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Casada abusada en su casa por un extraño
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Adolfo y su yerno estaban sentados en dos tumbonas del jardín de la casa de pueblo del primero. Tomaban dos ginebras con tónica y le decía el yerno:

-… Que no, Adolfo, que es una remilgada y del misionario no sale, y aún le cuesta. La criasteis mal, muy mal.

-La criamos para que no fuese una puta. ¿Aún no le comiste…?

-No, no me deja bajar al pilón, para ella eso es una indecencia. Voy a pedir el divorcio.

-¿Se lo has dicho a ella, Javier?

-No, no lo entendería, para ella el matrimonio es sagrado.

-¿Ya no la quieres?

-La adoro, por eso antes de engañarla con otra…

Adolfo, que era un cuarentón, moreno, con el pelo cano y aún de buen ver, interrumpió a su yerno veinteañero.

-Viólala y hazle de todo. Seguro que le metes el vicio en el cuerpo.

Javier se quedó mirando a su suegro con cara de asombro.

-¡¿Qué has dicho?!

-Que violes a mi hija.

-A ti te hizo daño la ginebra.

-Si la adoras cómo dices bien puedes violarla por un bien mayor

-¡Tú estás loco!

-¿Quieres que te diga cómo hacer que el misionero pase a la historia?

-No voy a escuchar las barbaridades que se te puedan ocurrir.

Adolfo levantó el vaso, lo miró y dijo:

-Ser o no ser, esa es la cuestión.

-¡Qué mal Hamlet harías!

Adolfo volvió a levantar el vaso y dijo:

-To be or not to be, that is the question.

Javier se echó el alma a la espalda.

-A ver, habla, qué harías tú si estuvieras en mi lugar.

Adolfo acabó diciendo:

-… Esto tiene un inconveniente, Javier.

-Los tiene todos, pero… ¿A cuál te refieres tú?

-Que Noelia te oculte la violación. Ya no la volverías a mirar igual.

-No me la va a ocultar porque no la voy a violar. Tú vives el mundo del despropósito.

Noelia era una mujer de 23 años, morena, de ojos azules, cabello negro medía 1.66, pesaba 60 kilos de peso, sus tetas eran medianas tirando a grandes, su culo gordo y prieto y sus caderas anchas.

Eran las once de la mañana, Noelia estaba en la habitación de la plancha doblando unas piezas de ropa. Un intruso llegó por sus espaldas, le tapó la boca con una mano, mano que cubría un guante negro, y con voz ronca, le dijo:

-Si chillas cuando te suelte te estrangulo.

Le quitó la mano de la boca, Noelia se dio la vuelta y quiso pegarle una patada en todos los huevos a aquel tipo vestido de negro, con la cara cubierta con una máscara de goma del mismo color que sus ropas y con gafas de sol con cristales también negros. El intruso le paró la patada, la cogió por el cuello, levantó la mano, y con voz ronca le dijo:

-No te lo vuelvo a repetir, resístete y te estrangulo.

Noelia cogió miedo. Temblando le ofreció lo que pensaba que venía a buscar.

-El dinero está en el armario de la habitación de matrimonio.

El intruso le dijo:

-He venido a robar y a por ti. Hace tiempo que te deseo. Pórtate bien y no te pasará nada.

Al acabar de hablar le desgarró el vestido y el sujetador blanco que había quedado al descubierto. Noelia no le dijo nada, tenía miedo de que le cayese una trompada. Acabó rasgándolo de todo y la dejó en bragas blancas y zapatillas marrones. La puso cara a la pared y le quitó los restos del vestido, el sujetador y le rompió las bragas por los dos lados, luego le abrió las piernas con sus grandes manos. Le agarró las tetas. Le lamió los dos lados de la cara, después le besó el cuello… Bajó besando y lamiendo la espalda, abrió su gordo culo con las dos manos y sin lamer le clavó la punta de la lengua en el ojete.

-No, por favor, no me hagas eso.

Siguió follando su culo con la lengua… Noelia se puso cachonda y su coño comenzó a lubricar. Al ratito el intruso vio que Noelia tenía el interior de sus muslos mojados, y le dijo:

-Date la vuelta que te quiero comer el coño.

-No, por favor -dijo dándose la vuelta-, no me hagas eso.

La cogió por la cintura con su mano izquierda y comenzó a lamer su coño al tiempo que jugaba en su ojete con la yema del dedo medio de la mano derecha.

Noelia, sin poder evitarlo, comenzó a gemir en bajito. Adolfo le dijo:

-Me gusta que te guste.

Noelia, echando la pelvis para que la lengua se apretase con su clítoris, seguía diciendo lo contrario de lo que le quería que le hiciera.

-Déjame, por favor, déjame.

Poco después entregó la cuchara. Le echó las manos a la cabeza al intruso, la apretó contra su coño y se corrió en su boca gimiendo en bajito. Le tembló todo el cuerpo, pero esta vez no era de miedo.

Al acabar de correrse, el intruso, con su voz ronca, le dijo:

-¿Tienes Nocilla?

-Creo que no.

-Pena, te iba a comer enterita. ¿Y mantequilla?

No le preguntó para qué la quería, le respondió:

-En la cocina.

El intruso levantó la manopla, y le dijo:

-¡Tira para la cocina!

Noelia no esperó a que la bajara, echó a andar. Al llegar a la cocina fue a la nevera, cogió la Nocilla y la mantequilla y las puso sobre la encimera.

El intruso al poner la Nocilla sobre la encimera, después de haberle dicho que creía que no la tenía, supo que quería que la comiera viva. La cogió por las axilas, la sentó en el medo la mesa, y le dijo:

-Acuéstate sobre la mesa.

