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Taxista: El pase (Partes 1, 2 y 3)
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Tiempo de lectura: 15 minutos

Soy taxista en Medellín. Trabajo en un acopio y estoy ahí esperando carrera todas las noches, me gusta trabajar de noche.

Hace un tiempo llegó un venezolano nuevo. Cuando hay varios compañeros hablamos como siempre de mujeres y él siempre comenta que tiene una verga muy grande y como las mujeres se le “quitan” cuando van a tener sexo y por eso extraña a la mujer y no ha podido hacer nada.

Nunca le puse atención, pensé que era un venezolano más hablando bobadas.

Con el tiempo le reparaba el morro y se le veía muy gordo siempre entre la misma pantaloneta, decía que no tenía más ropa y así se iba a trabajar.

Yo he tenido curiosidad, me ha dado morbo, he mirado las dos cosas como cualquier otra persona, y más que todo eso, saber que se siente. Adolescente tuve mucha inquietud, saber porque se me paraba viéndole el morro a un compañero en sudadera o saber como tenían la verga me generaba inquietud. Pero nunca le había prestado atención a eso. Ahora, este venezolano se regaba en cuentos frente a mí y en un momento escuchándolo yo me iba llenando de morbo.

Yo le veía mucho el culo moreno, grande y parado, en esa pantaloneta.

Me colocaba a pensar en lo que decía, esa verga, esa cara, las mañas y no sé en que momento me comenzó a dar más y más morbo.

Tenía el carro en el taller y él me ayudó, me llevó a recogerlo. En el camino mientras manejaba le veía esa verga. Me hablaba de la mujer lejos. Me dijo, que se vino sin nada, que tenía lo que pudo meter en una maleta y le maneja el carro a una conocida.

Me esperó mientras me entregaban el carro así que hablamos mucho. Uno le agarra compasión a la misma historia una y otra vez.

Yo no paraba de mirarle el culo, ¿por qué los hombres le miramos el culo a otro hombre?, yo no sé.

Era de noche un martes, y estaba muy suave el trabajo. Yo me estaba dando unos pases en el carro cuando lo vi por el retrovisor. Me asustó que me viera así, guardé la llave y me limpié como pude. Aspiré duro y me tragué todo el olor de ese venezolano, ese olor como a semen y loción. Se me mezcló todo el "pase" y él llegando a la ventanilla y se me comenzó a parar.

-¡Ey!, entonces qué…, ¿cómo va la vaina?- Me dijo desde afuera.

-Bien, está suave, estoy que me voy a dar una vuelta-.

-¿Qué andabas haciendo o qué?-

-nada, parcero, voy a ver si doy una vuelta a ver que agarro-

-a ya, está suave, sí-

-me vas a regalar un pasecito-.

Yo no sabía que le gustaba pero apenas le dije si, se subió al carro.Yo sentía la verga ya dura mojándoseme en el pantalón, ya adentro yo sentía ese calor subiendo el olor a hombre y la presencia de ese “man”… hacían que se me subiera mucho el morbo a las dos cabezas.

Quería verle esa verga. Agarró la llave y apenas aspiró se agarró la entrepierna y resopló.

No lo volví a ver en algunos días, estuve de descanso y luego cuando iba no lo encontraba. Ya me preocupaba, yo iba allá y buscaba el carro, estoy es loca, pensé. Aún así, me iba todo el camino imaginándome ofrecerle el pase. Yo no sé qué inventarle para que me pele el culo, y la verga se me paraba y comenzaba a lubricar mucho.

Lo encontré tomando tinto en la madrugada. Lo molesté por tener la misma pantaloneta.

-Pues cómprame uno, coño- respondió.

Soy alto flaco, rayado, hago ruta tres o cuatro veces a la semana y no tengo mujer. Me veo con una compañera de ruta y nos damos nuestros escapes y con otra a la que llamo la cajera. Las voy rotando entre semana.

Estar con una mujer, es bueno. Nunca había pensado en estar con un hombre. Las mujeres se acuestan, giran, rotan, maman un ratico, gimen, gimen más duro, y se voltean el pelo para un lado, para el otro, y así. Luego uno se viene o se cansa, porque ya no se siente nada, y ya uno o las hace venir como pueda y si lo logra, si no está “ranchada” o uno se acuesta ellas se suben y uno ruega porque no se le caiga. Al final ellas dicen que se vinieron, y uno casi siempre está listo.

