Quizás me equivoque, pero seguro que si os pregunto, ¿habéis tenido una noche en que os hayáis desmelenado, en que te ha importado todo un comino y has hecho locura tras locura?, no me contestéis si no queréis, solo os diré que yo… si la he vivido y este es su relato.
Hace ya unos años, cuando contaba los 21 y la cabeza menos amueblada de cómo la tengo ahora y ya es decir, compaginaba la facultad con pequeños trabajos como azafata en congresos con unas amigas, eventos cortos y de fines de semana, pero aquel congreso en especial no era una feria cualquiera ni tampoco era de un fin de semana sino de cinco días, de miércoles a domingo en Madrid, seguro que muchos de vosotros sabéis a cuál me refiero, Fitur, la feria del turismo de Madrid en Ifema que se suele celebrar a finales de enero o celebraba, ya que la pandemia lo ha trastocado todo.
Todo empezaría el lunes cuando lo conocí y nuestras miradas se cruzaron por primera vez en la recepción del hotel y terminó como tenía que terminar el domingo por la noche bajo las sábanas de su habitación, hasta entonces todos los días desde el miércoles fue un acoso y derribo contra mí, queriendo invitarme a comer, a cenar, a salir por la noche, el destino quiso que yo estuviera muy cerca de donde él estaba exponiendo con su empresa y cada cinco minutos nos veíamos y hablábamos, lo intentó todo para llevarme a la cama hasta que el domingo lo consiguió y que noche todo hay que decirlo, todavía me acuerdo y se me humedecen las bragas de recordarlo.
El domingo por la tarde ninguno de los dos trabajábamos, no así mis amigas y otros compañeros con los que íbamos a tomar unas cervezas todos los días después de cerrar la feria, esa tarde una vez más el destino quiso que estuviéramos él y yo a solas y después de estar negándome toda la semana bajé la guardia dejando que me invitara a salir por Madrid, después de ducharme y cambiarme de ropa quedé con él a las cinco de la tarde en la recepción del hotel, la verdad que era un chico muy agradable y guapo, me hacía reír continuamente y ya de vuelta al hotel y sin que él me lo pidiera le di un beso en el metro, un beso que le dejo descolocado, pero enseguida se rehízo y no paramos de comernos a besos hasta que llegamos a la puerta del hotel donde nos juntamos con el resto de compañeros que estaban tomando unas cervezas.
Tenía la cabeza hecha un verdadero lío porque no había buscado esa situación y sin embargo fui yo la que al final lo provocó con aquel primer beso, me sentía cómoda y feliz a su lado, Javier me gustaba bastante, me gustaba desde el primer día que nos encontramos en el hotel, me hacía reír y por unas horas esa noche olvidarme de que mi novio me esperaba en Valencia, me despedí de todos para irme a mi habitación y Javier se unió a mí al poco de salir de allí alcanzándome en los ascensores, sabía lo que quería Javier y yo no quería dárselo, pero por otro lado yo también quería y era nuestra última noche y allí nadie se enteraría.
Esperando el ascensor Javier me besó para despedirse, fue un beso dulce como si no hubiera pasado nada, pero en el fondo tenía una carga sexual muy potente, ya que me lo quiso dar en la comisura de mis labios, dejé que el beso se convirtiera en dos y en tres y al llegar el ascensor en el interior se multiplicaron junto con las caricias de sus manos, cogiéndome de las nalgas y apretándome contra él, sintiendo sus manos recorrer mis pechos y al abrirse las puertas…
-Javi, esta no es mi planta. –Le comentaba extrañada.
-No Lara, es la mía. –Javi había salido del ascensor y me tenía cogida de la mano, no tiraba de mí simplemente me la cogía, pero su mirada era diferente, su mirada me decía insistentemente que le acompañara y a partir de mi primer paso fuera del ascensor todo fue muy rápido.
La puerta de su habitación se había cerrado y nos besábamos apasionadamente en el interior de su habitación, Javi me bajaba la cremallera del vertido por la espalda y yo le iba desabrochando su cinturón y su pantalón, el vestido había caído en el suelo junto a la puerta de la entrada, también mi sujetador y sus pantalones que se los quitaba con los pies alocadamente, mi mano por debajo de su bóxer acariciaba su pene subiendo y bajando por aquel palo tremendamente duro, Javier se entretenía con mis pechos besándolos y lamiéndolos a la vez que su mano buscaba mi clítoris por debajo de mis medias y de mis bragas, dábamos vueltas sin parar por la habitación, chocándonos contra las paredes y los muebles, me subió a uno de ellos para quitarme las medias y las bragas y agachándose con mis piernas sobre sus hombros empezó a lamerme el clítoris y meterme los dedos en mi vagina, apoyaba mi cabeza contra la pared, me mordía los labios de placer, gemía cuando sus dedos me penetraban y su lengua hacia delicias en mi clítoris.
