Las ventas de todo el año habían ascendido inmensurablemente sin motivo aparente, y como responsable de ventas de la empresa no comprendía la causa de dicha eventualidad. La delegación del sur de era la causante de tan inesperado motivo de satisfacción y era ahí donde me dirigía. Tomé un avión y unas horas más tarde aterrizaba en el aeropuerto de donde me esperaba el delegado de la sucursal para llevarme hasta el hotel en el centro. Fue muy amable por su parte ofrecerse ir a buscarme, pues no me hubiese importado en absoluto alquilar un coche y viajar unas horas más hasta mi destino final, pero lo agradecía bastante, pues después de un vuelo transatlántico, tener que conducir a las 5:00 de la mañana durante un par de horas, no me hubiese apetecido nada.
Agarro mi valija de la cinta transportadora de equipajes y me dispongo a salir de la terminal hacia la salida más próxima. Una vez ahí y pasados unos minutos no hallé al señor Rodríguez. Eso sí que no me lo esperaba. Con tanto cambio horario, me disponía a verificar en mi celular si le había indicado bien los datos de mi llegada, cuando me percaté que delante de mí había un cartel con mi nombre. Lo sujetaba una linda chica con pelo moreno, estatura media y una sonrisa encantadora. Evidentemente, no era Rodríguez. Me acerqué a ella y me explicó que sustituía al delegado pues tuvo un problema personal en la familia de última hora.
Veinte minutos más tarde, ya estábamos dirección a la cuidad, nos quedaba hora y media de camino hasta el hotel, un hotel céntrico del sur y muy próximo a la zona de negocios de la ciudad. En el camino, nos dio tiempo a conversar y charlar sobre diferentes temas. Ella no pertenecía a la empresa directamente, la contrataban a menudo para trasladar al personal de la empresa al aeropuerto o la estación de tren de la ciudad. Era una maravillosa persona, me quedé atónito y estupefacto. Me había cautivado, creo que me había puesto un poco meloso con ella. ¿Qué habría pensado sobre mí? Me puse nervioso al llegar al hotel, pues recordé que al día siguiente pasaría por mí a las 8:00 h, después de desayunar en el hotel. No quise darle más vueltas al asunto y me fui a dormir un poco, o al menos a descansar del viaje, pues en el avión había dormido bastante.
L: Cuando me dijeron que tenía que ir a recoger al responsable de ventas al aeropuerto de estaba en una cita que no estaba saliendo muy bien y de la que la excusa del trabajo me vino de maravillas. El señor Rodríguez me llamó en el momento oportuno para poder dejar a ese proyecto de hombre en el bar e irme a coger el auto y pasarme unas horas pensando por qué se me daba tan mal encontrar a la persona adecuada. Tanto como para que un amigo me hubiera organizado una cita a ciegas con un amigo suyo que no tenía nada que ver con él. Acepté esperando que al ser amigo de un conocido fuera como él y me encontré a un cretino integral con aires de grandeza. O al menos así se había comportado conmigo desde el minuto uno.
Agradecía haber podido escapar sin tener que poner excusas o tener que pedir ayuda para que me llamaran en mitad de la cita. La llamada había sido real y lo agradecía. Salí corriendo porque apenas me daba tiempo a cambiarme y buscar el auto diciéndole que ya le llamaría otro día. Y ahora estaba muerta de risa porque ni siquiera nos habíamos dado los números de teléfono. Mejor.
Cuando llegué al aeropuerto anote el nombre que me habían indicado en el cartel y me dispuse a esperar mirando a todas las personas que iban saliendo. Salió un hombre rubio con los ojos verdes que estaba de morirse, pero su mujer o novia o lo que fuera lo estaba esperando para darle un beso de esos espectaculares. ¿Por qué no podía yo tener algo así? Tampoco era mucho pedir. Si además tampoco pedía amor eterno, a mí con tener una aventura y un poco de sexo ya estaba genial. Pero de esos encuentros que nunca se olvidan, tampoco quería cualquier cosa o cualquier tipo. Y entonces salió él. Supe que era a quién tenía que recoger sin haberle visto nunca. Iba perdido, posiblemente buscando a Rodríguez y yo con mi mejor sonrisa le hice ver que estaba allí para buscarlo, y para lo que él quisiera. Porque fue hablarme y creo que se me moje un poco.