Yo siempre vi eso como lo normal, desnudarlas acostarlas, mamarles el gallo. Misionero, en perrito, me vengo, véngase. Que rico todo, pico y chao.

Pero me atormentó pensar, ¿cómo es que se lo chupe a uno otro hombre y cuando uno se lo chupe. Estaba lubricando mucho, agarré un poco y lo probé, me di un pase y seguí en lo mismo, hasta que me vino el amargo y el salado junto, decidí disfrutarlo y así anduve, eso debe ser lo mismo, el ano abierto de un man. Huy pero un gay bien loca, no gas. Un man bien serio, sin esas actitudes que a veces se ven fingidas, eso no, un man bien chimba sentándose en la verga. Debe ser rico. Así seguí, hasta que oí que pedían un servicio y me fui.

Comenzaron las bromas por WhatsApp, hablábamos de vez en cuando con alguna excusa pendeja. Nos decíamos donde estaba movida la cosa. Y así. Me mandó un video de una mujer con un hombre vergón, y decía: “así es que yo las necesito”. -De esas abundan- le respondí.

Bajando por la ochenta un jueves, y luego por la treinta y tres recogí tres muchachos, dejamos a dos más abajo por San Diego y seguimos hacia envigado.

El que estaba al lado comenzó diciendo:

– ¿Cómo va la cosa? – Eso debería ser una seña cuando quieren tener algo con un taxista. Y si responden:

-Está bien, a esta hora siempre es movido- Ya deberían saber que quieren algo. Pero ese no era mi caso.

– ¿Buena la rumba?, sus amigos estaban llevados- Era obvio que eran gais, siempre por ahí a esa hora los había recogido. No quería hablar, pero igual respondí.

-Sí eso ahí es bien, la música es bien, y es bueno el “ambiente”- resaltó ambiente y yo me quedé callado, ya me habían informado y me habían contado la anécdota de esa palabra. -¿Vos cuanto medís?- me preguntó-.

-1.81-

-Sos muy alto parcero-

No le hablé más, me habría gustado preguntar muchas cosas, pero mi pose de hetero no me dejó. No estaba interesado. No me gustan las locas, pensé.

Estaba viendo Instagram relajado un miércoles a eso de las tres, cuando me escribió.

-¡Eh! pana, ¿cómo va?-.

-Bien parcero, ¿y vos?-.

-Pana todo bien, me llamaron para una entrevista, pana, no sé dónde es y no tengo un pantalón limpio pa, no sé si me podes ayudar yo te pago la carrera-

Arreglamos para llevarlo, lo recogí y lo encontré en pantaloneta se puso el pantalón en el carro y cuando se lo puso, entendí como tenía que quedar ese pantalón. El problema fue, que no cerró bien.

-Quítese la pantaloneta-

Yo iba manejando y sentía como me sudaban las manos, lo quería ver, se bajó la pantaloneta rápido al tiempo que se me paraba la verga. La tenía tan dura que un cosquilleo me recorría todas las piernas y sentía una presión en la entrepierna, que me daba calor. Le vi ese culo en boxer sentado en la silla, el borde de la raya entre los glúteos y algo de vello púbico saliendo. Le vi la verga abultada, grande y gorda bajo el ombligo. Y en el espejo esas tetillas, redondas paradas morenas, se me hacía agua la boca y mis esfínteres. Todo el carro se llenó de un olor a hombre recién bañado, a un desodorante común y a una sensación familiar.

Lo dejé donde me pidió, me fui al apartamento, y me llevé la pantaloneta. La subí conmigo y la olí. Olía, delicioso, cogía la rejilla de la pantaloneta y me extasiaba. La confusión me hacía agarrarme la verga y soltarla, y volvía y la olía. Buscaba dónde estaba la verga y olía. Luego me cuestionaba si esto me tenía que gustar o no, pero igual pasaba a olerle la parte del culo. Fue como un premio, el pago, estaba lubricando mucho, y lamía lo que lubricaba, estaba muy caliente y sentía que me iba a venir. Paraba, me ponía a pensar en ese culo, y me dejaba al borde de eyacular. Y cuando me di cuenta no podía parar, quería ver mi pene al ponerle el glande entre las nalgas, sentirle el ano y hundírsela, al imaginarlo me boté, justo encima de esa pantaloneta entre la rejilla, la llené. No se me bajaba la calentura y como loco me lamí ese semen y eso me supo a gloria. Diez o 15 minutos después, estaba repitiendo.