Javier me cogió en vilo y me tumbó en la cama boca abajo, demasiada excitación por parte de los dos, una semana reprimiendo lo que realmente queríamos y sentíamos, Javier me cogía de los pies y sacaba medio cuerpo fuera de la cama, solo apoyada en esta desde la cintura con Javier de pie al borde de la cama separándome las piernas, metiéndose entre ellas y sujetándome cada pierna con sus brazos, notaba su pene rozar la entrada de mi coño queriendo entrar en él, yo echaba la cabeza hacia atrás mirándole, los dos con cara de deseo y de lujuria en nuestros ojos, deseando que me penetrara y que me follara con fuerza, su polla empezó a atravesar mi coño, dejando atrás la piel suave y rosada del portal de mi vagina y deslizando su polla con fuerza en el agujero húmedo y mojado que tenía delante de él, sus empujones eran bestiales moviendo mi cuerpo continuamente hacia arriba, no había nada de suavidad era todo un animal metiendo su polla en mi coño hasta el fondo, pero al contrario de otras veces cuando follaba yo esa noche necesitaba precisamente eso, necesitaba gemir y gritar de placer desde su primer empujón.
La penetración era máxima, la notaba entrar y salir de mi cuerpo tan rápido que no llegaba ni a gritar, eran tan bestiales los empujones que terminó por meterme en la cama por completo con él encima de mí, yo apretaba las manos contra las sábanas con fuerza al sentirle dentro, cerraba los ojos al sentirle salir y volver a entrar, mordía las sábanas gritando de placer, cuando Javier sacó su polla de mi coño y me dio la vuelta con rapidez, tras unos besos de lujuria, teniendo su cuerpo entre mis piernas mirándonos a los ojos con pasión, se puso de rodillas y se acercó bastante a mí haciendo que mi espalda se separara de la cama abrazándome por la cintura, cogió su pene y me lo volvió a meter en mi vagina con suavidad, mis piernas le rodeaban por la cintura abrazándole la espalda con ellas, su pelvis se empezaba a mover hacia delante y hacia atrás como un perrito, su pene se deslizaba con suavidad dentro de mi vagina con cada movimiento, estaba un poco incómoda hasta que puse las almohadas debajo de mi espalda, en el hueco que había entre nuestros cuerpos pudiendo apoyar y moviendo yo ahora también con movimientos ondulados mi pelvis.
Los dos gemíamos, estaba vez era más cariñoso, me follaba con más suavidad, ni mejor ni peor, diferente, su pene se introducía y salía con la misma facilidad de antes al estar tan excitada, tan mojada, mi flujo salía con cada penetración, su pene no se apartaba de mí salvo para sacarla unos pocos centímetros, a la vez me lamía mis pechos y mordía mis pezones, mi cuerpo empezaba a dar la bienvenida a un orgasmo que iba a ser increíble, tanto que mis piernas empezaron a temblar y no se pudieron sujetar en su espalda cayendo sobre la cama, mi tripa tenía espasmos continuos y los gritos de placer iban en aumento, estaba teniendo un tremendo orgasmo, mi vagina se había inundado y su pene navegaba ahora por un mar de placer y pasión.
Javier empezó a moverse con más rapidez, notaba que estaba a punto de correrse también, sacó su pene y me lo ofreció como trofeo, se acercó más a mí hasta que tuve el pene dentro de mi boca, hasta que mis manos acariciaban arriba y abajo su pene mojado impregnado de mis fluidos, mi boca subía y bajaba rápidamente sobre él hasta que sentí como su semen salía disparado dentro de mí, tragándome su semen hasta la última gota, los dos terminamos exhaustos, nos mirábamos y reíamos en parte de vergüenza en parte de placer por haber terminado follando.
