me aferre fuerte a aquel falo descomunal, con ambas manos, mientras el cogía mi boca aferrado a mi cabello, nos mirábamos fijamente, le daba y le daba a mi boca sin miedo alguno, diciéndome:

¡Si comete toda la banana mi amor! ¡Así de jugosa esta por vos! Y se movía sin miedo mientras yo, no le mezquinaba boca, lenguas y una sobaba de aquellas, cuando sin decirme nada, se vino en mi boca haciéndome tragar todo.

No me importo, me aferre aún más como Martita aquel día y el continuo sus embates constantes a pesar de haber acabado, seguí duro y yo seguía extasiada de tanta poronga, la verdad que la situación, toda la de estar arrodillada frente de él, mirándolo fijamente, aferrada a semejante miembro en mi boca, saciando todo aquello que había imaginado, no hizo más que darme placer y más placer, imaginaba al flaco entre los pliegues de mi vulva y entrándome así y me excitaba y sentía que acababa…

No sé cuántas veces se vino adentro de mi boca, perdí la cuenta, no me importaba nada, al final soltó mi cabello, pero la que no saltaba aquella banana era yo, seguía aferrada a ella, mamándola y exprimiéndole hasta la última gota, podía sentir su glande como se había empezado a hinchar y poner más duro nuevamente y solo le dije con vos mimosa que ¡Me diera más juguito!

Una vez más pude ver al flaco estallar, vaciar todo en mí, nada más que esta vez lo recibí afuera, quería ver como acababa en mí, llenándome toda le leche, descubrí mis pechos, agarrando su poronga con ellos, aquel instrumento que tiraba chorros de semen sobre mí, y continúe mamándolo, como si después de eso no iría a haber otra vez.

Compartir relato
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Comentarios

DEJA UN COMENTARIO

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Los comentarios que contengan palabras que puedan ofender a otros, serán eliminados automáticamente.
También serán eliminados los comentarios con datos personales: enlaces a páginas o sitios web, correos electrónicos, números de teléfono, WhatsApp, direcciones, etc. Este tipo de datos puede ser utilizado para perjudicar a terceros.