Parte 2

Estaba con la Cajera en un motel del centro. Llevábamos mucho rato ya, y yo no sentía nada. La voltee y le miraba el culo. Se lo traté de meter, al principio se resistió y luego simplemente accedió. Intenté e intenté. Pero no fue capaz. Eso pareció gustarle, o ya no quería más, pero dijo que se iba a venir.

Yo quería, pero no estaba ni cerca. Entonces en mi mente cruzó el olor de ese chamo. Le imaginé ese culo todo grande velludo en frente mío y mi verga entrando y saliendo. Y pidiendo que se la metiera. ¿Cómo tendrá ese culo?, me lo imaginé peludo. Y me dio vergüenza pensar eso, luego pensé en chupárselo y me arreché, mientras la penetraba. Ese chamo con esa voz, pidiendo que se la hundiera, y yo chocando contra ese culo. Esa imagen me destruyó. Le di duro y hondo. Me subí a la cama y se la hundía más y más adentro. Me imaginaba esa espalda de hombre sudando.-Dame suave que me duele- dijo la cajera.

Pero en mi mente el chamo decía, deme bien duro que me vengo, y yo se la hundía.

-Ay pasito- chilló.

Y en mi mente el chamo se llevaba las manos al culo y se abría ante mí.

-Ay ya, no más que me duele, ¡ay, yaaa!- gritó

Yo me imaginaba llenarle ese culo como una bomba. Y embestía duro hasta ver como mi verga se perdía adentro.

Me estaba viniendo cuando siento brincar esa mujer. Me palmoteó el pecho y la cara, me dijo que ya. Se vistió furiosa y callada.

Quedó en mi mente un sin sabor.

A mi me gustan las mujeres, siempre he comido mujer. Ando es arrecho.

Estaba en la ruta en bicicleta mirando viejas en trusa. Les miraba el culito. Y apenas terminamos le dije a la compañera.

-Que delicia ese culo, se lo quiero chupar bien rico, ¿cuándo nos volamos?

-Óigalo, no ve que mi esposo está por la tarde-.

Malas y buenas noticias, si me da el culo, pero me toca esperar que rote de turno el marido.

Al chamo no le fue bien en la entrevista, no lo quería matar, pero indocumentado, chamo. Bueno eso se cuenta sólo también.

Le lavé la pantaloneta y se la fui a entregar.

Estuve dando vueltas y entre carrera y carrera terminamos viéndonos como a las once se la entregué y salí tranquilo.

Las cosas se calmaron, me di cuenta que era cuestión de estar arrecho. Y cuando menos pensé, estaba esperando a la ciclista en el apartamento.

Vivo sólo así que ahí andaba.

Llegó nos desnudamos, me la comenzó a mamar. Lo de siempre.

Le estaba chupando los pezones cuando le pedí que se girara. Volteó y comencé a chuparle el culo, un poco acre el sabor. No me agradó así que no seguí.

-¿Intentamos?- le dije.

-No le prometo nada-

Comencé a tratar de meterle la verga, pero no entraba. Se quejaba, chillaba, luego que sí, que no, y yo quería y se quitaba.

Se la traté de hundir de nuevo, pero no le pasaba.

-Así no, écheme cremita-

Busqué por todo lado, la verga se me estaba cayendo, y cuando encontré algo eso le ardió.

La verga se me cayó, la hice venir sufriendo, le di dedo, lengua y oré por esa “chocha”. De todo y nada, al final como siempre no sé si sí o si no, ella dijo que sí… yo pienso que no.

Me dijo que le comprara lubricante o algo, y que yo tenía que entender que mi verga no se la tragaba cualquiera. Que eso dolía mucho. Y un montón de cosas más.

En fin, suerte.

Hablábamos por WhatsApp el chamo y yo, ya quedó así bautizado.

De alguna manera siempre terminábamos hablando de viejas. Me dijo un martes en la tarde que estaba de descanso que fuéramos a tomar algo. Si, los taxistas descansamos así, un martes, para hacer vueltas e ir al taller.