Al cabo de unos minutos me levanté a beber un poco de agua, y después de beber, de tirarme en plan sensual un poco de agua por mis pechos, Javier se levantó y abrazándome lamía el agua de mis pechos, lamía mis labios y succionaba mi lengua dentro de él, su pene se había recuperado en tiempo récord y no iba a desaprovechar esa oportunidad, levanté mi pierna izquierda, y buscaba su pene metiéndomelo en la vagina, Javier me sujetaba la pierna con su brazo y los dos empezamos a movernos para que su pene entrara y saliera de mí, los besos eran continuos entre los dos, nuestros cuerpos tan unidos que a pesar de estar de pie no había ningún resquicio por donde el aire pudiera pasar, la sentía nuevamente deslizarse dentro de mí en mi interior con una penetración tan profunda y deliciosa que empezaron a sacar mis jadeos, mis gemidos más dulces en sus oídos volvían a envolver la habitación con ellos, Javier me subió en vilo con sus manos cogiéndome por de las nalgas y me llevó hasta el mueble enfrente de la cama sentándome allí.
Mis labios devoraban los suyos al sentir su pene entrando y saliendo de mi vagina, mis piernas lo rodearon uniendo mis talones a su espalda y empujándolo hacia mí, mis manos apoyadas en el mueble y las suyas sujetándome de la cintura, mirándonos continuamente, viendo el placer en nuestra cara, los dos mirábamos hacia abajo y podíamos ver como su pene desaparecía en mi interior, como entraba y salía de mi vagina, luego volvíamos a mirarnos mostrando la pasión en cada gesto de nuestros rostros, la felicidad, el gozo, la sensualidad con la que me hacía el amor, despacio, disfrutando de cada centímetro de su pene rozando mi carne, le apretaba con mis músculos vaginales haciéndole gemir y gritar, me encantaba ver el rictus de su cara, me encantaba verle disfrutar conmigo.
Esta vez los dos llegamos al orgasmo casi a la vez, al igual que antes Javier la quiso sacar, pero esta vez no le dejé, le apretaba con mis talones hacia mí sin dejar que me la sacara y empezó a eyacular dentro de mi vagina, a soltar todo lo que tenía reservado para mí en mi interior gritando y profundizando con su pene, dejándolo dentro sin moverse hasta que yo empecé acompañarle con mis gemidos y mis gritos, entonces Javier aceleró su ritmo, el mete saca hizo que me volviera loca, que mi cabeza se echara hacia atrás hasta la pared, que mis manos no soportaran mi peso y cayera apoyándome ahora con los brazos, mi cuerpo se convulsionaba una y otra vez, mis pechos parecían bailar al son de empujones y penetraciones, Javier volvió a cogerme en vilo y con su pene en mi interior me volvió a llevar a la cama tumbándome sobre ella.
Esta vez no hubo que esperar, Javier seguía igual de excitado con su pene bien erecto dentro de mí aun después de que los dos nos hubiéramos corrido, los gemidos y jadeos continuaban pintando las paredes de la habitación, nos besábamos apasionadamente con su pene inmóvil en mi interior, llenándome entera hasta que la sacó y empezó a juzgar con sus labios besándome todo el cuerpo, acariciando con las yemas de sus dedos mis pezones y bajando por mi tripa, una vez más se puso de rodillas sentado sobre uno de mis muslos cogiéndome la otra pierna apoyándosela en su pecho, yo le miraba con deseo cuando su mano empezó a subir y bajar por mi monte de Venus, acariciar el vello que cubría mi sexo y con la yema de su dedo corazón rozar y pulsar mi clítoris, sus dedos resbalaban por mis labios mojados de flujo y de semen.
Tenía entre su mano su pene que se apoyaba sobre mi monte de Venus, tocándome con su glande mi clítoris, bajando por mis labios y metiéndose en mi vagina hasta el fondo de un solo golpe, luego la sacaba y volvía a jugar con mi clítoris y mis labios, le gustaba ver como mi cuerpo se estremecía cuando me la metía de golpe, como mi boca se habría para dejar escapar un pequeño grito que nunca oía, parecía que quisiera que le suplicara que me la metiera y no la sacara, su mano izquierda apretaba mis pechos acariciando mis pezones cuando parece que se cansó de jugar conmigo y una vez más dentro de mí ya no sacó su pene más que para volvérmela a meter, para hacer que mis pechos volvieran a bailar como si fueran dos montes de gelatina que se mueven al son de sus penetraciones.