Noelia obedeció. El intruso cogió Nocilla con un dedo y la untó en sus labios, cogió más y cubrió sus pezones y areolas, y luego hizo lo mismo con su ombligo y con su clítoris. Hecho todo esto le dijo:

-Echa la lengua fuera.

Al echar la lengua fuera sintió el sabor de la Nocilla. El intruso le chupó la lengua y besó sus labios. Noelia le devolvió los besos, después su lengua lamió el pezón izquierdo, lo aplastó con la lengua, lamió la areola, chupó la teta y volvió a la boca. Posó sus labios sobre los de Noelia y ya fue ella quien le comió la boca a él. Después lamió el otro pezón, lamió la otra areola, chupó la otra teta y de nuevo volvió a su boca. Lo mismo hizo al limpiar su ombligo de Nocilla. Cuando bajó al coño ya había una pequeña charca de jugos sobre la mesa. Le lamió el clítoris y mientras lo hacía la charquita se hizo más grande. Noelia ya gemía con ganas. El intruso sabía que la haría correr cuando quisiera, y al rato lo hizo, lamió su coño encharcado de abajo a arriba, luego aplastó su lengua contra el clítoris y lamió transversalmente cada vez más aprisa. Noelia se corrió y la charquita se hizo lago mientras se retorcía de placer.

Al acabar de correrse la volvió a besar. Noelia le devolvió el beso, ahora lo hizo tiernamente.

Noelia se sentó en la mesa. El intruso fue a la nevera, cogió un cartón de leche y a morro le echó un trago largo, después sacó la polla, una polla gorda y morcillona, y le dijo:

-Úntala con mantequilla.

Noelia bajó de la mesa, cogió mantequilla con dos dedos, se puso de cuclillas y la untó en la polla.

-Menéala.

Noelia le masturbó la polla. Poco después, le dijo:

-Chúpala.

De nuevo dijo que no a lo que estaba deseando hacer.

-Eso no, chupar no.

Se quiso levantar, el intruso le puso una mano sobre la cabeza y levantó la otra. Amenazaba con darle.

-¡Chupa, coño!

Noelia metió la polla en la boca e hizo lo que pudo, ya que nunca se la había chupado a nadie. Cuando vio que se puso dura también se puso ella cachonda de nuevo, pues no era tonta y sabía que la polla acabaría dentro de su culo, lo que no contaba era que el intruso se corriera tan rápido. Al sentir el primer chorro de leche quiso quitarla de la boca, pero el intruso no la dejó, le agarró la cabeza y no le quedó más remedio que tragarla.

Después de descargar en su boca la puso de cara a la encimera, untó mantequilla en un dedo y se lo metió dentro del culo, a ese dedo siguieron dos, después tres… Cuando tenía el culo bien engrasado le dio la vuelta, le untó en las tetas la mantequilla y después se las magreó y se las comió bien comidas. Luego su boca buscó la de Noelia la encontró con ganas atrasadas de besar. Noelia le metió la lengua en la boca, echó sus brazos alrededor de su cuello y lo devoró, después, sin perder contacto visual, le cogió la polla y la llevó a su coño mojado. El intruso la cogió en alto en eso, la arrimó a la pared, y después le metió la polla hasta las trancas y le dio caña de la buena. Pasado un tiempo Noelia paró de comerle la boca, para decirle:

-Me voy a correr.

El intruso se la quitó del coño y se la frotó en el ojete.

-Por el culo no, no seas malo.

Fue malo, le metió la puntita, la sacó, la volvió a meter, la volvió a sacar… Cada vez entraba un poquito más y al final entró el glande. A Noelia le dolió.

-¡Me acabas de romper el culo!

-No me rechistes que te la meto toda de un leñazo.

La expresión "leñazo" solo la usaba una persona que Noelia conocía muy bien. Ganas le dieron de agarrarle los huevos y apretar fuerte, pero le estaba gustando lo que le hacía, así que decidió seguir gozando.

El intruso sacó la polla, la volvió a untar con mantequilla, y de nuevo le metió y sacó la puntita varias veces antes de que Noelia, cachonda cómo una perra en celo, empujara con el culo y metiera el glande dentro de su culo… Al rato con toda la polla dentro de su culo descargó cómo una zorra, diciendo:

-¡Me corro!

Se la quitó del culo y se la volvió a meter en el coño. La echó encima de la mesa mientras se corría y se convulsionaba y le siguió dando caña brava hasta que se volvió a correr.

Noelia ya estaba desatada. Bajó de la mesa, le puso una mano en a cabeza al intruso para que se agachase. El intruso se agachó pensando que quería que le volviera a comer el coño, pero no era eso lo que quería, al tenerlo en cuclillas lo empujó e hizo que se echara sobre el piso de la cocina. Lo montó, cogió la polla, la metió en el coño y comenzó a follarlo a toda mecha con la idea de hacer que se corriera, pero poco después con las tetas al viento, volando descontroladas, le vino a ella. Se quedó quieta, y gimiendo cómo si estuviera muriendo le bañó la polla de jugos al intruso.

Al acabar de correrse el intruso se la frotó en el ojete y la miró. No sabía si meter o no. Noelia le dijo:

-Mete, papá, mete y córrete dentro que por ahí no hay peligro de que quede preñada.

El intruso le dijo:

-No soy tu padre…

No lo dejo mentir más.

-Calla, papá, calla y mete.

Adolfo se quitó la máscara, y dijo:

-Habrá que callar y meter.

Quique.

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