En el camino en el coche me imaginé parándome a un lado de la ruta para estrenar los asientos traseros del coche. Pero tenía que ser una profesional y lo dejé en su hotel. Aunque tendría que seguir viéndolo mientras estuviera en mi tierra, porque iba a ser su chófer. Y durante un par de frases suyas creí entender que estaba queriendo algo conmigo o al menos su tono me había parecido más personal que profesional. Igual había sido por la hora que era; mejor dejarlo estar y no jugarme mi trabajo.
J: Después de la ducha, me metí en la cama para dormir y descansar del viaje. Era imposible. Aun estando agotado de un viaje tan largo, me daba vueltas la cabeza. Nada más pensaba que en ella. Recordé que tenía la tarjeta de visita en la chaqueta, me levanté, la agarré y me dispuse a guardar el contacto en mi celular. No quería perder su teléfono. Una vez guardado, debajo de su número me apareció tres iconos de la aplicación WhatsApp donde se podía leer "Llamar a +54 …", "Videollamar a +54 … y "Enviar mensaje a +54 …". Con mucha preocupación para no pulsar donde no debía y con mucha curiosidad para ver que podía conocer más sobre ella, me dispuse a pulsar sobre "Enviar mensaje". Evidentemente, ahí estaba ella en su foto de WhatsApp, aún más bella, con un vestido rojo, cinturón negro y un bolso a juego para la ocasión. Quería archivar esa foto y no sé qué pasó, pero WhatsApp estaba llamando y su foto gigante en mi pantalla. Me puse nervioso y colgué inmediatamente. Pensé que no se daría cuenta, pero 30 segundos más tarde mi teléfono sonaba y era ella.
L: -Buenos días señor.
J: – Por favor, llámeme solo por mi nombre, le contesté.
L: – De acuerdo, siempre y cuando usted también lo tenga en cuenta- respondió ella.
J: Me disculpé por la llamada, pero ella no le dio ninguna importancia. De todas formas, eran las 11 h de la mañana. Estaba absorto debido al cambio horario, quedándonos charlando y pasando las horas. Le pregunté un lugar para salir a almorzar porque no me apetecía comer en el hotel, me comentó que debía conocer la zona de bares del lugar, pero como me quedaba lejos ella me acompañaría si me parecía bien. Una hora más tarde allí estaba, nuevamente en el auto con ella dirección al centro.
Andábamos por unas calles estrechas, llenas de gente, mesas pequeñas en los laterales y un olor a buena comida indescriptible. Nos paramos en varios bares, pedíamos una cerveza, un vino e inmediatamente, un plato para degustar, eso era la tapa. Me encantaba el ambiente y la compañía, no podía estar mejor. Nos movíamos de un lado a otro donde ella me iba narrando la historia de la ciudad, y terminamos en una de las calles principales, un lugar muy típico de la ciudad. Bar Los Diamantes, una cadena de bares de la ciudad, pero al que me llevó era el más pequeño de todos y el primero que se fundó. Este tenía mucho encanto para ella, y no era de extrañar, gente amable y ambiente excelente.
Ya eran las 17 h y tenía energía para derrochar y yo a ella la veía con las mismas ganas de marcharse que yo, así que nos dispusimos a pasear por la ciudad. Ella me llevaba a ver lo más espectacular del lugar. Comenzamos a subir unas cuestas y 30 minutos más tarde, allí estaba, delante de la entrada de aquella majestuosidad de la antigüedad. Una de las construcciones más conocidas del mundo. Nos dispusimos a entrar, ella mostró una tarjeta y pudimos entrar fácilmente. Me explicó que era participe de organizaciones y tenía un pase especial.
Comenzamos a andar y en unos minutos llegamos al patio de los Leones a través de una puerta trasera. Aquello era impresionante, una construcción imposible, detalles inverosímiles, como podía aquello existir, habían pasado más de 500 años y estaba en un estado absolutamente perfecto.
Comenzaba a oscurecer y nos dispusimos a regresar. Como sucedió durante todo el día, ninguno de los dos queríamos dejar el momento. Llegamos al Hotel y la invité a tomar una copa en el bar. Allí estábamos los dos, en uno de los sofás de la esquina con una copa cada uno en la mano y yo, que había estado bebiendo durante todo el día, la copa comenzaba a marearme y a hablar demasiado.
Las copas nos acercaron aún más perdiendo la timidez, la conversación era mucho más íntima y lo que sentíamos el uno por el otro saltó como una chispa en un encendedor. No conozco cual fue el motivo, ni si hubo uno, pero en un instante nos miramos y nuestros labios se acercaron. Mi lengua recorría la suya y la suya se apoderaba de la mía. No hizo falta decir nada, pedí la cuenta y nos marchamos a mi habitación.
