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Por jugar con fuego (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Al día siguiente nos levantamos muy tarde, la cena en el club y el sexo como animales toda la noche nos había dejado exhaustos. En la cocina mientras desayunábamos en silencio, los dos pensábamos en que íbamos a hacer cuando llegara Fernando, ¿hablaríamos de la noche anterior? ¿Trataríamos de pasar página y hacer como sino hubiera pasado nada?

Al cabo del rato Ernesto se decidió a hablar:

-No hago más que darle vueltas a lo que paso ayer y que ahora vamos a volver a ver a Fernando dentro de un rato.

-Ya lo sé a mí me pasa lo mismo, estoy muy cortada. Ayer me vio desnuda y me estuvo tocando todo el cuerpo y ahora que pensara de mí ¿que soy una puta? ¿Intentará propasarse? Creo que será mejor que anules la cita.

Ernesto, me abrazo por detrás y me dijo:

-De lo que paso ayer no tienes nada de qué avergonzarte, estábamos los dos juntos y disfrutamos de una experiencia nueva que nos excito mucho. Solo con recordar cuando vi cómo te chuparon los pechos entre los dos y la cara de excitación que tenías, me pongo a cien.

-¿de verdad que no te arrepientes de que me hayan tocado dos hombres?

-No cielo- respondió Ernesto- ya te digo que me gusto y disfrute mucho, es más me estoy excitando con esta conversación.

– Cuando llegue Fernando ¿te excitaras al recordarlo o te sentirás celoso? – le respondí.

Ernesto se quedó mirándome a los ojos, abrió mi escote y me contesto:

-No lo sé seguro, pero ahora solo pensar cómo te chupaba el pecho y te hacia disfrutar creo que me gustara. Además si la situación se pone incomoda, no tengo ningún problema en decirle que se marche.

-Eso me tranquiliza, porque yo no sé cómo me voy a sentir, nunca he estado con otro hombre.

-Tranquila, veras como no pasa nada. Ni el sacara la conversación ni hará ningún tipo de insinuación.

Terminamos de desayunar y nos fuimos a arreglarnos, ya tenía la comida preparada desde el día anterior, así que solo teníamos que preparar la mesa y vestirnos para la ocasión.

Después de ducharnos, estábamos los dos en el dormitorio y Ernesto se percató de que no hacía más que mirar la ropa del armario sin decidirme por nada.

– Si te dijera- me dijo de repente- que te pongas el vestido camisero azul sin nada debajo ¿te enfadarías?

-Ernesto siempre estas igual, estos juegos no podemos repetirlos con Fernando, le estamos dando pie a que se propase.

-No es mi intención, el vestido es largo y lleno de botones, que estarán perfectamente abrochados sin dejar que se vea nada, solo tú y yo sabremos que debajo no llevas nada y eso permitirá que nuestra imaginación nos mantenga excitados para que cuando salga Fernando por la puerta pasemos directamente al dormitorio.

-Vale pero estarán abrochados todos los botones todo el tiempo, aquí no estamos en el club y no tengo ganas de que Fernando piense cosas que no son.

-Tú eres la dueña de tus botones y te prometo que yo no voy a tratar de abrirte ninguno.

Por una parte, el juego que me proponía Ernesto me excitaba, ayer me vio desnuda y me estuvo tocando, solo pensar que iba a estar desnuda delante de él, pero sin que él lo supiera me hacía circular la sangre más deprisa.

A la hora convenida llego Fernando, con un ramo de flores y una botella de vino, me saludo como siempre dándome dos besos, aunque esta vez sin rozarme.

Nos sentamos a tomar el aperitivo y estuvimos hablando sobre Buenos Aires, llevaba una semana fuera pero lo echaba mucho de menos.

Nos sentamos a comer y seguimos hablando sobre Argentina, sobre como ellos preparaban los corderos en La Pampa…

A la hora de café, me fui a la cocina para prepararlo y enseguida apareció mi marido con los platos que estaban en la mesa. Me cogió por la cintura desde atrás y me dijo que estaba muy caliente, que porque no me desabrochaba algún botón, que le gustaría ver como Fernando me miraba el escote,… A lo que me negué, aunque, a decir verdad, con poca convicción: yo también estaba muy caliente recordando escenas de la noche anterior pero mi juicio me impedía hacerlo.

