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Por jugar con fuego (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, soy Maribel y quiero compartir con vosotros el cambio que sufrimos, mi marido y yo, de ser una pareja juguetona en temas de sexo a una pareja morbosa.

Todo empezó cuando éramos novios, Ernesto, era muy salido y nos metíamos mano cada vez que quedábamos, pero una vez cuando estábamos en plena acción dentro del coche, nos dimos cuenta que había un hombre en la ventanilla mirándonos. Ernesto arrancó el coche y nos fuimos a toda velocidad, aunque claro, nos habíamos quedado a medias por lo que enseguida buscó otro sitio solitario y seguimos con la faena.

Cuando Ernesto, empezó a tocarme el coño, en la nueva ubicación, se quedó sorprendido de lo mojada que estaba. Y era verdad, el ver al hombre en la ventanilla, me dio mucho corte y un subidón de excitación, no hacía más que preguntarle ¿me habrá visto los pechos? ¿Me habrá visto el coño? y preguntas similares.

Después de este encuentro con el voyeur, Ernesto cambió totalmente, si antes podríamos decir que era bastante celoso y no le gustaba que llevara escotes ni minifaldas cuando estábamos con alguien, después de esto y ver con la fuerza que tuve el orgasmo ese día, pasó a ser mucho más juguetón, me pedía que provocara, pero como accidente, dejando ver el escote al agacharme o el final de las medias al cruzarme de piernas.

Cuando llevábamos más de 10 años casados y con hijos, cada vez que salíamos el juego era más atrevido, saliendo de casa sin ropa interior y volviendo a casa con una excitación importante los dos según se hubiera dado la noche. Hacíamos el amor recordando escenas en las que se supone que alguno me había visto los pezones o se había dado cuenta que no llevaba bragas.

Si íbamos con gente conocida, no lo hacíamos, solo cuando íbamos solos de marcha, como le llamábamos a nuestros juegos, pero una tarde, en la que habíamos quedado a cenar con un cliente argentino de mi marido, me dijo:

-Por qué no te pones esta noche, la blusa negra de seda sin sujetador. Total, Fernando (así se llamaba el cliente) vive en Argentina y no creo que le volvamos a ver, al menos en algunos años. Y así se lleva un gran recuerdo de España.

-Me da corte -le contesté- no es lo mismo que me vea un desconocido a que me esté mirando, y excitándose, alguien con el que vamos a estar cenando varias horas.

Ernesto se acercó a mí, me besó el cuello y me dijo al oído:

-¿tú sabes lo cachonda que te vas a poner y como vamos a disfrutar luego nosotros? No seas tonta, te va gustar, además solo tienes que llevar más botones abrochados para controlar lo que se pueda ver.

El ir sin sujetador con la blusa de seda, era excitante, el roce se los pezones con la suavidad de la tela hacia que me excitara, así que poco a poco me fui convenciendo a mí misma de que podía ser una buena experiencia, y que Fernando se hiciera una paja esa noche pensando en mis pechos, empezó a ser una idea atractiva.

Cuando salimos de casa, Ernesto se fijó en que no llevaba el sujetador, me dio un beso y me dijo al oído:

-Quiero que Fernando llegue a verte los pezones.

Me separe de él, y le dije:

-De eso nada, te tienes que conformar a que note que no llevo sujetador y vea el movimiento de mis pechos, pero llevaré los botones abrochados sin dejar que se vea nada.

Con un gesto de resignación de Ernesto salimos de casa. En el coche empezó a poner su mano derecha en mi muslo notando que llevaba medias e intento seguir subiendo para comprobar si llevaba bragas, pero no le dije.

-Así usas tu imaginación -le dije.

Al llegar al restaurante nos pasaron a la mesa que había pedido Ernesto en un reservado y nos tomamos una copa mientras esperábamos a Fernando. Durante esos 10 minutos, mi marido empezó a provocarme desabrochando 2 botones de la blusa a lo que yo oponía resistencia volviéndolos a cerrar, pero cuando tenía tres botones desabrochados que iba a cerrar, llegó Fernando y no me dio tiempo.

Me presento y noté como la miranda de Fernando se quedó congelada en mi escote durante unos segundos, bueno quizás fue menos pero a mí me pareció una eternidad, y eso me violento, pensando en que mi marido me las iba a pagar, pero a la vez sentí que mi cuerpo reacciona a la mirada con agrado, haciéndome sentir que se me calentaban las orejas y se mojaba mi coño.