L: Esto no podía estar pasando. Habíamos pasado un buen día y sentía una conexión especial con él. Pero todas mis relaciones o líos de una noche acababan mal y esto era algo más que una simple cita con un chico. Estaba en juego mi acuerdo con la empresa si esto salía mal. Él era uno de los jefes y si al final iba mal me podía ver sin esos ingresos que tan bien me venían.
Así que en el pasillo de camino a la habitación, cuando ya llevábamos unos cuantos besos y era evidente que él llevaba mucho alcohol en el cuerpo, decidí que lo más sensato era acabar ahí. Fingí que empezaba a encontrarme mal y que me iba a casa. Ni siquiera lo deje casi hablar cuando ya estaba en la puerta del ascensor esperando que se cerraran las puertas. Su cara era un poema y empecé a pensar que igual eso había sido peor que el tener una noche loca con él. Solo esperaba que no tomara represalias contra mí o que quizás el alcohol hiciera que mañana no se acordara.
Llegué hasta el coche, me senté y fui consciente de la calentura que me había proporcionado con tan solo unos besos. Estaba mojada y me sentía como una idiota por haber salido corriendo. Intenté no pensarlo e irme a casa. Pero una vez en la cama, todo volvió a mi mente y no podía dejar de pensar en ello. Al final, para poder dormir bien, acabé sacando el vibrador que guardo en la mesita de noche y consolándome a mí misma por la noche que me estaba perdiendo.
J: Allí estaba yo. En la puerta de la habitación, las llaves en una mano y mi mano aún caliente de llevarla de la cintura. No sé qué pasó pero salió corriendo. No sabía que podía haber pasado para que saliese corriendo de esa manera. Salí corriendo tras ella, pero no la alcancé.
A las 8 h, me encontraba en la puerta del hotel esperando mí transporte. Tenía la supuesta reunión en unas horas. Pensé que no vendría, pero allí estaba ella, en su coche, puesta al volante y puntualidad extrema. Con la cabeza cabizbaja, signo de que faltaba una comunicación entre ambos. Una vez que me introduje en el coche, ella me empezó a hablar, la detuve, y le comenté que me llevase al Mirador. Ella no lo sabía, pero la reunión se había pospuesto a la tarde debido a la complejidad familiar del señor Rodríguez, y la persona que me llamó, se encargó de no anular mi transporte para poder hacer un poco de turismo en la mañana.
Así hizo lo hizo, y unos minutos más tardes allí estábamos los dos. No había nadie y las vistas eran espectaculares. Hice que me acompañase, me senté en un banco mirando a la dimensión del paisaje y me acompañó a mi lado. Sin dejar de mirar al monumento, le pregunté qué pasó, me giré 90º la cabeza y me dispuse a escucharla. Ella estaba con la cabeza aún cabizbaja, tomé mi dedo índice, llegué a su barbilla y se la levanté a mi misma vez que se la giré hacía la mía. En ese instante, le dije que sentía algo intenso por ella y que me podía contar lo que ocurrió. Ella asintió y me contó lo sucedido, le dio miedo porque ella también sentía algo intenso y eso la asustó. Después de unos minutos hablando, nuestros cuerpos se apoyaron el uno con el otro y su cabeza se apoyó sobre mi hombro. Ambos nos quedamos mirando el horizonte y nos marchamos.
Nos dirigíamos hacía el oeste dejando el hermoso paisaje a la derecha, pude leer unos carteles que decían… quince minutos más tarde, paró el coche y lo orientó hacía el monumento. Era otro mirador, alejado del turista donde podía estacionar el vehículo.
Ella, abrió la puerta y se metió en el asiento trasero junto a mí, me dijo que continuábamos donde lo dejamos anoche. Todos los cristales eran tintados, pero se podía ver al exterior perfectamente. Me tomó la cabeza con ambas manos, la giró hacía sus labios y comenzó a besarme. Tomó el cinturón y me dijo:
L: Átame porque esta vez no quiero irme de tu lado pase lo que pase.