Nos encontramos en un parque en Bello, estábamos tomando cervezas cuando sacó un cigarro de aquellos. Fumó y me dio curiosidad, fumé un poco, y otro, y el tercero. Y así, estaba tomando cervezas.

-No me hizo nada- le dije.

Seguimos hablando y entonces como siempre terminé contándole como me había ido mal con el culo. Nos reímos y fumé más, pero no seguí porque no sentía nada.

Entonces me comenzó a contar.

Allá en Venezuela, tengo una amiguita que la caraja es Dios.

Y cómo no sé más como imitarlo. Mejor lo cuento como lo diría yo.

Era una vecina, con un culo grande, muy degenerada, muy necia. Estaban en unas escalas que daban a una terraza y ella muy descarada, le decía que tenía la vagina muy dilatada ahora porque estaba en sus días. Según ella. Muy hinchada. Pero que eso la colocaba muy arrecha.

Así como yo me iba colocando y cómo a él en ese momento, apenas escuchó eso. Yo me relamía mientras le ponía atención.

La Caraja le dijo que no le gustaba porque se le marcaba mucho y no podía usar leggings, acto seguido se levantó una faldita y le mostró. El chamo le señaló que él también. Y ella le dijo que se subieran a la terraza. Allá la morboseó, y el chamo detalló todo lo que pasó. Los pezones de la mujer, como se quejaba y como la agarraba. Mientras que yo no podía ni respirar; bajo el pantalón yo tenía la verga dura chorreando lubricante, sentía como todo se me ponía húmedo e incómodo.

Hubo un momento que al respirar me recorría un vacío en el estómago, quería que me dijera él como tenía la verga, a que olía, que me dijera si olía como le olía la pantaloneta. Quería ver si se le marcaba el bulto en el pantalón, si la tenía tan dura como yo, quería chuparle las tetillas, y él decía, le chupé los senos, y esa palabra me retumbó, quería verlo de espaldas así todo ancho parándome él culo. Y él dijo, esa caraja se me puso de espaldas y me paraba ese culo.

La puso de frente y le chupó el “coñito”, la muchacha se retorcía y yo me enderezaba la espalda hacia atrás tratando de aligerar la tensión. Él se relamía los labios, hablaba sin parar, por cierto, hablan mucho… para mi fortuna y la de mi fantasía.

Yo me le imaginé esa verga dura, ese culo apretado grande seguido de las piernas gruesas bordeando la forma de la pantaloneta llenándola perfectamente y esa verga gorda adelante. Le quería apretar la espalda con los dedos y apoyarle la verga contra el culo mientras le agarro el pecho con fuerza.

Sentía un dolor agudo en el pene y una tensión fuerte en los testículos.

El chamo dijo que le lamió entre los labios de la vagina, muerto de susto que alguien los viera. Oía el ruido al alrededor y se espantaba.

Se la trató de meter, pero dijo que no, que no se la metiera por ahí porque no podía, que la clavara por atrás. A punta de saliva, y enfatizó; con un poco de saliva y con eso tuvo.

Esa caraja se estremecía contra la pared, yo contra el borde de ese suelo en ese parque en Bello y este chamo contra ella en aquella terraza.

Yo le miraba esos labios y le imaginaba la boca atragantada con mi glande, relamiéndose y escupiendo para humedecerme la verga. Y entonces me estalló la yerba y lo vi con esos labios húmedos, mojados entre mi lubricación y su saliva, lo vi de frente… parado…, mirándome y le quería meter la lengua en la boca, él me miró se quedó callado, y yo igual. Oí esa noche en el estómago, como si me apretaran el vientre, caí por una pendiente hasta el culo de ese man y se lo agarraba mientras le relamía esa boca. Le empujaba el culo y le sentía esa verga contra la mía mientras las dos vergas saltaban una sobre la otra. Le vi la cara y no quise seguir. Y me di cuenta, que, a lo bien, ese no era yo era esa yerba.

-Vos si hablás mucha mierda- le dije en paisa.

-No es mierda, mira es ella- me dijo en chamo, mientras sacaba el celular.

-Vámonos más bien-

Yo estoy mal, esperé un rato que se me calmara el pene, pero en la casa me lo retorcí. Me arrepentí y pensé cuando se me había calmado la cabeza, se me tiene que acabar esta pendejada.

