Nos encontrábamos acostados en su habitación luego de cenar con su familia, cansados hablábamos tranquilamente. En la noche solo se escuchaba la tele de fondo que miraba mí suegro, seguramente algún partido de fútbol.
Yo tenía que irme en un rato a mí casa pero bueno estábamos pasándola tan bien, como toda pareja al comienzo de su noviazgo.
Pero hay algo ahí en nuestra chispa que siempre roza la lujuria ese deseo, de cada día probar y probar el cuerpo del otro con desesperación como si no hubiese un mañana.
Así una mano llevo a la otra y la loca idea de saber que solo una puerta, a medio cerrar sin llave, era la única barrera entre su familia y nuestros cuerpos, encendió el fuego.
Su cuerpo y sus curvas eran incontrolables para mis ojos y caricias. No paso mucho para que ella decidiera desprenderse de su pantalón, aunque le hablara no me escuchaba ni una palabra ella tenía una misión y la iba a completar como fuera lugar.
Tenía una mirada caliente como alguien que no tiene ningún límite en ese momento introdujo su mano izquierda en mí pantalón y comenzó a provocar mí erección, pero la sola idea de saber que en cualquier momento alguien podía entrar me intimidaba, a ella todo lo contrario. Y fue la encargada está vez de todo, el sometido fui yo y bajándome la ropa subió su cuerpo sobre el mío y nuestras partes se cruzaron se rozaron íntimamente sin ninguna barrera de por medio solo el calor, la desesperación de hacernos con el cuerpo del otro reino esa noche.
Su boca besaba la mía, mientras sujetaba su cintura que se movía casi por tiempo completo de forma brusca y violenta, así le gusta a ella. Mis dedos solo atinaban a tomar esas piernas carnosas, para mí perfectas, a veces se deslizaban hacía sus hermosas nalgas duras y redondas. La sola mención de mí parte sobre que podría entrar su padre o su familia la hacía enloquecer su movimiento sobre mí se volvía más fuerte y sus gritos solo se contenían mordiéndome la oreja unas veces y otras mis labios. Ya me encontraba hundido en la locura que me propuso ella desde el inicio, dejé fluir todo sin importar nada y así luego de tanta calentura desesperación y excitación a la exposición llegamos al punto máximo de placer, sentir nuestros fluidos y esos gemidos de placer escapar de nuestros labios.
Habíamos dado todo ya no quedaban ganas en nuestros cuerpos y nos encantaba.
El sueño nos invadió completamente.
Al otro día vi la luz de sol y el amanecer nos encontró acostados, vestidos por suerte.