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Y un día pedí por favor
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Tiempo de lectura: 6 minutos

Hola, ante todo me presento:  Soy Silvana, tengo 30 años, soy Ingeniera Atómica, y vivo en Bariloche, Argentina. Mido 1.70 m., delgada, y con buen culo, y lindas tetas, aunque un poco más no me quedarían mal.

Cuando salí del secundario a los 18 años me fui a estudiar al sur de mi país. Vivía con otra chica que estudiaba lo mismo en un pequeño departamento. Por el tiempo que nos llevaba la carrera, muchas horas de estudio, y el clima de la zona, no éramos de salir mucho a la noche. Casi nada. Mucho menos tener un “novio”. Cuando salíamos, si nos gustaba algún chico, no dábamos vueltas e íbamos a la cama. Solamente con dos chicos intercambiamos números de teléfono. Pero nada serio.

Maru, mi compañera de departamento era más pequeña que yo, algo entrada en kilos, pero con una personalidad avasallante. Su simpatía, excelente humor y mucha sensualidad le permitía siempre tener algún chico para disfrutar.

Cuando nos fuimos a vivir juntas, solo pusimos como reglas el orden del departamento, la limpieza y tratar de no traer chicos al departamento. Para nosotras era normal vernos livianas de ropa, estudiando, limpiando, o simplemente mirando tele. La convivencia nos fue llevando, a cruzar ciertos límites. Primero fue mirar tele abrazadas, luego algunos toqueteos mientras hacíamos las cosas, hasta llegar a tener sexo.

El sexo era algo que las dos disfrutábamos y necesitábamos. Nos relajaba, y nos permitía sentirnos no tan bichos de laboratorio.

Después de un par de años, un receso en la facultad me quedé en el sur, no volví a Buenos Aires. Pude disfrutar la ciudad, pasear ya que el clima del verano es muy lindo y aprovechar para salir de noche.

Fue una tarde que en una salida a caminar entré a un negocio a ver ropa. El encargado, un muchacho muy lindo, más alto que yo, fue quien me atendió. Me mostró varias cosas y cuando iba a pagar me preguntó:

“¿Disculpame, vos estudias en el Instituto Atómico, no es así?”

“Si, estudio allí. ¿Cómo sabes?” le pregunté

“Porque un amigo de mi padre trabaja allí, y hace poco le fui a llevar algo y te vi”

“Ah, qué buena memoria visual que tenés” dije de compromiso.

“Si” dijo él.

Cuando ya casi estaba en la puerta para salir con mis compras él me dijo:

“Perdoname, espero no te molestes, te puedo invitar a tomar un café en algún momento”

“Claro que no me molesto, es halagador. Si querés cuando cerras nos encontramos en el café frente a la plaza.” Le dije para no darle el teléfono ni mi dirección. Aunque debo reconocer que me gustaba.

“Sí, claro que quiero. Cierro a las 19 Hs., en 5 minutos llego.”

“Nos vemos entonces.”

Efectivamente a las 19:05 Hs. estaba entrando al café.

“Hola, gracias por aceptar mi invitación. No soy de invitar chicas a salir, pero te debo confesar que cuando te vi en el instituto me gustaste, pero sobre todo, quería conocerte porque es muy raro ver mujeres estudiando allí.”

“O sea, que me estas tratando de bicho raro. Por lo menos decime tu nombre, así se cómo se llama quien tiene tan poco tacto”

“Soy un bruto, perdoname. Soy Santi. Y no quise que se entendiera eso. Te lo juro.”

“Tranquilo, yo soy Silvana, o Sil, como vos quieras”

“Hola Sil. En realidad, nunca tuve oportunidad de charlar con una chica que estudie allí, y no es que te trate de bicho raro. Solo que pienso que debes tener una mentalidad distinta a la mayoría de las chicas, por tu formación, tan especial, tan científica. Y al verte comprando, me pareciste muy terrestre, distinta a lo que imaginaba.”

“Acepto que es una estigmatización bastante común. Que somos cerebritos que para lo único que vivimos es para el trabajo, la ciencia y afuera no hay nada. Pero no es así. O en mi caso.”

“Pero no te he visto mucho en la noche, no sos de salir a bailar mucho.”

“No, porque tampoco me atrae mucho. Salgo en ocasiones especiales. Lo mismo que salir de compras o a pasear, es muy raro.”

“Perdón, pero novio tenés”

“No, hace varios años. Parte por el estudio, y parte porque por el estudio no salgo. ¿Pero puedo meter una pregunta en este interrogatorio?” le dije sonriendo

“Si, discúlpame.”

“Está bien. Y vos, ¿qué haces de tu vida, solo el negocio?”

“Fuera de temporada sí. En temporada soy instructor de esquí.”

“Guau, uno de los famosos “voltea muñecas”” dije riendo.

“No seas mala, no es tan así, hay mucho mito en eso.”

“Me vas a decir que sos un santo, que cuando las chicas se te tiran las perdonas”

“La mayoría de las veces no me interesa. No te voy a negar que otras sí, pero no dura nada.”

“Como yo, ¿o pensas que desde hace cuatro años no estuve con ningún hombre?”

“Supongo que no” dijo él sorprendido.

“A ver, soy mujer, también tengo deseos de sexo, creo que es lo más natural del mundo. Si puedo, encuentro a un chico que me guste, pues satisfago mis deseos. Otras veces con mi compañera de departamento, calmamos nuestras necesidades.”

“Ves que sos distinta, la mayoría de las mujeres no hablan tan francamente como lo haces vos de tu sexualidad”

“¿Te molesta? ¿Te intimida acaso?” le pregunté.

“Molestarme para nada. Me gusta”

“¿Y que te gusta de una mujer?”