Parte 3

Hay un abismo muy grande entre el pensar y el hacer. A mí no me gusta, el gay femenino. Me llama la atención el modelo masculino de hombre. Siempre busco mujeres, es fácil, no tiene pierde. Y por eso nunca pensé como decirle algo a otro hombre; algo de morbo. Me tendrían que decir ellos a mí, que me lo quieren mamar, por ejemplo. Pero claro, la otra persona está pensando lo mismo que yo. Por eso nunca iba a pasar nada y yo lo sabía.

Mientras estoy en una carrera siempre me pregunto cuando eso va a pasar, pero como he contado en otros relatos, pues cuando me lo dicen no me gusta el que me lo dice, entonces los ignoro.

No todo el mundo tiene ese gusto, eso no es algo adquirido, y simplemente eso se deja de lado, implica varias cosas y de la mayoría uno no está atento. Se necesita como ese bocado previo.

Siendo muy joven, tuve un toqueteo con un primo casi seis o siete años mayor que yo. En ese entonces no tenía un solo vello en el pene, y él con la entrepierna ya poblada, me sentaba en la entrepierna y me restregaba el pene contra la sudadera. Casi indiferente, curioso, me dejaba llevar por ese cosquilleo, por el olor de la ropa, por el miedo a que nos vieran, y mal o bien, yo lo esperaba, me aseguraba de tener una ropa suave y ahí me sentaba mientras me restregaba la verga dura hasta verlo chorreando semen sin saber siquiera que era lo que le salía. Pero sintiendo ese placer y el hormigueo entre el culo.

Lo primero que entendí con eso, es que otro hombre no se sentía mal, lo segundo es que lo podía disfrutar y lo tercero es que en algún punto de mi vida iba a querer más.

Estaba bebiendo en el centro, en la barra, con unos conocidos con los que voy allá. Estaba tomando mucho, mirando a una que otra y oyendo a una ofrecida y a la siguiente y a la otra.

Ya tarde, se fueron yendo de a uno y me quedé con uno de los compañeros, se llama Faber. Me dijo, en su acento costeño:

-Vamos y nos comemos a estas dos hembritas entre los dos-

Me gustó la idea.

Ya en la habitación, después de haber pasado lo maluco que es entrar.

Faber les dijo que se desnudaran. Seguíamos bebiendo. Y ya yo muy tomado, saqué mi reserva y esnifé.

Apenas la abrí y ya tenía a una encima pidiéndome y que tremenda aspiradora. Luego la otra se unió y parecía la hora de llegada.

Faber es un costeño futbolero, un guache cansado del sol y el turista. Con su barriga grande el pecho ancho, una cara cuadrada y la típica figura del cartagenero trigueño de cabello oscuro. Mide 1.75 o algo así, tiene esposa, hijos, y estaba ahí tirado en la cama con una mujer hablándole bobadas mientras se le trepaba encima.

Yo nunca había hecho algo ni parecido, estaba muy incómodo, no sabía que hacer y me quedé en una silla en la esquina hablando con esa diabla.

-Papi a mi me gusta lo que quiera lo importante es que pase rico, es una horita, para que la disfrute mi amor- era una mujer común, con la cara maquillada y un ligero olor a cigarrillo, unos senos grandes se le desparramaban por el pecho donde comenzaba una cintura grande y las caderas rellenas, bordeándole la vagina abultada.

Faber se fue al baño con la otra muchacha, se encerraron adentro entre risas y la que se quedó conmigo se arrodilló y me comenzó a bajar el pantalón.

La tenía muerta, ojalá a esa diabla, pero no, igual le dije: -hágale-.

Yo oía la ducha en el baño. Después de mucho rato medio se me paró.

Yo estaba ya algo anestesiado. Pero igual me estaba excitado pensaba en lo que estaba haciendo Faber adentro.

Cuando salga lo voy a ver como se come esa vieja. Será que sale y se la come acá en frente mío, esperaba. Le quería ver la verga. Cómo la tendría. Me recordaba haberle visto el borde de la marca de la ropa interior.

Ese “man” también tenía un culo ancho de medio gordo. Se le veían las piernas gruesas y no tenía casi vellos. Sólo un poco de barba.

-Quítese eso- me dijo la diabla, señalando el pantalón y los zapatos en el piso.