J: Así lo hice, tomé lugar en el centro del auto, agarré el cinturón derecho y se lo até a la muñeca derecha, agarré el izquierdo e hice lo mismo en su muñeca izquierda. Sus brazos estaban cruzados, la gire dándome la espalda, la senté en mis piernas abriéndoselas y comencé a besarla y lamer su cuello. Eso a ella le encantaba, mi sexo se volvía más grande a medida que ella disfrutaba con mis besos, comenzaron a sobrar nuestras ropas y de momento ambos nos encontramos desnudos. Ella llevaba una camisa que quedo puesta pero completamente desabrochada. Nuestros cuerpos ardían de pasión, mis besos encontraban los suyos al inclinar la cabeza, mis manos masajeaban sus preciosos pechos y mi ser quería entrar en ella. Así fue, ella levanto su culo, con un movimiento de cadera y con la ayuda de mi mano sujetando el miembro aquello entró. Ella se elevaba y bajaba, yo tomé los cinturones una vez pasados y tiré fuertemente de ellos. Sus brazos se acercaron a las ventanillas, cada vez que ella bajaba yo los soltaba y cuando tenía que subir, la ayudaba tirando de ellos.
Fueron unos momentos pletóricos, aquella preciosa chica saltando sobre mí, unas vistas ante mí inigualables y mi cuerpo queriendo conservar ese momento. Aunque aquello terminó justamente cuando explotamos de éxtasis. Allí estábamos, uno sobre el otro, descansando un cuerpo sobre el otro. Acordamos vestirnos y continuar lo que habíamos comenzado en la habitación del hotel.
Regresamos a la habitación, no nos despegábamos el uno del otro y recordé que la habitación tenía un jacuzzi en el baño. Un gran jacuzzi que nada más llegar a la habitación, abrí los grifos y conecté el sistema. Una vez lleno, nuestros cuerpos se sumergieron en el agua templada, una temperatura ideal para garantizar un momento de sexo especial. La mire y ella hacía lo mismo, sus ojos radiaban luz y su mirada era fija. ¿Qué estaría pensando?
L: AHI estaba él, desnudo para mí, mirándome fijamente. No me creía lo que estaba pasando pero pasase lo que pasase, no tenía marcha atrás. Y aun jugándome la rescisión del contrato, merecería la pena. Aún no comprendía porque mi cuerpo, mi mente y mi corazón no querían alejarse de él. Me quedé ensimismada mirándolo, mi cuerpo se relajó y entonces noté un cosquilleo en el estómago subiéndome. No podía ser, acababa de darme cuenta que me había enamorado. No podía hacerme notar aquella situación, así que me sumergí y llegue a sus entrepiernas. Allí abajo disimularía mi estado y le haría saber quién era dándole el mejor sexo de su vida. Me introduje su pene dentro de mi boca, su cuerpo se erizó y yo me saciaba con su glande. Instalé mis labios entre el glande y donde comenzaba el cuerpo de su pene mientras mis manos bajaban y subían, su prepucio y mi lengua jugueteaba con su frenillo. Sabía que no aguantaría mucho, pero yo debía de salir a superficie a respirar.
Antes de emerger, noté sus brazos levantándome dejándome espetada con su miembro. Mis pechos rozaban los suyos y mis labios se peleaban con su lengua y mi lengua con sus labios. Mis caderas no dejaban de moverse de arriba abajo y su ser me entraba y me salía a la misma velocidad. Así nos llevamos unos minutos y yo quería sentir más de él. Quería dárselo todo. Me levanté y dejé medio cuerpo dentro del agua y el otro fuera, arqueándome para que me penetrase por detrás. Inmediatamente él se levantó y me volvió a penetrar dándome empujones con su pelvis en mi trasero. Yo estaba sintiendo mi segundo orgasmo, cuando me introdujo un dedo. Eso me gustó aún más y no pude gritar de placer, me acababa de correr nuevamente y aún quería más orgasmos seguidos. Le orienté con mi mano y le indiqué que me penetrase, allí estaba él, sacó sus dedos que tanto placer me estaban dando y preparó el camino para lo que venía.
Agarro su miembro y lo llevo hasta el fondo, sentí dolor que rápidamente se desvaneció con el placer, su pene me estaba dando placer por donde nadie lo había hecho nadie y mi cuerpo sentía cosas que nunca había experimentado. Yo sabía que él no aguantaba más y yo estaba tan caliente que quería más y más. Quería experimentar todo con él y todo me lo dejaría hacer. Estaba a punto de terminar, giré la cabeza y él sacó su pene. Me giré, extraje su preservativo y comencé a comérsela como si no fuese a volverla a ver nunca más. Su cuerpo temblaba de placer y yo la daba más movimiento. Fue entonces cuando aquello comenzó a explotar y salir su líquido blanco, seguí moviéndola con movimientos rápidos y esparcí su esencia sobre mi boca, mi cara, mis pechos. Noté como le gustó y como él notó que a mí me fascinó. Acabamos exhausto en el jacuzzi, nos duchamos y nos metimos en la cama a continuar con los abrazos, los manoseos, las caricias y acabé dormida y el sujetándome por detrás.