Salimos al salón con las tazas para el café y con vasos para tomar unos chupitos de licor.

Pregunte a Fernando que licor quería y pase otra vez a la cocina a coger las botellas de licor de orujo que manteníamos siempre en el frio y al volver me había desabrochado dos botones del vestido, lo que dejaba claro que no llevaba sujetador aunque, todavía era lo bastante recatado para no llamar la atención.

Para estar más cómodos nos sentamos en los sillones, Fernando en uno, Ernesto en el otro y yo me acomode en el brazo del sillón de mi marido esperando que se hiciera el café, cosa que aprovecho Ernesto para rozarme el culo y los muslos con cierto disimulo, mientras abría una caja de pastas.

Al poner las pastas sobre la mesita baja, se me ahueco el vestido dejando una buena vista de mis pechos a Fernando, como lo hice sin pensar no me di cuenta hasta que vi como los ojos del argentino se agrandaban como si estuviera viendo un gol de Maradona. Me quede acalorada y enseguida me levante para ir a la cocina a por el café.

Estaba tratando de retomar la calma, cuando por mi espalda, se me acerco mi marido y me dijo:

-Que has hecho, le has puesto nervioso y ha tirado el café sobre su camisa. Y diciéndomelo al oído me puso las manos sobre los pechos y empezó a besarme el cuello.

Me di la vuelta y le bese, con un beso caliente y apasionado. Estaba muy excitada y Ernesto lo aprovecho la excitación para abrirme los botones del vestido y poner su mano en mi coño.

Estaba totalmente húmedo y me dijo:

-Estas deseando que te meta mano Fernando, no me mientas, porque yo también lo deseo. Me lo decía metiendo sus dedos en mi vagina haciendo que me contuviera mis gemidos.

-Estás loco, hoy es mucho más peligroso, estamos solos y si pasa algo va a querer follarme.

-Estoy deseando verlo- me dijo al oído.

De repente, vi como aparecía Fernando por detrás de Ernesto y yo estaba con el vestido totalmente abierto aunque tapada por el cuerpo de mi marido. Me apreté contra él y le dije al oído:

-Esta detrás de ti, no te muevas.

Al contrario de mis indicaciones, Ernesto se apartó dejándome a la vista de Fernando con el vestido totalmente abierto, en un rápido movimiento se puso detrás de mí y me quito el vestido delante de Fernando como ofreciéndome.

Cerré los ojos, bueno lo aparente, y vi como Fernando se acercaba y ponía sus manos en mis pechos.

Mi marido, detrás de mí, saco su polla su polla apoyándola en mi culo y me dijo:

-Sácale la polla, quiero ver cómo te folla.

Estaba tan caliente que obedecí desabroche el cinturón, los botones del pantalón y deje que callera al suelo. Luego muy despacio, metí la mano por el calzoncillo y libere su polla, seguía con los ojos cerrados pero al notar ese miembro no tuve más remedio que abrirlos para admirar el tamaño de esa polla.

Me agache, sin pensarlo, y me puse a chuparla, lo que aprovecho mi marido para poner la suya en el agujero del culo y poco a poco ir introduciéndola.

Aunque me gustaba lo que hacía Ernesto, mi cabeza no podía dejar de pensar cómo sería tener la polla de Fernando dentro de mí.

Como no podía más, tome la iniciativa y les dije seguirme, y me dirigí a las tumbonas de la piscina.

Los dos aprovecharon para quitarse del todo los pantalones y las camisas apareciendo rápidamente en el jardín.

Coja la mano de Fernando y le senté en la tumbona. Sin dejar de mirar a los ojos de mi marido me aproxime a su polla sentándome sobre ella poco a poco y viendo la cada que ponía Ernesto mientras veía que aquel pedazo de carne entraba en mi coño.

Cuando la tenía totalmente clavada, se acercó a mí y me dio un beso apasionado diciéndome: Gracias

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