-" Que buen libro"!
Miré instantáneamente a la voz que me había hablado, y me encontré en con un señor que me miraba fijo.
A esa hora, 15 h, el subte iba con gente, si bien no era como en otros horarios donde es imposible apenas moverse.
Yo había subido a la línea D, en la estación Catedral, y me dirigía a Belgrano, donde vivía en ese entonces. Una vez arriba, me enfrascaba en la lectura. Siempre amé la lectura. Prefería siempre viajar parado, ya que de ese modo no tenía que prestar atención a ceder mi asiento a alguien necesitado y podía disfrutar y concentrarme totalmente en mi libro.
– Si – respondí con cierta timidez
– No te voy a contar el final así no te lo arruino
– Jaja. No, porfa, igual al ser una novela histórica, gran parte no tiene mucho secreto
– ¿Leés mucho historia?
Y así fuimos entablando cierta charla mientras el subte hacía su tradicional y ruidoso trayecto.
Me contó que se llamaba Rolando, que tenía 61 años y que trabajaba de abogado (había subido en estación Tribunales por lo que había podido adivinar). Era viudo y parecía también muy discreto y serio. Físicamente, era altísimo. Yo mido 1,80 cm pero aun así hacía un esfuerzo al verlo a los ojos. Me dijo que su altura era 1.99, aunque a simple vista yo hubiera arriesgado algunos centímetros más.
Continuamos charlando despreocupados, y, aunque no pude continuar mi lectura, me sorprendí con su buena parla.
Yo en aquel momento tenía 35 años, y estaba soltero. Había terminado una relación unos meses antes, y si bien alguna aventura había tenido, me tomé aquel tiempo como un impasse emocional, y claro, sexual. Tenía por aquel entonces poca experiencia en el sexo, casi todas con mi anterior novio.
Fue terminando el viaje y Rolando empezó a indagar sobre alguna otra cosa, sobre todo mi situación sentimental, por lo cual mis alertas comenzaron a sonar.
– Tenés pareja?
– No, hace unos meses nada
– Bue, ya aparecerá otra… u otro
– Jajaja. Si, otro… soy gay
– Me había dado cuenta
– Cómo?
– Por la cola que tenés…
Al recibir aquel comentario me quedé helado. Y seguramente él se dio cuenta, porque enseguida continuó:
– Perdón perdón Nico! No quise ofenderte para nada! Que desubicado soy!
– No… está bien, pasa que me sorprendió lo que dijiste
– Pero en qué sentido?
– En que hayas dicho algo así…
– Ah, porque una cola hermosa ya sabés que tenés
De nuevo me quedé sorprendido, y esta vez Rolando se quedó mirándome fijo.
En ese momento el subte llegó a mi estación, Congreso de Tucumán, y bajé presuroso, seguido de él. Ninguno decía nada, pero yo sentía cómo caminaba atrás mío.
Subimos por escaleras mecánicas, y al llegar arriba se me puso a la par, me agarró la mano y me pidió hablar.
– Perdón Nico, pero seguramente no vaya a verte nunca más, y me vuelve loca esa cola que tenés.
Dijo esta frase en un tono normal, sin bajar un tono la voz, y recuerdo que un muchacho que estaba al lado en la parada del colectivo miró enseguida la situación.
Debo decir que Rolando, más allá de su altura, era un hombre muy elegante. Vestía traje, iba bien arreglado, y jamás uno hubiera sospechado que pudiera encarar a alguien así en un subte.
Yo solo lo miraba.
– Mirá, si me decís que no te interesa nada, nos damos la mano y sigo, pero la verdad es que me tendría que haber bajado hace 6 paradas y seguí solo para intentar estar con vos.
Yo seguía mirándolo, sin saber como reaccionar.
– Ya sé que seguro estás súper incómodo y no te animas a nada, pero en la vida vale la pena hacer cosas locas y disfrutar…
– Mirá, nunca me pasó algo así, la verdad te agradezco pero no me animo…
– Te gusto?
– Ese no es el punto…
– Te gusto o no?
– No es ese el punto!
– Te gusto físicamente o no?
– Si!!! Físicamente sos lindo!
– Y no sabés lo que tengo acá abajo…
Al decir eso me subió el morbo a la cabeza. Debe haberse notado porque se empezó a reír y me pidió que lo acompañara " a caminar".