Me paré y me los estaba quitando cuando siguió: -Que culo tan rico, jummm, yo quiero un culo así-

Me pareció raro. No le presté atención. Me comenzó a acariciar los glúteos y yo la miraba mientras le pasaba la mano por los senos bajando hasta sentirle los labios de la vagina y meterle el dedo rápido.

-ay que rico, papi, acaríciemela así, que rico-

Ella me tocaba las nalgas, y fue metiendo su dedo entre mis glúteos, no la paré, pero cuando me di cuenta sentía las uñas entre mi raja y su dedo en mi ano. No me molestó. Y así seguimos un rato.

Yo escuchaba que en el baño estaban hablando oía que estaban penetrando a la otra y eso me excitaba, Faber hablaba duro, ronco, y daba órdenes. Hasta que luego sólo escuché la ducha.

-venga yo le chupo el culo- me dijo, que demonia, pensé.

Nunca me lo habían hecho, pero quería probar y para eso estaba pagando por esa cualquiera. Me voltee y ella como pudo se acomodó atrás e inició. Se sintió normal, ella lo hacía con calma pasando la lengua un rato cuando en ese momento se abrió la puerta.

Paramos al instante, y en un alegato con el acento muy marcado Faber hablaba duro, casi gritando muerto de rabia; echaba a la mujer. Le había tratado de sacar plata de la billetera y la había visto. El infierno, el caos. Págueme, perra, y entonces, oigan a este, oigan a esta; se decían. Faber en toalla alegaba cuadraron que se fueran. Yo busqué mi bóxer como pude entre el pantalón y me los coloqué.

-Papi mejor me voy, igual pues ya pasó la horita, – ¿cómo quedamos? – Le di la plata y se fueron.

Faber estaba en toalla, tenía 37 años. Medio maduro y bronceado, le vi el borde de donde la pantaloneta lo había separado del sol bajo la marca que el pantalón le hacía en la barriga, la verga marcándose por encima, dura, gruesa, muy templada y él furioso. Me dijo que había pasado; la vio por la cabina. Lo demás, ellas vistiéndose rápido, alegando y yéndose.

Estaba todavía mojado y entonces se quitó la toalla, en frente mío y comenzó a secarse mientras hablaba rápido golpeando cada palabra. Tenía una verga gruesa, muy gruesa, como de 18 centímetros, morena, y unos testículos muy grandes colgando bastante abajo, largos. Algunas venas se le veían grandes y la verga se le tensaba al hablar y se le movía.

-Mire como me dejó esa… -alegó y se señaló.- Me tomé una pastilla y ahora qué hago con este…, llamamos otras, o ¿qué?

-No yo tengo mucho sueño, y estoy muy borracho- no se me iba a parar.

-¿ah entonces?, le pido un taxi o que-

-si, espere que estoy muy borracho-

Me acosté en la cama boca abajo en bóxer. Llevaba como diez minutos ya y estaba a punto de dormirme o de levantarme para irme, cuando sentí una mano en la espalda. No me quería levantar y sabía que me quería parar para irnos. Así que hice como si no sintiera.

Me volvió a empujar con más fuerza otras dos veces y luego paró. Dijo mi nombre, pero más pereza me dio así que me quedé ahí.

Un momento después sentí una mano en mi culo, me apretaba suave, y se movía torpe. Me sorprendí, respiré y esperé. Siguieron acariciándome y apretándome y no sabía qué hacer. Me pasó los dedos entre el perineo, la niés, y yo quería que siguiera. Me acarició los testículos y el pene, agradecí que lo tenía moribundo, pero igual se sentía muy bien, y muy rico, no quería que parara…, pero paró.

Entonces discretamente me bajó la ropa interior y colocó los dedos entre mi culo, y lo mejor sería cuando lo sentí respirando duro y cerca de mis glúteos. Le sentí la barba raspando entre mis muslos lamiéndome, el vello del bigote creciendo bordeándole los labios y luego sentí como se le abría la boca y sacaba la lengua y me relamía. Al principio me pasaba la lengua me besaba y chupaba, por eso le llaman beso negro y así se hace, pensé.

Agarró las manos y con fuerza me separó los glúteos, me abrió grande y entonces con ganas, resoplando, me metía la lengua, se saboreaba y suspiraba rápido.

Movía la cabeza de un lado a otro y salivaba mucho tratando de hacer que la saliva se me deslizara dentro del culo.