Nos sentamos a cenar, y Ernesto hizo que se Fernando quedara a mi izquierda, desde donde tenía la mejor posición para ver mi escote.

Durante la cena, entre las charlas y el vino me fui olvidando de la vergüenza inicial que me produjo tener tres botones desabrochados y me subía la excitación cada vez que pillaba a Fernando mirando por mi abertura.

Mi enfado inicial con mi marido por haberme dejado con tres botones abiertos, no me dejó darme cuenta que el cuarto botón se había quedado mal abrochado, y que con los movimientos para alcanzar las ostras, que estaban en el centro de la mesa, se soltó del todo.

No sé cuándo pasó, lo noté cuando vi que las miradas de Fernando eran más continuas, con disimulo me miré el escote para ver que había cambiado y fue cuando me di cuenta: El cuarto botón era la diferencia entre poder ver la parte alta de mis pechos y un poco de canalillo, o poder ver, según mis movimientos ahuecaran el escote, la parte de abajo del pecho, la aureola y el pezón.

Me subió un calor por todo el cuerpo y me quedé pensando que hacer: ¿cerraba los botones delante de ellos y les dejaba sin espectáculo? ¿Me iba a baño a recomponer mi blusa y salía con el escote cerrado? o ¿me hacia la distraída y dejaba que Fernando viera mi todo mi pecho, pezón incluido?

Por una parte estaba muy excitada y me apetecía seguir poniéndolos cachondos, pero por otra me daba mucho corte. Cuando estaba con esas dudas, noté que me llegaba un mensaje al reloj, para estas cosas siempre llevamos Apple Watch de 5 generación que nos permitía salir de casa sin móvil ya que tenía una SIM virtual que lo hacía totalmente autónomo, lo miré y vi que era de mi marido decía: "Estas preciosa, ni se te ocurra". Era uno de los mensajes que teníamos pregrabados para nuestros juegos.

Con disimulo, le contesté otro de los mensajes pregrabados, podías usar con dos toques de forma disimulada, "me está viendo el pezón ¿te gusta?"

Cuando Ernesto recibió el mensaje, me hizo una señal diciendo que SI.

Eso me excitó aún más, era la primera vez que me veía el pecho alguien conocido, noté otra vez como la sangre subía hasta mis orejas que se debían estar poniendo rojas como un tomate, por suerte tenía el pelo largo que las cubría.

A partir de ese momento la excitación se apropió de mi cerebro y fui adoptando posturas que le permitieran ver mis pechos con mayor claridad, mientras notaba que mis bragas estaban totalmente empapadas.

Cuando vino el camarero, Fernando sacó su móvil y le pidió que nos hiciera una foto. Se levantó y se puso entre nosotros poniendo su mano encima de mi hombro. El camarero disparó la foto y la repitió, sin que nadie le dijera nada usando el flax.

Mi marido cogió el teléfono al camarero, se quedó mirando la foto y no pudo evitar llevarse la mano a su entrepierna, dijo:

-Tú has salido muy guapa, Fernando se va a llevar un gran recuerdo de Madrid.

Le cogí el teléfono y me quedé mirando la foto que dejaba constancia de mi escote. Al ponerse detrás Fernando había corrido la blusa, sin que lo notara, dejando que entre las telas de la blusa se viera ver claramente mi pecho derecho entero, con aureola y pezón incluido

Me puse súper excitada y le pase el teléfono a Fernando.

Noté como Fernando agrandaba la foto y se quedaba mirando mi pecho en primer plano.

Le pedí que la borrara, pero Ernesto me dijo: "No seas tonta ¿no haces topless en la playa? deja que Fernando se lleve un buen recuerdo."

-Bueno pero, por favor, no la muestres dame tu palabra.

Fernando dijo: “Te doy mi palabra, solo si me dejáis que os invite a una copa en un local que ha abierto, aquí al lado, un amigo el mes pasado y me gustaría pasar a saludarle".

Aunque estaba muy cortada y súper excitada, dije: “vale, pero nosotros tomamos una rápida y no vamos”.

Con esa intención salimos del restaurante hacia el local del amigo y lo que pasó allí es otra historia.

Continuará.

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