En ese momento oí como me decía, – Dormi preciosa y descansa – y me quedé dormida.
Me desperté de repente porque me acordé que la reunión era a las 17 h, miré el reloj y faltaba solo 10 minutos, me giré y no estaba. Me levanté y vi una nota en la mesita que decía. “Tome un taxi. Nos vemos a las 20 h en la puerta de la oficina. Come algo en el restaurante y cárgalo a la habitación. No tendrás problemas” P.D.: Me dejaste en la oficina, no lo olvides si después sale el tema.
J: Había sido el mejor sexo de mi vida y sentía que aquello no era solo sexo, había algo más. Me pegué a ella, la abracé y le di un beso en la mejilla y la incité a dormir y yo me quedé igualmente tan dormido como ella. Mi brazo comenzó a vibrar, la pulsera me avisaba que era hora de ir a la reunión. Ella dormía profundamente, la miré, la remiré, le di un beso y me dispuse a prepararme para la reunión. Ya listo, salí sin hacer ruido y me marché.
La reunión había sido un éxito, las técnicas y la manera de proceder de forma innovadora requerían una mayor atención desde nuestra empresa matriz. Así que adoptamos pautas de aprendizaje y captación del procedimiento para aplicarlo al resto de empresas internacionales.
Eran los 20.15 h y salía de la oficia. Allí estaba ella, radiante, preciosa, aún más que el día que la vi por primer vez en el aeropuerto. Le guiñe un ojo y me senté en los asientos traseros. Ya habiendo pasado 3 cuadras, detuvo el coche y nos besamos acorde a nuestra pasión. Le comenté que fuésemos a algún restaurante cerca del mirador.
Allí estábamos, sentados en la mesa, hablando, coqueteando y jugando con nuestras manos entrelazando nuestros dedos mientras nos servían. Llegó el postre, lo tomamos y salimos a pasear. En 5 minutos llegamos al mirador, tomamos asiento y le hablé de lo acontecido en la reunión.
Quisiera proponerte…, quiero decirte., yo quiero…, no sabía por dónde empezar y ella me miraba con la boca abierta. Ella me besó, me abrazó, y su cabeza se apoyó en mi pecho, quedando los dos mirando el horizonte.
Quiero que te vengas conmigo a mí país. Le dije con una voz dulce. Ella me miró, se sentó y esperaba el resto de la frase. Allí estaba yo, transmitiéndole lo acontecido en la reunión. Habrá un intercambio de personal entre empresas para realizar una formación de trabajadores. Yo me iría un mes y regresaría para quedarme unos 4 meses, después habrá un intercambio inverso, ¿tu estarías dispuesta a realizar el intercambió? Le comenté. Me gustaría que lo pienses y aún más que vengas a verme. Siento algo que quiero que vaya a más. Ella no me dijo palabra sobre el asunto y mi vuelo saldría en 12 horas desde el Aeropuerto.
L: No me podía creer lo que estaba pasando. Conozco a una persona hace 3 días, me acuesto con él, siento algo por él que me vuelve descontrolada y ahora solo falta horas para que se marche. No tengo suerte, la verdad. Y ahora, no me puede pedir que me marche con él. – ¿o sí?
De camino al aeropuerto, el silencio se hace notar, la conversación sobre el viaje no surge, y ya estamos con las maletas fuera del coche. El me pregunta si lo he pensado. Y yo le comento que no lo tengo claro. ¿Cómo pude decir eso? ¿Qué me ata?, El miedo, el fracaso… Le dije, que no lo tenía muy claro y que no iría. Mi trabajo, mi familia, mis amigos, mi ciudad, mi peluquería… que escusas más inverosímiles que le estaba poniendo. No sabía porque, pero tenía miedo. Él se marchó no antes de abrazarme, besarme y susurrarme al oído. Vendré antes de lo que crees. Se dio la vuelta y se marchó para tomar su primer avión. Mientras se marchaba, perdí la cuenta de las veces que volvió su mirada y la última me mando un beso e hizo un gesto con sus dedos indicando que me llamaría.
J: Subía al avión que me llevaría a casa, miré mi celular antes de desconectarlo durante unas horas y no tenía ningún mensaje de ella. Lo apagué y me abroché el cinturón. Había sido un viaje agotador y me llevaba conmigo un pedacito del sur, y a su vez, dejaba un trozo de corazón. El viaje se me hizo eterno y no dormí nada en el trayecto.