“No te rías, pero su inteligencia, su humor, su franqueza y no te voy a negar que si eso viene en un buen estuche, mejor aún”

“Supongo que muchas mujeres por tu trabajo se te han insinuado, pero ¿alguna fue derecho al punto?”

“No. Y a vos, que te gusta de un hombre, que buscas”. Me preguntó.

“Para una noche, que sea lindo, más o menos simpático, que no sea bruto.”

“¿Y para la vida?”

“Sos jodido. No he buscado novio. Te cuento que sos el primer chico con que me siento a tomar un café en 3 años que estoy acá, y sos el primero que sabe que estudio y no sale corriendo. Sinceramente no sé Santi, no es algo que me haya planteado”

“Tenes ganas de caminar un poco, o ya te aburrí” me dijo.

“Ya es casi de noche, es hora que vuelva al departamento…”

“Entiendo, no hay problema. Si no te molesta te puedo acercar, tengo el auto en la esquina”

“No gracias. Prefiero caminar”

Nos saludamos, no me pidió el teléfono ni insistió para llevarme. Él fue para un lado, yo para el otro. Caminé cinco metros, di media vuelta y fui a buscarlo”

“Santi, perdoname”

“Decime Sil, ¿qué pasa?”

“Estoy medio boluda. La verdad es que me gustas, y tengo ganas de invitarte a mi departamento. Pero a la vez, quiero escaparme. Me haces sentir insegura.”

“No entiendo por qué insegura”

“Por eso te digo que estoy boluda. Soy mala cocinando, ¿compramos un par de pizzas y unas cervezas? Pero no creas que… Deja, vamos. Mejor no hablo más”

Fuimos a mi departamento, encargamos pizza y cerveza, y nos sentamos a charlar.

“Por lo que veo, sos el hombre de las primeras veces. Nunca traje un chico a casa.”

“Gracias por eso.”

Él se comportó en todo momento como un caballero, sin insinuaciones, sin buscar acercarse ni tocarme. Su pasividad me comenzó a alterar, a calentar. Terminamos la pizza y nos quedamos tomando un par de latas de cerveza. No pude parar mi bocota.

“Escuchame Santi, llevamos una hora aquí. No trataste de besarme, tocarme, no te insinuaste, nada. ¿Por qué?”

“Por respeto. No te considero una chica del montón. Me gustas y mucho. ¿Te molesta?”

“Si, digo no.”

Me levanté, hice que corra su silla y me senté sobre él, de frente. El me rodeo con sus brazos y me atrajo hacia él. Apoye mi cabeza en su hombro y me quedé un largo rato así.

Nunca había sentido esta sensación, mezcla de tranquilidad, contención y placer. Él solo me abrasaba. Podía sentir el calor de su respiración en mi cuello. No sentía ningún signo de excitación en él. De pronto sentí que sus manos sacaban mi camisa del pantalón y comenzaba a acariciar mi espalda. Cálidas, suaves pero al mismo tiempo muy masculinas.

Sentía como mi concha se empezaba a mojar, mis pezones a endurecer. Su boca comenzó a besar mi cuello, yo a gemir y a frotar mi concha contra su pantalón. Sentí como inmediatamente respondía poniéndose duro su sexo.

Me levanté, me saque la ropa y baje sus pantalones y ropa interior. Me volví a sentar sobre él. Sentía su pija bajo mi vagina, me frotaba super excitada. Él besaba mis pechos, acariciaba mi espalda.

De pronto, por primera vez, me besó, mientras me levantaba agarrándome de la cola. Yo misma me metí la pija en mi concha. Fue hermoso, la sentía entrar lentamente, él no se movió hasta que estuvo toda adentro. Yo lo besaba en la cara, el cuello, la boca. Frotaba mis pechos contra el suyo, sentir sus vellos en mis pechos me excitaba.

Él se comenzó a mover, entraba y salía metódicamente, haciéndome sentir toda su virilidad, su hombría. Estuvimos un largo rato así. Hasta que acabó dentro de mí provocándome un orgasmo intenso, hermoso, dulce. Me quedé sobre él, y el dentro de mí. Me mantuvo abrazada, y yo a él.

“Sos un hijo de puta. No me cogiste, me hiciste el amor. Me mataste. ¿Y ahora?”

“Él ahora va a ser tu decisión. Si empieza algo o termina todo acá”

“¿Vos te vas a bancar que estudie todo el día, que por días o semanas no te de bola? Yo estoy en el final de mi carrera, no voy a abandonarla por vos.”

“Yo no te pedí nada, no quiero cambiar nada en tu vida. Pero sé que quiero seducirte, enamorarte.”

Se levantó, me tomó de la mano y me llevó a mi cama. Nos acostamos y me recorrió con besos mis pechos y bajó hasta mi concha. Me comenzó a chupar, besar mi clítoris, succionarlo. Hundía su lengua en mi concha, los orgasmos empezaron. Se acostó a mi lado. Bajé y comencé a chupar su pija. Nunca me había pasado de tener orgasmos chupando una pija, y me comenzaron a llegar.

“Cogeme. Por favor, cógeme”

Él me puso de espaldas, levantó mis piernas y me penetró con fuerza. Fue incrementando su velocidad, mordía mis pechos, sentía su respiración agitada. Yo gozaba como me penetraba, gozaba su excitación, mis orgasmos no cesaban. Sentí como se estremecía al acabar, yo con él.”

“Encima coges muy lindo.”

Un mes después, me había mudado a su casa. Con Maru seguíamos estudiando juntas, o en el departamento o en casa de Santi. Él se encargaba de casi todo, compras, arreglar, cocinar. Terminé mi carrera, y me quedé a trabajar en el Instituto. Hoy tenemos dos hijos.

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