Las dos de la mañana y mis gemidos y gritos de placer seguían provocando las envidias de los clientes a ambos lados de las paredes, con movimientos suaves, pero profundos su pene seguía haciendo estragos en mí, era tanta la excitación que no podía estar alejada de él, de sus labios, de su pene penetrándome y con un movimiento rápido me incorporé sacándome el pene y precipitándome hacia él hasta besarle, morderle los labios con los dientes y una vez más tal y como empezó necesitaba que me follara duro, que me forzara con fuerza, quería sentirla tan dentro de mí como le fuera posible, me senté encima de él metiéndola con premura, botando como una loca sobre ella y gritando que me follara, Javier estaba tan a la esquina de la cama que su cuerpo se iba cayendo fuera de ella, hasta que sus hombros, brazos y cabeza llegaran a colgar de la cama, doblando la cintura hacia abajo.
En ese momento me levanté sin sacármela y me puse de cuclillas sobre él con las manos apoyadas por detrás de mí, lo tenía bajo mi control, él no se podía mover, pero yo sí, me sentaba y levantaba sobre su pene deslizándolo tan dentro de mí como era posible y era muy posible porque la penetración era tan profunda que sentía temblar mi cuerpo, me estaba partiendo en dos con ese enorme pene en mi interior, fueron minutos de hacer sentadilla sobre su pene, minutos en los que no paré de gritar y que mis gritos traspasaran no solo las paredes sino la puerta transmitiéndose el sonido de mi placer por todo el pasillo, hasta que no pude más y empecé a correrme salvajemente sobre su pene, empapándole de mi flujo que salía de mi vagina disparada, en ese momento cuando todavía estaba sufriendo aquel maravilloso orgasmo me levanté y con mi mano empecé a buscar mi ano.
No sé por qué lo hice pues no me solía gustar que me sodomizaran, no me gustaba y sigue sin gustarme, pero lo busqué y empecé a meterme su pene muy lentamente, poco a poco se iba dilatando mi abertura anal y poco a poco me iba penetrando más profundamente, los gritos esta vez de los dos volvieron aparecer, podía ver como el rictus de su cara cambiaba cada vez que mi cuerpo bajaba y podía sentirle tan dentro de mí que no me podía ni mover, Javier se quería levantar, pero ni podía ni yo le dejaba y al igual que antes empecé a sentir un nuevo y tremendo orgasmo a la vez que él me llenaba de semen mis entrañas.
Esta vez terminamos los dos exhaustos, nos tumbamos uno frente al otro con la cabeza apoyada en la almohada besándonos y acariciándonos, las tres y las cuatro de la mañana pasaron todavía haciéndome el amor, follándome en todas las posturas que se nos ocurrían, más orgasmos, más corridas suyas en mi interior, me sentía llena de su semen, las sábanas de la cama totalmente empapadas de nuestros fluidos, el olor dulce de la habitación a sexo, las cinco de la mañana cuando seguía penetrándome con su polla mi coño casi dolorido ya, cuando sacaba su pene por última vez de mi vagina después de mantenerla tan dentro de mí, lanzándome su semen, llenándome por última vez mientras yo gritaba una vez más, las cinco de la mañana cuando caímos rendidos en los brazos de Morfeo y una hora más tarde…
Me despertaba el sonido del despertador de mi reloj, Javier dormía abrazado a mí y con cuidado para no despertarle me levanté de la cama y recolectando mi ropa a oscuras me fui de la habitación para meterme en la mía dos pisos más arriba, para meterme en la ducha y arreglarme para salir de viaje de vuelta a Valencia.
Desayunando como todos los días, había un runrún en el ambiente, Javier también estaba dos mesas más allá, en el salón solo se comentaban los gritos y gemidos de aquella mujer durante toda la noche que a más de uno le tuvo en vilo y excitado, solo se sabía el piso y la habitación, pero al no haber nadie del grupo salvo Javier no sé sabía quién era aquella afortunada, todos preguntaban a Javier y este callaba como un caballero, solamente él y otra persona sabían la verdad, mi amiga Sofía que compartía habitación conmigo y que me miraba pícaramente, mientras yo le ponía cara de niña buena.
De camino a Valencia llevábamos todo en las maletas, todo salvo mis bragas de aquella noche que se las dejé como prenda sobre la almohada por haberme regalado una noche como esa, a pesar de que pasara un par de días escocida en esa parte de mi cuerpo y de tener algunas agujetas en mis piernas de tanto que las tuve abiertas.
Ni teléfonos, ni direcciones, tan siquiera sabía de qué ciudad venía, de Madrid o de cualquier otra, nunca lo supe, pero sé que si algún día lee este relato sabrá muy bien que fue él, así que si lo lees.
Gracias por el placer que me hiciste sentir.