Yo estaba estático, ido y presente. Me agitaba esa lengua grande y gruesa, pero más la sensación de la barba raspando el borde de mi ano. Eso no tenía comparación con lo que me había hecho esa otra. Me enterraba la lengua y salivaba y entonces frenó.

Me dio tiempo de sentir mi corazón a mil, ese ligero acalambramiento que le baja a uno cuando le tocan la pelvis. La sensación de lujuria que años atrás sentía entre el solar en mi niñez y la ropa de mi juventud, ese ojor entre a hojas y yerbas, ahora me dilataba el culo y hacía que me goteara el glande.

Había una sensación más, la clave de que escriba esto y el punto principal de haber llegado a este día, y es lo mucho que yo quería hacer lo mismo. Lo mucho que yo quería abrirle el culo a ese Chamo, lo mucho que yo lo reparaba y todo lo que me imaginaba. Verlo en bóxer con la raya del culo dibujada por la tela, me imaginaba ese olor que había quedado en la pantaloneta, esa sensación del sudor de un hombre con esa verga dura y gruesa y abrirle ese culo para meterle la lengua. Yo quería, sentírselo… quería verle la espalda mientras le mamaba el ano, y quería hundírmele entre el medio de los glúteos y que se me sentara en la cara y se me tragara la verga ahogado al ritmo que yo me lo iba comiendo. Yo ya añoraba hundírsela.

Que Faber parara, fue un total descanso para mí, la razón, a pesar de todo pronóstico se me estaba parando porque estaba fantaseando con muchas otras cosas. Estaba lubricando sentía como si estuviera a punto de orinar, pero no. Iba a esperar a ver que hacía, si se iba o que pasaba, pero entonces sentí las rodillas apoyándose en la cama y entendí que me la iba a meter.

No sabía qué hacer, si me despertaba le iba a mostrar que me había dado cuenta así que esperé. Si algo me hacía el que me despertó.

Se acomodó, se apoyó como pudo y respiraba hondo y rápido, extremadamente agitado y me colocó la cabeza del pene entre las nalgas. Se acomodaba con una mano y me buscaba el culo con la otra. Se trataba de acomodar de nuevo y empujaba. Estaba muy agitado y arrecho. Yo sentía el agujero húmedo y la saliva chorreando pero me quedé quieto. No había logrado nada, pero me gustaba. Me daba mucho morbo. Y era un placer distinto.

Al final, Acomodó la verga y yo sentí esa forma gruesa invadirme y expandirme el culo. Empujó y me hizo sentir como si me trataran de abrir pero apenas me había bordeado. Yo sentí todo el grosor de ese tarro como si me hubiese sentado en una lata de cerveza. Cuando empujó de nuevo me dolió demasiado y al mismo tiempo quería que eso se me hundiera en el cuerpo y que mi ano se abriera entorno de ese tronco. Aun así me dolió, medio me moví y se levantó de inmediato.

Esperé un rato antes de volver a sentirle la mano en la espalda, me empujó y acto seguido estaba trepado de nuevo. Yo estaba totalmente boca abajo con los bóxer caídos, apenas respirando cuando lo sentí de nuevo punteándome. Apoyaba su estómago contra mí. Afanado se restregaba contra mi cuerpo, yo le sentía perfectamente el grueso separándome, casi dividiéndome, me hundió el glande y se le salía por el diámetro que tenía. Y otra vez la punta y no entraba. Estaba muy agitado, el prepucio se le movía grande y también muy grueso, me la hundió un poco, se restregaba, subía y bajaba, se masturbaba y volvía a hundírmela. En medio de eso sentí como se botaba sobre mí, entre mi culo. Sentí como le palpitaba la verga y a este parcero agitado encima de mí oía como forzaba unos sonidos de placer. Se vino sin más, me chorreó todo el culo con ese líquido espeso y caliente.

Esperé un rato, otro más, y luego la lengua de ese man entre mis nalgas limpiándome. Se lamía, era como un perro, era lo que es, sepulcrado en la idea de que nadie sabría nunca. Así que tragaba, una y otra vez. Me dejó impecable, me pasó una toalla se vistió y salió a toda.

Me quedé ahí con tres sensaciones; la de mi culo ensanchado, la de mi bóxer empapado y la de mi boca seca.

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