La caminata llevó a la puerta de un telo, que estaba a 3 cuadras de la boca del subte.
En la entrada empezó a insistir para que entráramos, y yo no terminaba de convencerme. A esa altura estaba muy excitado por la situación, muy caliente con él, pero el miedo me ganaba.
– Hagamos algo, te paso mi celular y hablamos
– No, te quiero coger ahora
– No, si querés vamos a tomar algo en finde…
– Quiero ponértela ahora, ya.
Y para reforzar, se me acercó y me besó. Ahí en medio de la gente que pasaba, del diariero que observaba la situación me pasó la lengua por toda la boca y me franeleó la cola durante cinco minutos. Cuando terminó, el que estaba desesperado por entrar era yo.
Pagamos a medias la habitación, entramos y enseguida comenzó a besarme nuevamente. Comencé a tantear su entrepierna y enseguida me dio la impresión que no me había mentido.
Me hizo desnudar, me fui quitando la ropa lentamente, poniéndome de espaldas para que tuviera buena visión de mi trasero. Me sentí avergonzado por la ropa que tenía, dado que en aquel momento no estaba preparado para "la guerra". A Rolando pareció no molestarle:
– Ah, el orto que tenés nena
Fui hasta donde estaba el, sentado en el sillón, y lo hice levantarse. Me arrodillé y le bajé el pantalón del traje. Tenía un bóxer horrible de un hombre de la prehistoria, pero cuando lo bajé me encontré con un pene como ninguno hasta ese momento había visto. Colgaba un miembro hermoso, sin saber de medidas mediría algo como 20-21 cm, con una vena muy notoria, palpitante, ya gomoso, con líquido preseminal y dos testículos bien velludos.
Sin apenas darle tiempo a nada me metí esa cosa en la boca como desesperado.
– Ah bueno putita! Que desesperada!! Jajaja, como era que no querías jajaja
Yo solo chupaba con desesperación
– Ayy bebe ay ahhhh
Continué mamando con más ansia, disfrutando esa cosa enorme que no entraba en mi boca.
Se le chupé por espacio de 10 minutos, y cuando pensaba que podría seguir así mucho tiempo más, escuché la frase que más anhelaba:
– Date vuelta Nico, te voy a coger todo
– Ponte el forro
– Obviamente
Me puso en 4 patas, se ubicó atrás mío y comenzó a chuparme la cola de una manera increíble. Sentía lengua, labios, dedo, lengua, más lengua. Tuve hasta la sensación que iba a venir el conserje a decirme que baje el tono, así de gritando me encontraba.
– Cogeme Rolando cogeme
– Te lo quiero seguir chupando!
– Cogeme ahora forro, culeame que no aguantooo!!
Sentí tus enormes manos agarrar mis caderas, tu pene en mi ano, y su empuje.
Insistió una vez, dos veces, tres veces y no podía entrar.
Cuando empezaba a pensar que habría que cambiar de posición, sentí como finalmente entraba de a poco en mi.
Su pija abriendo las paredes de mi cola, entrando de a poco en mi ser, me hizo ver el cielo.
– Ahhh ayyy ahhhh
– Siiii Nico siii!!
– Auuu ayyyy
Continuó entrando, lento pero sin demora, mientras el conocido dolor se apoderaba de mi.
– La puta madre cómo duele!! Ayyyy
– La saco?
– No! Déjala un ratito así
Nos quedamos quietos mientras mi cola se acostumbraba, y finalmente y de a poco empezó a moverse con más velocidad.
– Dale dale
– Ahhhh
– Dame Rolo, dame pija!
– Que puta hermosa! Que ojete por favor!
Cada vez con más intensidad.
– Aaahggggh!!!
– Si puta! Toma tomaaaa!
– Ahggghhj!!!
Cuánto más estaba disfrutando, sintiendo su pija completa, salió, se sacó el forro y comenzó a masturbarse mirándome y apuntando a mi cara.
Puse cara provocadora para calentarlo más y terminó despidiendo una cantidad de semen que no creí en alguien de su edad. Terminé con la cara llena de semen, el pelo pegoteado, y la mandíbula goteando.
Me fui a duchar, me higienicé y cuando volví lo encontré tirado en la cama, plácidamente dormido.